Actividad 1: Presentación

Dado que estamos en una cátedra cuyo objeto de estudio es la escritura, la primera actividad que te proponemos es que se presenten, por escrito. La idea es que cada uno pueda contar quién es, pensando en que ese texto está destinado a la comunidad de la comisión 3 de Redacción 1, es decir, los compañeros y el equipo docente (profesora y profesora adscripta).

Fuera de que debe ser una presentación y del público definido para ello, no hay otra restricción. Es decir, cada uno puede presentarse con el texto —escrito por sí mismo, claro— que quiera, escribirlo como quiera y contar lo que quiera. Para los que necesiten o prefieran algunas ideas, dejo algunas preguntas que pueden servirles de guía para el texto propio:
Sobre vos, más allá de la facultad: ¿De dónde venís? ¿Qué te gusta hacer? ¿Alguna particularidad de tu biografía que quieras compartir?
Sobre la carrera: ¿Es tu primera carrera? ¿Por qué elegiste comunicación social? ¿Qué esperás aprender en la carrera? ¿Cómo te imaginás trabajando en el futuro, haciendo qué?
Sobre Redacción 1: ¿Te gusta escribir? ¿Escribís regularmente? ¿Qué tipos de texto? ¿Para quién? ¿Qué esperás de la materia?
Sobre la lectura: ¿Qué leés? ¿Para qué o por qué leés? ¿Te gusta hacerlo? ¿Tenés rutinas de lectura? ¿Te considerás un lector? ¿Cuáles son tus autores (no importa el género, pueden ser de ficción, periodistas, ensayistas, historietistas, etc.) preferidos? ¿Te encontraste alguna vez con alguno de ellos? ¿Cómo elegís lo que leés: alguien te lo recomienda, buscás por tema, por autor? ¿Lees en pantalla y en impreso o preferís un tipo de soporte? ¿Hubo algún libro que «te convirtió en lector»?
Insisto, no es necesario responder estas preguntas ni que el texto tenga forma de presentación formal. Pueden elegir presentarse de la manera que quieran, usando el estilo y el tipo de texto que deseen.

Para que mostrarles algunas formas posibles (insisto, solo algunas, la actividad es libre en su forma) en las que pueden contarnos su biografía, y empiecen a conocernos a Delfina y a mí, debajo de esta consigna van a encontrar nuestras presentaciones.
¡Atención! Porque la tarea es libre pero como toda libertad, para ser posible, exige ciertas restricciones (ya trabajaremos sobre eso durante las clases): Las presentaciones no deben ocupar más de dos páginas y media A4 escritas a interlineado 1,5 y en cuerpo 12.

El resultado debe ser enviado como archivo de Word adjunto a los correos electrónicos: ceciliareviglio@hotmail.com y finaeckart@gmail.com hasta el lunes 21/3 a las 15 hs. y también publicado en el grupo de facebook como comentario a la consigna.
Para hacer el envío, recomendamos revisar y seguir las instrucciones que están en este enlace.

Algunas escenas y algunas palabras, a modo de autorretrato
Por Cecilia Reviglio

“Cuando todavía iba al jardín de infantes, me sentaba a la mesa al lado de mi hermana mayor y en un cuaderno de tapas blandas que mi mamá me había dado disponía, una a lado de la otra, pequeñas nubecitas que dibujaba con el lápiz o la birome que me hubiera tocado en suerte ese día. Imitaba a mi hermana que sí sabía escribir y en un código cifrado jugaba a hacerlo también yo. ¿Jugaba? En ese código y consciente de que sólo yo podía descifrarlo escribía cartas que leía en voz alta a sus destinatarios. En ese código y sin saber del todo que sólo yo podía descifrarlo, dibujaba palabras después de preguntar en voz alta —imitando a mi hermana una vez más— si tal o cual se escribía junta o separada.

Durante mi adolescencia, solían visitarnos unos vecinitos que se habían convertido en parte de nuestra familia. Habíamos inventado un juego que consistía en que uno de nosotros pensaba un nombre, decía si era de nene o de nena y la inicial, y el resto teníamos que adivinar de cuál se trataba. Los dos varones mayores ya iban a la escuela y jugaban el juego con destreza pero la más chiquita, todavía en el jardín, insistía en participar a pesar de que aún no podía unir letras y sonidos. Así, “de nene y con P” podía tener como respuesta “Marcelo” o “Guido”, que también podía ser la respuesta a la pista “con heche” —letra que repetía una y otra vez sin sospechar que se trataba de una letra muda y que estaba inventándole un nuevo nombre. No sólo la impulsaban el deseo de participar de cierto ritual grupal en el que estaban involucrados sus chicos —así se refería a sus hermanos— y el desafío de la adivinanza, sino también la fascinación por las palabras y las letras que no son necesariamente lo mismo.

Mi ahijado de seis años está fascinado por el mundo de las letras desde sus cuatro, cuando empezó a intuir que, combinados, esos trazos decían algo. Pasaba largos ratos jugando con letras imantadas de distintos tamaños, diseños y colores, preguntando hasta el cansancio por los sonidos con esa perseverancia que solo tienen los niños con lo que realmente les interesa. Cuando en el jardín empezaron a llevar carteles con sus nombres prendidos del delantal, quiso aprender —a leer, primero y a escribir, después— el nombre de cada uno de sus compañeros. Y lo hizo, ya no sólo uniendo las letras imantadas, sino aprendiendo, al mismo tiempo, a dibujar el cuerpo de cada una de las letras. A los cinco, sorprendió a su mamá con un mensaje breve que había escrito —nobleza obliga— para mí, sin respetar renglones y con alguna que otra letra faltante. Su primera producción escrita”.

Estas tres escenas infantiles que relaté para el inicio de un libro sobre escritura al que me invitaron prologar, tienen algo en común: son escenas iniciales o iniciáticas y hablan todas de una de mis pasiones, de mi pasión más grande, de la que, intuyo, se desprenden todas las otras: la pasión por el lenguaje. La pasión por la palabra. La pasión por la lectura. El deseo inagotable de la escritura. De eso estoy hecha. Afortunadamente.

La familia de la que vengo no tiene alcurnia ni grandes antecedentes intelectuales. Pero es una familia de lectores. Crecí viendo cómo mi papá y mi mamá leían en la cama antes de dormirse, crecí entre los libros de cuento de mi casa, crecí observando a mi abuela —que no había terminado la escuela primaria— leer el diario cada día, la misma abuela que nos tenía preparada una bolsa con libros de cuentos para los nietos, crecí yendo a buscar libros prestados de la biblioteca pública de mi barrio, una joya que sigue en pie y creciendo, la Biblioteca Estrada, en calle Córdoba al 4400.

Pero no son solo las palabras las que me conmueven: también la obstinada vida de las plantas, que aún en las peores situaciones vemos renacer, resistir, insistir, abrirse paso. La vida misma me conmueve y las plantas me parecen el modo más noble de vida y de resistencia. Tal vez sea por eso —además mis ancestros maternos jardineros y paternos, campesinos— que planto y cuido un jardín. También me conmueve la música, desde Debussy a Piazzolla, desde Satie a Jorge Drexler, desde Suis Generis a Zaz, a Kevin Johansen, a los Redonditos de Ricota, a Vincentico antes, durante y después de Los fabulosos cadilacs. Y el cine. Y el teatro, claro. Y entonces, de vuelta a las palabras.

Las palabras escritas en mi vida tienen forma de artículos de investigación, escritos para mis estudiantes, clases y también, desde hace once años, textos de ficción, cuentos, sobre todo, aunque el año pasado, más o menos por estas fechas, presenté “una novelita”, que fue el resultado de dos largos años de trabajo. El trabajo de escribir, cualquier cosa que sea, en este caso, un texto de ficción, consiste en escribir y corregir y corregir, y corregir y volver a corregir, y darla a leer a alguien de confianza y conversar sobre las impresiones de ese lector y corregir y darla al editor y recibir sus comentarios y corregir… hasta que se dice “¡Basta!” y la novelita, el archivo, mejor dicho, pasa a imprenta y ya no se puede hacer nada con lo que no se corrigió.
Otra forma que la palabra escrita tiene en mi trabajo es la de la docencia, ya que mi ocupación principal es dar clases, clases de Redacción 1, entre otras, pero esa es la que doy hace más tiempo y la que más disfruto. El aula de clase es uno de los lugares donde soy más feliz.
Mi otro trabajo, relacionado con la docencia, es la investigación y ahí también hay escritura ya que es imprescindible escribir para comunicar los resultados de esas investigaciones, pero también, mientras tanto, para pensar y ordenar ese pensamiento. De ese trabajo me entusiasma, además, que siempre puedo saber y conocer cosas nuevas, que muchas veces, esa actividad es colectiva, y que varias veces al año, hay encuentros de investigadores donde discutimos los avances de los proyectos e intercambiamos ideas.

Para cerrar, contarles que para escribir —cualquiera de todos los tipos de texo que escribo— lo que más necesito es leer. Me gusta pensar que con los años me volví más lectora que escritora. Y esas lecturas son muy variadas, porque cuanto más yo pueda manejar el lenguaje, más voy a poder hablarlo y menos voy a ser hablada por él. Y no hay modo mejor de entrenar nuestra capacidad de lenguaje que leyendo.
Quiero terminar esta presentación con el final de ese prólogo con el que empecé esta presentación:
“Por esas casualidades de las que está sembrada la vida, durante esos días me encontré con un documental sobre Gabriel García Márquez. En la última escena, él afirma que la única opción que acepta es la de no morir. Que lo único importante es estar vivo, que la muerte es una trampa, una traición, y que eso le parece muy injusto. La periodista que lo está entrevistando, entonces, le pregunta qué se puede hacer contra eso.
El colombiano responde.
Sin titubear responde.
Responde:
Escribir mucho”.

Tal vez sea por eso que yo también escribo. Tal vez sea por eso que me gusta trabajar de ayudar a otros a que escriban.

Delfina: “Arranco un nuevo ciclo con muchas expectativas por la presencialidad”
Después de unos años fuera, vuelve a Redacción I como adscripta. Con una sonrisa dibujada, cuenta que el equipo de la comisión 3 está muy entusiasmado, listo para arrancar.

La actual adscripta de Redacción I, Delfina Eckart, protagonizó una entrevista abierta que se realizó vía Google Meet donde comentó sobre su nuevo comienzo en la cátedra, cuestiones de su vida personal y profesional y, además, el proceso que la llevó hasta aquí.

Venís Del Río Uruguay y te instalaste, por ahora, en el Paraná, ¿te gustan las ciudades riberas?
Me parece que mi elección no fue consciente pero una nunca sabe. Llegué a Rosario a estudiar Comunicación Social y me enamoré de la ciudad, de su actividad y su vista. Acá puedo hacer algunas de las cosas que Entre Ríos ofrece y muchas más. Es triste que durante 2020 y 2021 los espacios naturales rosarinos hayan estado en llamas, y se haya perdido tanta riqueza. Ya no puedo hablar de la costa sin pensarlo, bah creo que en general nos pasa. En mi ciudad natal vivía en la playa, acá la vida adulta no me lo permite tanto pero intento aprovecharlo en mis ratos libres, sobreviviendo a los mosquitos.

¿Por qué decidiste sumarte como profesora adscripta a Redacción I?
Una larga historia que la haré corta, sé que la nota será leída en algún blog o red social y las y los lectores/as no tendrán demasiada atención —se ríe—. Redacción I está entre las primeras asignaturas que se cursan, como estudiante de primer año quería escribir mejor y me entusiasmó mucho la dinámica de teoría y producción, así como la primera invitación a pensar críticamente nuestra profesión. Luego, aprobé la cursada, me invitaron a ser ayudante alumna y lo hice por muchos años. En esos años, además de ser muy feliz, también descubrí mi interés en los espacios educativos, así que decidí hacer mi tesina sobre el trabajo de esta cátedra con las TIC. Los últimos años necesité abocarme al trabajo y a recibirme. Ahora volví al ruedo, con muchas ganas de disfrutar de este espacio nuevamente.

En la práctica profesional te has dedicado sobre todo a la comunicación digital ¿te gusta o no queda otra opción?
Qué difícil contestar esta pregunta. Creo que sí, por un lado no nos queda otra, ya nos resulta extraño pensar la comunicación por fuera de las tecnologías digitales; pero, sin embargo, hay todo un mundo en la comunicación institucional/empresarial y otras tantas áreas como la comunicación de la ciencia, etc., que, aunque tengan bastante predominio de la digitalidad, la formación va mucho más allá. Por otro lado, aún cuando estoy “amigada” —hace señas de comillas con los dedos— y cada día más obligada al trabajo virtual, extraño con locura la producción presencial, donde la cooperación se da cara a cara entre mate y mate. No sé si necesariamente contesté tu pregunta, pero debes estar acostumbrada…

¿Eso es lo que más extrañaste durante las restricciones de la pandemia?
Sí, el cruzarse a alguien en los pasillos, las actividades culturales y los intercambios presenciales. Y sin lugar a dudas, vuelve la entrerriana, anhelo los mates que van y vienen.

¿Qué esperas de este año?
Que se genere un espacio de intercambio que sea piola, productivo y de valor para todas las personas que somos parte. Creo que sucederá porque hay mucho entusiasmo desde la cátedra y desde la comisión 3 en particular, seguramente así será también por parte de quienes arrancan a cursar.