Esta semana, el regalo lo trabajo Renata
La gramática necesita vacaciones
Me regaña un lector de Mirta, vía mail: «Aunque tus personajes hablaban “en argentino”, tu deber es escribir con corrección. Y tu deber, en este caso, es saber que las palabras llanas (graves) no llevan tilde cuando acaban en ene, ese o vocal». Y como no es la primera vez que me hacen esta acusación tan seria, aprovecharé las vacaciones para explicar por qué, a veces, nuestro único deber es que la gramática nos chupe un huevo.
Los argentinos y uruguayos acentuamos los verbos de forma distinta que el resto del mundo hispa-noparlante; esto es conocido por todos. Cuando en Valladolid o en Monterrey se dice «discúlpame», en Buenos Aires y en Montevideo se dice «disculpáme».
La pregunta es: ¿lleva tilde esa letra «a»? La gramática de la Real Academia Española indica que no:
«Las palabras graves (o llanas) que acaban en vocal no se acentúan». Yo en cambio postulo que sí, que necesariamente deben acentuarse algunas de nuestras formas verbales, sobre todo desde la irrupción de internet como vía de comunicación o formato de lectura. E intentaré explicar el motivo, previniendo al lector de que lo haré de un modo salvaje y buscando roña.
«La gramatica debe adaptarse a nuestras necesidades, y no nosotros a ella».
En la frase anterior, voluntariamente evité poner la tilde en la segunda palabra. Sin embargo, y a causa de un lógico acto reflejo, la gran mayoría de los lectores, aún sabiendo que faltaba el acento, leyó co-rrectamente: «gramática», y no «gramatíca». (Felicidades, lector, si leíste con acento: eso significa que tu hemisferio derecho está intacto.)
Lo mismo – exactamente lo mismo— le ocurre a un lector hispano cuando lee el argentinismo «dis-culpame». Lo primero que su cerebro interpreta no es que el personaje que habla es porteño o urugua-yo; la primera señal que la razón recibe es que el autor se ha comido el acento, y entonces el corrector invisible que todos llevamos dentro les traduce, a velocidad luz, y les devuelve «discúlpame».
El principal objetivo de un mensaje es que sea interpretado tal y como ha sido concebido; este es el gran desafío de cualquiera que escriba algo. A mí me pateaba el hígado, y mucho, cuando el año pasado Cristina me leía en voz alta los primeros capítulos de Mirta y ponía los acentos verbales donde se le antojaba a su cultura, y no donde indicaba la prosodia