La clase pasada trabajamos sobre el concepto de acto de habla. Explicamos de qué se trataba, vimos cómo funcionaba en un texto, hicieron ustedes mismos un ejercicio grupal con cartas de lectores y, por último, hicieron un trabajo práctico donde reconocieron y produjeron actos de habla. Repasemos algunas cuestiones problemáticas que relevé en las resoluciones del TP.
La primera cuestión a destacar es que los actos de habla están dentro de las Estrategias interactivas y pragmáticas. ¿Qué quiere decir esto? Varias cuestiones, a saber:
1.- Que los Actos de habla son intencionales y planificados por el escritor. Es decir, que no puedo no saber o no reconocer el acto de habla global de mi texto. Eso estaría demostrando que no planifiqué la intención del mismo. Es decir, que antes y durante el proceso de escritura, no sabía qué estaba haciendo, más allá de escribir (no redactar, recordarán la diferencia entre ambos conceptos) e intentar cumplir con una consigna más. Este no es un pensamiento estratégico. Si decir es hacer, no puedo decir sin pensar qué estoy diciendo o, lo que lo mismo, qué estoy haciendo mientras digo.
2.- Que por lo tanto, antes de comenzar a escribir, es decir, cuando comienzo a planificar tengo que decidir estratégicamente cuál será el acto global de mi texto, qué intención persigo con ese texto. Y esa decisión condicionará y guiará todo mi proceso de redacción.
3.- Que en tanto parte de las decisiones pragmáticas e interactivas, el acto de habla supone una relación entre mi texto y su lector. Es decir, que tengo que elegir los actos de habla adecuados para mi intención en función de mi interlocutor, es decir, de mi lector. Por eso decimos que los actos de habla son sociales, convencionales, que necesitan de la comprensión del lector para que sean considerados “felices”, es decir, eficaces, lo cual significa que cumplirán mi objetivo de interacción.
Por otro lado, noté que cuando debían reconocer la secuencia de actos de habla, la mayoría de ustedes los listaba, pero no señalaba —ni el texto propio ni en el ajeno— los fragmentos a través de los que esa acción se efectivizaba. Es necesario, en uno y otro caso, identificar las partes del texto que realizan diferentes acciones, es decir, localizar los microactos en el texto.
Recordemos que es esa secuencia de microactos, ese tejido de acciones realizadas a través del lenguaje las que le otorgarán la intencionalidad al texto. Por eso es imprescindible planificar cada uno de estos microactos una vez que decidimos la intención global. Por ejemplo, deseo quejarme por algo. Construyo un plan discursivo que incluya microactos que en su secuencia me permitan realizar la acción de quejarme: “actualizo el tema”, “explico el problema”, “critico”, “me lamento”. También puedo incluir un párrafo donde el microacto coincida con el acto global, es decir, donde me queje.
¡Ojo con los verbos que usan para dar cuenta de estas acciones! “Sentir”, por ejemplo, no es un acto de habla, así como tampoco “reflexionar”. En todo caso, lo que se realiza es expresar un sentimiento o una reflexión.
Asimismo, los verbos “convencer” o “persuadir” son consecuencias del acto de habla, formarían parte de la parte perlocutiva. Es lo que espero que hagan mis lectores: que se convenzan o que se persuadan. Por eso, podemos encontrar estos verbos como macroactos si lo entendemos como la intencionalidad pero no como microactos, ya que, para convencer o persuadir, tengo que realizar otras acciones que tiendan a lograr ese efecto y/ o respuesta.
Sé que éste no es un tema fácil y que muchas veces genera confusiones y dificultades. Por eso vuelvo sobre los errores que encontré en los trabajos y les pido que socialicemos las dudas que tengan al respecto en el espacio de comentarios para esta publicación.