por Ana Tejada
No existe nada más personal que el lugar donde dormimos todos los días, nuestra habitación. Puede que no pasemos la mayor parte del tiempo allí, pero como es “nuestra” está plagada de marcas personales. Y cuando nos mudamos… ¡qué difícil tarea otorgarle la apariencia que antes tenía! Pero, ¿qué mejor que darle un aspecto de originalidad a ese espacio que es sólo nuestro? ¿Y qué más original que innovar completamente en el sentido de organización? He aquí un útil texto de instrucción para todo estructurado/a amante de la minuciosidad con mente abierta y ganas de revolucionar en el campo de la decoración. Este método es absolutamente práctico y fácil de implementar. No se necesita de un decorador de interiores que nos arme el cuarto a la tradicional. Ni invertir tiempo en realizarlo uno mismo. La tarea es sumamente sencilla: se trata de dejar que el ‘desbaratuje’ de las cosas cree su propia arquitectura. ¿Qué más original que dotar a tu cuarto de un pintoresco desorden?
No hay que preocuparse, todos podemos inculcarnos el hábito del desorden. Esto requiere solamente la simpleza de que nada sea premeditado. Se trata básicamente de improvisación. Para ello podemos desviar nuestra mente a temas como “Estoy llegando tarde a…”, “Está por empezar el partido o la novela”, “Acabo de tener un deja vu”, “¿Qué llevaba la receta de los panqueques…?” etc. Aún con pocas cosas se puede generar un espacio libre de geometrías y así darle un aspecto bohemio, de despreocupación, libertad y hasta a rebeldía a nuestra pieza.
Lo primero es ver de los materiales que disponemos para aprender a que el desorden de nuestro cuarto se dé de forma casi más esporádica e inusitada cada día.
A la hora de desordenarlo, lo principal es la indumentaria. Colocá todo tipo de ropa, o calzado (indistintamente del uso que se le dé) sobre la cama y el suelo. Vas a ver cómo casi sin darte cuenta se amontonan por todos lados. Esta nueva disposición de las cosas es útil de sobremanera primero porque ya no tenemos que preocuparnos por no tener nada que ponernos (efectivamente las montañas de ropa evidencian que estábamos equivocados), y por otro lado todo está allí, a la vista, listo y a la mano para ser usado.
Si sos estudiante, esparcí libros, resúmenes, fotocopias, apuntes, recordatorios, y cualquier tipo de papel sobre el escritorio, la computadora y la mesita de luz. Esto conllevaba varios beneficios: primero dejará en claro a tus padres que no son pocas las cosas que tenés que estudiar y segundo a la hora de tener que hacerlo, te dará un largo tiempo (entre que buscás todos los apuntes de la materia y matás una araña que dormía por ahí) en empezar a calentar los motores de tu cerebro para saturarlo luego hasta el límite de su capacidad con todo lo que hasta el momento estaba reposando cómodamente por doquier.
Si disponés de algún instrumento musical (mejor aún si es de dimensiones considerables) recordá siempre dejarlo fuera de su funda o estuche simulando ser una piedra en el camino a todo transeúnte que no repare en cada detalle del decorado. Tanto todo aparato tecnológico (cámara, celular, mp3, cds…) como otros elemento costosos deben amontonarse en lugares donde no corran peligro de caer y sufrir un triste final por lo demás no hay que tener cuidado.
Hay que evitar tirar todo lo que podría “no ser necesario”: pilas, clips, publicidades, tarjetas, biromes, (cosas pequeñas y de dudosa utilidad) siempre es bueno acumularlas en algún cajón para su posible uso.
Si querés agregarle más a la ornamentación y proporcionarle un estilo particular a tu habitación, posters, papeles, y fotos, pegados y a medio caer en tus paredes le darán ese toque especial que buscás.
Seguramente a tu familia o compañero de vivienda (ajeno a estas sanas costumbres y que no comprende que uno sabe perfectamente donde se encuentra cada cosa ya que están evidentemente a la vista) le incomoden tus tendencias poco monótonas y organizativas, hacé caso omiso a sus réplicas, y si esto genera algún tipo de inconveniente mayor, tranquilizalos con una frase como “cuando llego, lo hago”. Si tenés la desgracia de compartir la habitación con personas que no aprecian tu modo de acomodar tus posesiones, asegurate de trazar un línea invisible que respete el espacio de tu compañero y seguí con tu vida.
Seguramente te dirán cosas como “He visto mejor organización en un chiquero”, “¿Acá hubo una guerra civil?”, “¿Cuándo fue el sismo?”, “¿Este es el depósito?” “. El más prudente de los observadores lanzará una mirada seca y guardará silencio. A todos ellos respondé con una sonrisa y continuá con tus actividades.
Si por alguna razón te ves obligado por tu entorno a poner tus cosas en los lugares socialmente establecido para su organización y catálogo (cajones roperos repisas), no temas una vez adoptada la costumbre tomará a lo sumo dos días para que tu ambiente vuelva a su estado natural. Así habrás logrado un curioso, vistoso y ejemplar cuarto que prácticamente se hizo solo.