Regalo textual Nº 13 (esta vez, un poco extraño): El color favorito

Valeria Tentoni es una periodista, ensayista y escritora argentina que escribió y publicó un hermoso ensayo sobre las entrevistas literarias y el poder de las preguntas. Como estamos trabajando sobre el tema entrevista y el texto está tan preciosamente escrito, pensé que era bueno dejarlo, esta vez, como regalo textual.
Aquí va…

Valeria Tentoni (2023) El color favorito. Un ensayo personal sobre las entrevistas literarias. Buenos Aires: Gris tormenta

“No es tan simple comprender de dónde salen las preguntas. Irremisibles, incluso las más calculadas operan con resortes misteriosos y pueden saltar fuera de tiempo, con suavidad equivocada o hacia destinatarios cruzados.
Una pregunta es como un animal marino que se abre y se cierra, una medusa. Avanza, ágil y determinada, galopando por el océano negro. En sus carnes translúcidas esconde una perla fluorescente y a su paso ilumina, a veces tenue, a veces hace cegarlos, bosques y desiertos. No está escapando, sus movimientos son más puros que los de alguien que escapa. Seguimos su rastro en la intuición de un brillo que se nos entregará tarde o temprano, y con la potencia del relámpago.
Por un brevísimo instante, tan breve que dudaremos de su existencia, seremos sabias junto a nuestra pregunta. El instante durará aproximadamente lo que un cuerpo dura sin sombra al mediodía. Pero la respuesta es un resultado del que somos apenas responsables: la pregunta es una linterna de luz impropia, una luna antes que un sol”. p. 32/33

“(…) fue recién en otra ciudad que noté, como si en cierta parte de conciencia se hubiese producido un saqueo salvaje y nocturno, que con eso no alcanzaba. Que con la voluntad no alcanzaba. Que la escritura no era un don, una ventaja natural, un regalo del cielo, un larguísimo día de suerte”. p. 37
“Remontar una conversación es muchísimo más difícil que iniciarla”. P. 40
“Leo que una buena entrevista debe garantizar una relación de cercanía. Una familiaridad construida. Que en la buena entrevista se hace hablar en vez de registrar simplemente lo dicho.
‘Como ningún otro género, la entrevista construye su fuente’, transcribo”. P. 45
“A una entrevista voy a robar. Voy a que me den respuestas. No hago preguntas inocentes, Toda pregunta esconde una intención, y la mía es que me cuenten cómo hacen lo hacen. No soy una entrevistadora honesta. Mis segundas intenciones son las primeras. Aquella vez que entrevisté a un escritor me preparé durante semanas. Era un amigo, pero me lo tomé tan en serio como si se hubiese tratado de un presidente. Conseguí todos y cada uno de sus libros, alivié decenas de hipótesis antes de elegir las que iban a conducirme, diagramé un cuestionario escalonado que me consiguiera titulares y textuales.
La conversión funcionó bien. En cierto punto, el entrevistado dejó de ser mi amigo y transmutó en un escritor dispuesto a compartir ideas intrépidas y alucinadas acerca de la literatura, aljibes escondidos que vaciaba sin prisa ni pausa. Elocuente, iluminado, hablaba de corrido, forzando a cualquier objeto de la habitación a adaptarse a su ritmo: las sillas le daban la razón, el café le daba la razón, las paredes le daban la razón, la luz y las cortinas le daban la razón, ondeando mientras bajaba la tarde. Por supuesto, yo también. En todo y en silencio. Tal y como había aprendido en esos manuales, procuraba no dejar escapar mi gesto de concordancia ni mi fascinación”. P. 46/47

(Sobre el grabador en las entrevistas)
“No fue sino hasta mucho tiempo después que tomé conciencia de lo concentrado del poder de mi herramienta. El vigor de un solo botón se relvó cuando me topé, entre sus archivos, con la voz de un escritor que acababa de morirse.
En mi grabador todavía estaba vivo, respirando bajo un sauce en el que nos habíamos sentado para esquivar el sol del mediodía”. P. 50
“¿Transcribir una repetición, una torpeza o un furcio sería signo de lealtad? ¿Y a quién le debo mi lealtad, después de todo? ¿A los lectores? ¿A los entrevistados? ¿A la belleza? ¿A mí misma?
¿Puedo traicionar a la lealtad en nombre de la belleza?
¿Debo entregarlo todo o puedo quedarme con un poco?”. P. 51

“Antes de entrevistar me preparo leyendo, además de los libros, las entrevistas que ya dieron quienes tendré delante. Me sirve para esquivar lugares comunes y para profundizar, con suerte, en algún destello”. P. 63
“En una entrevista no existen los buenos momentos, solo existen los mejores momentos. Lo demás es zumbido de heladera, relleno. Y a los mejores momentos rara vez se llega con preguntas largas, sarmentosas, de lucimiento. No. Esas son las preguntas que espantan, las que anulan. Las que dejan a quien responde con las manos atadas, sin más opción que asentir.
Así, por ejemplo, en vez de ‘¿cuál es el color más hermoso que viste en tu vida?’, quizaás sería mejor preguntar, simplemente, ‘¿cuál es tu color favorito?’”. P. 73
“La entrevista es una máquina artesanal, de mecanismo modesto, pero sufre de grandes aspiraciones. Como un barrilete, se puede mantener en las alturas siempre y usando la tanza no afloje.
Es simple pero no es fácil. Después de que comienza la entrevista, no hay más opción que seguir”. P. 74
“A veces, al desgrabar, opero como un borrador perdido, una idea en mitad de la noche. Escucho ideas, en principio, sin misión de escritura, que se dejan caer poco a poco como las primeras gotas de una gran tormenta y en el asfalto dibujan figuras desordenadas”. P. 75
“Puede que ese día haya aprendido que quien entrevista debe pensar en la pregunta, no en la respuesta. Que, si calcula la respuesta, la pregunta se autodestruye. Que, si la conoce, no debería estar preguntando.
Lo que se pronuncia no puede retirarse. Lo que está dicho es una flecha lanzada, un daño irrenunciable. El tiempo, las palabras, las oportunidades. Desdecirse de una sola cosa llevaría una vida entera. De hecho, hay quien invierte una vida entera en desdecirse de algo que todos los demás ya olvidaron. E incluso así jamás lo logra”. P. 82/83
“¿De quién es lo que tipeo cuando desgrabo estas entrevistas? Para hacerlo, me separo un buen par de horas por delante. Acomodo el escritorio e inauguro un documento en blanco.
Cuando me siento a escribir, hago exactamente lo mismo.
Hago preguntas. Escucho respuestas. Practico el arte de la conversación. Alguien abre la boca y alguien la cierra. La boca, el gran salón de gala de la conciencia”. P. 87/88
“Cuando me preparo para entrevista, ando toda la semana con las preguntas en la cabeza. Al entrevistar, dicen, sucede lo mismo que al escribir una novela; la entrevista funciona como imán, todo puede ir a parar ahí. Cualquier cosa puede darme pie para preguntar sobre el libro, los libros. Así que cocino y pienso, duermo y pienso, camino y repregunto. Ensayo en la imaginación la conversación que va a venir”. P. 99