"De la mano de un whisky y un café"

Cuento escrito por Pedro Herrera


Por la ventana no se ve más que llover y sumado al duro invierno que se está viviendo hace que el día se presente demasiado oscuro (para ser las seis de la tarde) y extraño.
Unos nueve jóvenes discuten (entiéndase por discutir a intercambiar ideas) a lo largo de dos mesas que se ubican en un rincón del bar iluminado por una tenue luz azul. Es tal su preocupación por no llamar la atención, que estos jóvenes llaman la mía y la de alguien más.
Ese alguien es un viejo que acaba de entrar sigilosamente. Sin embargo su apariencia lo delata. Tiene un aspecto sátiro que obliga a mirarlo. Además, una nariz casi deforme se ubica encima de un bigote perfectamente recortado y a los costados dos grandes bolsas sostienen un par de ojos cansados. En contraste a esto está su mente que parece que quiere seguir con su trabajo a pesar de estar aparentemente retirada.
El viejo detiene su andar y realiza un paneo general con su vista, pero por sobre todas las cosas se detiene para escuchar. Escucha algo que provoca que la expresión de su cara cambie radicalmente. Luego de esto, se sienta y llama al mozo. Éste llega inmediatamente, saluda con voz entrecortada, le sirve un whisky con dos hielos (sin recibir pedido alguno) y se retira volviendo a saludar tímidamente. Ya solo en su mesa el viejo comienza a centrar su atención en ese grupo de jóvenes que parecen muy compenetrados en su conversación.
 -Pablo en serio, tenés que entender que ya no es lo mismo que antes. Ya no somos tan fuertes, o te olvidaste de todos los compañeros que quedaron en el camino.- dice el chico de rulos que parece ser el manda voz del grupo.
Los nueve estudiantes quedan callados. Algunos se miran con los ojos llenos de lágrimas y otros prefieren colocar la mirada en las baldosas cuadriculadas del piso.
Aparentemente, al viejo no le gusta nada lo que escuchó, se levanta de su solitaria mesa y se para frente a los jóvenes. Tiene una sonrisa sobradora y altanera en el rostro, y esto provoca que su recto bigote ahora esté totalmente estirado y deforme.
 -Cuanto siento lo de tus amiguitos, querido Pablo. Si hubieran sido tan valientes como vos, si hubieran sido tan luchadores como vos, tal vez hoy los tenías acá… con vos… ¿quién te dice? Mirá que este país está para cualquier cosa.- dice el hombre mientas sonríe con mayor énfasis.
Luego de decir esto, el hombre se retira bajo los efectos del mismo whisky que todavía lleva en sus manos.
La escena se desvanece y, como si fuera una película, comienza otra. Seguir a un ser como tal, durante todo el día no fue fácil ni divertido pero era la única manera de conocer ciertos aspectos de su vida tan cerrada y secreta.
En la entrada de una lujosa vivienda el mismo viejo, que paso por más whiskys de camino a casa, discute (entiéndase por discutir gritar e insultar sin control alguno) con quién aparentemente es su mujer. Ella lleva pijama y pantuflas. Tres nenes, que escuchan desde la ventana de su dormitorio, no dejan de llorar.
Cansada de amenazas, borracheras, y anomalías hogareñas (como esos reiterados golpes, que estoy viendo) la mujer de pijama decide terminar con esto ganándoles de mano a los jóvenes de enfrente que tienen su moral cegada por la ira.
Se escucha un disparo y el hombre cae arrodillado frente a la misma mujer que segundos atrás quería golpear. Ahora sí puedo confirmar que su mente está formalmente retirada.