Por Daniela Sánchez y Franco Motta
Etimológicamente, el término “cuento” deriva del latín “computum”, que significa cálculo, cómputo, enumeración o clasificación. Posteriormente, de cálculo y enumeración, éste concepto pasó a significar el recuento de hechos, y a sintetizarse en la palabra “cuento”.
Hoy en día, según el diccionario de la Real Academia Española, el cuento puede definirse como un relato breve de sucesos imaginarios o reales protagonizado por un grupo reducido de personajes.
No obstante, como futuros comunicadores, quedarnos en ésta definición puede resultar una actitud que peca de simplista, por lo que resulta pertinente explorar un poco más en la cuestión.
Desde un principio se distinguen dos grandes tipos de cuentos: los populares, también llamados tradicionales, y los denominados modernos o literarios.
Los relatos tradicionales se remontan a épocas y pueblos primitivos, y se transmiten de generación en generación por vía oral. Éste carácter de oralidad, determinó que los autores anónimos prevalecieran en tales narraciones y fue motivando a que se creen distintas versiones sobre un mismo acontecimiento folclórico. Y si bien desde sus comienzos el cuento popular fue pensado para adultos en pos de transmitir tradiciones culturales, con el correr del tiempo dichos relatos dieron origen a los actuales cuentos infantiles.
Por otro lado, los cuentos literarios son más recientes y se caracterizan por verse reflejados en la escritura y tener autores específicos. Es sobre éstos que ahondaremos de aquí en adelante.
Una de las primeras cuestiones a destacar es que la mayoría de los autores coinciden en que, como dice Julio Cortázar, “la novela gana siempre por puntos, mientras que el cuento debe ganar por knock-out”. Esto alude al hecho de que un buen cuento debe presentar características tales como intensidad, contundencia, precisión y condensación. Hay que encontrar la forma de decir mucho con poco y poder focalizarse en una idea central sobre la cual gire el relato. En definitiva, lo que hace un cuentista es elegir un hecho determinado y combinarlo con diversos incidentes en función de una trama que, al fin y al cabo, será el cuento mismo.
Éste arte, que parece tan sencillo, en realidad demanda una compleja técnica y acabados conocimientos por parte de quien escribe. Ya lo dice Sainz de Robles , en su libro “Cuentistas españoles del siglo XX”: “El cuento es, de los géneros literarios, el más difícil y selecto. No admite ni las divagaciones ni los preciosismos del estilo. El cuento exige, en su condición fundamental, como una síntesis de todos los valores narrativos: tema, película justa del tema, rapidez dialogal y caracterización de los personajes con un par de rasgos felices. Como miniatura que es de la novela, el cuento debe agradar en conjunto”.
Ahora bien, para escribir un cuento es recomendable tener presentes una serie de estrategias narrativas que pueden resultar infalibles para lograr un buen producto final:
-) Para comenzar se necesita saber en donde se va a terminar. Esto quiere decir que antes de escribir el cuento tenemos que saber cuál va a ser su final, ya que es preciso evitar divagaciones para lograr un conjunto armonioso y circular. También, es importante que sea una frase breve la que finalice el relato.
-) Las primeras palabras -al igual que las finales- son fundamentales: es pertinente ser cuidadoso al momento de elegirlas, ya que ellas van a condicionar el resto del relato y son las responsables de captar la atención del lector desde el primer momento.
-) La narración debe limitarse a mencionar un solo acontecimiento en donde se cuente algo que le pasa a alguien. Esto quiere decir que, a la hora de planificar la redacción, es bueno centrarse en una situación determinada protagonizada por muy pocos personajes.
-) Otra condición importante es conseguir nudos de tensión que atrapen a los lectores y los mantengan inmersos en la trama sin cansarlos, ya que –cuando de cuentos se habla- tiempo y espacio son valores escasos que deben aprovecharse al máximo.
-) El cuentista debe tener la capacidad de sugerir más de lo que dice y no perder de vista el efecto que quiere causar.
-) Si bien es sumamente importante tener conocimiento y encontrarse inmerso en el tema que se relata, no hay que dejarse llevar por las emociones al momento de escribir, ya que es preferible tener la mente despierta y sobria. Como dice Truman Capote, “la mayor intensidad en el arte en todas sus formas se alcanza con una cabeza fría, dura y deliberada”.
Para ir concluyendo, y a modo de resumen, podemos citar a Carlos Mastrángelo , que en su libro “El cuento argentino” reflexiona y explica que un cuento es un breve escrito sobre una serie de incidentes narrados en un ciclo acabado y perfecto como un círculo. En él, resultan esenciales el argumento y el asunto o los incidentes en sí, los cuales están trabados en una única e ininterrumpida ilación sin grandes intervalos de tiempo y espacio, que son rematados por un final imprevisto, adecuado y natural.
Referencias bibliográficas:
Anónimo (2004) “Estructura, desarrollo y panorama histórico del cuento” en Ciudad Seva. Disponible en: www.ciudadseva.com/textos/teoria/hist/anonimo.html (visitado el 15/08/2010)
Cortazar, J. (1970) Algunos aspectos del cuento. Disponible en: www.literatura.us/cortazar/aspectos.html (visitado el 15/08/2010)
Quiroga, H. (1993) Los “trucs” del perfecto cuentista y otros escritos. Buenos Aires. Alianza Editorial.
Poe, E. (1846) Método de composición. Disponible en: www.literatura.us/idiomas/eap_metodo.html (visitado el 15/08/2010)