Memorias de la lectura 8

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por Florencia Nebreda
Desde chica me encantó leer. Leer de todo. Desde el libro que me regalaban, que me compraban hasta los avisos, carteles de la calle. Sobre eso me acuerdo ir en el colectivo con mi papa, yo de unos 5, 6 años y jugar al “abecedario”. Encontrar palabras en orden de la A a la Z durante el recorrido; así cuando llegaba a la H no veía la hora de encontrar un estacionamiento (con el clásico cartel: x Hora, x día, x mes) Igual, el siempre me ganaba y algunas veces bastante enojada llegué a inventar.


Con eso, ahora me doy cuenta de una de las grandes ventajas de leer, pero de leer en serio. El poder decirlo todo, el tener palabras para expresar algo que te pasa por la cabeza, que tenés guardado hace años, que querés contar. El leer enriquece el habla, el contacto con los demás.
La lectura es un ejercicio infinito, eterno y no por eso insoportable; uno nunca deja de leer, uno vive leyendo y cada vez que lee se agrega una marquita más, porque leer un libro hace que no vuelvas a ser el mismo.
Cuando me senté a hacer este trabajo no se me ocurrió nada. ¿Cómo puede ser si me pasé la vida leyendo de todo y no se me ocurre nada? Y le pregunté a mi papá, que ya de por sí es olvidadizo (de alguien habré salido). Pero sorprendentemente se acordaba de algo, y me dijo que se le había venido un momento a la cabeza. Hace unos años, antes de que popularice en el cine, leí la serie completa del “Señor de los Anillos” de Tolkien. Y me hizo recordar que realmente me había emocionado y entristecido con un capítulo que trataba sobre una guerra. Y que él así justificaba mi desagrado con respecto a las películas bélicas (Que a él le encantan). También me ayudó a recordar cuando leí el “Diario de Noah” de Nicholas Sparks (casualmente también tiene versión cinematográfica en “Diario de una pasión”) en la que me emocioné muchísimo con el romanticismo, para nada parecido al de las novelas de la tarde. Es increíble cómo las palabras te pueden movilizar tanto. Mejor dicho, cómo lo que alguien escribe, al leerlo (si, con sólo leer), hace sentir emociones tan fuertes.
Me parece infaltable decir cómo un libro hace que no vuelvas a ser el mismo. Me pasó cuando leí “Ami”. Las “emociones fuertes” de este libro me llegaron tanto que hasta me hizo ver la vida, las personas que me rodean de otra manera. Son las emociones transmitidas por ese libro, tan puras, pero reales y realizables, hasta utópicas podría aclararse. Y también con “El mundo de Sofía” de Jostein Gaarder, que ya teniendo como temática la filosofía es imposible no cambiar cuando se lee.
Y así también podría estar escribiendo sobre mi lectura eternamente, la escritura y la lectura son recíprocas. Pero saco en conclusión el poder que tiene la lectura sobre mí, no sólo porque no puedo dejar de leer, sino también porque al hacerlo, con el mayor de los gustos, me lleva a su mundo y al terminar me trae de nuevo a la realidad pero de otra manera, con otra marquita en mi alma de lectora.