por Oscar Battiston
Pensando en algo que haya marcado mi vida literaria, me puse a recordar los libros que leí en mi vida. Seguramente me olvido de unos cuantos, pero no creo que hayan sido muchos. Hubo bastantes que empecé y que jamás terminé. Pero hay uno en particular, uno que siempre está allí, esperando para enseñarme cosas que el tiempo y la rutina me hacen olvidar. Ha riesgo de parecer simple, cursi, infantil, o cualquier otro calificativo que se me quiera agregar después, quiero agregar que el mejor libro es para mí el que te cuenta cosas que te llegan, no sólo a la cabeza (a forma de historia, conocimiento, recuerdo, etc.), sino que los mejores libros, desde mi puntos de vista, son aquellos que hablan cara a cara con el corazón de cada uno. En mi caso el único libro que cumple está condición es “El principito” de Antoine de Saint-Exupéry.
Si bien, sé y soy conciente que es un libro más para la edad de la niñez, cada vez que mi vida se cruza con sus páginas, muchas emociones me invaden. Creo que es de los pocos libros que me hacen llorar cada vez que lo leo. Creo, también, que tras su lenguaje sencillo y metafórico se esconden muchos valores importantes, que vamos perdiendo con el tiempo a medida que crecemos.
Desde el prólogo me habla de amistad más allá de las distancias, de la fidelidad a lo que se cree, de la complejidad y simpleza a la vez del mundo de la niñez. Me dice la incapacidad que voy teniendo a través de los años de darme cuenta de las cosas simples y cómo voy perdiendo la complicidad con esas cosas, que quizás a simple vista no se ven o no existen, pero que si dejo libre a la imaginación puede estar ahí. Cómo voy cambiando y me preocupo cada vez más por lo que los demás esperan que sea, en vez de preocuparme de cómo soy en realidad, o cómo es el otro, en las cosas sencillas de la vida (que en el cuento se expresa por metáforas que refieren que los adultos solo le importan los datos). Me cuenta el hecho de ser feliz con los pequeños placeres que tiene la vida (como la puesta de sol) y de necesitar de amigos en la vida. Cómo se puede amar a algo –o alguien-, aunque sea igual a otras cosas –o personas-, pero que sé es mío, que fue marcado por mí (como la rosa o el zorro del principito) y como ese algo simple, vulgar, se transforma en algo único e inigualable.
Hay muchas otras metáforas, unas más sencillas, otras más profundas, pero mi favorita es el capítulo en el que el principito se encuentra con el zorro, donde se explica cómo se crean vínculos con esas cosas o personas especiales, cómo se “domestican” las cosas pero en particular, los amigos. Como la vida es triste, vacía y monótona si no se tiene esas personas especiales, únicas, esos amigos que hacen que nazcan de mí, y de cada uno, los mejores sentimientos como la felicidad. Y a pesar que sé que tarde o temprano los perderé, y que eso me hará llorar, guardo en mí los mejores sentimientos, y sé dentro mío que esas lágrimas valdrán la pena. Sin olvidar la frase con la que coincido totalmente: “sólo con el corazón se puede ver bien; lo esencial es invisible a los ojos”.
Una vez pensé si en lugar de contar una historia, el autor no habría contado una vivencia personal camuflada bajo la metáfora de que el principito abandona su planeta y deja allí su rosa. Lo pensé y supuse que el autor había dejado atrás en su vida a alguien a quien había amado demasiado. Y me sentí identificado, ya que también yo he dejado a personas muy importantes en mi vida, quizás por no ver “lo que se ve sólo con los ojos del corazón”, lo esencial como diría el zorro. Me he dado cuenta desgraciadamente muy tarde de ello, y creo que esto lo que me une especialmente con el libro. Y no quise saber más del autor o su historia, no porque no me interese, sino que me es mucho más rica así, me dice que no olvide, que no cometa los mismos errores, que no juzgue por los que las personas parecen, sino que aprecie lo que son.
Pero esto es lo que el libro me dice a mí y cada vez que me encuentro con una persona que leyó el principito y comparte algunos de estos sentimientos, no puedo evitar emocionarme, al igual que lo hago yo cada unos cuantos meses o años, en los que olvido esa frase “lo esencial es invisible a los ojos” y todo lo que implica, cuando de nuevo lo leo. Un consejo les dejo, léanlo, y no se dejen llevar por la sencillez de su lenguaje, ni los prejuicios de que es un libro infantil. Metafóricamente es el libro más rico que yo he leído, y si lo leen disfrútenlo, vuelvan a ser niños aunque sea un instante… la vida es demasiado corta como no apreciar los pequeños momentos, los sencillos, los que, sin darnos cuenta, nos llenan el corazón.