por Juan Veliz
Si no me equivoco, yo estaba cursando primer año polimodal en mi querida escuela Dante Alighieri. No recuerdo bien qué fue lo que originó esa charla. Tratando de ponerle un contexto a la situación, yo diría que se trataba de la clase de lengua y que, específicamente, estábamos hablando de eso: lengua. En esas épocas no me podía llamar un tipo muy lector (en estas épocas tampoco), pero se ve que estábamos hablando de algún que otro libro que había leído.
El caso es que, en ese momento, Ire, una compañera semi-amiga, dijo algo que quedó grabado en mi cabeza por un par de días. Tal vez lo dijo con un poco de inocencia pero me llegó como un puñete de Bruce Lee en el ojo. Ella dijo: “El que no leyó El Principito, no tiene infancia”, mientras miraba a la profe. Pero imaginé que me estaba mirando a mí.
En ese momento mis amigos que escucharon la sentencia y yo empezamos a registrar el salón. Haciendo cara de “mirá si no voy a leer ese libro, es re conocido” y tratando de descifrar quién era el inculto que no lo había leído. Estoy seguro que muchos de mis amigos no lo habían leído, pero no pude descifrar con precisión quién había cometido ese delito. Luego de un momento incómodo y un poco gracioso la charla continuó con normalidad.
En fin, la cuestión es que yo no lo había leído jamás. Y como consecuencia, quise recuperar mi tan ansiada infancia. Por ende, ni bien llegué a casa comencé la búsqueda de la llave que permitiría la apropiación de mi infancia. Pasó un tiempito hasta que me decidí a leerlo pero comencé sin problemas. De apoco, pero sin problemas. No era un texto difícil, de hecho era bastante infantil (supongo que de ahí que lo tuve que haber leído en mi infancia). En una semana ya lo había liquidado.
Voy a ser sincero. No recuerdo casi nada del libro. No me acuerdo ni quien lo escribió ni la frase más célebre del libro. Más allá de que no era premisa entenderlo ni recordarlo, pensé por un momento, que si esto era mi infancia, no me había perdido de nada. Ahora Juan Veliz tiene infancia.