Adaptación realizada por Sebastián Bonifacino y Anahí Lovato
Como ya hemos visto en textos anteriores, la narración es una de las dos grandes tendencias para organizar el pensamiento. A partir del momento en el que somos capaces de narrar lo que sucede, es que podemos comprender e interpretar el mundo o lo que hemos convenido en llamar “la realidad”.
La realidad es una convención lingüística entre subjetividades, es lo que podemos poner en común acuerdo a partir de la palabra. En este sentido, la realidad es una construcción, los hechos existen porque son contados, y es la narración la que nos permite acceder a ellos.
A partir de esta definición de realidad podemos observar, entonces, que ningún relato es neutral u objetivo, sino que contiene en si mismo una interpretación personal del mundo. El mundo es plurívoco, implica una multiplicidad de sentidos, de posibles perspectivas, de entramados de hechos y discursos. Es a través de la narración como hacemos entrar ese mundo complejo en la linealidad del discurso.
Cuando “decimos”, también imaginamos y evocamos la realidad de la cual participamos. Para Albert Chillón, por ejemplo, la dicción y la ficción son sinónimos ya que, según el autor, todo acto de dicción constituye una ficción.
En nuestra experiencia como lectores y hablantes, reconocemos algunos relatos como “reales” y otros como “ficticios”. En general, a un discurso periodístico lo catalogamos como “verdadero”, mientras que a uno literario lo consideramos de carácter ficcional.
Sin embargo, tal escisión no puede sostenerse fehacientemente en la medida en que sabemos que las noticias no son los hechos en si mismos, sino un relato de los acontecimientos enmarcado por la subjetividad del periodista que reelabora las acciones y discursos que otros protagonizaron.
Sabemos, además, que las ficciones literarias no son reivindicaciones de lo absolutamente falso, sino que implican hechos imaginarios que acontecen en mundos posibles, coherentes dentro de la lógica humana. En palabras de Juan José Saer, “la ficción es un tratamiento específico del mundo, se sumerge en la masa fangosa de lo empírico y lo imaginario”.
Pues bien, si como ya hemos dicho, todas las dicciones son ficciones, la cuestión será reconocer cual es la cuota de ficción que cada relato incluye.
En “Literatura y Periodismo”, Chillón propone la existencia de dos grandes modos narrativos:
• una narrativa de tenor facticio o ficción tácita, que elabora y propone representaciones verídicas de la vida social.
• una narrativa de tenor ficticio o ficción explícita, que elabora y propone a los diversos públicos representaciones verosímiles de la vida social de la época, en su diversidad y complejidad.
Entre las primeras encontramos:
• La enunciación facticia de tenor documental: caracterizada por su veracidad y su alta verificabilidad.
• La enunciación facticia de tenor testimonial caracterizada por su veracidad y su escasa verificabilidad.
Por último, nos encontramos con la enunciación ficticia o ficción explícita, característica de los enunciados de vocación fabuladora, en los que la dosis de ficción es explícita e intencional y estaría presente en grados y maneras variables.La enunciación ficticia exige un pacto de suspensión de la incredulidad. En este tipo de enunciados cabría distinguir al menos tres tipos:
• La enunciación ficticia de tenor realista, caracterizada por la búsqueda de una verdad esencial destilada por medio del cultivo de la verosimilitud referencial, esto es, por su carácter representativo y mimético respecto de un mundo posible reconocible por el autor. Ejemplos: relatos, novela y cine realista.
• La enunciación ficticia de tenor fabulador o mitopoético, caracterizada por la búsqueda de una verdad esencial por medio del cultivo de la verosimilitud autorreferencial. Es decir, no por su carácter representativo respecto de un mundo posible concreto y reconocible, sino por su apelación a otras realidades interiores, propias de la imaginación, la fantasía, el sueño. Ejemplos: mito, leyenda, relato, novela y cine fantástico.
• La enunciación ficticia de tenor falaz, caracterizada por la búsqueda de la mentira, el engaño, la tergiversación, el encubrimiento. Ejemplos: discurso político.
Dentro de lo que hemos denominado narrativas facticias podríamos ubicar a los discursos noticiosos mientras que, del lado de las narrativas ficticias, a los relatos literarios.
Sin embargo, existen textos que se encuentran en el cruce entre “lo periodístico” y “lo literario” a los cuales, a lo largo de la historia, se los ha denominado textos de “no-ficción” o “non-fiction”, “Nuevo periodismo”, “periodismo literario” o, como propone Tomás Eloy Martínez, “ficciones verdaderas”.
Cuando hablamos de no-ficción nos referimos a textos que se caracterizan por la experimentación con recursos literarios y elementos periodísticos.
Entre sus principales exponentes podemos mencionar a Rodolfo Walsh, Truman Capote, Norman Mailer, Tom Wolfe, Roberto Arlt y Gabriel García Márquez, escritores que innovaron e incluso revolucionaron las viejas formas periodísticas destruyendo los límites entre géneros.
La especificidad de estos textos es la hibridez, esto es, conservan del periodismo la idea de “respetar el material real”, las acciones y discursos relevados en la investigación, pero ponen el acento en el modo de narrar, en la construcción estética del relato.
No se ponen en duda los hechos sino la idea de que la superestructura de noticia sea el modo en que se deba narrarlos.
Según Ana María Amar Sánchez los textos de no-ficción se pueden definir por dos imposibilidades:
1. la imposibilidad de mostrarse como una ficción pura en la medida en que los hechos narrados efectivamente ocurrieron y son comprobables.
2. la imposibilidad de mostrarse como un reflejo fiel de la realidad puesto que se reconoce que lo real nunca es “describible tal cual es” sino que la narración siempre ficcionaliza la realidad. Se expone la idea de “verdad” como una construcción desde la perspectiva de alguien que enuncia.
A partir de estos textos los escritores adoptan una posición política clara en relación a las nociones convencionales de “periodismo” y “literatura” en tanto se disponen a romper las jerarquías entre los géneros literarios considerados “altos” y prestigiosos, y los géneros periodísticos “populares” y nunca bien ponderados.
Además, realizan al periodismo una objeción muy fuerte, denunciando su pretensión de objetividad y demostrando que la verdad es siempre una parcialidad subjetiva: la verdad de los personajes, de los protagonistas.
En este sentido, la no-ficción lleva a cabo una acción desmitificadora y desnuda el código periodístico porque se construye a partir de él y pone en evidencia, muchas veces, que es la prensa objetiva la que “falsea” o “hace ficción” a través de sus omisiones.
Asimismo, el nuevo periodismo o no-ficción creó una serie de procedimientos estilísticos que pueden reconocerse como característicos de estos textos. Algunos de ellos son:
a) Punto de vista en la tercera persona: el autor desaparece del texto para dejar hablar sólo al protagonista, de tal forma que se presente al lector cada escena a través de los ojos del personaje particular, para dar la sensación de estar metido en su piel y experimentar lo mismo que él. El texto se focaliza a partir de la conciencia de un personaje que, en algunos casos, puede ser el propio autor. Los personajes de los relatos de no-ficción suelen ser aquellas personas que en las noticias pasan desapercibidas y permanecen en el anonimato.
b) Construcción escena-por-escena: se reconstruye el escenario minuciosamente y se describen las acciones y los personajes. Los fragmentos de la historia se enfocan muy de cerca, por tanto, los relatos abundan en detalles que ayudan a introducir al lector en la historia y a construir visual y afectivamente las escenas.
c) Diálogo realista: se reproducen textualmente las palabras del personaje, con sus interjecciones, redundancias, entonaciones y modismos de lenguaje, con el fin de retratar mejor a los personajes. El escritor adopta el modo de hablar propio del mundo en que se mueven los personajes acerca de quienes se habla. Este procedimiento, al igual que el anterior, también colabora con la participación activa del lector en la historia.
d) Descripción significativa: los textos se ocupan de caracterizar en detalle las formas en que los sujetos de la historia actúan y se relacionan con su entorno, a partir de la descripción de gestos cotidianos, hábitos, modales, costumbres, estilos de mobiliario, de vestir, de decoración, estilos de viajar, de comer, de llevar la casa, modos de comportamiento frente a niños, criados, superiores, inferiores, iguales, además de las diversas apariencias, miradas, pases, estilos de andar y otros detalles simbólicos que puedan existir en el interior de una escena, representativos del estatus de vida de las personas.
e) Caracterización compuesta: en algunos casos se utiliza un personaje ficticio como prototipo de una serie de personajes reales. Es un recurso útil cuando el autor quiere preservar la verdadera identidad de las personas involucradas en el artículo o reportaje, sobre todo, si éste trata de asuntos delicados como ha sido el caso de textos acerca de la prostitución o la violencia.
f) Nuevo lenguaje periodístico: El lenguaje periodístico desiste de crear una apariencia de orden y seguridad para sumergirse en una percepción personal, emotiva y caótica del mundo.
g) Metaperiodismo: El nuevo periodismo habla con frecuencia de su propia elaboración, con el fin de disipar las dudas acerca de la veracidad o credibilidad del artículo o reportaje, y con ello, también, sobre la honestidad del autor. Generalmente, es un periodismo en primera persona, en que el autor explica cómo tuvo acceso al material presentado y refleja la propia percepción de los sucesos. Esto tiene que ver con la reivindicación de la subjetividad como vía para llegar a la verdad de las cosas, la cual parte de la premisa de que no hay realidad única sino tantas realidades como testigos tenga; por lo tanto, es importante saber a través de quién la percibimos y las circunstancias en las que el autor las vivió.
h) Imágenes: El nuevo periodismo utiliza la fuerza de la imagen, el impacto visual, para crear un acercamiento emocional, casi instintivo, más que intelectual, a un mundo cada vez más complejo. Las exclamaciones, las repeticiones interminables de palabras, el uso de términos sin significado literal dentro de un contexto, los dibujos y caricaturas, propios o ajenos, apelan constantemente al mundo sensorial del lector.
La monótona realidad cotidiana es vista con los ojos nuevos de un observador sin prejuicios que va descubriendo aspectos muchas veces absurdos, a veces incluso terroríficos y, por supuesto, insospechados para un observador tradicional anclado en una perspectiva tan falsa como arcaica.
Este periodismo no pretende ser objetivo (¿qué periodismo lo puede ser?): lleva en sí mismo el sello de su compromiso y su subjetividad y, sobre todo, va mucho más allá de lo que los medios tradicionales informan.
El nuevo periodismo buscaba traspasar los límites convencionales del periodismo. Por primera vez, se pretendía mostrar en la prensa algo que hasta entonces sólo se encontraba en las novelas o cuentos: la vida íntima o emocional de los personajes.
Era un periodismo que se podía leer igual que una novela; un artículo se podía transformar en cuento fácilmente, o un reportaje tener una dimensión estética y novelada. Se podía recurrir a cualquier artificio literario. Pero, sobre todo, era un periodismo involucrado, inteligente, emotivo y personal. El nuevo periodismo se convirtió, también, en una actitud, una postura ante la labor del informador.
Retomando la clasificación de narrativas propuesta por Albert Chillón, los textos de no-ficción se incluirían entre las narrativas facticias, en la medida en que son relatos veraces, sobre hechos reales, pero que no reniegan de su condición de narraciones.
Ahora bien, si acordamos con el autor en que toda dicción es en sí misma una ficción, un “empalabramiento” del mundo, no podemos hablar de la existencia de un género de “no ficción” sino más bien de ficciones tácitas o narrativas facticias, tan ficcionales como las mismas noticias, pero que reconocen que son interpretaciones subjetivas, parciales, y no por eso menos verdaderas.
En definitiva, todo relato es de algún modo ficcional, ya sea que sus referentes sean reales o imaginarios. Cada texto propone una realidad y una verdad, un sentido que depende de su construcción y de su selección. La ficcionalidad es un efecto del modo de narrar. La subjetividad atraviesa todos los discursos.