Por Julián Galassi
El periodismo puede ser a veces una profesión “aventurera”. Si bien dudo que exista alguna vez un Indiana Jones periodista, la profesión igual tiene cabida para ello. Germán De los Santos cubrió noticias desde Pakistán trabajando para el diario El Ciudadano, durante la intervención militar de EE.UU. a Afganistán luego de los atentados a las Torres Gemelas. Ahora trabaja como redactor principal del diario Crítica de la Argentina edición Santa Fe. Pero la tarea de periodista como corresponsal de guerra le dejó mucho y en esta ocasión decidió compartir algunas de sus experiencias y demostrar que el periodismo puede ser a veces una tarea de alto riesgo.
¿Cómo surgió el tema del viaje?
Para el día después de los atentados el diario había sacado una edición muy buena, con una tapa muy recordada que se titulaba “Imperio en llamas”. Días después el diario cambió de dueño y el nuevo dueño determinó que era necesario un corresponsal allá, y como yo era el encargado de redactar la parte de internacionales fui elegido por así decirlo para ir allá. Igualmente a Afganistán no podíamos entrar mientras los talibanes estuviesen en el poder, así que todos los periodistas íbamos a Pakistán.
¿Te preparaste de alguna manera para ir allá?
Tuve que hacer algunos trámites legales como sacar la visa, renovar el pasaporte, etc. Leí cinco libros sobre islamismo y sobre las cuestiones tribales de Afganistán la semana antes de irme, pero eso no te sirve cuando estás ahí. Es algo completamente distinto. Hay una brecha muy grande de culturas.
¿Cómo te manejabas allá?
Al principio la embajada me ubicó en un hotel y con un guía. El problema fue que el guía era cristiano. Te aclaro, la comunidad cristiana en Pakistán es del uno por ciento de la población. Así que un día luego de haber ido a Peshawar, que era una ciudad fronteriza con Afganistán muy violenta, me entero que a mi guía, que se había quedado en ciudad, le habían pegado cinco tiros. A partir de ahí la embajada canceló todos los guías, porque además se corría el rumor entre la gente del lugar que los periodistas le pasaban información de inteligencia a los estadounidenses, entonces te imaginas…
¿Vos viviste algún momento de tensión?
El día que llegamos, un día martes. Creo que era el tercer contingente de periodistas que llegaba desde que había largado la guerra. Ese día aproximadamente quince mil personas de distintos partidos religiosos se habían congregado en el aeropuerto dispuestos a reventar a los periodistas. Ahí te das cuenta del choque de “civilizaciones” por así decirlo. Yo, siendo latinoamericano, argentino, sin tener nada que ver con Estados Unidos, solo por el color de piel te asocian con el imperio. Me robaron toda la ropa que tenía en el bolso, así que anduve con la ropa que tenía puesta nomás. Yo la saqué barata. Hubo gente que perdió equipos, de todo. La computadora portátil por suerte la traía conmigo en el bolso de mano. Luego de eso la policía nos mantuvo encerrado en un cuartito del aeropuerto durante unas 6 horas hasta que se calme todo.
¿Fuiste solo?
Sí. Había otra chica nomás de Argentina que trabajaba para el Diario Clarín. El resto de los que iban en avión eran periodistas ingleses, yanquis, franceses, españoles, etc.
¿Tuviste contacto con algún terrorista?
Cuando la embajada canceló los guías yo decidí buscar uno de mi confianza. Así contacté a uno que estaba contactado con una organización terrorista, y gracias a él le pude hacer una nota a uno de sus líderes. Te digo, el tipo era muy culto. Uno se imagina a un terrorista y cree que es un loco con el Corán en la cabeza. Todo lo contrario. Había estudiado sociología en Londres, tenía un doctorado en Oxford, hablaba cinco idiomas y además tenía un maneje de información impresionante. Sabía más de las reuniones que hacía De la Rúa que los diarios de acá. Eso sí, toda la entrevista la hicimos con un guardia vestido con chaleco militar y una ametralladora en las manos.
¿Pudiste entrar a Afganistán al final?
Cuándo cayeron los talibanes, entré a Afganistán. Pero pensá que no era el único. Todos los periodistas se montaron en un éxodo hacia allá. El tema que ni yo ni el yanqui del que me había hecho amigo teníamos alguna manera de pasar. Tratamos de colarnos en una camioneta de la BBC, pero se dieron cuenta y nos rajaron. Al final terminamos atravesando la frontera a pata y, una vez adentro, nos metimos adentro de un micro que nos llevaría a Kabul (capital).
Después de un rato de viaje nos para un grupo de habitantes del desierto y nos dice que bajemos. Nos tuvieron en “cana” durante un día más o menos hasta que el yanqui con unos dólares los sobornó y nos dejaron ir con el aviso de que diez kilómetros más adelante habían asesinado a un contingente con cinco periodistas.
¿Y qué hiciste?¿Seguiste o te pegaste la vuelta?
Me pegué la vuelta. Dije “que hago yo acá”. Cobraba 600 pesos, ¿estas loco?. No, me pegué la vuelta.
¿Pudiste repetir alguna experiencia así otra vez?
Sí. Fui a París en el 2003 a cubrir la reunión del G8 en París. Fue la primer reunión después de la guerra de Irak y ahí estaba toda la movida antiglobalización. Pero otra vez en una situación como la de Pakistán no.
Este texto pertenece al trabajo práctico “Entrevista”