Por Sofía Natalia Maidana
Es escritora, docente y apasionada de la vida. Se le nota en las historias que plasma en el papel (sean teatro, poesía, cuentos infantiles o novelas para todos los gustos y edades) y en la forma en la que habla, eligiendo con cuidado cada palabra para que exprese exactamente lo que ella quiere expresar. Mientras habla no puede quedarse quieta: prepara el termo para el mate, atiende el portero, abre y cierra un cuaderno de alguno de sus alumnos del taller literario. Pero a pesar de eso no se distrae: la escritora santafesina Alma Maritano sabe bien lo que está diciendo, y nunca pierde el hilo de sus respuestas…
¿Siempre te gustó leer y escribir?
-Si, desde que me acuerdo, porque me crié en un ámbito en donde los libros eran fundamentales, una biblioteca enorme, mi padre maestro… (piensa cuando habla, elige con cuidado la forma de expresar sus recuerdos) Yo me crié en la escuela de mi padre, rodeada de libros y mi padre escritor.
¿Cómo empezaste a escribir?
Yo leía de todo porque tenía absoluta libertad. Mi padre no me marcaba que era lo que tenia o no tenia que leer. Entonces leía cuentos de hadas como leía Proust, lo que viniera. Lo que yo rveía ahí yo leía; entonces eso me formó. Por un lado tuve la suerte de acceder a una cantidad de lecturas enorme desde muy chica y eso me sirvió muchísimo después para mi carrera. Y ahora mismo me sirve muchísimo porque yo leí en mi niñez y adolescencia lo que por allí ahora recién un adolescente empieza a leer. Yo gane 20 años.
Leías aunque no entendieras mucho.
-Por supuesto. Yo leía y entendía el diez por ciento, pero me fascinaba. O leía Proust… te digo Proust porque a mí me regalaron un libro de él, “Los placeres y los días”, y me fascinó. Me lo regaló mi médico cuando yo cumplí 9 años. Quiero decir, era muy chica y leía cosas que hoy por ahí le pueden resultar pesadas a los adolescente, y aun a jóvenes. Se ponen a leer y los encuentran pesados. Yo no, porque era todo mi mundo.
¿Qué es lo que te gusta de escribir? ¿Para vos que es el oficio de escribir?
Fui pasando por diversas etapas en ese sentido. Para mi el oficio de escribir era un Alejandro Dumas, el primer libro completo que leí fueron “Los tres mosqueteros” y tendría también 7, 8 años. Me fascinó tanto que nunca deje de leerlo, todo Dumas, lo que me preguntes. Entonces yo me imaginaba que Dumas se había sentado y había empezado a escribir y su genialidad hacia que él hubiera inventado todo eso. O con Rocambole… Uno lee a Roberto Arlt que dice “Yo me leí los 40 tomo de Rocambole”. Si, yo también los leí; no solo los leí, sino que releí, releí y lo sigo mirando de vez en cuando. Entonces creía que la escritura era eso, sentarse y ponerse a escribir.
De esa imagen, que es una imagen de infancia, digamos, y pubertad, yo saltaría a la lectura de las memorias de Simone de Beauvoir. Allí ella dice, por ejemplo, en uno de los tomos (cita de memoria, hablando pausadamente): “Yo me sentaba, iba al bar todos los días y me sentaba en una mesa, en un rincón donde hubiera menos gente y escribía 30 o 40 páginas de la historia que tenía en mi cabeza. Después a veces escribía un capítulo que tenía ganas de escribir en ese momento aunque ese capítulo fuera el que iba a ir al final de la novela. Y después volvía a la primera página y empezaba a corregir. Y entonces corregía capítulo x capítulo, página x página, párrafo x párrafo y línea por línea. Cuando yo sentía que ya no podía mejorarlo más, recién ahí dejaba de corregir”. Eso me dio otra visión de la escritura. Descubrí a Simone de Beauvoir y a Sartre cuando empecé la facultad, cuando tenía 17 años. Ahí descubrí lo que era el compromiso. Ya no era solamente que uno se sentaba y escribía lo que se le daba la gana, lo que tenia ganas de escribir en ese momento.
Por ejemplo, cuando yo era muy chiquita, 7, 8, 9 años, tomaba la bicicleta, me escapaba de mi casa (porque no sabían que yo hacia eso), me iba en bicicleta hasta el otro pueblo (bastante cerca, por supuesto) a la tardecita, me sentaba ahí en el medio del campo…me acuerdo que había un puentecito allí, me parecía una cosa de la más romántica, y me ponía a escribir. Qué era no se, no tengo la menor idea. Me imagino algo como copias de lo que yo había leído, inconscientemente. Entonces esa idea tan romántica que yo tenia de la escritura, escribir la primera fantasía que se me pasaba por la cabeza, cuando empecé la facultad eso cambió… resulta que había a que corregir, había que trabajar, y había que pensar para quién uno estaba escribiendo, por qué uno escribía, qué iba a escribir y para qué. Es decir, todas esa preguntas me las plantee a partir del libro “Qué es la literatura” de Sartre. Es decir, apareció en mí la noción de la literatura comprometida. Entonces como justamente en esa época nuestra historia nos hizo comprometer a la fuerza, políticamente hablando, mis segundos cuentos, digamos no los 10 primeros sino los 20 que siguieron, tenían siempre una intención ideológica.
Después pase a la otra etapa, después de muchos años. La necesidad de que la literatura valiera por sí misma en cuanto forma. Que no importaba demasiado el hecho de transmitir un contenido, no era “escribir para”, no era tomar la materia palabra como un “instrumento para”, sino en sí misma, el goce de la palabra, la forma, lo que era la sintaxis, la musicalidad. Todo eso de unos 8, 10 años a esta parte. Esa sería mi tercera etapa.
¿Cómo crear belleza con el lenguaje?
Belleza, o por lo menos no poner la forma en función del contenido. No poner el contenido primero. Yo tengo que decir esto… pero vamos a ver primero como lo voy a decir, y depende de cómo lo diga el contenido va a tener otro significado, otro peso.
¿Escribís para otros, escribís porque te gusta, para transmitirte vos…?
Por supuesto que uno siempre escribe para otro. Yo no creo en absoluto (inclusive si lo leo o lo escucho me parece que es falso, o por lo menos insincero) decir: “Ah, yo escribo para mi”. No. Si escribís para vos no lo mostrás, eso seguro. Entonces sí escribís para otros, pero depende de qué intencionalidad estas cargando tu texto. Si escribís para decirle a otro algo, o para que el otro disfrute con tu texto o para que el otro se entretenga o para que el otro sienta lo mismo que vos sentiste. Es decir, hay una intención siempre detrás de la palabra. Con lo que no acuerdo en absoluto es “Bueno, ahora se usa tal tema, yo voy a escribir sobre tal tema” o “La literatura para jóvenes rinde mucho económicamente, voy a escribir para jóvenes”. No. Yo escribí con adolescentes cuando un libro mío para chicos tuvo mucha repercusión entre los chicos y los chicos me escribieron y me escribieron pidiéndome que continuara la historia y yo la continué y entonces los chicos eran mas grandes.
Esa es la cuestión, creo que la honestidad pasa por allí como profesional de la literatura, una vez que uno se convierte en profesional, cosa que yo no había tenido en cuenta para nada cuando empecé a escribir, para nada. Yo sabia que iba a escribir y escribía siempre, requetemal, a veces pasaba muchos meses sin escribir, no era nada absolutamente riguroso. Yo he vivido mucho, he vivido muchas cosas dolorosas pero también he disfrutado mucho de la vida, me apasiona la vida (se le nota cuando lo dice, remarca mucho esta frase), vivo, sigo viviendo con mucha intensidad, y creo que sin vivir no se puede escribir.
Vos decías que nunca pensaste la escritura como una profesión al principio. ¿Cómo fue el paso de escribir por escribir y publicar tu primera obra?
Y, la primera vez que gane derecho de autor, que me pareció mentira. Me pareció tan absurdo que me pagaran por haber hecho eso que me había dado tanto placer. Me pareció rarísimo (a pesar de los años pasados todavía parece sorprendida), me parecía que no podía ser que me pagaran, cómo me iban a pagar, sobre que me lo habían publicado ya eso era suficiente. Y gasté en el acto todo lo que había cobrado, que era mucho en ese momento. Me compré dos o tres cosas para mí, y para mi familia, mi marido, mis hijos, para mi mamá. Compré, compré, compré. No quería tener ni un solo peso de eso que había ganado, era como que lo hubiera robado o que me lo hubieran regalado, y no era así, porque yo en realidad me había esforzado mucho en escribir eso que había escrito, ese primer libro para chicos. Realmente me había dado mucho trabajo, porque había otro anterior, horrible. Tomé conciencia de que era malísimo, tomé conciencia de que tenía que mejorar de alguna manera y me puse a estudiar y lo trabaje bastante a ese libro. O sea me dio mucho trabajo, y creo que después de eso recién tome conciencia de que escribir es un trabajo como cualquier otro.
Hace un rato hablabas de que leías muchísimo cuando eras chica. ¿Cuál es la importancia de la lectura a la hora de escribir?
Es tan importante como vivir. Para mí la lectura y la escritura forman parte de mi vida hasta tal punto que no concibo vivir sin escribir o sin leer… pero no se, tampoco lo podría afirmar con absoluta convicción y de una manera tan tajante “hay que leer para escribir”, porque aquí en el taller (y ya llevo 26 años) hay gente que había leído muy poco. Tengo una alumna que había leído muy poco, o por lo menos nada importante, y es una de las 5 o 10 personas de todas las que pasaron en todos los años del taller con más notable disposición para la escritura, que ha logrado una escritura fuera de lo común, en originalidad, en fuerza expresiva. Entonces cualquiera diría, si lee algo de ella, que se ha pasado la vida leyendo y no, además en muy jovencita. Me parece que las frases que están ya como consagradas como dogmas de la escritura las tomaría con pinzas, pondría todo entre paréntesis, entre comillas.
Como para repensarlas.
Claro. Las plantearía como posibilidades, como circunstancias que ayudan tremendamente, sin duda, a escribir. Una de las razones es para ver que escribieron los otros y para no repetir. Una de las obvias, digamos, pero no que sea necesario para desarrollar tu imaginación o para lograr textos… Pero eso de que hay que leer mucho para escribir lo tomaría con bastante recaudo, no lo daría así como un dogma total o como una condición inevitable. Es tremendamente importante, posiblemente en un 90 o 99% si vos querés, pero también se dan los casos de gente que escribe bien creo que sobre todo por haber vivido cosas importantes, tensas. Leer es tremendamente importante, pero también es importante lo que se vive, lo que se escucha. El escritor tiene que tener mucho oído para captar el discurso que lo rodea, todos los discursos, el de tu familia, el de tus amigos, el de tus maestros, el de la televisión. Y me parece a mí, mucho más importante todavía que la lectura es la relación con la gente. Si no conoce mucha gente, si no ama a la gente, si no se interesa por el otro, su escritura va a ser absolutamente chirla y superficial. Y comercial inclusive, que eso es despreciable. A menos que necesite (ojo, también lo digo con recaudo)… hay gente que necesita ganar dinero y no tiene otra forma más que escribir. Si escribe para ganar dinero me parece totalmente lícito en la medida en que necesite hacerlo.
Además de escritora sos docente.
Si, me gusta mucho enseñar…
¿Cuál consideras que es la importancia de enseñar literatura a los chicos?
Estoy convencida de que hoy más que nunca es muy importante. Hoy más que nunca por la invasión que sufrimos de los medios, no hablo de la televisión solamente, como un factor negativo, porque el chico que sienta enfrente, pasivamente, y recibe todo lo que le dan. No sólo eso sino porque en general es un instrumento de estupidización y de limitación, está creando una realidad virtual en la que entran los chicos, más peligrosa que la que crea la literatura porque está manejada desde un solo lugar. Aquí en general la televisión para los chicos y los adolescentes es puro yanqui, sea Disney, sea series televisivas, sean películas… todo eso es muy estupidizante. Y vaya a saber a donde van a llegar estos chicos que solamente tienen esa pantalla delante, limitadora, anesteciadora. No se, me da terror pensarlo.
Por otra parte está Internet. Yo sigo yendo en busca del libro, no acudo a Internet habitualmente, porque no me interesa cargarme de información… En ese sentido escucho a una francesa que tiene un estudio sobre eso, sobre cómo la gran cantidad de información nos estupidiza tanto como la absoluta falta de información. Nos paraliza también, porque no alcanzamos a digerirla, no sabemos que hacemos con todo eso. Voy a Internet y busco algo. Si busco un dato puntual perfecto, eso es muy útil. Ahora, eso de sentarse frente a Internet, y empezar a buscar y que eso me remita a otra cosa y a otra cosa y a otra cosa, y digo “¿y ahora qué? ¿Qué hago con todo esto? ¿Para qué me sirve?”… Esa es la cuestión, que me parece bastante grave en este momento.
¿Qué consejo le darías a los padres y docentes que dicen “no puedo hacer que los chicos lean” o “no quieren leer”?
-Es muy difícil, tampoco podría tener una opinión segura al respecto. Yo podría decir lo que para mí es importante. Lo importante es la búsqueda, la búsqueda de qué nos interesa más, que le interesa más a ese chico. Porque si le estamos poniendo por delante libros o carreras o temas que no están acordes con su disposición profunda y sus intereses profundos no va a leer, no le va a importar eso. Creo que el chico es el que debe buscar. Y si no busca es justamente porque se le está dando demasiada información, se lo está bombardeando con información que pasa sobre todo por la pantalla del televisor y de la computadora. Entonces no busca porque tiene todo allí. El chico de hoy lee una barbaridad, muchísimo, pero no es la lectura producida por el deseo. Creo que la lectura es un espacio que va a llenar nuestros deseos más profundos. Entonces si no le abrimos espacio, si no dejamos lugar para el deseo, no va a haber lugar para la lectura tampoco. Veo a los chicos correr ahora de volley a inglés, y de inglés al profesor de matemática, y del profesor de matemática a la escuela. ¿Cómo vamos a pretender que ese chico lea, si no tiene tiempo? No hay un silencia para que el chico lea. Eso me parece, que falta un poco de silencio, para el chico de ciudad sobre todo. Falta el silencio necesario para que se produzca el contacto entre el chico y el libro.
Algunos autores a los que admiro profundamente, gente que amo muchísimo porque me ha enseñado tanto en los últimos tiempos, hablan de la necesidad de que haya silencio para que haya música. Sin silencio no habría música. La música esta compuesta sobre el silencio, si no hubiese silencio no habría música. Eso creo que yo lo llevaría totalmente a la lectura y los chicos: el chico no tiene por qué enfrentarse al libro rodeado de tantas cosas que le hacen tanto ruido en la cabeza. No puede jamás brotar la lectura, nacer la lectura, nacer el deseo de lectura, si no hay silencio propicio. El chico no tiene ese silencio, no tiene tiempo de contacto humano, y la lectura es un contacto humano, un contacto con personajes, con otros mundos, con otras historias, pero el chico está agobiado de historias y de gente y de ruidos y de caras, y todo es superficial, todo es fachada, todo es apariencia. ¿Entonces por que va a tener ganas de leer? Por eso creo que lo que hay que hacer no es preguntarse por qué no lee, sino preguntarse ¿qué tenemos que hacer o cómo comportarnos en nuestro sistema cultural (tanto en el familiar como en el cultural, tanto socialmente hablando como políticamente hablando) para que el chico tenga ganas de leer? No se trata de que el chico lea, se trata de que el chico tenga ganas de leer. Si no tiene ganas, mejor que no lea, que haga otra cosa.
Y para terminar, ¿qué consejo les darías a los jóvenes que les gusta escribir?
Primero, sobre todo, creo que hay que rever esa idea de la inspiración. Eso es bastante nefasto, la idea de la inspiración es como la de la superstición. La superstición es algo negativo, totalmente desfavorable, inútil, es un obstáculo. Es como los prejuicios. Hay que despojarse de supersticiones y prejuicios para poder abrirse al mundo. Hay que despojarse de la superstición de la inspiración. No hay genios, no hay una inspiración que venga de algún lado.
Además hay que saber qué queremos decir, saber si hay algo para decir, y entonces pensar que así como la pintura trabaja con los colores, la literatura trabaja con las palabras. Las palabras son la materia de la literatura, entonces hay que aprender a trabajar la palabra, es decir aprender los recursos retóricos necesarios. Saber que no se puede escribir sin manejar los recursos retóricos, como no se puede pintar si no aprendes a manejar el pincel y si no sabes lo que es el óleo, lo que es la acuarela… pitarás igual, como podes escribir igual, pero de allí a producir un efecto retórico en el otro hay mucha distancia. La escritura es un arte específico, tiene la misma especificidad de la pintura o de la música, o de la escultura, o de la danza. Entonces tiene que trabajar la palabra, en todos los valores que tiene la palabra, valor musical sobre todo, el valor auditivo, el valor sugerente, el valor de época… muchos elementos están jugando en la palabra, y hay que aprender a manejarlos para poder escribir. Entonces es un trabajo, un trabajo artesanal. En ese sentido, sacarse la idea de la inspiración. Porque yo puedo tener un gran deseo de hacer una silla, pero si no aprendí a manejar un martillo…
Se ríe, y con esa frase que deja pensando termina la entrevista. Sus alumnos la están esperando para seguir aprendiendo como manejar un martillo, porque ellos también quieren ser, como ella, fabricantes de sillas…
Este texto pertenece al trabajo práctico “Entrevista”