En las clases del 25 de abril leímos “Táctica y estrategia” de Mario Benedetti y otras de sus poesías que trajo Cecilia Ariztoy. Para no perder la costumbre, Florencia Manasseri nos acercó una poesía del escritor rosarino Tomás Boasso y Belén Ballesteros un fragmento de la novela El Zahir, de Paulo Coelho, que adjunto en este post.
Luego de exponer las noticias más importantes de la semana, desarrollamos el tema “estrategias de producción” y nos centramos en las interactivas y pragmáticas. Analizamos el concepto de actos de habla y su manifestación en las cartas de lectores.
Diferenciamos estas cartas de los comentarios en portales de noticias. Si bien las primeras están compuestas de textos planificados con un objetivo, en el caso de los comentarios on line observamos expresiones más impulsivas. Sobre este tema, recomiendo leer:
La diez reglas básicas de la Netiqueta (buenas maneras de comportamiento en la Red)
Luego, en grupos, realizamos en Trabajo Práctico Nº 5 “Actos de habla en cartas”. Aquellos que no lo terminaron pueden entregarlo en la clase del lunes 5/5.
Recordamos la fecha del primer parcial de la materia: 9/6 en el mismo horario de clase. Será sobre los temas dados de las Unidades 1, 2 y 8.
Para la próxima clase, leer:
Texto Base 11: Estrategias de producción semántica
Texto Base 12: Estrategias para establecer la coherencia local
Y vayan registrándose en el blog EnRedaccion para poder empezar a publicar algunos textos.
Fragmento de la novela El Zahir de Paulo Coelho (El título de la novela es una apropiación del título del cuento El Zahir de Jorge Luis Borges)
Algunas personas parecen felices: simplemente no piensan en el tema. Otras hacen planes: voy a tener un marido, una casa, dos hijos, una casa en el campo. Mientras están ocupadas con eso son como toros en busca de torero: reaccionan instintivamente, siguen adelante sin saber dónde está el objetivo. Consiguen su coche, a veces hasta un Ferrari, creen que el sentido de la vida está en eso y no se hacen jamás la pregunta. Pero a pesar de todo, sus ojos muestran una tristeza que ni ellas mismas saben que llevan en el alma. ¿Tú eres feliz? No lo sé. No sé si todo el mundo es infeliz. Sé que están siempre ocupados: haciendo horas extras, cuidando a los hijos, al marido, la carrera profesional, el título, qué hacer mañana, qué hay que comprar, qué hay que tener para no sentirse inferior, etc. En fin, pocas personas me dijeron: «Soy infeliz.» La mayoría dice: «Estoy de maravilla, he conseguido todo lo que deseaba.» Entonces les pregunto: «¿Qué lo hace feliz?» Respuesta: «Tengo todo lo que una persona podría soñar: familia, casa, trabajo, salud.» Pregunto de nuevo: «¿Ya se ha parado a pensar si eso lo es todo en la vida?» Respuesta: «Sí, eso lo es todo.» Insisto: «Entonces, el sentido de la vida es el trabajo, la familia, los hijos que van a crecer y a dejarlo, la mujer o el marido que se convertirán más en amigos que en verdaderos amantes apasionados. Y el trabajo, que se acabará algún día. ¿Qué va a hacer cuando eso suceda?» «Respuesta: no hay respuesta. Cambian de tema. »En verdad, responden: «Cuando mis hijos crezcan, cuando mi marido, o mi mujer, sea más amigo que amante apasionado, cuando me jubile, tendré tiempo para hacer lo que siempre he soñado: viajar. «Pregunta: «¿Pero no ha dicho que ya era feliz ahora? ¿No está haciendo lo que siempre ha soñado?» Ahí sí, dicen que están muy ocupados y cambian de tema. »Si yo insisto, siempre acaban descubriendo que les faltaba algo. El dueño de empresa todavía no ha cerrado el negocio con el que soñaba, al ama de casa le gustaría tener más independencia o más dinero, el chico enamorado tiene miedo de perder a su novia, el recién licenciado se pregunta si escogió él la carrera o si la eligieron por él, el dentista quería ser cantante, el cantante quería ser político, el político quería ser escritor, el escritor quería ser campesino. E incluso cuando encuentro a alguien que hace lo que ha escogido, esa persona tiene el alma atormentada. No ha encontrado la paz. Por cierto, me gustaría insistir: ¿eres feliz? No. Tengo a la mujer que amo. La profesión que siempre he soñado. La libertad que todos mis amigos envidian. Los viajes, los homenajes, los elogios. Pero hay algo…¿El qué? Creo que, si paro, la vida pierde el sentido. Podrías relajarte, ver París, cogerme de la mano y decir: he conseguido lo que quería, ahora vamos a aprovechar la vida que nos queda. Puedo ver París, puedo cogerte de la mano, pero no puedo decir esas palabras. En esta calle por la que estamos caminando ahora, puedo apostar que todo el mundo está sintiendo lo mismo. La mujer elegante que acaba de pasar se pasa los días intentando parar el tiempo, controlando la balanza, porque cree que de eso depende el amor. Mira hacia el otro lado de la calle: una pareja con dos niños. Viven momentos de intensa felicidad cuando salen a pasear con sus hijos, pero al mismo tiempo el subconsciente no deja de aterrorizarlos: piensan que pueden quedarse sin empleo, que puede surgir una enfermedad, que el seguro médico no cumpla las promesas, que uno de los niños sea atropellado. Mientras intentan distraerse, buscan también una manera de librarse de las tragedias, de protegerse del mundo.