Por Lucía Acebal
Antes de comenzar debe aclararse que éste café con leche no puede ser tomado en días con altas temperaturas, esta receta es apta sólo en épocas de frío, lluvia o viento.
El primer paso es llenarse de energía positiva: poner música, sacarse los zapatos, caminar descalzo, acariciar a su perro, salir al patio, mirar por la ventana o asomarse al balcón.
Una vez relajados nos adentramos en la cocina y ponemos el agua a fuego lento (usted ya habrá elegido la cantidad de agua necesaria dependiendo de la cantidad de café con leche que tomará)
Mientras se calienta el agua preparamos las tostadas: pan viejo, pan lactal, cualquiera sirve. Se las ubica en la plancha también a fuego lento y deberán ser controladas constantemente: no queremos una merienda arruinada por el olor del pan quemado.
Es indispensable elegir la taza ideal para nuestro café, no puede ser una taza elegida al azar, debe ser LA taza. Una vez elegida se colocan dos cucharadas cuidadosamente repletas de café (ni un gamo más ni un gramo menos) y dos cucharadas de azúcar. En caso de ser un día amargo o triste, agregarle una cucharada más de azúcar y algunas gotas de esencia de vainilla. Con un diminuto chorro de agua se revuelve la mezcla sin parar y sin desconcentrarse hasta que no queden grumos y el color oscuro del café se aclare.
Como todavía tenemos tiempo hasta que el agua esté lista, nos dedicamos a untar las tostadas con manteca y dulce de leche.
Ahora sí, la pava está haciendo ruido. Es muy importante que agua no hierva, como dice el dicho: “café hervido, café jodido”, hay que ser prudentes y sacarla del fuego a tiempo.
Se revuelve la mezcla constantemente mientras se le echa el agua caliente, de no ser así, corremos el riesgo de obtener un café sin espuma.
Finalmente se le agrega leche o crema a gusto. Recomiendo agregar en pequeñas cantidades para no perder el sabor del café.
Una vez listo debemos acercarnos a él y olerlo, mirarlo, probarlo, volver a olerlo.
Es indispensable sentarse adonde de el sol para olvidarnos del frío y disfrutar de este momento de descanso, tal vez el único momento de tranquilidad del día.
Una vez atravesada esta experiencia, usted no podrá dejar de repetirla, el encanto de la espuma del café, su sabor, lo ricas que salieron las tostadas, todo se volverá rutina y le será necesario tener su merienda ideal a determinada hora del día, en determinado lugar de la casa.
Este texto pertenece al trabajo práctico “Algo de lo que sabés hacer”