Patricia Suarez, la ganadora del Premio`Clarín'

“De Rosario extraño el río”
La escritora hace sólo ocho meses que vive en Buenos Aires, donde tuvo una hija. Ya sabe qué hará con los 50 mil del premio.
Por Fernanda González Cortiñas
Sin duda el 2003 podría ser nombrado el año de Patricia Suárez. Pero como todavía no tiene club de fans, ni arrastra a las masas, éste será simplemente uno de los mejores años de su vida. Y no es para menos: este año se fue a vivir a Buenos Aires, conoció un amor y tuvo un hijo, no necesariamente en ese orden. En realidad tuvo una hija, la primera, Alegría. Nunca un nombre fue más oportuno. Porque Patricia jamás imaginó que ese kilo y medio de ternura al que durante cuarenta días le habló a través de un vidrio, traería mucho más que el pan bajo el brazo.
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Apenas dos meses después, esta rosarina Clase 69, se alzaba con el Premio Clarín a la Mejor Novela Inédita, un reconocimiento que, además de ratificar una férrea vocación y destacar un talento tan joven como original, le permitirá a la ganadora comprarse alguna cosita.


–¿En qué vas a gastar los 50.000 pesos del premio?
–Creo que voy a comprar una casa. Es lo más probable. No creo que sea gran cosa, un departamentito o una casita de pasillo, pero ahora me están empezando a pesar ese tipo de responsabilidades.
La referencia es a Alegría, su beba de dos meses, que afortunadamente –para la entrevista–, se acaba de dormir. “Es perfecta”, dice bajito, pero sin ninguna clase de pundonor. Ahora, entre mamaderas, pañales y óleos calcáreos, Suárez vive su euforia particular. Y decimos ahora, porque desde que nació la pequeñita pasó buena parte de su escueta vida en una incubadora. “Fue horrible, pero el lado bueno es que de ahí seguramente van a salir cincuenta cuentos, dos o tres novelas y más de una obra de teatro. Al final resultó una experiencia alucinante; en el sentido más obvio de la palabra”. Pero si bien Alegría es lo que subyace en toda esta nueva etapa en la vida de Suárez, ella es en rigor un eslabón en una cadena de acontecimientos que ocurrieron así, todos juntos. Separarse, irse, enamorarse, embarazarse, aunque no necesariamente en ese orden. Pero en resumen fue eso: apostar y ganar.
Y como todo fue tan fuerte y tan rápido, la Suárez, que como toda buena canceriana es de metabolismo lento, decidió que sería bueno evitarse algunos de los efectos colaterales que trae aparejada la convivencia. Por eso, antes de que naciera la nena, alquiló otro departamento, justo al lado del que vivía, así la pareja atiende a Alegría a contraturno. El es noctámbulo, así que se encarga de los biberones nocturnos. También aficionado a las letras, escribe de noche.
Ella de noche duerme, porque para escribir, espera la siestita del bebé; ese espacio–temporal que toda primeriza espera con ansia para volver a ser algo más que un envase estirado y maldormido, lleno de leche y amor.
–Más allá del dinero y de la “chapa” de este premio, que vos tenés varios y muy importantes, ¿qué son los premios para vos?
–Más que nada, una estrategia de publicación. A falta de mecenas y con lo complicado de los mecanismos institucionales, los premios son una buena alternativa para poder publicar lo que uno hace. Además, los concursos permiten la confrontación; el que otro lea lo que hacés y lo elija entre muchos otros (en este caso, Perdida en el momento fue elegida entre más de 500 obras presentadas de Latinoamérica y el Caribe, Estados Unidos y España). Pero ojo, esto no quiere decir nada. Y si no ganás, tampoco significa nada. Puede ser que justo el jurado que te tocó no estaba interesado en tu propuesta, que el tema que tocaste no era lo que estaban buscando, que el concurso estaba arreglado, que se yo, mil cosas. O sea, la literatura es arte y el arte es lo más arbitrario que existe porque se basa en el gusto y como todos sabemos, sobre eso no hay nada escrito. Creo que la historia está en no resentirse y seguir adelante con la búsqueda estética, escribiendo mucho y leyendo más.
–Este tipo de reconocimiento ¿te conminan a ser más autocrítica o te permiten aceptarte y ratificar el rumbo de lo que estás haciendo?
–Sé que un premio como este debería tranquilizarme y permitir que la escritura empiece a fluir sola, pero la verdad es que me cuesta muchísimo. Pero sí, estoy haciendo un esfuerzo por aceptarme. Lo que ocurre es que soy una persona muy insegura, aunque ya a esta altura debería aceptar eso, más que como un defecto, como una herramienta de trabajo que me permite mejorar.
–A propósito de inseguridades, ¿por qué el seudónimo “Eleanor Rigby”?
–No sé, lo venía usando desde hace tiempo. Me gustaba la historia de la balada de Los Beatles, una mujer sola, que se muere sin otra cosa que su nombre… que se yo, me gustó.
–¡¿Qué se yo?!, Lennon y Mc Cartney cantan: All the lonely people, where do they all belong? (toda la gente solitaria, ¿adónde pertenece?
–Sí, bueno, algo tiene que ver conmigo, con cómo soy, con cómo me sentía hace algún tiempo, pero en fin…, son momentos.
–Y seguramente el personaje de Lena, la protagonista de Perdida en el momento, tampoco sabés de dónde salió…
–(Risas)… Su historia la empecé a escribir como un cuento de cinco carillas. En el camino se deformó y se convirtió en un cuento de quince carillas. Cuando estaba en 50 me agarró el ataque de pánico y dije: otra vez haciendo estupideces, de nuevo escribiendo sobre la pobre chica ingenua, perdida en un mundo hostil… Entonces, antes de tirarlo decidí que alguien lo tenía que leer, y se lo mandé a (Elvio) Gandolfo. A vuelta de correo había un mensaje amenazante: “Esto no es cuento, es una novela. Terminala o voy y te mato”. Obediente y sumisa como soy, hice precisamente eso. La terminé en agosto. Quedó una cosa rara, de treinta y algo de capítulos con un solo punto y aparte.
–Otra vez “la chica ingenua, perdida en un mundo hostil”, ¿dirías que ése es tu tema de escritora de la generación X?
–Nooooo…, también tengo el del hombre maduro que abandona intempestivamente a su joven e inteligente mujer (más risas).
–¿Qué hay de vos en Lena?
–No sé, puede ser que haya algunas cosas… Pero creo que la búsqueda de Lena podría traducirse literalmente en el ansia de encontrarse a uno mismo en la escritura. No me parece mal haber encontrado un tema, o un tipo de personaje, lo importante es que al lector no le resulte repetitivo. Por ejemplo, hace algunos años apareció el humor, y apareció sólo. Eso me parece bueno, quiere decir que el trabajo va generando cosas por sí mismo.
–¿Qué lugar ocupa Rosario en tus textos?
–Uno primordial. Hace sólo ocho meses que estoy viviendo aquí (en Buenos Aires). Eso no quiere decir que antes escribiera con escenarios o personajes de ahí, pero extraño muchísimo; mi familia, mis libros, mis amigos… ¡el río!, extraño horrores el río. Me dí cuenta de que el Paraná es algo que no existe en ninguna otra parte. Uno pasea viaja a Europa y ahí te muestran orgullosos unos riachos que son un horror, y nosotros tenemos ese río majestuoso, increíble…
–Sin esa musa, habrás tenido que inventar algo, ¿tenés algún método de trabajo especial?
–Tenía. Antes me levantaba y leía una hora y media más o menos. Después, café por medio, me sentaba frente a la computadora y abría el documento en el que estaba trabajando. Ahora eso es imposible; apenas Alegría cierra los ojos, corro a escribir como una desesperada, y tiene que ser rápido, antes de que se despierte y se me escape la idea.
–El año que viene se hace en Rosario el Encuentro Internacional de la Lengua, al que entre otras personalidades asistirán los Reyes de España, ¿te invitaron?
–Todavía no, pero por lo del premio ya me llamó el intendente nuevo, Lifschitz, así que, imáginate, ya con eso me siento un prócer.
ROSARIO 12 WEB – Domingo 23 de noviembre 2003 – N° 1592
En el diario Clarín pueden leer más:
http://www.cultura.clarin.com/suplementos/cultura/ultimo/u-662308.htm


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