Crónica: otro modo de dialogar con la información – Ivana ROMERO

UNIDAD 6
TEXTO FUENTE

Introducción
Hasta entrado el siglo XX, los periodistas se definían a sí mismos como cronistas, y a sus informaciones les daban nombre de crónicas. La crónica es el antecedente directo del periodismo actual. En ese momento, era el relato pormenorizado, secuencial y oportuno de los acontecimientos de interés colectivo. Es decir, era lo que ahora conocemos como noticia. Sin embargo, el periodismo no es una ciencia exacta. En la actualidad, esto se nota especialmente a la hora de clasificar y definir los distintos géneros. Si bien se conservan unas cuantas definiciones tradicionales, es indudable que las fronteras entre algunos géneros se están volviendo cada día más ambiguas.
Esto obligó a una especie de reacomodamiento de la información desde el punto de vista de la manera de expresarla. Las razones de estos cambios son diversas, y también son diversos los autores que las analizan. Entre ellos, un planteo interesante es el de Sibilia Camps y Luis Pazos, que observan dos cuestiones. Por un lado, la mayor velocidad de difusión que adquirió la noticia, a través de la radio y de la televisión primero y luego, con la incorporación del periodismo a través de Internet. De hecho, estas tecnologías a veces llevan a los diarios una ventaja de varias horas, e inclusive tienen la capacidad de ofrecerles a su audiencia la narración de los hechos informativos en el mismo momento en que éstos ocurren. Una situación semejante obliga a los medios gráficos a escribir las noticias de un modo distinto a como lo hacían a comienzos de siglo, cuando las nuevas tecnologías no estaban tan desarrolladas, y el concepto de inmediatez carecía de la premura que tiene ahora.
Camps y Pazos también remarcan la tendencia creciente de los diarios a utilizar técnicas y recursos de las revistas: en los visual, impresión en colores, mayor importancia de la fotografía, más cuidado del diseño y de la diagramación. En lo estrictamente periodístico, mayor cantidad de suplementos, en los que se da más espacio a la crónica y a las notas de color. Estas últimas son notas más descriptivas, ricas en detalles y vivencias que en general complementan los textos estrictamente informativos.
Esto último es evidente en el cambio de rumbo de las ediciones dominicales de los diarios en los últimos años. “Estoy absolutamente convencido de que en la situación en que está hoy el periodismo en el mundo, una gran esperanza de los periódicos escritos contra la fuerza de la televisión y la radio y otros medios informativos, para recuperar el interés de los lectores que sin duda está decayendo todos los días, está en las ediciones del domingo, cuando el lector tiene más tiempo para leer”, afirmó el Premio Nobel de literatura, Gabriel García Márquez, periodista de tiempo completo y uno de los más fervientes impulsores de los géneros estrellas del periodismo moderno, la crónica entre ellos.
Las ediciones dominicales fueron transformándose gradualmente a partir de la incorporación y recuperación de géneros entre los que la crónica jugó un papel primordial. Fue como el regreso a la semilla o el viaje a los orígenes; pero, con el agregado de una prosa moderna. En ese contexto, la crónica adquirió un nuevo rostro: comenzaron a ser importantes las voces de personas que no siempre tienen voz en las noticias por no ser las fuentes oficiales (gobernantes, funcionarios, miembros de asociaciones, por ejemplo) y en consecuencia, también los temas de la cotidianidad –que para una noticia no siempre son relevantes– comenzaron a cobrar protagonismo. También empezó a tener importancia el modo de narrar los hechos en clave más cercana a los modos literarios que a los estrictamente periodísticos, aunque estos últimos siempre están presentes en una buena crónica.
Es decir, la crónica es el género por excelencia para lograr que el periodismo supere su evanescente transitoriedad. La noticia es cuestión de un día; la crónica es el más allá de la noticia, hace que un hecho perdure en la memoria de las personas, aún cuando su latencia y sus consecuencias hayan desaparecido. Esto se logra gracias a que utiliza unas herramientas y recursos más literarios, lo que no significa, ni mucho menos, que deje de ser periodismo y de estar al servicio de la realidad.
Diversos conceptos de crónica
En 1986, los mexicanos Vicente Leñero y Carlos Marín publicaron un Manual de Periodismo, que se ha transformado en un texto clásico de uso cotidiano en las academias. Sin embargo, en la edición de ese momento hay una advertencia que indica que “este manual fue originalmente, hace 25 años, un curso de periodismo por correspondencia”. Así las cosas, y de acuerdo a lo dicho más arriba, se entiende que el concepto de crónica que elaboraron estos autores estuviese muy ligado al de noticia. “La crónica es el antecedente directo del periodismo actual. Es el relato pormenorizado, secuencial y oportuno de los acontecimientos de interés colectivo. Se ocupa fundamentalmente de narrar cómo sucedió un determinado hecho; recrea la atmósfera en que se producen los sucesos públicos”. En esa definición, la diferencia con el concepto de noticia es sutil. De “noticia” los autores dicen: “Es el género fundamental del periodismo, el que nutre a todos los demás y cuyo propósito único es dar a conocer los hechos de interés colectivo”.
José Luis Martínez Albertos, catedrático de la Universidad Complutense de Madrid, indicaba, a comienzos de los 80, que “la crónica es una información interpretada sobre hechos actuales. Su estilo está determinado por quien la escribe, razón por la cual, en ella, se permiten los juicios de éste, así como un manejo libre del lenguaje, puesto que una crónica puede ser narrativa, descriptiva o literaria; además, el sujeto que narra la historia puede bien estar implícito o explícito”. “Su extensión puede variar, ya que depende del enfoque que le dé el escritor y de la cantidad de hechos a los que recurra para poder llevarla a feliz término. Sus fuentes, por lo general, son directas; es decir, recurre a las personas o entidades que presenciaron los hechos, pero, y por encima de todo, a sus protagonistas”, finaliza el español.
Más cercanos en el tiempo, Camps y Pazos consideran que la crónica “es la narración de un hecho o situación mediante técnicas de la redacción que permiten mayor libertad en el modo de transmitir la información”. A modo de ejemplo enumeran “un enfoque particular del hecho o de la situación, que puede admitir incluso dar información sólo acerca de determinados aspectos, aunque más detallada; una construcción flexible, que admite recursos expresivos propios de la literatura; un estilo personal”.
Crónica y noticia
La noticia y la crónica tienen puntos en común y también, diferencias. Ambas abordan hechos reales, pero la crónica es, además de un hecho informativo, un hecho estético.
La noticia se escribe para un receptor presuroso, que no puede dedicar todo su tiempo disponible a un solo asunto. Por ello, el periodista no puede detenerse en detalles secundarios ni en descripciones minuciosas. La crónica, en cambio, está dirigida a un lector vivamente interesado en el asunto y dispuesto a dedicar a la lectura del escrito el tiempo necesario. Desea sentirse trasladado al lugar; le importan los detalles secundarios y gusta de las descripciones minuciosas. En consecuencia, normalmente, la crónica es más extensa que la noticia.
A diferencia de la noticia, que es una suerte de matemática y que trabaja con fórmulas establecidas ineludibles, donde el periodista se limita a resumir los hechos más relevantes, la crónica es un texto que desarrolla el aspecto secundario o de color de un acontecimiento importante, que ya ha sido objeto de tratamiento noticioso.
Para hacer una crónica, no obstante, no es imperioso que la anteceda una noticia –un incendio, una calamidad, una posesión presidencial, la llegada del hombre a otro planeta–. En consecuencia, la crónica no es hija natural de las noticias, pues cualquier fragmento de la realidad, bien recortado, es susceptible de convertirse en una magnífica crónica.
Escribir una crónica
Un asunto muy interesante para nosotros, en el marco de Redacción I, es analizar cuáles son los elementos que hacen de una crónica un buen texto periodístico. En ese sentido, el periodista Germán Sopeña –secretario general del diario La Nación hasta su fallecimiento, en 2001– propuso cinco puntos de análisis aplicados a los diversos géneros, a partir de reflexiones sobre la escritura que realizó el escritor italiano Italo Calvino. Se desprende de esto que la reflexión sobre nuestra herramienta, la palabra, interesa tanto a escritores como a periodistas. Aunque con fines distintos, todos los hombres y mujeres deseamos comunicarnos entre nosotros, y lograr que esa comunicación, además de efectiva, pueda tener rasgos nobles, de belleza y compromiso en el decir.
Calvino pronunció una serie de conferencias en la universidad de Harvard en 1985, que luego, tras la muerte del autor, fueron reunidas en el libro Seis propuestas para el próximo milenio. Allí, Calvino propuso seis criterios de escritura. Sopeña apunta que bien vale la pena recordarlos “cada vez que se encara hasta el texto periodístico menos ambicioso. Y digo aparentemente, porque va de suyo que todo texto periodístico, desde el epígrafe de una foto al título de la primera página o el más sesudo análisis editorial, supone que el periodista debe atacar todo con la máxima ambición”.
Entonces, pensaremos estos criterios en función de la escritura de una crónica pero, como advierte Sopeña, es bueno tenerlos en la memoria como forma de encarar cualquier texto periodístico. Esos seis criterios son definidos por Calvino como los siguientes: levedad; rapidez, exactitud; visibilidad; multiplicidad; y consistencia.
Calvino entiende la levedad como lo opuesto a la pesadez, o sea, lo opuesto a las limitaciones para moverse y pensar. ¿Cómo aplicarlo al texto periodístico? Recordando que nada hace tan efectivo a un texto como su levedad en el sentido de captar lo esencial.
Sobre la rapidez, Calvino la entiende como la concisión extrema asociada con la simultaneidad de ideas y con una agilidad que le otorga movilidad y desenvoltura al mensaje. Aplicado al periodismo, eso puede traducirse en que todo texto debe apuntar una concentración de imágenes, datos y conceptos que asegure la llegada más veloz posible al destinatario.
En cuanto a la exactitud, Calvino habla de la necesidad de un diseño bien definido y bien calculado; de evocar imágenes nítidas e incisivas; de utilizar el lenguaje más preciso posible. A otro tanto debemos aspirar cuando escribimos un texto periodístico.
La visibilidad está vinculada a su oposición con la oscuridad, a borrar del texto cualquier expresión que se preste a la confusión. Sopeña apunta que para el periodismo es importante hacer visible lo invisible. ¿Para qué? Para distinguir lo esencial de lo secundario, y brindarle esa distinción al lector a través del texto. También, para comunicar lo que deseamos con la mayor claridad posible.
El concepto de multiplicidad complementa la visibilidad. Es decir, al mismo tiempo que el escritor o periodista debe privilegiar lo visible, también debe tener en cuenta, la múltiple influencia de muchos factores que quizás el relato necesite para que el lector comprenda los puntos principales. De un modo un tanto esquemático, se puede decir que una crónica responde a los puntos establecidos por las 5W canónicas de la noticia, pero al ser un tipo de texto que también dialoga con lo literario, la narración posibilita otros esquemas de ordenamiento de esa información.
Finalmente, la consistencia viene a ser el revoque del edificio que asegura la presentación ideal de un texto. ¿Cuántas veces hemos visto algún texto que, si bien es atractivo, o novedoso, o sugerente, puede quedar en un intento a medias porque algo en su construcción nos sugiere que allí escasea la consistencia necesaria, un desarrollo coherente y cohesionado del texto que se sostiene a sí mismo? También es posible añadir a la consistencia un nuevo sentido. Crónica es sinónimo de autosuficiencia, en el sentido que debe sostenerse por sí misma. El cronista debe ser lo suficientemente audaz para mantener cautivo al lector y permitir su “liberación” sólo al final del relato, cuando la historia ya ha sido degustada y asimilada a través de la multiplicidad de sus detalles.
A modo de síntesis
Es importante recalcar que un cronista establece un puente directo con el lector a través de historias, evocaciones, recuerdos, personajes, lugares, hechos o situaciones, trabajados con la acentuación del relato, ese fluir narrativo que desplaza imperceptiblemente las acciones frente a los ojos y la imaginación. Y es que el cronista hace uso de las técnicas propias de la literatura. Por eso, la crónica admite el tono subjetivo y los juicios de valor del periodista basados en la realidad. No obstante es un texto analítico, narrativo y descriptivo, y no de opinión.
La crónica es una combinación sabia de narración, percepción, estadística, descripción, y poesía. El secreto de esta combinación, como el de un cocinero, consiste en administrar las dosis exactas de cada uno de estos elementos. El hilo que reúne a cada uno de estos elementos como cuentas de un collar son las palabras. Redescubrir la belleza del lenguaje, saborear cada palabra, buscar aquella que se ajusta con exactitud a lo que queremos decir, o dejarnos sorprender por alguna nueva que no conocíamos, todo eso es también permitirnos narrar de un modo siempre curioso y asombrado ante lo que ocurre a nuestro alrededor.
Una escritora española, Rosa Montero, escribió: “Las palabras son como peces abisales que sólo te enseñan un destello de escamas entre las aguas negras. Si se desenganchan del anzuelo, lo más probable es que no puedas volverlas a pescar. Son mañosas las palabras, y rebeldes, y huidizas. No les gusta ser domesticadas”. Lo mismo ocurre con las ideas, y con el trabajo de escritura, que a veces se nos torna indómito, y sólo en pocas oportunidades se nos presenta como un mar terso que nos invita a la zambullida. En cualquier caso, las cosas que ocurren, las grandes y las menos perceptibles a simple vista, están allí, a la espera de una palabra, la nuestra, que las nombre. Y es que la crónica es un modo de volver a narrar el mundo.
Bibliografía
Camps, Sibila y Pazos, Luis. Así se hace periodismo. Buenos Aires, Paidós, 1996.
Leñero, Vicente y Marín, Carlos. Manual de Periodismo. México, Grijalbo, 1986.
Martínez Albertos, José Luis. Curso general de redacción periodística. Barcelona, Mitre, 1983.
Montero, Rosa. La loca de la casa. Buenos Aires, Suma de Letras, 2005.
Sopeña, Germán. “El texto periodístico, hoy (El otro calvinismo)” en Puro periodismo, Wiñazki, Miguel (comp.) Buenos Aires, Guía editorial, 2000.