Entre el principio y el fin

ACTIVIDAD TEXTO BASE 3 / Ir a Superestructuras narrativas

1. Lean “Cómo nace un texto” y reconozcan los pasos que Borges sigue para escribir un cuento.
2. ¿Este relato les recuerda algún proceso ya estudiado en la materia? ¿De qué manera los comparan? Escriban sus reflexiones.
3. Borges habla de la necesidad de determinar lugar y tiempo o época para redactar un cuento. Analicen estos elementos en los textos narrativos de la actividad “Narrativas naturales y artificiales”.
4. Respondan reflexivamente a estos problemas:
¿Cuáles son las diferencias entre la información de tiempo y lugar de una narrativa cotidiana y una de ficción?
¿Cuáles son las semejanzas?
Señalen pasajes de los textos narrativos en los que aparezcan referencias de tiempo, épocas, lugares, ambientes.
5. Opcional para lectores que leen con placer y atención y desean encontrar algunos perfiles inquietantes sobre estas cuestiones. El cuento “El jardín de los senderos que se bifurcan”, de Jorge Luis Borges, incluído en su obra “Ficciones”, contiene una buena historia y una teoría sobre el misterio de los cuentos. Para averiguar cómo hablaban “esos orilleros muertos”, amerita la lectura de “Hombre de la esquina rosada” en www.literatura.org/Borges

Fragmento de “Diálogos” entre Jorge Luis Borges y Osvaldo Ferrari, Seix Barral, Barcelona,1992, publicado en el suplemento Cultura y Nación del diario Clarín, el 13 de junio de 1996, como edición de homenaje a Borges en el décimo aniversario de su muerte.

CÓMO NACE UN TEXTO
Jorge Luis Borges

Empieza por una suerte de revelación. Pero uso esa palabra de un modo modesto, no ambicioso. Es decir, de pronto sé que va a ocurrir algo y eso que va a ocurrir puede ser, en el caso de un cuento, el principio y el fin. En el caso de un poema, no: es una idea más general, y a veces ha sido la primera línea. Es decir, algo me es dado y luego ya intervengo yo, y quizá se echa todo a perder. En el caso de un cuento, por ejemplo, bueno, yo conozco el principio, el punto de partida, conozco el fin, conozco la meta. Pero luego tengo que descubrir, mediante mis muy limitados medios, qué sucede entre el principio y el fin. Y luego hay otros problemas a resolver; por ejemplo, si conviene que el hecho sea contado en primera persona o en tercera persona. Luego, hay que buscar la época; ahora, en cuanto a mí –eso es una solución personal mía-, creo que para mí lo más cómodo viene a ser la última década del siglo XIX. Elijo –si se trata de un cuento porteño-, lugares de las orillas, digamos, de Palermo, digamos de Barracas, de Turdera. Y la fecha, digamos 1899, el año de mi nacimiento, por ejemplo. ¿Porque quién puede saber, exactamente cómo hablaban aquellos orilleros muertos? Nadie. Es decir, que yo puedo proceder con comodidad. En cambio, si un escritor elige un tema contemporáneo, entonces ya el lector se convierte en un inspector y resuelve: “No, en tal barrio no se habla así; la gente de tal clase no usaría tal o cual expresión”.
El escritor prevé todo esto y se siente trabado. En cambio, yo elijo una época un poco lejana, un lugar un poco lejano; y eso me da libertad, y ya puedo fantasear o falsificar, incluso. Puedo mentir sin que nadie se dé cuenta, ya que es necesario que el escritor que escribe una fábula –por fantástica que sea- crea, por el momento, en la realidad de la fábula.