La coherencia como principio en la regulación de la producción discursiva – M. CHAROLLES

UNIDAD 4
TEXTO FUENTE/ Ir a Coherencia
En otros textos intenté defender la idea de que la coherencia -diferente de la conectividad- no es una propiedad inherente de los discursos sino un constructo por parte de los intérpretes. Argumenté que el receptor (I) a priori hace todo lo posible por asignar a los eventos discursivos que recibe, una representación coherente del significado –es decir, una configuración aceptable de relaciones entre individuos y situaciones denotados por los eventos discusivos.
Para construir esta configuración, por ejemplo, cuenta con los indicadores de conexidad (conectores) presentes en los elementos discursivos. Los indicadores de conexidad suministran instrucciones convencionales que guían el proceso interpretativo; indican al receptor el tipo de relaciones que establece el articulador (Lo) entre las situaciones que emite.
Estos indicadores son marcas suministradas por Lo para I; señalan a I un puro esquema relacional. I debe completar esta armazón con los componentes discursivos que puedan ocupar un lugar en él, para tener acceso a la manera en que Lo encadena individuos y/o situaciones.
La coherencia es un principio para la interpretación del discurso. Normalmente, I elabora numerosas hipótesis a partir de las emisiones que recibe. A éstas debe considerarlas ( y posiblemente reconsiderarlas) de manera tal que, al final del proceso interpretativo (o reinterpretativo), pueda haber accedido a una configuración de relaciones entre individuos y/o situaciones que le parezcan aceptables sobre una base de la representación que tiene en mente, de lo que Lo quiere significar mientras fue diciendo lo que dijo.
En las páginas siguientes, examinaré el principio correspondiente al nivel de la producción discursiva. Defenderé la idea de que la coherencia es también un principio que gobierna las emisiones discursivas. En su versión cooperativa generosamente idealista, esta hipótesis sostiene que Lo ofrece -en principio y por principio- a I todas las indicaciones relacionales relevantes necesarias para que comprenda la coherencia de su discurso. Esto Lo es capaz de manejar con eficiencia las posibilidades de las indicaciones relacionales adheridas a ciertas palabras y construcciones que pertenecen a la lengua empleada. Hablaremos de un manejo inteligente de estos medios relacionales cuando seamos capaces de establecer que Lo distribuye instrucciones interpretativas acordes con un razonamiento (o cálculo) que tiene en cuenta:
-su plan ( o proyecto) de comunicación al momento preciso del proceso discurso-producción.
-su representación de las habilidades interpretativas de I.
Preferiría hacer dos observaciones generales antes de examinar estos puntos. Primero: desde un “punto de vista filosófico”, la hipótesis de que coherencia es un principio que gobierna los discursos no es particularmente extravagante. . Considerando que el sujeto que recibe algún evento discursivo no puede ignorar que éste se produce para significar algo -aunque fuera un absurdo-, de manera similar el sujeto que produce una emisión discursiva no puede ignorar que ésta se interpretará como que expresa cierto significado. Como la coherencia es el significado mínimo que permite acceder a otras interpretaciones (interpretaciones indirectas), parece razonable imaginar que Lo hace todo lo posible para que I tenga éxito al calcular, al menos, las relaciones que Lo establece entre las diferentes partes de lo que dice.
La segunda observación es, de algún modo. Diferente. Para establecer que el empleo de algunos portadores de conexidad corresponden a los cálculos inteligentes de Lo, sería necesario llevar a cabo investigaciones psicocognitivas. Diversos métodos pueden utilizarse par este fin. Entre los estudios devotos de los procesos de escritura, uno de los practicados es el de protocolo, donde se solicita a los adultos que digan en voz alta algo que piensan, y algo que les sucede mientes efectúan la tarea de escribir (Hayes y Flower, 1980: 4). En las páginas siguientes, no recurriré a tales métodos. Nuestro propósito consiste en inducir un conocimiento relevante para otras observaciones psicológicas. El tipo de aproximación que desarrollaré, pertenece al análisis procesal (Elkmer, 1982); de todos modos, sólo aspira a ser una preparación lingüísticamente orientada para un estudio más controlado (sobre problemas generales de producción del habla y estrategias en el planeamiento del discursos, ver Zammuner, 1981).
Tratamiento inteligente y estrategia
Un manejo inteligente es un manejo gobernado por la evaluación de lo que debe hacerse. Esto presupone un proceso de decisión; los sujetos deciden llevar a cabo una de varias acciones para alcanzar una meta.
Para aclarar estas nociones, consideramos un ejemplo de inteligencia observado cuando este comportamiento tuvo efectos notables en la definición de las estrategias de emisión.
Experimentalmente se ha establecido (Just y Carpenter; Frazier y Rainer ) que los lectores, cuando se enfrentan con oraciones ambiguas incluidas en textos breves no emplean más tiempo considerándolas de lo que invierten en leer emisiones no ambiguas de una misma lengua. Estas observaciones demuestran que los lectores no asignan igual importancia a las 2 o n interpretaciones teóricamente posibles en un evento ambiguo. Adoptan una y sólo una lectura, y continúan con ésta hasta que pueden. No establecen posibles alternativas anticipadas, consideran al texto de acuerdo con el sentido de la interpretación que han adoptado. Este proceso llamado estrategia de senderos, implica una labor de decisión determinada por rasgos de contexto y cotexto; no obstante, escapa a la conciencia del sujeto. Además se ha establecido que cuando el lector enfrenta una dificultad -por ejemplo, una información que no se ajusta con la orientación interpretativa previamente adoptada- es capaz de retomar los pasajes relevantes para conseguir la primera interpretación. Su reanálisis corresponde a su inteligencia, pues en situaciones catastróficas, el sujeto no reinterpreta el texto total o no regresa a pasajes irrelevantes para resolver el problema encontrado.
En lo concerniente al manejo de Lo de las indicaciones relacionales utilizadas para el acceso a la coherencia de este discurso, hablaremos de un estrategia inteligente cuando Lo tiene en cuenta las maneras comunes de interpretación que I intenta adoptar -es decir cuando el proceso de decisión de Lo incluye como parámetro, por ejemplo, la estrategia natural de lectura de I. El siguiente ejemplo ilustra una de estas estrategias. Es un extracto de un diario francés ( Est Républicain, 11-1-83 ). Reprodujimos sólo el comienzo del texto, dado que es adecuado para lo que deseamos mostrar. La traducción castellana es un recurso para ayudar a la comprensión de la versión francesa que permite observar este interesantísimo fenómeno:
(1) Nouvelle affaire d’autodefénse.
ELLE CHERCHIAT SON CHAT:
SON VOISIN TIRE
ET L’ATTEINT Á LA TETE.
Un macon de 44 ans, M Vicente Duarte, a blessé d’un coup de fusil de chasse sa voisine, qui venait chercher son chat dans son jardín, dimanche, à Osny (Val-d’Oise) , près de Pontoise.
Mme. Christiane Boulaire, secrétaire de 26 ans, aviat pénétré dans le jardin de M. Duarte…
Nueva cuestión de autodefensa.
ELLA BUSCABA A SU GATO.
SU VECINO DISPARA
Y LA HIERE EN LA CABEZA
Un albañil de 44 años, Vicente Duarte, hirió con un disparo de fusil de caza a su vecina, quien buscaba a su gato en el jardín de Sr. Duarte, el domingo, en Osny ( Val-d’Oise) cerca de Pontoise.
La Sra. Christiane Boulaire, secretaria de 26 años, penetró en el jardín del Sr. Duarte…
Prácticamente todos los sujetos a los que el texto se presenta, declaran luego de la lectura, que el vecino de la Sra. Boulaire la cazó a ella ( es decir, a la Sra. Boulaire), no a su gato. Sólo pocos lectores señalaron que podrá haber sido posible entender que el Sr. Duarte disparó al gato de la Sra. Boulaire, pero que esta interpretación -perfectamente posible en la versión francesa, donde el pronombre l’ ( la en la versión castellana) es ambigua – realmente no concuerda con el título. Si el artículo hubiera mencionado que el Sr. Duarte hirió al gato de la Sra. Boulaire, estos lectores
i) habrían pensado que naturalmente interpretaron el título en un sentido, el cual no fue el único posible
ii) habrían corregido sus interpretaciones previas y conectado el pronombre l’ a son chat (con un posible movimiento ocular retrasado hacia esta zona del texto).
Tal método de lectura es típico de la estrategia del sendero con un reanálisis inteligente en situaciones catastróficas. Si el autor del texto hubiere formulado este título de manera tal que evitara cualquier ambigüedad, en esta instancia, podría adoptar:
ELLE CHERCHAIT SON CHAY
SON VOISIN TIRE
ET LA BLESSE A LA TETE
ELLA BUSCABA A SU GATO
SU VECINO DISPARA
Y LA HIERE EN LA CABEZA
De esta manera, el escritor tiene a su disposición artificios lingüísticos (en francés) para producir un texto sin ambigüedad pronominal. No obstante, la ambigüedad del título original es puramente teórica, confirmada por el hecho de que prácticamente ninguno de los lectores la percibió. Por tanto, la formulación adoptada por el autor es perfectamente eficiente; pues los lectores normalmente tratan el texto de un manera conveniente –es decir, en un sentido que es confirmado por el resto del texto. El modo de expresión elegido es inteligente –aunque no muy creativo- pues sirve a la meta comunicacional del escritor.
Este ejemplo muestra la noción de eficiencia, cuando aplicada a procesos de interpretación, debe definirse en relación con las condiciones naturales que regulan la labor interpretativa. Por lo tanto, un manejo inteligente de los portadores de conexidad -aquí marcadores anafóricos- supone que Lo los distribuye teniendo en cuenta las condiciones naturales de interpretación (Eikmer) que determinan la mayoría de las estrategias (por ejemplo, la lectura) en una situación precisa de recepción. La situación de recepción -más precisamente la representación que hace Lo de ésta- determina la elección de una estrategia de lectura. Si la emisión:
Elle cherchait son chat, son voisin tire et I’atteint à la tete.
Ella buscaba a su gato, su vecino disparó y la hirió en la cabeza.
se recortará del papel como ejemplo de los anafóricos, el texto (1) no sería, desde ya, leído idénticamente por un lingüista.
En el texto original, el comentario Nueva cuestión de autodefensa es también un encabezamiento como la resolución del pronombre l’ para designar a elle, dado que se reconoce que tales asuntos sólo conciernen a seres humanos, e implica que el sujeto aplicó justicia a otra persona. De manera similar, el hecho de que el texto (1) apareciera en un sector del periódico no especializado en asuntos de defensa de animales, es relevante para el acuerdo de la interpretación de l’ = elle, pues el lector infiere que la información concierne, como es habitual, a un comportamiento de seres humanos. Así la manera en que Lo toma o no ventaja de la situación en que se recibe un texto, es significativa para el análisis de su estrategia de emisión.
Ahora examinaremos otros dos textos: el texto (2) es una nueva ilustración de la hipótesis cooperativa, mientras que el texto (3) es un ejemplo típico de una estrategia no cooperativa de escritura.
La historia de Tancredo y Clorinda
EI siguiente texto es una breve abstracción de la historia de Tancredo y Clorinda. Fue presentada al público antes de la representación de la ópera de Monteverdi. Esta intentaba ayudar a la audiencia que no comprendía el italiano para que pudiera seguir la trama de la obra.
(2) La historia:
Tancredo, el cristiano, ama a Clorinda, la musulmana. Esta, una audaz y hermosa guerrera, dispara a una de las torres de los cruzados. Tancredo quien. por supuesto, no la identifica, la persigue y la desafía a un combate singular.. La lucha comienza…El único testigo es la noche que parecía esconder en su seno aquel tenebroso drama. La joven doncella escapa al asedio del caballero ( ‘el asedio de un enemigo, no de un amante’ ). Pero justo antes de que el sol asome, ella se debilita: una terrible herida atraviesa su joven y delicado cuerpo. Vencida, pide a Tancredo que la bautice. Tancredo va y trae agua de un arroyo cercano. Se acerca a su adversaria para Ilevar a cabo su piadoso servicio. Retira su yelmo, reconoce su rostro y ‘queda sin voz y sin palabras’, mientras el cielo se abre a la muerte :
EI pasaje que nos interesa es el siguiente: Trancedo quien por supuesto no la identifica…Nos gustaría mostrar que la manera de escribir de Lo presupone un cálculo inteligente que se manifiesta en el evento de esta información; la meta de Lo es economizarle al lector un laborioso reanálisis.
Primeramente señalaremos que la producción de esta pieza de información responde a una pura necesidad textual. Verdaderamente, si consideramos la obra dramática en sí, no es esencial para la comprensión de la acción. En esta instancia, podemos imaginar perfectamente a un productor que trata de comunicar a la audiencia el hecho de que el enemigo desafiado por Tancredo no es Clorinda, a fin de conducir al trágico descubrimiento final del héroe. AI describir precisamente que Tancredo desconoce la identidad de su adversario al comienzo del combate, satisface la necesidad ligada a la comprensión no de la trama de la ópera sino del texto (2). ¿Cómo se concibe esta suerte de necesidad? Si suprimimos en (2) la cláusula quien, por supuesto no la identifica… obtenemos un nuevo texto (2′) que aún es comprensible pero que implica una estrategia de lectura a un alto costo cognitivo. Un lector de (2′) no tiene motivo, a primera vista, para no interpretar que la se refiere a Clorinda. Lo mismo sucede con las descripciones siguientes la joven doncella, su adversario y los pronombres. EI lector que interpreta (2′) de esta manera, enfrenta un problema de coherencia al final del texto. Su problema radica en esta cuestión:¿cómo puede el escritor de (2′) decir que Tancredo descubre repentinamente que ha herido el delicado cuerpo de Clorinda, mientras que los pasajes precedentes implican que él sabe que está luchando contra ella? La inferencia Tancredo lucha contra Clorinda (y él lo sabe) es provocada por el modo expresivo adoptado en esta versión del texto. Ésta no se basa en materias propiamente lingüísticas sino que es provocado naturalmente.
Lawler considera que en tales instancias, I cumple con la hipótesis normal; es decir, I actúa como si la emisión fuera interpretada en un contexto transparente. Esta es “la estrategia menos costosa’” (Lawler) y Lo, que sabe que esta estrategia es normal, sólo indica a I que él no es responsable de una descripción definida o de una denominación. Lawler dice también que “cuando I no percibe ninguna contradicción, I interpreta las descripciones como si fueran hechas por el participante responsable de estas”.
Esta estrategia explica lo que ocurre cuando alguien lee la versión (2′) de la historia de Tancredo y Clorinda. Cuando el lector Ilega a Tancredo la persigue y la desafía… no tiene motivos para suponer que hay un cambio de espacios mentales en este punto del texto. Cumple con la hipótesis normal según la cual, si el escritor no marca explícitamente un cambio de espacio mental, puede seguir interpretando el texto de la misma manera que en los pasajes precedentes. Como las dos primeras oraciones no contienen ninguna marca que implique una lectura opaca, I las trata a manera de contexto transparente y hace lo mismo con el resto del texto. Cuando Ilega a …reconoce su rostro… I es obligado a reconsiderar su estrategia para preservar la coherencia del texto. Por eso retrocede en el texto ( reanálisis inteligente) hacia Tancredo la persigue y la desafía… Calcula que hay un cambio en la manera en que Lo sustenta las denominaciones, descripciones y referencias relacionadas con Clorinda, y concluye que Tancredo no sabe que el lucha contra Clorinda al comienzo del combate. Continúa con esta nueva interpretación hasta el final del texto y, al ver que no ocasiona mayores problemas, considera que este modo de comprensión es el requerido por (2′). Este reanálisis es posible debido al fenómeno de subdeterminación lingüística en los cambios de espacio (Fauconnier). (2′) admite una lectura similar a la segunda lectura observada arriba, pues no hay regla lingüística que obligue a Lo a señalar un cambio de espacios mentales en tal contexto
Desde un punto de vista cognitivo, (2’) requiere un reanálisis relativamente extenso que puede constituir una pesada carga para el lector. Verdaderamente, él debe situar un punto posible de cambio de espacios, volver a este punto que está distante del lugar catastrófico, y corregir su primera interpretación sobre este punto. Si Lo creyera que esta estrategia de reanálisis es muy costosa y pudo ver un medio conveniente, apto para facilitar la tarea del lector, probablemente emplearía este artificio, y así ahorrará al lector un extenso proceso de reinterpretación. Este es quizás el motivo por el cual el autor de (2’) mencionó en la versión original que Tancredo desconocía por supuesto la identidad de su adversario el comienzo del combate.
Un ladrón en la noche
El siguiente ejemplo suministra otra ilustración de la hipótesis normal evocada anteriormente. Es un extracto de la revista americana New York (Sept. 1,1980 ), reimpresa por Hatakeyama, J.S. Petöfi, E. Sözer:
(3) Un ladrón en la noche
Durante el reciente choque de tránsito, un joven caminaba desde el trabajo hacia su casa cruzando el parque. Era tarde y estaba solo. A mitad de camino, vio que alguien se le acercaba. Tuvo, por supuesto, un arrebato de miedo. Cambió de rumbo, y el extraño también. Pero como ambos cambiaron de rumbo en la misma dirección tropezaron.
Unos momentos después, el joven pensó que difícilmente se trató de un accidente, y buscó su billetera.
Ésta había desaparecido.
Encolerizado por el triunfo, se volvió, detuvo al carterista y le pidió su billetera.
El hombre se la entregó.
Cuando llegó a su casa, lo primero que vio fue su billetera sobre la cama.
No podía evitar la verdad. Había asaltado a alguien.
Los fenómenos que podemos observar en conexión con este texto, son de la misma naturaleza que los que describimos en la historia de Tancredo y Clorinda. La peculiaridad de (3) radica en el hecho de que el lector cae sistemáticamente en la trampa y se lo obliga a reinterpretarla. Verdaderamente cualquiera que observe a través del texto no tiene motivo para sospechar, en una primera lectura, que la descripción definida el carterista y las expresiones su billetera, el hombre se la entregó deben entenderse de un modo opaco. Considerando que estas expresiones no están marcadas, el lector las interpreta según el modo normal –es decir, del mismo modo adoptado para el tratamiento de los pasajes precedentes del texto. Dado que los pasajes precedentes son de fácil interpretación a la manera de contexto transparente (como una novela relatada por un narrador omnisciente) el lector no piensa que las expresiones citadas arriba necesitan un tratamiento opaco particular. Así, cuando el lector descubre al final del texto que el ladrón no es el que él creía, la única solución es observar nuevamente el pasaje donde se extravió. Este proceso de reinterpretación está ligado prácticamente al acontecimiento. Además, no sólo lo conciernen el carterista, su billetera y el hombre se la entregó; la conexión también reside en ésta desapareció y aún con el título.
¿Cómo eligió las expresiones que pueden o deben ser corregidas? ¿Cómo determinar, en esta instancia, el alcance del proceso de corrección? La cuestión surge debido a que I comenzaría a sospechar y reconsiderar otras expresiones que las indicadas arriba. Pero nadie piensa mientras reinterpreta (3), luego del descubrimiento del punto final, corregir su comprensión de alguien… en vio que alguien se le acercaba. Este punto es importante porque nos permite marcar suposiciones más precisas sobre lo que sucede durante la fase de reanálisis, y por qué el reanálisis es inteligente. Además, puede conjeturarse que el lector considera el problema al cual se confronta, como la base para el proceso de reanálisis. De este modo, recoge y corrige sólo la información ligada con la base del problema. Dado que el problema en (3), en esta instancia, consiste en conocer a quién pertenece la billetera, el actor es capaz de corregir sólo el dato del texto conectado con el tema en cuestión.
Preferiría agregar dos observaciones sobre (3). Primero, el autor habría separado a sus lectores del proceso de reinterpretación. Las marcas de cita, o expresiones referidas según Lawlor, señalarían, por ejemplo, la opacidad del carterista. Si el escritor de (3) hubiera escrito detuvo al “carterista” y le pidió “su” billetera. El hombre se la entregó…, el lector habría advertido que Lo no quiere ser responsables de las expresiones entre las marcas de la cita. Por otra parte, el título también debería formularse así: Un ladrón en la noche, Así se invita al lector a inferir que si el escritor no aceptó las denominaciones y descripciones citadas, se debe a que él las juzgó como falsas. De esta manera, los lectores habrían anticipado el final de la historia. Pero dado que (3) sólo se interesa por las singularidad de su final, ciertamente explica el motivo por el cual el escritor eligió un modo de expresión particularmente subdeterminado. Finalmente, podemos conjeturar que voluntariamente ha formulado la historia de esta manera para engañar a sus lectores del mismo modo en que el joven engaña al “carterita” del relato. Por lo tanto, podemos ver cómo el escritor construye inteligentemente sobre la inteligencia del lector y las estrategias naturales de interpretación.
El segundo punto concierne a un tópico más lingüístico. La posibilidad de decepción en la lectura se debe aquí al fenómeno de subdeterminación en los cambios de espacios mentales comunes en la comunicación de la lengua natural. También se debe la empleo del estilo indirecto el cual pierde ambigüedades imposibles en el estilo directo. Aún cuando el pedido del joven se hubiera expresado como:
Detuvo al carterista y le dijo: “Deme mi billetera”. El hombre se la entregó
El empleo de marcas de cita aún hubiese sido posible:
Detuvo al carterista y le dijo : “Deme mi billetera”. El hombre se “la entregó”…
Pero la reinterpretación final no habría sido más fácil. ¿Por qué? La dificultad viene de la mención de que el hombre entregó la billetera al joven. Si el hombre acepta “entregar” la billetera, se le permite al lector inferir que el hombre la robó, y el final del texto se hace prácticamente inconcebible. Las marcas de cita sobre la entregó no cambiarían el problema. En tal contexto, probablemente se habrían interpretado de manera similar a una marca de cita literal, que indica que el hombre en realidad ha empleado el verbo entregar durante el intercambio y, consecuentemente, que ha reconocido el robo de la billetera. En el estilo directo, el pasaje examinado aquí se hace prácticamente imposible de recuperar mediante un reanálisis inteligente. EI empleo de marcas de cita no facilitan en absoluto el proceso de reinterpretación. Esto se explica fácilmente: el uso del estilo directo no permite ambigüedades en los contenidos de los universos de creencias o espacios de mentales de Lo y los participantes involucrados. Si el joven dice a su interlocutor “deme mi billetera”, esto prueba que él cree que la persona a quien habla la ha robado y le indica su creencia. Luego, si el interlocutor entrega la billetera, esto prueba que ha aceptado la creencia de Lo como relevante para el intercambio. Así, el universo de creencias del joven se presenta compartido y consecuentemente legitimado por el participante del diálogo que es un testigo ontológicamente decisivo. Por lo tanto, Lo no puede marcar este universo como falso.
De este modo, podemos ver cómo el escrito de (3) toma ventaja de las posibilidades de subdeterminación ofrecida por el estilo directo. El hecho de que no emplee el estilo directo es otra evidencia de la inteligencia y perfidia de su estrategia de escritura que está lejos de ser cooperativa en el sentido clásico de la palabra.
Adaptado de M. Charolles, “Coherence as Principle in the Regulation of Discursive Production”, en W. Haydrich et al., Connexli and Coherence, Londres, De Gruyter, 1989: 3-15. Traducción de Gabriela Folchieri.