DE LOS SANTOS  Germán- LASCANO Hernán

Capítulo 10                                   SALVAR A LA FAMILIA (fragmento)

Estaba sentado frente a un escritorio funcional bajo una luz huraña que también mojaba al jefe de la brigada. Tenía puestos unos lentes de montura negra y un buzo celeste de la selección, algo dislocado en el cuerpo, como quien al despertar se ve forzado a tomar lo que hay a mano cerca de la cama. Pero no era temprano, sino las cinco de la tarde, y con el pelo desgreñado y el cuerpo fibroso, terminaba de presentarse en la Jefatura de Rosario, dejando atrás veintidós días febriles con la policía comiéndole los talones.

En el silencio teatral que conlleva el inicio de todo interrogatorio, un ademán seguro y arrogante se le filtraba en los gestos del cuerpo. Le preguntaron dos formalidades para empezar, a las que contestó sobria y secamente. El modo filoso con que acostumbraba comportarse le había dado unidad a sus actos durante más de veinte años y no tardaría en aparecer.

-Ustedes saben que estoy acá porque yo quiero. Esto, para mí, es una pausa. Tengo diez muertes encima, y lo más que pasé preso fue un mes. Entregarme es parte de mi estrategia.

Ariel Máximo Cantero, Guille para todos sus conocidos, había abierto con esas palabras una brecha más profunda entre él y los policías que lo escuchaban. En ese enunciado comprimido estaban contenidas sus ideas sobre las jerarquías del mundo, las nociones sobre su propia historia y sus expectativas del porvenir. A los 25 años era el heredero de un negocio nebuloso y multimillonario hacía treinta días, cuando en la puerta de un boliche suburbano habían exterminado con tres balazos al Pájaro, su hermano  mayor. Estaba habituado a inspirar miedo y respeto. Fuera quien fuese quien tuviera adelante.

-Vine acá para que dejen en paz a mi familia. El negocio lo manejo mejor de adentro que de afuera. Y, además, estar acá me sirve para lo que necesito. Yo soy el cebo. Cuando los que mataron a mi hermano vean en el diario que estoy detenido, van a salir de sus cuevas. Ahí los vamos a cazar. Nosotros tuvimos un velorio. Ahora viene el de Paz, el de Milton y el del Pollo. Les vamos a mandar a sus familias los cuerpos sin cabeza.

 

Capítulo 11                             LOS BÚNKERES (fragmento)

Se llamaba Mario Sevillán, le decían “Carpincho” y palpitó hasta morir con el ochenta por ciento del cuerpo quemado. Era de La Lagunita, un barrio que frecuentaba el Viejo Cantero. Al momento que quedó entrampado en la hoguera del búnker, Carpincho llevaba ocho años vendiendo droga en esos locales. Era adicto desde los 17.

Muchos vecinos desprecian a los chicos que atienden los quioscos de droga, pero no quieren ver a esos pibes convertidos en espectros que mueren torturados, con un sufrimiento horrible. Entonces se inician las reacciones. Vecinos de distintos barrios empiezan ellos mismos a incendiar o destruir los quioscos. También lo hacen por el hartazgo de ver a la policía cerrar los búnkeres que luego reabren, a veces con el trabajo de los mismos que se llevaron detenidos.

Son lugares de tensiones desaforadas que la ciudad no es capaz de leer. Hay personas forzadas al éxodo porque los narcos exigen sus casas para vender droga, otras que eligen la mudanza para no convivir con esa violencia impuesta. Gente que, cuando hay un allanamiento, larga a borbotones la furia, trepando a los techos de las casas con mazas y piquetas para destruir el lugar donde funcionó el búnker. Al que luego retomará el gobierno socialista, mandando topadoras para tirarlos abajo.

A doce días de la muerte del Pájaro, un grupo de habitantes de la zona donde imperan los Cantero junta fuerza tras el asesinato de un soldadito frente a un quiosco, de un balazo en el pecho. Cuando la policía levanta el último rastro de la escena, varios hombres salen de sus casas, trepan al techo del búnker y le prenden fuego. Como ven que la estructura no queda dañada, vuelven a subirse con herramientas y durante horas se agitan hasta que el muro de ladrillos es un montón de escombros.

Esto ocurre en Moreno al 5500, a nueve cuadras de la casa de Monchi.

Los Monos, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 2017