Por Cecilia Reviglio
La irrupción de las tecnologías de la comunicación y la información digitales (TIC) ha traído muchos cambios en los procesos de producción de la información y por tanto, en las rutinas de trabajo de los periodistas.
Los enormes caudales de información que encontramos en la web, la facilidad con la que esta información circula, la posibilidad de conectar textos diferentes en la misma superficie textual a partir del uso de enlaces electrónicos -dando lugar a un tipo nuevo de texto que llamamos hipertexto-, e incluso, de enlazar distintos tipos de textualidades -escritas, sonoras, visuales, audiovisuales- permite a los periodistas articular rutinas viejas con las novedades que todo este fenómeno del periodismo digital ha inaugurado.
En este contexto, nos interrogamos por las transformaciones en las prácticas de las entrevistas, las más públicas de las conversaciones privadas, como bien decía hace ya décadas Jorge Halperín. ¿Qué nuevas posibilidades inaugura la digitalización? Si bien las entrevistas “a distancia”, mediadas por tecnologías no son exclusivas de esta época -ya que se han realizado, por ejemplo, entrevistas telefónicas-, el correo electrónico, primero y los canales de chat después, en sus múltiples versiones, incluyendo la presente en una red sociales en Internet como Facebook, parecieran habilitar nuevas superficies de interacción que también pueden ser utilizadas para la realización de entrevistas.
Estas nuevas posibilidades no solo se materializan en los soportes digitales como los portales de noticias o las ediciones en línea de los periódicos, sino que también podemos encontrar rastros de ellas en las versiones impresas. Aquí les proponemos leer y reflexionar sobre dos entrevistas publicadas en las versiones impresas de dos diarios. Además, comparten la característica de que fueron realizadas a través del mismo canal: el Chat de la red social Facebook. Sin embargo, y como podremos observar, se trata de dos propuestas discursivas casi opuestas.
Una de ellas es la entrevista titulada “Gisel Patroni, después de la tragedia en Rosario: ‘Que las personas vivan intensamente y disfruten de cada minuto’”, de Juan Mascardi. Es una entrevista que el periodista realizó a una de las víctimas de la tragedia de Salta 2141 en 2013. Aquí nos encontramos con la transcripción textual de la entrevista, desde que se inicia el contacto hasta que finaliza. De este modo, el texto se presenta como disruptivo al romper una de las reglas básicas del género entrevista tradicional, ya que en el texto que recibimos los lectores nos encontramos con las presentaciones, los saludos, las propuestas de la modalidad del contacto, todo aquello que en una entrevista tradicional también existe, pero sólo en la interacción entre entrevistador y entrevistado y que desaparece en la edición que se publica.
El periodista hace explícitas en su texto las condiciones de producción de dicha entrevista. “Decidimos reproducir tal cual la entrevista que se realizó vía Facebook y que duró casi una hora. (…) Respetamos el modo de narrar de la joven, las minúsculas, las abreviaturas, los emoticones”, se lee en el texto publicado en el diario La Nación. Esa decisión se justifica argumentando que la espontaneidad del Chat hace innecesaria la edición periodística y deja al desnudo la naturalidad de la entrevistada.
Resulta interesante analizar el argumento que parece tener dos partes. Por un lado, la de lo innecesario de la edición en pos de la espontaneidad. ¿Cuál sería el lugar del periodista, entonces? ¿Sólo el de hacer preguntas, el de hacer hablar al entrevistado? ¿Qué sucede con la tarea de editor que también desarrolla un periodista? ¿Qué efecto produce entonces esta traslación en una nota de un diario que supone el uso del código propio de lo escrito formal? ¿Qué es lo que aporta el trasladar un lenguaje propio de un medio –la red social Facebook en este caso- a otro –la prensa gráfica? Por ahora son sólo interrogantes sobre los que vale la reflexión.
El segundo ejemplo se trata de “El guardián de las palabras” de Julia Comba. En este caso, leemos una entrevista realizada a Julio Villanueva Chang, editor de la revista peruana Etiqueta negra, reconocida en América Latina como una revista de crónicas. En este texto, la entrevistadora cuenta, en el relato mismo de la entrevista, el contexto singular de producción de la misma. Aunque entrevistadora y entrevistado están sentados uno frente a otro y pueden observarse, ver las reacciones gestuales del otro, la velocidad con la que se responde, las pausas en las respuestas, en fin todos aquellos elementos propios de cualquier entrevista en presencia, preguntas y respuestas son estrictamente escritas y enviadas en el momento por un canal de Chat, desde las computadoras que uno y otra colocaron frente a sí, en la misma mesa a la que ambos están sentados.
“El aviso de un nuevo mensaje de Facebook suena en la laptop de Chang. La pregunta llega y él sonríe. Después frunce el ceño, su rostro se tensa y su sonrisa se esfuma. Una luz blanco azulina le baña la cara. Piensa. Escribe. Lee. Piensa. Borra. Escribe. Pasan varios minutos hasta que cree haber logrado exactamente lo que quería decir; recién entonces, aprieta Enter”, se lee a continuación de una pregunta. Están uno frente al otro, pero no se hablan, sólo se escriben y se miran. “Esta no es una entrevista cualquiera: Además de dos copas, entre el entrevistado y la entrevistadora median dos pantallas. La única condición para acceder a la charla, había pedido Chang, era que se realizara cara a cara, por Chat”, es la advertencia que leemos en la nota publicada en Rosario/12.
Comba logra dar cuenta de esta particular manera de interactuar en una entrevista periodística que sería publicada en soporte papel en un texto que parece una mixtura entre entrevista y la crónica de la realización de esa entrevista. Parece un ejemplo opuesto al anterior. Aquí la periodista narra, interpreta, relata. No es la conversación desnuda lo que leemos sino el resultado de la lectura de esa entrevista por la periodista.
Los dos ejemplos destacan por lo inusual de la propuesta. No los compartimos como una muestra más de lo que solemos encontrar en los diarios sino, precisamente, como casos excepcionales que nos permitirán reflexionar críticamente sobre las posibilidades que los entornos digitales presentan, preguntándonos qué elementos aportan valor agregado, cuáles no y cuáles son las ventajas y las desventajas de articular códigos de uno y otro modo de trabajo.
Ése es el desafío al que los invitamos con este texto, a partir de la lectura completa de ambos ejemplos.