Argumentación y periodismo de opinión II – Mauricio MAYOL

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Texto ampliatorio de la Unidad VII, con resumen de algunos de sus temas y ejemplos de artículos de opinión.
Las partes del discurso
Aristóteles lleva a la práctica su retórica, al mismo tiempo que la describe como un arte: se empieza siempre por definir el asunto del que se trata para después analizar cada una de sus partes.
Para Aristóteles las partes del discurso son tres: el que habla, sobre lo que habla y a quién habla. Aristóteles se centra sobre todo en el quid, aquello sobre lo que se habla.
El “quid” debe ser expuesto y demostrado mediante silogismo, con sus correspondientes premisas y sabiendo qué tropos (figuras), corresponde usar en cada momento. Aristóteles también da importancia a la forma y al estilo (imagen, metáfora), pero deja bien claro que el contenido es más importante que el continente. Igualmente afirma que no está demás recordar la importancia de a quién se habla.
Para Aristóteles la retórica está fundada en la techné, es decir, el poder de crear lo que puede ser o no ser. Esta técnica se manifiesta según cuatro tipos de operaciones: inventio o establecimiento de las pruebas; dispositio o puesta en orden de las pruebas; elocutio, puesta en forma verbal de los argumentos; y actio, puesta en escena por parte del orador. La estructuración del discurso es la operación fundamental, en particular bajo el aspecto pragmático.
En consecuencia, las posiciones de los retóricos van a alinearse alrededor de un eje central, esta demarcación que ocupa la noción de plan. O bien esta disposición de las partes del discurso es simplemente una ordenación que va a crear estructuración y relaciones y por consecuencia el discurso mismo; o bien, no es más que un plan-esquema preestablecido, una especie de red estereotipada.
En la antigüedad, el orden de la exposición está sometido a la única restricción metodológica de que el encadenamiento de los hechos sea verosímil. Más tarde, frente a este “orden natural” van a imponerse las concepciones de un “orden artificial”, ya sea que se parta no del comienzo de lo que ha pasado sino desde otro lugar, o que impongamos a los hechos un recorte arbitrario o restrictivo.
Estas formas de reordenamiento se inscriben en una concepción global que asegura la síntesis con estos géneros que se denominaban entonces figuras del tema: decir lo que queremos decir: directa; utilizar un procedimiento disfrazado: indirecta; elegir la ironía, la broma, la antífrasis: contraria.
Las figuras del tema forman así un conjunto con los tropos, las figuras del pensamiento y las figuras de las palabras. Lo dicho está así siempre necesariamente en relación compuesta: lo que se dice, quien lo dice y a quien se lo dice. La variable de partida es siempre el contenido que se trata de argumentar (la questio).
Este referencial puede tomar dos formas: la tesis de tipo general, incluso abstracta, es decir, una noción, una opinión común, un prejuicio extendido; y la hipótesis, más particular y que en consecuencia relata hechos, personas, circunstancias.
He aquí un ejemplo: La televisión pública.
Luisa Santamaría en su libro “El comentario periodístico” recoge de H. Lausberg una normativa para la elaboración de los discursos.
Según este autor, las partes que integran un discurso serían las siguientes:
1. La invención
La inventio, no es la invención de un tema sino las ideas y argumentos acerca de un tema o de un caso preexistentes. Para ello el escritor tiene que contar con el apoyo de los loci, los lugares. Estos constituyen un catálogo de puntos orientativos sobre las distintas facetas de un tema y podrían corresponderse en la teoría periodística a la regla de las “seis W’s”.
Con este esquema pueden elaborarse argumentos acerca de la persona, de la cosa, del lugar, de los medios empleados, de la causa, del modo y del tiempo. También los loci se subdividen: la persona, por ejemplo, se puede ensanchar considerando el nombre, la procedencia, la ascendencia, el aspecto, el carácter, la formación. De esta manera los loci amplían el tema y lo hacen más verosímil.
Veamos un ejemplo: Messi, el nuevo rey.
2. La disposición
La disposición se refiere en primer lugar a la eficacia persuasiva. Es decir: la materia del discurso o texto se ordena de tal forma que consiga el mayor éxito. En esta segunda fase entran a jugar dos principios: el orden natural y el orden artificial. Ambos se refieren a la ordenación de la materia; el primero dispone los elementos que se presentan lógica y cronológicamente y el segundo introduce una secuencia artificial. Esta última no lo es solamente en el aspecto cronológico, aunque es el más frecuente, sino también en el causal y hasta en el sintáctico.
Para la subdivisión de un escrito existen también diversos criterios, desde la bipartición que opone dos partes antitéticamente, pasando por la tripartición que divide un discurso en principio, medio y fin, hasta la división en cuatro partes.
Esta última comienza con la introducción que tiene por finalidad despertar la atención del público. La segunda parte, la narración, explica brevemente el suceso o asunto en cuestión. En la argumentación, se desarrolla la prueba o una demostración argumentativa donde se expone el punto de vista acerca de lo expuesto en la narración. La ultima parte, la peroración constituye el final del discurso y constituye una apelación a los sentimientos y la inteligencia de los lectores.
Podemos comprobar estas divisiones del texto argumentativo en el siguiente artículo de Tomás Eloy Martínez: No hay piedad para Ingrid y Clara.
3. La elocución
La elocutio es la fase dedicada a la elaboración lingüística. El escritor debe seguir por una parte la normativa de la gramática, que garantiza la corrección lingüística de lo que ha sido expuesto; y por otra los preceptos de la retórica para garantizar la eficacia persuasiva y estética.
La elocución es una de las partes más difíciles y más importantes de la retórica ya que generalmente es aquí donde se decide el destino persuasivo de las ideas expuestas y de esta manera lograrán su finalidad o fracasarán en su intensión persuasiva.
Para un ejemplo brillante de esto vean la Carta Abierta de Rodolfo Walsh a la Junta Militar.
El orden de los discursos
También George Vignaux expone un orden retórico de los discursos:
El exordio es el comienzo y el anuncio del discurso. Tiene por objeto preparar brevemente a los oyentes o lectores para el conocimiento del tema. El exordio puede ser simple cuando se utiliza una exposición breve y neta del tema que se trate o insinuante cuando en lugar de presentar el objeto que se propone, elige exponer otro, susceptible de ser mejor recibido pero cuyas relaciones con el primero llevarían insensiblemente al auditorio a ver a éste de manera más favorable
Un par de ejemplos para ilustrar esto:
Doñana desastre ecológico.
Doñana era una fiesta.
La proposición que sigue al exordio es la exposición clara y precisa del tema. Tiene por meta determinar el estado del problema. Simples, son las proposiciones que no encierran más que un único objeto a probar, compuestas, aquellas en las que muchos objetos demandan cada uno su prueba aparte.
Hay división cuando la proposición es compuesta o siendo simple debe ser probada primero por tal medio, luego por tal otro. La partición del tema en puntos deben ser tratados unos después de otros en el orden marcado por el autor, estos puntos pueden probarse de muchas maneras e incluso subdividirse. La proposición con las divisiones y subdivisiones forman lo que se llama el plan del discurso: proposición, división, confirmación, refutación, peroración.
La confirmación debe conducir la prueba de lo que se ha expuesto en la proposición, la primera regla es la de dar a lo que se afirma y de quitar a lo que se niega el carácter de verdad, de certidumbre o de verosimilitud. Las estrategias son de dos tipos: cuando tenemos pruebas débiles es preciso reunirlas, “amontonarlas” para que presten socorro mutuo y suplantar la fuerza por el número; cuando las pruebas son fuertes y convincentes, deben ser mostradas separadamente para que no sean confundidas y desarrolladas aparte para que no pierdan valor.
La refutación, consiste en destruir los medios contrarios: Grondona y ADEPA mienten, dice la APDH de Azul
La peroración es la conclusión del discurso, y su objetivo es ganar la adhesión del oyente o lector (ver ejemplo anterior).
La opinión editorial
Jean-François Revel, en su obra “El conocimiento inútil”, dice: “La opinión sólo es interesante –en el periodismo- si es una forma de información. Un editorial no tiene interés si no emana de una documentación sólida y analizada. La bestia negra de los censores y de los ideólogos no es la opinión pura, no es tampoco el humor arbitrario de un publicista cualquiera: es la opinión apoyada por la información, o dicho con otras palabras, la demostración”.
Los dos elementos fundamentales de la opinión editorial son la tesis y la argumentación. La tesis es una opinión con contenido intelectual. La argumentación es el conjunto de razonamientos que sirven para sustentar la tesis expuesta. El buen editorial requiere la competencia del redactor en los tres estilos de retórica literaria: descriptivo, narrativo y argumentativo.
Veamos para ejemplo de esto último, el siguiente editorial del diario La Nación: Sin autoridad no hay educación.
Superestructuras argumentativas
Lorenzini y Ferman (1988), establece para los textos de tipo argumentativo, dos modelos de superestructura textual: la argumentación secuencial y la argumentación dialéctica.
En la primera, luego de la proposición o avance la idea central que defenderá el texto, comienza el cuerpo argumentativo del texto con la puesta en conocimiento para los lectores de las diversas pruebas que apoyarán la tesis del escritor.
Como ejemplo de esta estructura y también de usos de otros elementos argumentativos, vean: El loco deseo de la eterna juventud.
En cuanto a la argumentación dialéctica, mantiene en general el esquema anterior: proposición, cuerpo argumentativo y conclusión, pero la diferencia radica en que al momento de presentar las argumentaciones coloca en primer término una opinión contraria a la sostenida por el autor para seguidamente rebatirla y de esta forma colocar la opinión propia como la más cercana a la verdad.
Para ver estas categorías, lean la siguiente nota de opinión de Ariel Armony: Entre la libertad y la igualdad.
Conclusión
No solamente podemos ver actuar los mecanismos de la persuasión en los géneros que basan su superestructura textual en procedimientos argumentativos, como el editorial, el comentario o la nota de opinión, sino también los de estructura informativa utilizan diversos recursos retóricos en el mismo sentido. La noticia interpretativa, pero también la actualidad informativa hace uso de estos procedimientos como hemos descrito cuando hablamos del “efecto de realidad” de la noticia.
El periodismo interpreta, y deja señales en los textos para que el lector realice un tipo de lectura y no otra. Esto queda claro también cuando observamos la materia significante que acompaña a la información: códigos paralingüísticos y no lingüísticos.
Esto se verifica no solamente en el producto final sino en el mismo proceso de selección de lo que resulta o no noticiable, marca una toma de decisión editorial y condiciona también los temas que formarán la opinión pública.
Se debe tener claro que la persuasión en el discurso periodístico, niega la inocencia de la información, la “objetividad”, pero no niega la verdad sino que por el contrario, la busca. La información se presenta, entonces, como un proceso activo y creativo que convierte a los medios de comunicación en algo más que meros reproductores o transmisores.

Actividad sugerida: buscar y comparar editoriales y columnas de opinión de distintos diarios y verificar las partes del discurso y las estructuras argumentativas empleadas.

Bibliografía citada:
SANTAMARÍA SUÁREZ, Luisa (1990). El comentario periodístico. Los géneros persuasivos. Madrid: Paraninfo.
REVEL, Jean-FrançoiS (2007), El conocimento inútil, Madrid, Espasa-Calpe.
VIGNAUX, g. (1986), La Argumentación, Buenos Aires, Hachette.