Argumentación y periodismo de opinión I – Mauricio MAYOL

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Texto ampliatorio de la Unidad VII, con resumen de algunos de sus temas y ejemplos de artículos de opinión.
Retórica y hermenéutica
La retórica y la hermenéutica son dos disciplinas que tuvieron su desarrollo en la Grecia clásica y van estrechamente unidas. Se puede considerar a la hermenéutica como una teoría de la interpretación, que permite realizar sobre un texto o un discurso, una multiplicidad de lecturas porque la realidad no se presenta al hombre de modo inmediato y porque conocer la realidad supone aclarar, proclamar, interpretar, esclarecer o traducir.
Para Aristóteles, la hermenéutica es, inicialmente un esfuerzo por dominar la expresión, o bien el conjunto de reglas que deben seguirse para comprender el verdadero sentido de un texto o discurso. La palabra es, entre los griegos, un arma cuyo destino es influir sobre el pueblo, ante los tribunales, en el parlamento o consejo, como elogio o panegírico. Es el discurso como poder, influyente y persuasivo, cuya técnica o metodología se llama retórica.
La base de la retórica son los argumentos retóricos. Aristóteles distingue entre los argumentos “sin arte” que no son logrados por uno mismo sino que preexisten y los que son “objetos de arte” o inventados por uno mismo. Entre los primeros, también hay diversos tipos, según el carácter del orador, la situación de los oyentes o según el discurso mismo.
La relación discurso/poder (Retórica y Política) tiene aquí especial mención. La finalidad es en todo caso, persuadir pero mediante la presentación de pruebas. Aristóteles dice que los hombres deliberan acerca de las cuestiones que parecen admitir ser de dos maneras, pues de las cosas que son de un modo definido nadie delibera ya que sería absurdo. Es decir: tratan de lo verosímil. Aristóteles relaciona esta facultad de conjeturar frente a lo verosímil con la de alcanzar la verdad o ver lo verdadero.
La principal característica de los argumentos retóricos es que deben ser demostrativos: deben contener o aportar pruebas. Pero puesto que es imposible argumentar introduciendo en la discusión las cosas reales y nos servimos de los nombres en lugar de las cosas mismas, pensamos que lo que ocurre con los nombres ocurre también con las cosas (ilusión objetivista). Sucede entonces que los que no están familiarizados con el poder significativo de las palabras son o pueden ser víctimas de falsos razonamientos, tanto cuando razonen ellos como cuando oyen razonar a otros. Por eso, para Aristóteles son más persuasibles los ignorantes que los educados.
La retórica trata entonces sobre la oratoria. El orador debe demostrar que sus conclusiones derivan de algunas premisas que no se pueden discutir, algo que ya presenta por sí mismo una verdad incontestable. La retórica no hace más que reseñar los modos de pensar, las opiniones comunes y adquiridas, las argumentaciones asimiladas por los espectadores y oyentes.
El que utiliza la retórica toma estas premisas como el razonamiento ya existente y a partir de estos supuestos va a trabajar su discurso de forma de llegar a un objetivo.
Orígenes
Como se dijo antes, el nacimiento de la retórica debe fijarse en la Grecia clásica y en el desarrollo que hicieron de ella los sofistas. Gorgias en sus escritos filosóficos negaba la existencia de la realidad y la posibilidad del conocimiento, lo que lo lleva a inclinarse hacia la retórica como forma de alcanzar objetivos concretos.
Sócrates y Platón se opusieron a los sofistas, partiendo de la base de que ellos sí creían en la posibilidad de alcanzar el conocimiento. Ellos mismos eran educadores de los jóvenes griegos. Platón opone a los sofistas y al pensamiento retórico el verdadero conocimiento, o sea la filosofía y el método dialéctico.
Aristóteles además de concordar con el método dialéctico, también considera a los razonamientos retóricos, desde el punto de vista de las técnicas de persuasión dirigidas a un auditorio. La retórica para Aristóteles al ser el instrumento de la oratoria y al tener como objetivo la persuasión, utiliza entonces formas argumentativas de lenguaje.
En el libro Retórica, Aristóteles explica cómo el orador debe portarse para alcanzar su objetivo, cómo debe usar la palabra, los conocimientos del auditorio y todas las herramientas de la oratoria. Afirma que el hombre es proclive al engaño, cuando el objeto de su engaño es el lenguaje: una solución sería poseer “un conocimiento científico de todo”, porque conociendo las fuentes de las pruebas generalmente admitidas acerca de un tema se conocen también las fuentes de las refutaciones. El discurso deviene falaz o mentiroso si no contiene las pruebas necesarias que lo convierten en una traducción adecuada de la realidad a la que se refiere. La verdad, es para Aristóteles, la correspondencia de una aserción con la realidad: tal correspondencia supone que la realidad se presta a tales operaciones en cada instante del discurso.
Lo que a Aristóteles le resulta asombroso es que, en las circunstancias en las que se espera de un hombre o colectividad una decisión importante, no baste con decir la verdad: es necesario además saber comunicarla.
Para esto destaca tres categorías relativas a los diferentes modos de persuadir: Ethos, Pathos y Logos, esto es, persuadir a través de la propia imagen del orador, o por la posición del receptor o mediante la palabra, el discurso lógico y construido a partir de argumentos retóricos y directos. Pero habrá que tener en cuenta que la retórica es, en el proyecto aristotélico una técnica para persuadir mediante la prueba, y su ámbito es lo verosímil.
Evolución de la retórica
En la época de Augusto, la retórica y la poética se fusionaron y en la Edad Media pasó a formar parte del “Trivium” junto con la gramática y la lógica, mientras que pierde importancia el arte argumentativo.
A partir del Renacimiento, con la aparición del empirismo y el racionalismo va perdiendo valor todo razonamiento que no se base en la evidencia de la verdad a partir de la experiencia sensible. Debido a que la ciencia es una y universal y no se maneja con supuestos sino con verdades demostrables empíricamente, no es necesaria la argumentación como modo de persuasión de los demás. El lenguaje pasa a ponerse al servicio de la razón y pierde la capacidad creadora que poseía en la antigüedad.
Esta concepción de la verdad basada en la evidencia, dio origen a dos visiones distintas de la realidad: la de la teoría y la de la práctica. Como consecuencia de esto surgen entonces dos mundos culturales antagónicos: el material, contingente y el inmaterial, espiritual. Este también es el origen de la división tradicional de las ciencias.
A partir de 1950, Perelman comienza el desarrollo de una nueva teoría de la argumentación partiendo de Aristóteles. Este autor, crea una Nueva Retórica, partiendo de la noción de lógica aristotélica pero aunando a la retórica y dialéctica en la confección de técnicas argumentativas para lograr el objetivo de la adhesión.
De este modo, deja para la ciencia (positiva) el método demostrativo las categorías de verdad y evidencia y establece para las disciplinas como la retórica, la dialéctica y la filosofía el método argumentativo, recuperando la categoría de lo verosímil. De este modo destierra definitivamente de la retórica lo que tuvo de estética y ornamentación para fijar su principal interés en el objetivo de la persuasión.
Retórica y persuasión en el discurso periodístico
En relación al tema de la retórica y la persuasión en el discurso periodístico el campo donde se mueve la opinión en el periodismo es el de las ideas a partir de acontecimientos de la realidad más inmediata. Interpretar es un acto mediante el cual se atribuye a un objeto una significación extraída de un vasto repertorio de posibles significados.
La función de opinión se cumple en un medio de comunicación fundamentalmente a través de la política informativa y la política editorial; la primera se refiere a la posición del medio en el sistema general de los medios de comunicación de un país, y el segundo remite a la postura ideológica del medio que se muestra a través del tratamiento periodístico que reciben los distintos temas.
La intención de buscar y presentar la verdad es un fin esencialmente periodístico y la verdad puede estar en la presentación de una pluralidad de fuentes, en la multiplicidad de enfoques que genera un hecho en la argumentación probada.
Lorenzo Gomis, habla del periodismo como de un proceso de interpretación de primer grado –descriptivo- que relata hechos; o de segundo grado –evaluativo- que opera con ideas. Donde el periódico crea mensajes es en la opinión, que puede ser implícita o explícita, pero que, en cualquier caso, de lo que se trata es de averiguar no solo lo que dice el texto sino qué se quiere dar a entender (inferencias, presuposiciones, etc.).
Por otro lado, Luisa Santamaría en el libro Los Géneros Persuasivos, diferencia entre información, explicación y opinión.
Para ella, el peligro para la credibilidad del periodismo reside precisamente en la confusión entre explicación y opinión. La interpretación es un elemento básico de las tareas informativas, es un juicio objetivo apoyado en los antecedentes, el conocimiento de la situación y el análisis de un acontecimiento. El juicio editorial por otra parte, es un juicio subjetivo. Puede incluir un análisis de los hechos, pero en él figura un elemento llamado impacto emotivo.
El periodismo de opinión pertenece al mundo subjetivo del comentario, y el interpretativo al del relato. Se trata de dos mundos, de dos actitudes diferentes ante la noticia.
Según esto, la división clásica de los géneros periodísticos, atendiendo a las diferentes actitudes, es la siguiente:


Mientras Héctor Borrat caracteriza cada uno de los tres tipos de textos, narrativos, descriptivos y argumentativos en función de los topoi a los que responden. El concepto de topoi proviene de la retórica griega clásica y se corresponde con lo que los teóricos estadounidenses del periodismo denominan las 6 W’s básicas: qué, quién, cuándo, dónde, por qué y cómo.
Cada uno de los tres tipos de texto respondería a unos topoi determinados. El texto narrativo acentúa los topoi qué, quiénes, cuándo; el texto descriptivo, los qué, quiénes, dónde; el texto argumentativo el por qué y el cómo. También los textos narrativos y descriptivos pueden responder al por qué y al cómo, en cuyo caso también serían textos explicativos.
Los textos narrativos utilizan para persuadir estrategias encaminadas a conseguir lo que Roland Barthes, llamaba el “efecto de realidad”.
Algunos de estos procedimientos analizados por Tuñón (1987), son:
– La redundancia: conjunto de técnicas que garantiza la estabilidad receptiva del mensaje, basadas en la repetición de los hechos más significativos en el titular, lid, sumario, fotografía, etc.
– La anticipación de sentido: el lector conoce desde el principio lo que acontece en el relato periodístico y lo conoce, además, a través de diferentes ángulos y puntos de vista.
– El realismo biográfico: recurso copiado de la novela realista con el objetivo de convertir al personaje noticiable en un héroe marcado por un destino particular.
– Las historias paralelas: al igual que los nombres y las citas, cumplen la función de construir un discurso referencial.
– La descripción: la mejor manera de hacer creer en la realidad de un hecho o una situación es describirla: “El periodista estaba allí”.
La descripción, junto con los testimonios directos, las anécdotas y las citas, sirve para conseguir que la realidad se muestre ante el lector como si se contara por sí misma, sin intervención del periodista que, a semejanza del escritor de novelas realistas, habla siempre con voces de otros.
Mientras en los textos de opinión, la persuasión está generalmente fundada en el prestigio de quien escribe. Esto es lo que se denomina el argumento de autoridad, garantizado también por la influencia en la audiencia del medio de comunicación de que se trate.
Los editoriales, los comentarios, la crítica y los artículos de opinión interpretan la noticia a la vez que explicitan una opinión. Forman parte de la argumentación textual del periódico y su objetivo directo se dirige a la creación expresa de opinión en los lectores, a preparar al público como entidad virtual para que adopte decisiones.

Actividad sugerida: Integración entre narrativa y argumentación.

Bibliografia citada:
BERRIO, Jordi (1983). Teoría de la persuasión. Barcelona: Mitre.
BORRAT, Héctor, “Once versiones noratlánticas del 23-F” en revista Anàlisi 4, 1981
PERELMAN, Ch y OLBRECHTS-TYTECA, L, (1989), Tratado de la argumentación, Madrid, Gredos.
TUÑÓN, Amparo (1987), Connotaciones culturales de la prensa de elite, Tesis, UAB.