¿Qué es un Hipertexto? – Carlos SCOLARI

“El hipertexto es quizás la única metáfora que vale para todas las esferas de la realidad donde están en juego las significaciones.”
Pierre Lévy
En la segunda mitad de los años ’80 el hipertexto entró en los colleges y universidades no sólo como instrumento para la producción de materiales de soporte a la educación sino también como argumento de discusión teórica. Muchos descubrieron en estos programas un formidable instrumento educativo; otros relevaron interesantes conexiones entre la tecnología hipertextual y las más recientes teorías hermenéuticas y literarias.
Durante este período -últimos años de la década de los ‘80 y principios de los ‘90- se escribieron centenares de papers sobre la digitalización de la escritura; la masa de textos sobre los hipertextos alcanzó una cifra que superó holgadamente el más completo catálogo de los hipertextos entonces disponibles en el mercado (Esta hiperinflación de textos sobre los hipertextos nos recuerda uno de los corolarios de la célebre Ley de Murphy: “cuantos más libros se publican sobre un tema, menos se conoce de él”).
Entre tantos artículos y libros las definiciones no escaseaban. Sin embargo, no existía todavía al interno de la comunidad científica un acuerdo generalizado que permitiera responder con una cierta seguridad teórica a la pregunta “Qué es un hipertexto?”. En la mayor parte de los casos el hipertexto se definía a través de la negación del -no menos confuso- concepto de “texto”. Resulta evidente que un campo de interpretaciones tan extenso podía ser aplicado a infinidad de sistemas y productos muy diferentes entre sí.
En otras palabras, el hipertexto podía ser muchas cosas a la vez: desde una novela interactiva como Afternoon de Michael Joyce hasta un floppy-disk interactivo dedicado al Antiguo Egipto, pasando por un sistema colectivo de producción (groupware), un videojuego de aventuras ambientado dentro de un castillo con laberintos, un kiosco informativo para turistas o una red de ordenadores interconectados a nivel mundial.
El hipertexto, en estos primeros años, aparecía como la solución definitiva a todos los problemas de la educación y del tratamiento de la información. Algunos investigadores llegaron incluso a pensar que el hipertexto podía servir para reducir el odiado colesterol … Norman Meyrowitz, uno de los primeros responsables del proyecto Intermedia en la Brown University, se presentó a la HYPERTEXT CONFERENCE de Pittsburgh (1989) con una polémica e irónica ponencia titulada “EL HIPERTEXTO, REDUCE TAMBIÉN EL COLESTEROL?”. Según el autor el panorama era por entonces de total confusión: todos hablaban de hipertexto, hipermedia, multimedialidad e interactividad pero nadie sabía realmente a qué cosa se refería. A fin de cuentas, se preguntaba Meyrowitz, qué es el hipertexto? “Para algunos de nosotros es un programa gráfico tipo HyperCard. Para otros es un ‘gestor de tramas’ como More o Acta. Para otros es el conjunto de ilustraciones multimediales que se presentan al consejo de administración y que contienen un montón de $ que bailan y cosas por el estilo … Otros piensan que el hipertexto sea fundamentalmente un instrumento para enseñar a escribir. Hay algunos que piensan que el hipertexto es un instrumento de consultación, un modo de meter on-line enciclopedias y diccionarios … Otros están excitados por el posible uso del hipertexto en la ficción interactiva, un nuevo medio para crear nuevos tipos de novelas … Mi hipótesis es que el hipertexto es todo esto, y tantas otras cosas. En el fondo -concluye Meyerowitz- todos pensamos y creemos que el hipertexto es una visión, que algún día existirá una infraestructura nacional e internacional en grado de soportar una red -y una comunidad de conocimientos- capaz de conectar una miríada de informaciones de todo tipo y para una enorme variedad de públicos. Cuando hablamos del hipertexto y del hipermedia en términos de nuestros sueños y pasiones, estamos hablando de tener la información en modo natural en la punta de nuestros dedos. Puede ser que ‘hipertexto’ sea un término demasiado estrecho …” (1992:203).
Poco a poco el terreno semántico se fue estabilizando. En 1990 Ted Nelson afirma que el hipertexto “es el término genérico; hay varios motivos para excluir otros conceptos posibles como ‘texto con ramificaciones’, ‘texto con estructura gráfica’, ‘texto complejo’ o ‘texto arborescente’… La mejor definición de hipertexto, que cubre una gran variedad de tipos, es ‘estructura que no se puede imprimir en modo apropiado’. Esta definición no es ni muy específica ni profunda, pero es aquella más apta….” (1992:181). La mejor manera para definir al hipertexto -sostiene por su parte Jakob Nielsen- es “compararlo con el texto tradicional … El hipertexto no es secuencial; no hay un orden que determine la secuencia de lectura del texto” (1990:1).
Para el profesor de literatura inglesa de la Brown University y reconocido teórico de la hipertextualidad George Landow el hipertexto denota “un medio de información que conecta informaciones verbales y no verbales” (1996). Según Landow –unos de los teóricos más cercanos al enfoque deconstruccionista- el hipertexto “cambia radicalmente las experiencias a las que se refieren los términos /leer/, /escribir/ y /texto/.” Inspirado por las teorías de Barthes, Foucault y Derrida, Landow va tejiendo una trama de reenvíos entre estos autores y el mundo hipertextual.
Según Landow el hipertexto fragmenta, atomiza al texto de dos modos. Por un lado, en relación con las partes que lo componen: “elimina la linealidad de la imprenta, liberando a cada párrafo de una colocación dentro de un orden secuencial y amenazando con transformar al texto en un caos.” Por otro, en relación a sus diferentes lecturas y versiones: “el hipertexto destruye la idea de un texto unitario y estable”. Esta pérdida de autonomía y unidad por parte del texto conlleva una reconfiguración de los roles tradicionales del autor y del lector. El hipertexto “implica un lector más activo, un lector que no sólo elige sus recorridos de lectura, sino que también tiene la oportunidad de leer como si fuera autor”.
A modo de conclusión Landow sostiene que “debemos abandonar los sistemas conceptuales basados en las ideas de centro, margen, jerarquía y linealidad, y sostituirlas por las ideas de multilinealidad, nudo, conexión y red. Casi todas las partes en causa ven en esta mutación de paradigma, que señala una revolución en el pensamiento humano, una reacción de la escritura electrónica en relación al libro impreso y a sus ventajas y desventajas. Esta reacción tiene implicaciones profundas para la literatura, la instrucción y la política”
En Europa las definiciones también abundan. El español Antonio De las Heras geometriza: “el texto es la forma de organizar la información en dos dimensiones. Con sistemas de escritura muy variados el hombre ha conseguido distribuir linealmente la información en una superficie.
Entonces, si un texto es la organización de la información en una superficie, en un espacio de tres dimensiones sería un hipertexto” (1991:84). Desde el frente francés Pierre Lévy aporta su propia idea del texto digital: “técnicamente un hipertexto es un conjunto de nudos ligados por conexiones. Los nudos pueden ser palabras, imágenes, gráficos o partes de gráficos, secuencias sonoras, documentos completos que a vez pueden ser hipertextos …
Funcionalmente, un hipertexto es un ambiente para la organización de conocimientos o de datos” (1990). En Italia el semiótico Gianfranco Bettetini -después de condensar en tres conceptos la especificidad del texto digital: no secuencialidad, multimedialidad, navegabilidad- concluye que el hipertexto realiza el modelo de una textualidad enciclopédica “según el modelo de la red o del rizoma” (1996:155). “El hipertexto -escribe el argentino Alejandro Piscitelli (1991)- es un tipo de escritura no secuencial”.
Casi todas estas definiciones acuñadas en los años ‘90 ya presentan ciertos puntos en común -la no secuencialidad de la lectura, la interactividad, la (con)fusión entre los roles de lector y autor, la ausencia de centro- que van delimitando las características del hipertexto. A modo operativo se podrían proponer dos visiones ideales del objeto-hipertexto, una restringida -algo así como una “red textual en permanente evolución”- que nos remite a la utopía nelsoniana y a la World Wide Web, y otra mucho más amplia que ve un hipertexto en cualquier “producto más o menos interactivo” dentro de la pantalla de un ordenador, sin indagar demasiado en la estructura que sustenta sus contenidos. Más allá de las discusiones sobre el grado de hipertextualidad presente en los soportes digitales autónomos como el cd-rom, la mayoría de los investigadores tiende actualmente a reconocerse en una definición única de hipertexto que, como ya indicamos, privilegia:
• la lectura no secuencial
• la interactividad entre el usuario y la máquina digital
• la disolución de los roles tradicionales de autor y lector
• la estructura reticular, descentrada, de los contenidos.
Sin embargo la (in)definición de Meyerowitz -nacida en una situación primordial de caos conceptual- es quizás la más sugerente de todas porque nos aleja de aquellas que serían las características intrínsecas del producto “hipertexto” para transportarnos a la dimensión utópica, en “términos de nuestros sueños y pasiones”, de la “hipertextualidad”. Del hipertexto como producto concreto -realizado en un soporte digital o desplegado en una red informática como Internet- nos deslizamos hacia una idea mucho más compleja donde, como sostiene Pierre Lévy, es posible ver al hipertexto como una metáfora “que vale para todas las esferas de la realidad donde están en juego las significaciones”.