ACTIVIDAD DE TEXTO BASE 3 / Ir a Superestructuras narrativas

Los objetivos de esta actividad son dos: reconocer la diferencia entre narrativa natural y artificial y analizar las categorías de la narración.

1) Lean todos los textos que acompañan a esta actividad: “Cuentos breves y extraordinarios”, “Fingió secuestro para cobrar medio millón de dólares” y “Memoria de un 20 de junio”.

2) Clasifiquen cada uno de los textos según sean narrativas naturales o artificiales.

3) Reproduzcan los pasajes de cada texto que correspondan a las categorías Complicación y Resolución. Tengan en cuenta que en algunos de los textos que se ofrecen estas categorías pueden aparecer varias veces.

“CUENTOS BREVES Y EXTRAORDINARIOS”
Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares
Editorial Losada, Colección Maestros de la Literatura Contemporánea, España, 1995.


LA SALVACIÓN
Adolfo Bioy Casares

Esta es una historia de tiempos y de reinos pretéritos. El escultor paseaba con el tirano por los jardines del palacio. Más allá del laberinto para los extranjeros ilustres, en el extremo de la alameda de los filósofos decapitados, el escultor presentó su última obra: una náyade que era una fuente. Mientras abundaba en explicaciones técnicas y disfrutaba de la embriaguez del triunfo, el artista advirtió en el hermoso rostro de su protector una sombra amenazadora. Comprendió la causa. “¿Cómo un ser tan ínfimo” – sin duda estaba pensando el tirano – “ es capaz de lo que yo, pastor de pueblos, soy incapaz?”. Entonces un pájaro, que bebía en la fuente, huyó alborozado por el aire y el escultor discurrió la idea que lo salvaría. “Por humildes que sean” – dijo indicando al pájaro – “ hay que reconocer que vuelan mejor que nosotros”.

EL UBICUO
M. Winternitz

Al salir de la ciudad de Sravasti, el Buda tuvo que atravesar una dilatada llanura. Desde sus diversos cielos, los dioses le arrojaron sombrillas para resguardarlo del sol. A fin de no desairar a sus bienhechores, el Buda se multiplicó cortésmente y cada uno de los dioses vio un Buda que marchaba con su sombrilla.

EL UBICUO
Simao Pereyra

Una versión recogida por sir William Jones quiere que un dios del Indostán, a quien el celibato afligía, solicitara de otro dios que éste le cediera una de sus 14.516 mujeres. El marido consintió con estas palabras:
-Llévate a la que encuentres desocupada.
El necesitado recorrió los 14.516 palacios; en cada uno la señora estaba con el señor.
Éste se había desdoblado 14.516 veces, y cada mujer creía ser la única que gozaba de sus favores.

DIARIO POPULAR, Buenos Aires, jueves 16 de setiembre de 1999, pág. 17

FINGIÓ SECUESTRO PARA COBRAR
MEDIO MILLÓN DE DÓLARES

Un hombre que había desaparecido el martes de su casa fue detenido ayer cuando la policía descubrió que fingió estar secuestrado para cobrar medio millón de pesos por su propio rescate, en el barrio porteño de Caballito.
La División Defraudaciones y Estafas de la policía identificó al apresado como Arnaldo Fabián Savelski, de 36 años, quien fue sorprendido ayer a la tarde cuando fue a buscar el rescate que su esposa, que lo creía secuestrado, había dejado en el baño de un bar cercano a su casa.
Todo comenzó el martes a las 7.30 cuando Savelsky salió de su casa situada en Avellaneda al 100, de Caballito, rumbo al garaje para retirar su auto y llevar a sus hijos al colegio.
Según dijeron los investigadores, el hombre jamás regresó, por lo que su esposa y sus dos hijos, ambos menores, comenzaron a preocuparse, más aún cuando descubrieron que el hombre tampoco había llegado a la fábrica de cuadros donde trabaja como encargado de marketing.

Un remisero

Savelski estaba desde hace tres años en una situación económica “apremiante”, ya que adeudaba varias rendiciones en su trabajo y no contaba con el dinero, informó la policía.
A las pocas horas de su desaparición, un remisero tocó el timbre de la casa de Savelsky y entregó a la empleada doméstica un sobre que estaba dirigido a la señora de la casa.
La esposa de Savelsky, cuya identidad no fue revelada, lo abrió y encontró la cédula de su marido, una cadenita manchada con sangre y una nota en la que le explicaban que debía pagar 500 mil pesos como rescate para volver a ver al hombre con vida, precisaron los detectives.
Desesperada, la mujer hizo la denuncia en la policía, la que fue radicada en el Juzgado Federal Uno, a cargo de María Romilda Servini de Cubría.

Dinero en el baño

Paralelamente, la esposa del supuesto secuestrado comenzó a pedir dinero a sus familiares y amigos para el rescate, algunos de los cuales, incluso, solicitaron créditos bancarios para tratar de reunir el dinero, señalaron los pesquisas.
Ayer a la mañana, la mujer, quien aún no había logrado reunir ni la mitad de la suma exigida, recibió un nuevo mensaje del presunto captor de su esposo, quien le indicó que debía dejar el dinero en el baño de un bar cercano a su casa. La jueza Servini de Cubría dispuso entonces que efectivos de Defraudaciones y Estafas se hagan cargo del operativo y monten una estricta vigilancia en el lugar estipulado para la entrega del rescate.
Cerca de las 13.30, la mujer se dirigió al bar, ingresó al baño y dejó el sobre, dentro del cual colocó el dinero que había llegado a recaudar en el día.
Si bien la esposa de Savelski se retiró apenas dejó el paquete, los pesquisas permanecieron ocultos en las inmediaciones para atrapar al presunto captor. La sorpresa llegó minutos después, cuando descubrieron que el encargado de retirar el rescate era el propio Savelsky.
El hombre fue inmediatamente detenido y trasladado al Departamento Central de Policía, donde ayer se encontraba alojado a disposición de la Justicia por el delito de “defraudación”.
Los investigadores señalaron que si bien la jueza será la encargada de tipificar el delito que cometió, es probable que éste se agrave por la premeditación y por la falsa denuncia que indujo a su esposa a realizar.

MEMORIADE UN 20 DE JUNIO

Ana María Margarit

Sería la una y cuarto del mediodía. Hacía minutos solamente que había terminado el acto del 20 de junio. En las inmediaciones de la desconcentración se subió a un taxi para volver a su casa. A la cuadra y media de andar a paso de hombre, el tachero, detenido por el embotellamiento del centro, le dice a un compañero, también detenido:
-El micro está terrible, viejo. ¡Mirá lo que es esto!
-Aguante, Negro, en diez minutos más volvemos al desierto.
Nuevamente andando, habilitados por un semáforo, 200 metros más arriba de calle Rioja, el tachero entabló diálogo con la pasajera.
-Todos estos que vuelven del desfile son milicos. Ve, ahí los tiene, en autos truchos, sin patentes, gomas lisas, no pagan impuestos. Milicos y policías. Yo no sé usted, pero yo no los quiero a los milicos, por esto que le digo, no los quiero, no los puedo ver.
-Yo tampoco los quiero. Ahora, usted habla con una tonadita que no es de acá de Rosario, una tonadita…. ¿santiagueña?
-No señora, yo soy sanjuanino. Pero hace casi 25 años que estoy viviendo acá, ya creí que no se me notaba más el acento.
-Sí que se le nota. ¿Y por qué se vino para Rosario?
-Y, ¿cómo le podría decir? Yo nunca hablo de estas cosas con la gente. Pero es que justo anoche tuve pesadillas. Nunca se me fueron, hace 25 años que tengo pesadillas. Vuelve y vuelve el tema, no se quiere ir, no se puede ir. Yo vivía en San Juan Capital, cuando me toca hacer el servicio militar, entro y enseguida me mandan al operativo en Tucumán. Era que el ejército tenía que hacer la limpieza de guerrilleros en Tucumán. Usted salía de la ciudad y a los quince minutos de andar, ya estaba la guerrilla en la selva tucumana. Mi patrulla iba al mando de un teniente y de algunos otros oficiales. Cuando detectaban una célula guerrillera, ellos se abrían y a nosotros nos mandaban de carne de cañón. Los subversivos no nos querían matar a nosotros pero cuando empezaba el fuego caía el que le tocaba. Así murieron colimbas compañeros míos, uno, mi amigo de la infancia, desde la escuela primaria éramos amigos. Ahí empecé a no querer a los milicos. Pero yo era soldado, tenía que obedecer y mantenerme callado porque algo fuera de lugar, un gesto, una palabra y chau, pasaba a ser sospechoso yo también. Me tocó mucho hacer de chofer. Un suponer, una señora como usted estaba parada en ese semáforo y el teniente le decía al otro: “Mirá esa mujer, tiene cara de sospechosa”. La levantaban ahí mismo, la metían adentro del auto con los ojos vendados, las manos atadas y no aparecía más. Y así vi de todo, gente grande, pibes jóvenes, gente común, inocentes, chupados en esos antros que tenían para torturar, para matar. Eso vuelve cada tanto, vuelve en sueños, en pesadillas terribles. Anoche, justo, tuve una, por eso le cuento, es raro que yo cuente. Volví a San Juan y cuando todas nuestras familias estaban esperándonos para recibirnos, a mi justo me tocó decirle a los padres de mi amigo que su hijo había muerto en combate. Pasaron unos días y me dije: “Me voy de acá. Me voy lejos”. Y empecé de nuevo en Rosario. ¿Cruzando el semáforo o doblando? Bueno, son tres con sesenta. Hace frío pero se hizo un día precioso de sol, no? Mire qué cielo. Hay que aprovechar antes de que llegue la noche y vuelvan los fantasmas.
-Si, es cierto, después del horror, antes del horror, hay que aprovechar un sol como éste.
Puertas se abrieron, puertas se cerraron. En cada una se filtró el sol del 20 de junio y en cada una, se recortó un pedazo de sombra que lleva ya 25 años oscureciendo gentes.
Rosario, junio de 2001