UNIDAD 8
TEXTO COMPLEMENTARIO
ASCH, Hugo, Por fin un hombre mordió a un perro, en Lengua y Literatura III, Komerovsky, G. Y Perdaik, N, Editorial Troquel, Buenos Aires, 1993., pág. 16.
Un clásico del periodismo se hizo realidad: seguro que es nota.
POR FIN UN HOMBRE MORDIÓ A UN PERRO
De poetas y de locos todos tenemos un poco. De periodistas, también.
Difícil es encontrar a algún nativo de estas playas de crisis que, se dedicare a lo que se dedique en la actualidad, no confiese solemnemente que su verdadera vocación “era el periodismo”.
Es entonces que, para defenderse, por soberbios, para agredir el espíritu público (como decía Artaud) o simplemente para espantar plomos, los escribas profesionales describen las características de su oficio con feroz ironía. Suelen (solemos) escandalizar a nuestros ingenuos interlocutores con frases tales como:
· Jamás la verdad podrá arruinarnos una buena nota.
· ¿Amigos? Un periodista no tiene amigos, tiene contactos.
· Si no hay muertos, no sirve.
· ¿Es a favor o en contra?
Salvajadas por el estilo suelen repetirse de viva voz por las redacciones de los cuatro puntos cardinales. Los cronistas veteranos las repiten una y otra vez frente a los asombrados rostros de los debutantes, los que hacen sus primeras armas en el periodismo. No hay maldad, lo juro. Es simplemente, como decirlo…un rito.
Por primera vez
Es en esta etapa, tarde o temprano, cuando el joven cronista escucha por primera vez:
– Mirá nene: si un perro muerde a un hombre no es noticia. Pero si un hombre muerde a un perro, sí.
Milagro de síntesis, la sabia frase es más asimilable que un largo año de teoría inútil. Ese ejemplo encierra el secreto.
Lo que un periodista debe saber. Lo que debe movilizarlo: el instinto.
Y al final sucedió
Esta breve introducción era necesaria. De otra manera sería imposible comprender la importancia de la información que daremos a conocer en las siguientes líneas. Una nueva generación de hombres de prensa podrá reprochármelo, sin dudas. También mis maestros, que obviamente me lo repitieron a los gritos alguna vez.
Además, la frase es un verdadero clásico. Y el amor a los clásicos, bien se sabe, es lo último que debiera perderse.
La historia real
Ahora sí, lectores, colegas, el cable:
LONDRES (DPA).- Shaun Desborough, de 25 años, fue condenado a pagar una multa de 200 libras (unos 300 dólares) por haber mordido al perro de su vecino. El acusado dijo ante el juez en Hull, en el este de Inglaterra, que el perro de su vecino, que se encontraba atado en el jardín, lo mordió cuando el joven trataba de tranquilizarlo, por lo cual él también mordió al animal. El agente de la policía Kevin Bulles encontró al perro con una herida sangrante sobre el ojo izquierdo, mientras que Desboroug estaba en la cocina de su casa con la boca manchada de sangre, pero sin huella alguna de mordedura. El juez condenó a Desborough a una multa por maltratar al animal. Además deberá pagar las costas del juicio (unos 310 dólares) y abstenerse de tener en casa al mejor amigo del hombre durante los próximos tres meses.