Comprensión: Proceso cognitivo estratégico – José A. LEÓN

UNIDAD 2
TEXTO FUENTE
/ Ir a La lectura como proceso cognitivo y comunicativo
LEÓN, José A, Prensa y educación. Un enfoque cognitivo, Aique, Buenos Aires, 1999, pág 67.
Cuando leemos un texto llevamos a cabo una tarea cognitiva enormemente compleja que implica diferentes procesos que actúan coordinadamente sobre la información escrita.
Según Kleiman (1982), desde la lectura de un texto impreso hasta su comprensión final se necesita:
a) un conocimiento general del mundo y de las acciones humanas;
b) un conjunto de procesos perceptivos y cognitivos entre los que se incluyen la intervención de la memoria a corto plazo (MCP), una codificación en orden serial, la localización y dirección de la atención, y un procesamiento inferencial;
c) procesos de comprensión del lenguaje entre los que se incluyen la recuperación e integración del significado de la palabra, el análisis sintáctico de frases, la determinación de referencias y diversos análisis de la estructura del discurso.
Para articular todos esos procesos que tienden a alcanzar la comprensión de lo leído, nuestra mente no procede de una manera estrictamente secuencial sino que, por el contrario, utiliza un proceso interactivo, a través del cual el lector deriva información simultáneamente desde los distintos niveles, integrando información léxica, sintáctica, semántica, pragmática, esquemática e interpretativa. Así, estos procesos actúan de forma paralela, activándose tan pronto como accede a ellos alguna información; es decir, el análisis semántico no espera a que finalice el análisis sintáctico, sino que una vez que han sido reconocidas determinadas palabras, trata de establecer las relaciones de significado dentro de la oración, lo que se verá confirmado por el análisis sintáctico a la vez que servirá como pista para el mismo.
Al igual que otros procesos cognitivos, la comprensión lectora está acotada por la capacidad limitada del sistema de procesamiento de la información humana. Sin embargo, esta limitación se compensa, en el caso del lector maduro, por la automatización de algunos procesos que actúan en los niveles más bajos, tales como las funciones de codificación o decodificación, permitiendo dirigir su atención a procesos de comprensión de alto orden. Por esta razón, la lectura, con la práctica, se convierte en un proceso estratégico. El sujeto hábil lee con un objetivo determinado a la vez que controla de manera continua su propia comprensión. Los buenos lectores son capaces de seleccionar su atención hacia aquellos aspectos más relevantes del pasaje y afinar progresivamente su interpretación del texto.
Todo ello parece redundar en la idea de que la lectura y su comprensión se conciben hoy como un proceso complejo e interactivo, a través del cual el lector construye activamente una representación del significado poniendo en relación las ideas contenidas en el texto con sus conocimientos.
La comprensión final del texto viene entonces producida por la conjunción de al menos dos factores.
De un lado, las características del material escrito, expresadas no sólo en los diferentes niveles lingüísticos, sino también por su contenido y su estructura. Así, en
este lugar podríamos situar todo lo que dependiese del texto y del escritor para optimizar su comunicación. Dentro de este apartado se introducirían aquellas técnicas que resultasen útiles para resaltar la estructura del texto, simplificar su contenido o mejorar su organización. Todo ello redundaría en una mejor activación de los conocimientos previos del lector, a la vez que permitiría la construcción de la macroestructura del mismo.
Por otro lado, se sitúan las características del lector, sus conocimientos y las habilidades lectoras que utiliza para extraer la información del texto. Este apartado incluiría estrategias que el lector aplica al enfrentarse a la lectura del pasaje. Esta destreza del lector no es algo que se adquiera espontáneamente, sino que se asienta con la práctica, en la que paulatinamente se van automatizando los procesos superficiales y ello va a permitir una mayor dedicación de los recursos cognitivos a la tarea de comprensión. Esta habilidad, lejos de ser un proceso cerrado, continúa desarrollándose en la edad adulta con la adquisición progresiva de nuevos conocimientos.

 

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Esta tendencia dominante de los modelos interactivos de la actividad lectora ha calado, en estos últimos años, no sólo en trabajos que se han interesado por el análisis de las estrategias utilizadas por los lectores, sino también por su enseñanza, por elaborar modelos de instrucción encaminados a mejorar su aplicación.
Actualmente se considera que las dificultades para comprender lo leído se deben, al menos en parte, a que las estrategias de comprensión y de aprendizaje que poseen los sujetos son inapropiadas o inexistentes para realizar correctamente la tarea. Puede deberse incluso a que el lector no sea consciente de las demandas de la tarea. Las implicaciones en este cambio de orientación están cuestionando también el modo de enseñar. El enseñante, además de transmitir al alumno los contenidos propios de la asignatura que imparte, debe ser capaz de incitarle a que trabaje con esos contenidos de manera activa, implicándole directamente en la tarea.