Por Milagros Cácere
“El acceso de las mujeres a la escritura ha estado condicionado, esto no quiere decir que no hayan participado. Desde los inicios de la escritura las mujeres participaron. Pero en el medio, con la formación de los estados patriarcales, se fueron buscando formas específicas de excluir a las mujeres de esa participación, por lo tanto, ha sido dificultoso dejar un registro”, explica Noelia Vacaflor, historiadora y docente feminista, acerca del lugar que ocuparon las mujeres en la historia de la literatura.
En Argentina, según las estadísticas, las mujeres leen más que los hombres, ocupan el 60% de todos los lectores del país. Leen más, pero escriben menos, o publican menos, o venden menos, que no es lo mismo. Ni siquiera puede conseguirse una cifra acorde a la problemática; no hay registros, ni datos, ni catálogos con diferenciaciones de género, ni siquiera cuestionamientos.
– ¡Ah, si! Vos sos la del mail sobre cuántas mujeres publican libros en Rosario.
– Ah, no te contestamos… porque, en realidad, esos datos no los tenemos.
– Catálogos hay, pero nunca se los diferenció dependiendo el sexo del autor.
– ¡Mirá! La verdad, nunca nos lo habíamos preguntado, pero lo que sí puedo decirte es que ahora hay muchas grandes escritoras.
– Sí… no, la verdad esos datos no los tengo, pero sí, ahora hay muchas más, hasta te diría que se están reeditando viejas obras de mujeres que en su momento fueron invisibilizadas.
¿Cómo nadie puede ser capaz de saber cuántas mujeres publican libros por año? Ni los libreros, ni la Editorial Municipal de Rosario, ni los editores locales, ni las mismas escritoras tienen esas respuestas. Pero por lo menos, hay preguntas, y parece ser que eso no es poco.
Mientras tanto, buscamos respuestas en historias. Historias como la de Silvina Ross, librera histórica de la ciudad, brillante, criada entre libros y una voz más que autorizada si de literatura se habla: “Cuando yo era muy joven, que me hice cargo de la librería, prácticamente no había mujeres conocidas, que después empezaron a conocerse, a escribir. Muchas de ellas empezaron con la literatura infanto juvenil, caso de Elsa Bornemann y otras que se dedicaron a los chicos. Las mujeres recién, yo diría que ahora, están parejas.” Las escritoras rosarinas encontraron sus primeros lugares en la literatura para las infancias, ¿qué hombre va a querer escribir sobre crianza cuando puede escribir sobre política? Según la editora, esa fue la primera puerta que se les permitió atravesar y ese es justamente, el campo al que habían estado relegadas aún hasta este momento de la historia.
Sergio Gioacchini, dueño de la editorial Ciudad Gótica y coordinador del Encuentro de Escritores Jóvenes, profundiza acerca de una mayor publicación de libros de autoría femenina: “Lo que yo sí he notado, es que hay una animosidad mayor hacia la publicación, porque en general mantenían esas cosas internamente. Era más pesado publicarlo, porque al hacerlo público ya no estás ahí para defender el texto. Por eso yo creo que hay una intencionalidad más a la difusión de la obra que antes quizás, por alguna especie de temor interno o juicio social, había más reticencia.”
“Las mujeres siempre escribieron, el tema es que no las publicaban. Así es como escritoras clásicas tuvieron que editar sus primeros libros con seudónimos masculinos para ser aceptadas en editoriales. Luego con la conquista de derechos, en distintos órdenes de la vida en sociedad, las mujeres lograron acceder a publicar en editoriales. Pero es cierto que esto no sucede desde hace mucho tiempo”, desarrolla Paula Turina, o lectora voraz, como se patenta en su newsletter sobre literatura. “En relación a la escritura, ahora pondría el foco en que las mujeres escriben pero la pregunta a pensar sería, ¿en qué condiciones? Muchas escriben en los momentos que le permite la crianza de sus hijos, las horas de trabajo” propone Paula, y hace repregunta fascinante. ¿Cuánto deben estar dispuestas a entregar las mujeres que deciden escribir?
“Les había gustado, lo habían elegido, pero me pidieron que amplíe la introducción y me dieron hasta mayo del 2021. Yo a mayo llegué arañando, con la pandemia, las clases online, no llegué para nada. Tengo una nena de 10 años, estoy separada, y por suerte, el padre se hace cargo. Lamentablemente, sabemos que podría no hacerlo. La casa, la niña, el trabajo remoto, cuando llegó mayo del 2021 yo no había podido tocar ni media hoja de esto. Me escriben para ver si lo tenía, y yo les digo ‘mira, no, estoy para atrás’ muy disculpándome, y en eso me dicen que les interesa que salga el escrito, así que me dieron otra fecha y dije ‘bueno, voy a tratar’.” Fue esa segunda oportunidad la que a Leticia, le permitió publicar el libro “Allá lejos y hace tiempo… Había una vez el patriarcado en la antigua Siria”, que en realidad, había empezado aproximadamente en 2008, como un trabajo de doctorado.
El recorrido literario de Leticia no es sólo uno individual. Sonia Tessa, además de ser periodista, también publicó recientemente el libro “Invisibles nunca más” y entre las historias de otras mujeres, también se oculta la suya “siempre quise escribir, desde chiquita. De hecho, en la adolescencia escribía poesía, después de aquellos inicios, nunca más incursioné en la escritura literaria y siempre escribí textos periodísticos, con un afán de escribir bien, pero siempre bastante avergonzada por mi falta de estilo. Y sigo dudando. Lo que es cierto es que me encanta escribir, aunque también me angustia. Siempre recuerdo la famosa frase de Truman Capote que dice que a los 8 años sabía que tenía un don pero también un látigo. No sé si tengo un don, pero sí sé que cada vez que me siento a escribir algo que me implique (una nota en la que trabajé mucho, una opinión propia) me abismo.” ¿Cuánto más les cuesta a las mujeres adjudicarse la capacidad de escribir?
Leticia y el trayecto de su libro continúan en el 2019, cuando una convocatoria de apuntes feministas se hace presente, en donde el público era más general y el texto no solo quedaría en manos de lectores y lectoras historiográficas. Para alguien como ella, que cree que la divulgación es importante, esto la convenció. Este artículo había quedado ahí, en la galera, y ella misma se cuestionó que el artículo estaba bueno y no había sido muy difundido en su momento. Entonces, presentó el escrito. Lo eligieron, pero le dieron una fecha límite para ampliar la introducción. Sin embargo, la pandemia ya la había alcanzado, y como era de esperarse, una frase cayó sobre los hombros de Leticia, con la misma ligereza que cualquier otra, pero con el fastidioso peso de un mensaje que busca dejar en claro el ejercicio del poder. “Alegra se tiene que quedar con vos” le impuso el padre de su hija. Sí, Leticia, su madre no lo había dudado en ningún momento, pero ¿y por qué? ¿porque él lo decía? Se quedó con ella durante los primeros dos meses de cuarentena, ¿pero él no es igual de padre? Esas preguntas se hizo ella, y sin embargo, cuando la convivencia empezó a ser compartida, las preguntas que llegaban desde el afuera no eran las mismas: ¿Y no la extrañas? se sorprendían. A él no le preguntan si la extraña si no está con ella, asegura Leticia.
La autora profundiza aún más y relata que recién hace dos años pudo encontrar un equilibrio para escribir y trabajar, que también tiene que ver con estar separada. Porque si no lo estuviera, ese tiempo no lo tendría. Y es a este concepto, el de la carga mental, al que la autora le otorga especial importancia. “La carga mental es para todo, para el trabajo, para ponernos trabas a nosotras mismas, es tiempo, tiempo que perdemos. Había una frase que andaba dando vueltas, esta cuestión de los quehaceres: ¿Qué mujer tiene ganas de escribir, de pintar, de imaginar, después de haber limpiado la casa? Estás cansada, te queres dormir.” remata la escritora.
Sonia, por su parte, desarrolla también sobre la misma problemática “las mujeres tienen más obstáculos para casi todas las actividades de la vida que no tengan que ver con la reproducción y el cuidado. Siempre hay una desvalorización de lo que hacen las mujeres, pero no tenemos que caer en eso, y mi idea es que la mejor forma de combatirlo es leyendo a mujeres (que nos gusten), replicándolas, amplificando su valor literario. Definitivamente es importante que nos leamos entre nosotras, nos difundamos, nos compartamos, nos amplifiquemos. Es importante también recomendar a las escritoras que nos gustan a nuestros varones cercanos, para que no se convierta a la literatura en ghetos donde los nenes leen a los nenes y las nenas leen a las nenas”.
Leticia y Sonia lograron, a pesar y gracias a los condicionamientos de ser mujer, publicar sus libros. Leticia y Sonia son escritoras, feministas y divulgadoras. Leticia y Sonia demuestran que, probablemente, haya mucha más historia en la publicación de esos libros que solo la historia antigua de oriente o 37 crónicas periodísticas. “Cuando te pones los lentes violetas, ya está” afirmó Leticia. Para cerrar, Sonia se remite “a la hermosa Un cuarto propio, de Virginia Woolf”, a la importancia de encontrar las condiciones para la escritura: “Porque si las mujeres no escriben, falta contar, representar, imaginar, una mitad muy importante del mundo”. Y así es, Sonia.
TEXTO CONVERSACIONAL
El semillero de la escritura local: un encuentro para todos y todas
Con más de 30 años de trayectoria, Sergio Gioacchini, dueño de la editorial rosarina Ciudad Gótica y coordinador del Encuentro de Jóvenes Escritores de Rosario, nos cuenta cómo es hoy el rol de las mujeres en el semillero de la escritura de la ciudad.
– Sé que formas parte de la organización del Encuentro de Escritores Jóvenes que ya lleva varias ediciones encima, quisiera saber si en estos encuentros y en el trabajo de la editorial en general ¿notás alguna desproporción entre escritores varones y mujeres? ¿Existen géneros específicos en los que sean observables estas diferencias? (historia, novelas, poesía, política, etc)
– Con respecto a los escritores jóvenes, empezó hace mucho años porque me mandaban muchos textos los chicos a la revista, a Ciudad Gótica cuando salió la revista, en ese momento comprar una revista en un kiosco era una posibilidad cierta, no había celulares, no había ese tipo de cosas. Entonces digo bueno, ya que hay tantos ¿Por qué no organizamos con las escuelas y con el Ministerio un encuentro de escritores jóvenes?. Fue un boom. Nosotros ni lo podíamos manejar, me acuerdo que había 250 personas en sala, porque no tenía más lugar en la Sala de la Cooperación, y tuvimos que poner un televisor afuera proyectando lo que estaba pasando adentro. Fue hermosísimo. Así se fue haciendo esta clase de encuentros. En los jóvenes en general no había una disparidad que yo notaba, había sí mujeres jóvenes que escriben, quizás la temática sí solía ser diferente. Pero lo que note en el 2019 es que había una variedad mayor de género, digamos, y eso lo solían declarar. Yo le conté a mi hija, en ese momento tenía 21: “Mira, vino una chica y dijo que era una escritora transgénero y se animó a decirlo frente a 500 personas en la Sala Lavardén.” A mi me pareció fabuloso, pero bueno, aprendí a ubicarme también en esa situación ¿no? porque uno es un poco estructurado y obviamente este es un ámbito donde uno lo maneja todo el tiempo y puede charlarlo y puede hablar de todo con la gente porque al ser cultural, en teoría somos mucho más abiertos que en otros lugares. Si nos pasó, con la colección de cine, que nos costaba incluir ensayos sobre alguna temática de cine escritos por mujeres. Ahora por ejemplo estamos haciendo un libro que se llama “Cine y Fútbol 3”, y había varias mujeres incluidas y todas eligieron películas que tienen que ver con esto, con el fútbol femenino, que recién ahora se está pasando en televisión, las noticias salen en los medios. Son docentes de la Escuela de Producción de Cine y Televisión de acá, siempre proponen cosas muy acertadas y con una mirada mucho más refrescada que la mía.
– Después de tantos años en el rubro, ¿percibís que los lectores tienen, o tuvieron en el pasado, ciertas preferencias en cuanto a la lectura de autores hombres o mujeres? ¿por qué pensás que esto ocurre?
– Yo no lo he percibido, quizás sea un buen ámbito, no hay prejuicio tan evidente. A veces esos libros tienen este recorrido, no es que se van a vender en otro lugar, no es que te lo piden. Pero yo creo que una de las funciones de hacer cultura es esa, lo social, lo feliz, no todo el mundo escribe para ganarse el Premio Nobel en Literatura. Muchos escriben por una pulsión interior, por una realización personal, comunicar cosas a los suyos, y eso es muy importante, no hay que olvidarse de eso en cualquier actividad cultural. Entonces creo que una de las funciones es esa, la felicidad de la gente, es muy importante, a veces nos olvidamos de eso. Felicidad en el sentido más amplio de la palabra. Esa preferencia de los lectores, no creo, eso debe haber pasado hace muchos años y ni siquiera yo lo percibí. Cuando hacíamos revista, que vos no estabas ni en planes, éramos la misma cantidad varones y mujeres.
– ¿Por qué pensás que debemos motivar a las mujeres a ser partes de este mundo, a escribir de lo que quieran, a convencerlas de que tienen algo que contar y que habrá personas dispuestas a leerlas?
– Lo que yo sí he notado, es que hay una animosidad mayor hacia la publicación, porque en general mantenían esas cosas internamente. Era más pesado publicarlo, porque al hacerlo público ya no estás ahí para defender el texto. Por eso yo creo que hay una intencionalidad más a la difusión de la obra que antes quizás, por alguna especie de temor interno o juicio social, había como más reticencia. Porque vos lo escribís, te haces un cuaderno, lo miras, se lo confiás a tus amigas, a tu familia, pero la edición ya es libro. Ahora pasa mucho por los medios, todo el mundo escribe y opina, no hay género para eso. Pero yo lo que creo es que, es probable, que al haber más apertura, haya más apertura hacia la animosidad a hacer pública, que son cosas diferentes que escribir. Las motivaciones a escribir son muy diferentes, ahora la animosidad a hacerlo público, sacarlo fuera, ya es otra historia.
TEXTO ARGUMENTATIVO
AGARRAR LA PLUMA
¿A dónde estuvimos las mujeres?
Cuando le pregunté esto a Silvina Ross, con seguridad respondió “¿escritoras? escritoras hubo siempre”. Entonces, ¿por qué tenemos que buscarlas? No lo sé, Lo sabría si alguna de las puertas que toqué hubiese tenido una respuesta. Lo sabría si el mundo fuera del aula fuese un poco más parecido a lo que es dentro. Si esos planos fuesen uno quizás lo sabría, porque dentro del salón 209 de la Escuela de Comunicación Social, en Redacción 1, no hay compañera que no investigue sobre otras mujeres. Y nos empeñamos, convencidas de que hay algo aunque aún no podamos encontrarlo, convencidas de que alguien debe ocuparse de todas esas historias que todavía faltan contar: las nuestras. En el 209 hay voces para todas, pero fuera, el mundo parece ser igual de indiferente que siempre.
Sí, siempre hubieron escritoras, pero ¿cuánto más esfuerzo fue el que tuvieron que hacer para que alguien las aplaudiera de pie? Me gusta repetir que detrás de un hombre exitoso siempre hay una madre que le cuida los hijos. Sin embargo, estoy segura de que detrás de una mujer exitosa probablemente haya el doble de trabajo, el doble de cansancio, la mantención de un hogar, la crianza de un niño o una niña, un juicio por alimentos, una abuela de sostén, violencia y más violencia. ¿Quiénes son esas pocas que aún así, que incluso llegando al final de esa lista, deciden agarrar la pluma? Y a pesar de eso, lo hacemos, y con qué voluntad. Y cuánto más sacrificio es el que tenemos que hacer para hacernos lugar entre nosotras en esos espacios de los que fuimos negadas. Porque no llegamos solas, porque siempre nos amuchamos para que entren las demás.
El problema no es que no escribamos, el problema es que no nos leen. Estamos, y sin embargo, miramos alrededor y no nos reconocemos. Sí, somos nosotras, no duden, a veces escondidas bajo un seudónimo, a veces entre iniciales desabridas, a veces insistentes en textos que nos expropiaron, y a veces, perdidas en la inexistencia de una hoja en blanco sin firma. No duden, un hombre no escondería jamás que lo es, somos nosotras.
Corremos con lobos, corremos sin saber cuánto más vamos a poder correr, cuánto más estamos dispuestas a aguantar, corremos siquiera sin saber si vamos a llegar. Pero corremos, agarramos la pluma, escribimos, amasamos el pan. Con coraje, con ovarios, con nombre y apellido, con pasión y con esmero. Y escribimos, y publicamos, y difundimos, y leemos a compañeras, y rezamos que nuestros textos no queden divagando por ahí. “Quizás esta vez sí”.
Sí, hoy a esta misma hora, un hombre mediocre está presentando un prestigioso libro a sala llena de otros hombres que lo aplauden de pie sin dudarlo. Pero también, hoy, a esta misma hora, en una sala vacía, en un cuarto propio, hay una mujer comenzando en un primer borrador lo que en unos años será una extraordinaria pieza literaria, y eso es lo que importa.