Por Natalia González*
¡Y un día volvimos! A donde nunca habíamos estado… ¡pero volvimos!
Una mañana tranquila, el sol prometiendo y Redacción 1 por delante. Éramos la primera clase del día y eso se notaba: la facu estaba en silencio, quieta, tanto por dentro como en sus alrededores. Sin dudas el edificio aún estaba despertando, al igual que muchos de nosotros.
“Por la escalera, primer piso y a la derecha” me indicó la persona en recepción, luego de pasar por los ya clásicos alcohol en las manos, toma de temperatura y chequear nuestro nombre en la lista. Llegué al aula. Estaban casi todos ya sentados, la profe acomodando la compu y María Luz y Franco testigos de todo vía Meet. Reconocernos sin conocernos, escucharnos las voces no digitalizadas y ver nuestras expresiones sin que se nos tilde la compu, fueron “rarezas” super necesarias en este vivo de las 8am, que por primera vez no era a través de Facebook. Hasta el ruido de la cortadora de césped que nos obligaba a casi gritar, creo que le dieron un toque de entrañable presencialidad a la clase.
Cual ejercicio de relajación, Marcela nos pidió que escribiéramos (no podía ser de otra manera) un texto sobre esta nueva experiencia y todo lo que nos despertaba, para luego compartir con el grupo. Pero antes, escuchamos atentos un fragmento de Leila Guerriero, publicado en El País, en 2016. para entrar en clima que nos dejó con nuestras emociones a flor de piel ¿o solo a mi? No, creo que a todos.
He vuelto —solo para escribir— al departamento donde todo comenzó. Al sitio donde viví con una planta de jazmines como toda compañía. Aquí, hace años, mirando a través de esta ventana por la que ahora miro, en un febrero de infierno, con paro de metro y calor de cuarenta grados, en jornadas que iban de las siete de la mañana hasta las doce de la noche apenas interrumpidas por siestas crucifijas de veinte minutos, escribí un libro, el primero. Aquí, antes de eso, me hice periodista tecleando con jactancia en una Lettera portátil que aún conservo. Aquí canté a gritos, con amigos salvajes, canciones que hablaban de nosotros: de nuestra soledad y nuestro tedio. Ahora no hay nada, salvo el aroma de las casas cuando están vacías durante mucho tiempo: un olor al fondo de la vida, el olor seco que dejaría el mar si se retirara del mundo. Puedo contar los objetos que traje: un cepillo de dientes, un dentífrico, un jabón, una toalla, un vaso, un tenedor, un escritorio, una silla, la computadora. No hay adornos, ni libros, ni lavarropas, ni cortinas, ni alfombras, ni cama. No tengo nada porque nada me hace falta para lo que tengo que hacer: mi tarea no necesita de adornos. Estoy sola con ese animal caprichoso, esa fuerza que me ha traído de regreso. La escritura, mi patria tirana. Aquí, después de haber estado en tantas partes, y con tantos, permanezco, espero. Dejar atrás es, ahora, la forma de ganarlo todo. Regresar, la única forma de seguir adelante. Aquí, donde todo comenzó, escribo. Empiezo. Allá vamos. (Qué curiosidad).
Una vez superada esta primera (y necesaria) instancia de emociones, comenzamos a trabajar los temas del día y cada uno presentó su Trabajo Práctico Integrador 4.1. Revisamos los puntos claves, donde podíamos tener inconvenientes y en mayor o menor medida, todos re-planteamos nuestro trabajo a partir de las correcciones y escucharnos. Fue muy productivo y dinámico. Pero, antes de seguir escribiendo, es importante aclarar para tranquilidad de todos que, al ver tantos ajustes pendientes, la profe puso como nueva fecha de entrega para el TPI 4.1, el lunes 20, así podemos corregirlo y chequearlo en detalle antes de la entrega. ¡Gracias por la prórroga!
Ya de cara a lo que se viene, para la clase del próximo miércoles, debemos saber que volvemos a los fríos avatar y a los “no se te escucha, activá el micrófono” pero con esta nueva y nutritiva experiencia en nuestro haber. Además, es importante destacar que comenzaremos a trabajar los textos de entrevistas, así que a leer y prepararnos para todo lo que se viene en estos pocos meses que nos quedan para finalizar el año. ¡Qué ansiedad!
Ustedes dirán con todo lo que escribí ¡No quedó nada por contar! Pero seguramente faltaron cosas, porque uno nunca termina de registrar todo lo que sucede ni cómo lo percibió cada uno. Eso es lindo, porque al leerlo seguramente nuestra cabeza disparó imágenes tan distintas como personales.
Hasta aquí llego, espero no haberlos aburrido, entiendan que ameritaba un posteo detallado. Saludos a todos y aguardamos con ansias la próxima clase presencial.
Nato.
PH: Franco Padovani
PD: Me quedé mal por no llevar budín a la primera clase presencial. Me lo agendo para la próxima sin falta.
* Estudiante de Redacción 1. Licenciatura en Comunicación Social. UNR