Ellos se inspiraron

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Federico Landi, “Cappuccino al bar”
Dicen que fueron a tomar un café con el Negro y Armando y hablaron de la inspiración. Yo no agregué ni quité nada, a mi me llegaron estas versiones del diálogo tal como aparecen en el texto y no podria asegurar la veracidad de ninguno. Queda en cada uno creer o no, como con todo en la vida.

Arturo entró con la frente bien alta al Dory aquella tarde. Roberto lo miraba desde lejos.
– ¿Y? ¿Qué tal salió todo?
– Bien tranquilo… Me ayudo una amiga…
– ¿Una de esas que caen desde el cielo?
Armando sonrió.
– Sí, una de esas…
– A mi también me ayuda de vez en cuando la inspiración…
Mientras volvía Gabriel a sentarse a la mesa, pues había ido al baño segundos antes. Armando con cara de sorprendido.
– Hola Armando… ¿Esa cara? – dijo Gabriel –
– Nada es que no creí que…
Interrumpe Roberto
– ¿Acaso no me pueden ayudar también?
– ¿También bajan desde allá arriba? ¿Cómo se llama?
– No voy a mentirte… No bajan mujeres desde el cielo…
– Ojala bajarían – Acotó Gabriel –
– Las musas no existen… son un mito…
– A mí me ayudo una para escribir la obra que entregué… La que bajó fue musa de Antonioni y casi de Woody Allen, pero eligió venir a ayudarme a mí…
Roberto y Gabriel se miraron y entraron en carcajadas. Gabriel dijo.
– Una musa de la elite sería…Las musas no existen Armando, eso es un invento tuyo. Te puede ayudar la inspiración, pero es todo sentarse y trabajar…
– Y trabajar, y trabajar, y trabajar… – Añadió Roberto –
En ese momento entra corriendo Nacha al Dory, tumbando un par de sillas que estaban en su camino.
– Ya pongan canal 13… Fíjate Armando que está hablando Postiglione de tu obra, dice que “es muy moderna y novedosa”, pues a nadie se le había ocurrido que una mujer bajase desde el cielo para ayudar a escribir a otro… Y menos que habría una especie de jerarquía en donde esas mujer que “caen del cielo” elegían con quien ir a trabajar.
Gabriel Bisang

Tipo siete de la tarde nos encontramos con Roberto en el Dory. Yo tenía, entre todos los papeles que llevaba, una carpeta con los dibujos que le iba a mostrar, para que me tire unas líneas, alguna idea nueva. Hacia ya un mes que estaba con esos dibujos y necesitaba la opinión de algún entendido en el tema.
Roberto llegó puntual, como siempre. Yo, como siempre, tarde. Entré, hice un saludo general para los conocidos de atrás de la barra y me senté con Roberto en la mesa, como siempre, del lado de la calle.
– ¿Qué haces piba, todo bien?- preguntó Roberto, mientras me apartaba la silla que estaba al lado suyo.
– Acá, cargadísima de trabajo- le contesté señalando la pila de papeles, carpetas y libros que dejé sobre una silla.
– La vida es para laburar nena…Che, Chichín haceme dos cafecitos- gritó Roberto, inclinando la cabeza hacia el lado de la barra- ¿En jarrita querés vos?- me preguntó
– Como venga- le contesté, sin prestar atención, mientras buscaba en el montón de papeles los que realmente me interesaban.
– Bueno que sean 2 jarritas entonces maestro…- levanta la vista y ve a entrar a Armando, con paso lento, cansado, los cabellos rubios alborotados por el viento frío de la tarde de julio.
– ¡¡Eh Chichín pará pará!! Que sean tres…allá llegó el desaparecido en acción…- señalando con la cabeza para la puerta.
– ¿Que haces Armando?- le dije, arrimándole la silla para que se sentará.
– Acá andamos, bien…bah…cansado- me contestó, mientras se sentaba.
– ¿Cansado de qué pedazo de caradura? Seguro que venís de hombrear bolsas en el puerto- se rió Roberto, sabiendo de la fama de holgazán que lo caracterizaba.
– Si reíte vos dale…agarrame para la joda…total- lo miró Armando con cara de resignación.
– Naaa pará…de verdad… ¿Qué te pasó? Tenés una cara…parece que no dormís hace una semana- le pregunté, sorprendida por el aspecto desalineado de Armando, tan poco usual en él.
– Y mirá por ahí ando, no se si una semana pero estuve dos días a full, sin parar…
– La joda- acotó Roberto, mirando con un gesto cómplice a Chichín que había llegado con el pedido.
– Seguí vos, seguí…Te cuento a vos, que sos la única que me toma en serio acá- dijo Armando, dirigiendo su mirada hacia el sector de la mesa en donde yo me había acomodado.
– Dale Roberto, dejá de joder así nos cuenta- dije, dando una palmada en el centro de la mesa para tratar de persuadirlo.
– ¡Pero si este es más pavo! Enseguida se calienta…dale pibe contá- hizo un gesto Roberto como prometiendo no abrir más la boca.
– Bueno cuento…El otro día vino mi viejo y me dice: “che pibe, estuve hablando con Gerardo Postiglione, le conté de tu trabajo, un poco de chamuyo de por medio y el tipo se interesó, quiere verte”.
– ¿Y tu viejo de donde lo sacó al Postiglione este?- preguntó Roberto, con una mueca de desconcierto en la cara.
– Y viste mi viejo se maneja allá en la noche porteña…anda en toda esa matufia…Pero bue…la cosa es que justo Postiglione tenía que venir a Rosario para arreglar un contrato de no sé qué carajo en el Astengo…y nos juntamos…
– ¡¿Vos y Postiglione?!- acoté sorprendida, aprovechando la interrupción para hacerle señas a Chichín de que nos trajera algo para picar porque, por como se estaba desarrollando, el relato venía para largo.
– No nena, él y Papá Noel- acotó Roberto, moviendo la cabeza y mordiéndose los labios, como quién está frente a una pregunta demasiado obvia.
– Bueno escuchen porque no termino más sino- dijo Roberto tomando un sorbo de café, y haciéndonos la típica seña de silencio a Roberto y a mí. – La cosa es que nos encontramos con el tipo en el Majestic y ahí me larga todo…me cuenta que lo habían plantado en una obra y que tenía cinco días para presentar una nueva…
– ¡Hasta las manos Gerardito!- lo cortó Roberto
– Callate, dejalo que termine- lo reté, mientras le daba una palmadita a Armando en la espalda, que parecía estar con ganas de abandonar el relato.- Seguí vos, no le hagas caso…
– Bueno yo, vieron como soy yo, que enseguida agarro viaje, me colgué diciéndole cualquier verdura, que había trabajado con Fernando Luppi, que en cuatro días le hacía todo, escenografía incluida…
– ¿Y el tipo?- preguntó Roberto, que por primera vez interrumpía la conversación sin intención de molestar a Armando.
– Y qué querés…el tipo estaba como loco, hace de cuenta que había visto a Dios, imaginate le estaba salvando la temporada…cerramos trato ahí nomás…champagne…brindis…todo…yo era su salvador….- Armando ya estaba recobrando las energías que lo caracterizaban al relatar algo.
– ¡Bueno te felicito entonces!- festejé a Armando, haciéndole una especie de brindis con el vasito de soda que acompañaba al café.
– Claaaaro campeón, ahora entiendo la cara, de ahí te fuiste de joda y recién volvés- se rió Roberto- ahora pagate algo acá, no seas agarrado…
– Pará que termino… la cuestión es que yo no tenía nada terminado, ni empezado…nada…la nada misma- exageró Armando con un gesto de desesperación.
– ¿Qué? ¡Vos estás loco!- le grité, acompañando el grito con una cara de pánico que rozaba lo cómico.
– Sí, le falla el bocho, yo siempre dije – me contestó Roberto, haciendo un movimiento de desaprobación con la cabeza.
– Y yo qué sé, se me presentó la oportunidad de mi vida y le di para adelante, total, digo, se me va a aparecer mi musa inspiradora y me va a tirar la obra entera, así de una…Se la voy a llevar a Postiglione y chau…éxito total, fama absoluta…y plata por todos lados…- se entusiasmó Armando, con una especie de brillo en los ojos.
– ¡Acá planeta Tierra llamando a Armando!- dijo Roberto, poniendo sus manos alrededor de su boca, formando una especie de megáfono.
– Si yo diría que estás grande ya para fantasear así…digo, capaz que vos sos distinto pero a mi eso nunca me pasó- agregué, recordando todo el tiempo que había empleado en hacer mis dibujos, y que todavía no había terminado.
– Pero se me apareció la musa…
– ¡Si con una carpetita con la obra y diciendo: estimado Armando, he aquí su salvación!- Roberto ya no podía contener la risa.
– No Negro no sabés, preguntale a Nacha, ella estaba cuando me agarró, una vez acá-dijo, señalando el lugar exacto del bar en donde había sucedido el hecho- y otra por la calle-
– ¿Y ahí te dio la obra la musa?- le pregunté asombrada- decile si no tiene algún dibujito para mi que ando medio trabada, yo le pago lo que sea- le dije, con un gesto entre desesperado y nervioso.
– Piba, esas cosas no existen…ya te dije- me retó Roberto, con cara de enojado.
– No, no, dejame que termino de contar…me pegó dos veces esa cosa mística así de la inspiración, aparecieron destellos de luz, con coro de ángeles y todo, yo levitando…
– Y después me di cuenta de que no había quedado ni una gotita de whisky en la botella- imitó Roberto a Armando, en un tono burlón.
– ¿De verdad te pasó eso?- lo miré, sin hacerle caso a las burlas de Roberto- ¿Y qué te dijo la musa?
– Si, si dos veces…no nada…qué sé yo…capaz que lo soñé, como estaba tan convencido de que se me iba a aparecer…
– O porque no tenías ganas de agarrar un papel y ponerte a escribir- Roberto lo interrumpió con tono serio y agregó- Mirá dejá que yo te cuento el final: estuviste esperando como un pavo que venga la musa en el trineo con Papá Noel y los duendecitos, no hiciste un carajo…así se pasaron los días, ya llegaba la fecha de entregar la obra y resulta que no tenías ni un papel miserable para darle a Postiglione y te entró la desesperación porque el tipo te iba a matar y de paso vos no ibas a laburar nunca más en tu vida porque te iba a hacer toda la fama de vago, irresponsable, que bien merecida te tenés- A esta altura Roberto ya estaba bastante alterado. Él no creía en absoluto en la inspiración, y lo ponían muy nervioso aquellas personas que pensaban que ser artista era estar todo el día papando moscas.
– ¡Ay para tanto va a ser!- miré a Roberto, como compadeciéndome de Armando.
– ¡Pero se me apareció la musa!- casi me gritó Armando
– ¡Dejá de joder! ¡Tanta suerte vas a tener!- A esta altura Roberto casi había abandonado la conversación, ofuscado por el tema que tanto lo irritaba.
– De verdad…Y ¿sabés lo que me dijo la musa? Yo desesperado, entre nervioso y eufórico y la muy viva me dice que sí, que me ayudaba, ¡que me pasaba las cosas a máquina!
– Naaaa te agarró para la joda…- me reí, sin terminar de entender la situación.
– ¡ Me puso a laburar la musa!- gritó a Armando, poniéndose de pie , y llamando la atención de todo el bar- me tuvo dos días a café, encerrado, no me dejaba ni ir al baño…la colimba parecía eso…me tenía re cortito…
– Trabajar se llama eso pibe… ¡Vamos musa todavía! A esa te la mandé yo para que aprendas una nueva palabra: la-bu-ro- .Roberto volvió a la conversación con tono de anciano sabio a quien el transcurso de los hechos terminaba por darle la razón.
– Bueno pero ¡¿terminaste?!- lo sacudí del brazo nerviosa ya por todas las vueltas del relato.
– Si, si, llegamos con lo justo, no podía decir ni papa pero terminamos…Y te la hago corta…se la llevé a Postiglione con un nudo en la garganta, no saben, el tipo la leyó adelante mío…no me quedaban uñas, me comí hasta los dedos- Armando iba dramatizando la escena mientras contaba.
– No te la puedo creer Armando…es mucho nervio esto para mí- le dije, mientras pensaba que en el momento de entregar mis dibujos iba a vivir una situación similar.
– Bue pero valió la pena el esfuerzo…el tipo enloqueció con la obra, yo casi me muero cuando me dijo que sí, que la iba a poner en cartel…y todo lo hice yo, con sudor de mi frente, pero gracias a la musa que me inspiró, sí, pero a trabajar…
– Viste piba… ¿Yo qué te dije? …acá no hay soluciones mágicas…en la vida hay que laburar…- me dijo Roberto haciéndome un guiño de ojo.
Luciana Boero

Días después en el Dory, estaban esperando a Armando para ver que había resuelto. Ya un poco aburridos este llega, con una sonrisa más grande que todo el bar, parecía William Shakespeare en versión actualizada.
– ¡Hola Armandito!, exclamó con voz irónica Marilín. Seguramente la musa volvió a aparecer, las risas entre ellos opacaron su sonrisa. – La verdad que si , la obra quedó deslumbrante, aclaró Armando dejándolos con la boca bien cerrada. Tuve que hacer un par de retoques antes de entregarla, porque me parecía que la musa ya me había ayudado bastante. -¡Qué bien Armando!, dijo en Negro ocultando su envidia y demostrando interés. ¿Y te fue fácil escribirla? – No, no es más difícil de lo que creí, se necesita concentración, apartó Armando, mientras pedía un café cargado al mozo. La musa tiene un carácter particular, y además hay que crear un ambiente donde se sienta cómoda – Ahhhhhhhhhhhhhh, se escucha un suspiro de aprobación de ambos. -¿Cómo se hace para lograr eso? O no podes comentárselos a tus amiguitos, preguntó Marilín dándole palmaditas en la espalda. -Es depende de la persona, declaró Armando, yo por ejemplo para inspirarme necesito estar relajado. -¡Llamas a una masajista! ,Exclamó el Negro un poco desentendido, tocándose la cabeza. Las risas de Marilín hicieron que se arrepienta de lo que había dicho. – No exactamente, dijo Armando metiéndose en un tema serio. Lo primero fue estar solo, por eso rechacé a Nacha que coma conmigo. – A lo que Marilín interrumpió dando un golpe en la mesa, por eso tampoco asististe a la inauguración de Coca. -¡Exacto! Debía estar solo, -cambiando de tema Armando comienza a relatar lo que le sucedió- Bueee como ya les dije me quedé solo, me di una ducha bien caliente, solo quedó encendida una luz, y música….
-¿Música? Ibas a bailar con la musa o a escribir, es imposible concentrarse con música, aclaró Marilín con un tono bastante sobresaltado.
El Negro se dormía en la mesa, ya no opinaba del tema, se sentía apartado por lo que había dicho anteriormente.
– Es mi manera de concentrarme, explicó Armando. Y creo que resulta sino, no hubiese venido a visitarme la musa. – Puede ser…¿Y que más existe? Preguntó Marilín tras convencerse de lo que le había dicho. – ¡Whisky y mis cigarrillos! Exclamó Armando con tono de importancia a sus vicios. – ¡Armando!!!!, no comparto eso con vos, a veces hay que dejar de lado esos vicios, mira si escribiste algo que después te arrepentís, por el alcohol lo dijo. , Le aclaró Marilín
– Fue sólo un vaso, se controlarme, aparte la musa me ayudo mucho. , Dijo Armando. -¡Qué bien! Yo en cambio para poder concentrarme necesito silencio y nada que me atraiga para dispersar mi mente. Bueno Armandito espero leer tu obra pronto y que seas un conocido famoso. Apartó Marilín – Lo dudo, dijo Armando con un tono bromista.
Marilín Bosio

– ¿Y? ¿Cómo te fue con Postiglione? – Exclamó Kevin con un tono preocupado.
– Mal, mal. (Dijo Armando con tristeza.)
– Pero… ¿No era que ya tenías todo listo? ¿Qué pasó? ¿Tu musa no te ayudó?- Dijo en un tono burlón Fontanarrosa.
– Sí, me “iba” a ayudar, pero dijo que yo tenía que hacer el trabajo y no esperar que ella me lo haga. Tiene razón ¿No? – acotó, y quedaron un rato en silencio.
– Mira Armando, yo te voy a dar un consejo que te va a servir, la inspiración existe, pero no por eso hay que quedarse de brazos cruzados esperando que te haga las cosas, vos mismo tenés que buscar tu inspiración para darte cuenta de las cosas, creo que Roberto piensa como yo ¿no es cierto? – Dijo Kevin muy seriamente.
– si por supuesto.
Pasaron dos segundos hasta que Armando larga una carcajada y dice – Gracias amigos, me hicieron dar cuenta de algo muy importante, por qué no tomamos unos whiskys ahora y disfrutamos de ésta hermosa noche.
-Sí a disfrutar. (Exclamó Fontanarrosa con un gran entusiasmo)
-Esperen, ¿Y Postiglione? ¿Qué le dijiste?
– Ahora no… Nunca me va a encontrar. Dijo Armando con su común tono de soberbia.
Kevin Buffa

Se encuentran Armando y Fontanarrosa en el Cairo tomando una taza de café cuando una muchacha se acerca a su mesa
Guadalupe:-discúlpenme no quisiera interrumpirlos, pero me gustaría decirle señor Fontanarrosa que soy una gran admiradora suya, y si no fuese molestia me gustaría sentarme a charlar un rato con usted
Fontanarrosa:- por supuesto, sentate
Armando:- Como te decía me costo mucho pero al final llegue a tiempo pude darle la historia a tiempo a Postiglione, la verdad que esta vez me fallo bastante mi amiga la inspiración no llegaba más, ya me estaba desesperando.
Guadalupe:- ¿Cómo es eso?
Fontanarrosa:-bueno, acá con mi amigo discrepamos un poco de dicha idea, según Armando la iluminación te llega de repente, de la nada. En cambio yo necesito de cierto incentivo, un ambiente especial para escribir, y siempre hay algo que me ayuda, esto puede llegar a ser desde una señal de transito hasta una lata abollada, pero no es que pongo los ojos en blanco y aparecen las ideas.
Mauricio:- no Roberto, los escritores serios como nosotros no necesitamos esas cosas, las ideas innovadores ya son parte del autor creativo, esto ya lo hablamos…
Guadalupe:- no estoy de acuerdo con eso, puede ser que haya gente que es mas talentosa y con mas imaginación que otra y que posea mas facilidad a la hora de escribir, pero yo creo que todos necesitamos algo que pueda llegar a darte una base, vos vivís en un mundo, este es tu medio de producción del que inconscientemente siempre estas sacando ideas aun cuando vas caminando por la calle pensando en cualquier cosa menos en tus escritos. De todos modos quiero elogiar la obra que escribiste y se estreno esta semana en el Ópera ¡felicitaciones!
Los tres personajes se quedan charlando un buen rato en el café hasta que el reloj marca las nueve de la noche, Mauricio anuncia que tiene que retirarse y lo mismo afirman los otros dos despidiéndose asegurando un posible futuro encuentro.
Guadalupe Freire

-¿Qué tal Roberto tanto tiempo, puedo sentarme? – preguntaba Martín al negro fontanarrosa sentado en una de las mesas del fondo contra las ventanas, en el Dory.
-¡Pero por favor!- exclamó el negro sorprendido de lo que estaba viendo, casi escupiendo el café de la exaltación y abriendo los brazos al aire en forma de abrazo.
– Por favor martincito, que gusto verte de nuevo, ¡y miralo nomás!, de traje y corbata, quien se lo iba a imaginar. – Rizas compartidas por los dos viejos amigos.
-¿Qué contas martincito que es de tu vida, te recibiste, estas trabajando? Contame en que andas – muy contento el negro por ver de nuevo a su joven amigo.
-Bien negro, la verdad que muy bien, si, estoy recibido, ¡estoy casado!, me case hace dos meses, y estoy trabajando como critico en una revista para músicos y amantes de la música.- se sienta frente al negro mira al mozo, le pide un café chico y un vaso de soda grande.
– ¿Vos negro?, ¿en que andas?
– En la lucha igual que siempre, pero contento estoy escribiendo un cuento nuevo, ya casi lo termino, estoy inspirado, estuve trabajando mucho con él, vine acá a tomarme un cafecito, despejarme un poco , pensar algo para redondear el final.
– Ya que nombras eso, ¡que tema el de la inspiración!
-Si, la verdad que es ¡todo un tema! Hay escritores que se toman la inspiración como algo divino, algo que les va a caer del cielo mientras ellos están en un boliche tratando de levantarse una rubia.
-Comparto con vos Negro. La inspiración esta en uno mismo, uno mismo genera esa inspiración en el modo que trabaja permanentemente para que esta aparezca.
-Exacto… El Negro asiente con la cabeza- …- La inspiración hay que buscarla, “Si la inspiración no viene a mí salgo a su encuentro, a la mitad del camino.”
-Sigmund Freud. Contestó y sonrió Martín.
-Sigmund Freud. Respondió y sonrió El Negro mientras asentía con la cabeza.
– Justamente martincito, te conozco de tan chico que no puedo llamarte de otra manera. Martín sonríe.-, hace unos días hablaba con Armando, muy amigo mío, que estaba en problemas con la “la inspiración”. Hace el gesto de “entre comillas” por lo de inspiración y se ríe.
-¿Qué tipo de problema?- pregunta Martín.
-Consiguió por medio del viejo, escribir una obra de teatro para un productor muy importante.
-¿Y eso es un problema?-Preguntó sin entender Martín.
-¡Para él si! El problema fue que aceptó el trabajo 5 días antes de la entrega muy confiado.
-Sigo sin entender… tenia la obra armada, supongo, o por terminar.
-Nada de eso,- cara de desentendimiento por parte de Martín- no tenía nada hecho, pero confiaba a pleno en su musa inspiradora.
-¿En su musa inspiradora?- Martín entendía cada vez menos la situación que le contaba su amigo sobre este tal Armando.
-Sí, el es uno de los que piensa que la inspiración es obra de un rayo celestial de luz que cuando te toca, mágica y repentinamente te llena de ideas magnificas, y así es como pensaba escribir esa obra en 5 días.-A Martín se le escapa una carcajada y pide de inmediato disculpas a su amigo.
-No te preocupes que yo también me reí cuando le pregunte que pensaba hacer y me dijo que nada, esperar un rayo de luz de su musa inspiradora.- Rizas mutuas.
-¿Bueno, y al final que paso Negro? ¿Pudo entregarlo? ¿Apareció su rayo de luz inspirador, apareció su musa?- Risa controlada.
-La verdad que no lo se, hace unos días que no lo veo
Unos minutos después se abre la puerta del Dory y aparece Armando, apagado, mirada baja, andar lento y desprevenido, totalmente desconocido a su personalidad. Se acerca hacia la mesa del fondo, adonde estaban El Negro y Martín, al cual no conocía.
-Negro- Con voz desanimada y sin fuerza saluda a Roberto.
-¡Armando! ¿Como te va amigo mió? Te presento a Martín otro gran amigo-Martín y Armando se dan la mano en buen gesto de saludo.
– Te veo mal Armando-insinúa El Negro.
-Si la verdad que estoy muy deprimido, muy decepcionado.
-¿Pero por que?- Pregunta preocupado el Negro
-¿Viste la obra que tenia que entregar hace 4 días? ¿Te acordas?
-¡Si, como no me voy a acordar Armando! ¿La pudiste entregar?
-¡No!- Decepcionado contesta Armando.
-¿Por qué?- Pregunta EL Negro ya sabiendo la respuesta, mientras mira de reojo a Martín que se terminaba el último trago de soda y entendía muy bien esa mirada.
-Porque no estaba inspirado…
Martín Lopez

Yo estaba en el Dory, cuando veo que entra Armando, al verlo todos se quedan admirados, ya que hacia varios días que no se sabía nada de él. Se sienta con sus amigos como de costumbre, y en ese momento como era de esperarse lo empiezan a interrogar acerca de lo que había pasado con su obra. A mí como los demás me entró curiosidad, así que me acerqué a ellos.
-Armando, ¿qué pasó con tu obra? ¿La terminaste?- le pregunté.
Me miro con desconfianza…
-Te cuento. Se me apareció mi musa…pero no era como yo la imaginaba-me dijo
– ¿Y qué paso?
-Bueno ella había venido para ayudarme. Yo quería que me diera una idea, algo para poder empezar, pero me hizo trabajar. ¿Es correcto que una musa actúe de esta manera?-respondió
-¡Claro que sí! O ¿te pensás que te iba a hacer toda la obra?- exclamó un hombre qu se encontraba en un rincón del bar y oía atentamente la conversación.
-¡Por supuesto!, ese es el trabajo de una musa…Pero, ¿quién es usted?-contestó Armando
-Soy Roberto Fontanarrosa y como escritor le puedo asegurar que la inspiración por si sola no existe, solo a través del trabajo y la dedicación podemos escribir, no por arte de magia.
Todos quedamos sorprendidos, Armando no sabía que decir.
-Mira Armando, yo creo que los dos en parte tienen razón, vos en que existe la inspiración, porque ¿que haríamos sin ella?, y Fontanarrosa en que es importante “ayudar” a esa inspiración-expliqué
Armando continuó su relato, como si nada hubiera pasado.
-Luego de hablar varias horas con mi musa, empezaron a surgir ideas, que me permitieron crear mi obra y poder concluirla a tiempo. Ahora solo falta saber que es lo que le pareció a Postiglione mi obra.-concluyó Armando
Mayra López

Un poco entrada la noche, ya no sabía si estaba orgulloso de mi amigo o si quería partirle el vaso de whisky por la cabeza. Había poca gente en el Dory, así que no me hubiera importado demasiado. Miré a Chichín que limpiaba algunas mesas y no me animé a pedirle otra copa. Tenía miedo que el alcohol me destrabara todos los insultos que tenía en la punta de la lengua.
– ¿Entonces el tipo estaba muerto todo el tiempo y no lo sabía? – le pregunté a Armando, y creo que soné algo indignado.
– ¡Sí! ¿No te parece genial? – me dijo con una sonrisa de oreja a oreja.
– Sí, bárbaro… aunque, me parece que alguna vez escuché algo similar. – contesté muy irónicamente, como exigiendo una justificación.
– Bueno, no seas tan mala onda, me inspiré un poco en Sexto Sentido, lo admito.
– Sexto Sentido, Los Otros, Pasajeros, miles de cuentos de Cortázar y Allan Poe, y alguna que otra mediocre serie norteamericana. – le contesté, levantando un poco el tono de mi voz.
– ¿Qué te pasa Sancho? ¿Tan celoso estás? Esto fue mi salto al éxito, ¿no lo ves? Ahora todos me conocen, me pagan un montón de comisión por cada persona que va al teatro, tengo un buen contacto con un gigante del mundo de los espectáculos… ¿No te pone contento por mí? – y tuve que contener ese grito de “¡no!” como un nudo en mi garganta.
– Sí, claro. ¿Y cómo termina la historia? La mina entró a tu casa y te dio la idea de plagiar una de las tramas más conocidas del mundo, ¿y después? – le dije y nuevamente soné muy irónico. En realidad pienso que en ese momento hubiera sido mejor levantarme e irme a mi casa.
– Che, un poco más de respeto. ¿Cómo la “mina”? Estás hablando de mi musa, mi inspiración, la mujer que me iluminó el camino hacia el salón de los grandes. Ahora floto por el aire en nubes de colores gracias a ella. Y ya te dije cómo fue. Estaba en casa, me había preparado todo para la ocasión, todo. Cerré la puerta de la cocina para evitar el olor a grasa, apagué la lámpara del techo dejando sólo el spot que iluminaba la mesita y el sillón… hasta puse en el tocadiscos un concierto en Mi menor para violín de Mendelssohn. Me duché y me perfumé como un galán, como si supiera que iba a recibir a una dama. Cuando me estaba quedando dormido en el sillón, justo ahí apareció. Al principio me asusté bastante porque bueno… para serte sincero… no es verdad eso de que la conozco demasiado. La había visto un par de veces nomás cuando era muy chiquito, y no la reconocí. Cuando me dijo quién era empecé a recordar un poco. Más miedo me dio cuando me dijo que me iba a ayudar a escribir en la computadora. ¿Te imaginás? Estuve tres días sin hacer un carajo esperando a que llegara ella con alguna idea de algo, y cuando por fin llegó me dijo que le tenía que dictar todo lo que yo había pensado. Me puse como loco. Estuvimos discutiendo un rato y tirando algunas ideas, pero la verdad, todas horribles. No es fácil escribir una obra de teatro desde cero en tres días, ¿sabés? En un momento ya me dolía la garganta de tanto hablar, y los oídos de tanto escuchar “qué porquería”. Ella también estaba cansada y se estaba poniendo muy fastidiosa. Eventualmente tuvimos que aceptar que no quedaba otra opción que copiar algo de algún lado y… bueno… cambiarle algunos pasajes, agregarle o sacarle personajes, quizás meterle alguna parte cantada que siempre queda bien en las obras de teatro. Así lo hicimos. No le robamos nada a nadie. Tomamos una idea base y le fuimos dando otra forma. Es bueno que haya tantos ingeniosos dando vueltas por ahí, ¿quién habrá estado tan loco como para imaginar un tipo muerto que camina entre los vivos sin saberlo? Un genio, la verdad.
– ¿Vos esperás que yo me crea esta estupidez que estás diciendo? ¿Qué pasó con la mina? ¿Quién era? – le dije.
– Otra vez con “la mina”. No sé Sancho, no sé. Cuando se me terminó la marihuana simplemente… se fue… no me dijo cuándo iba a volver…
Entonces entendí. Boquiabierto miré a mi derecha buscando algo de complicidad en Roberto, que estuvo allí todo el tiempo como un espectador de lujo. Él estaba algo sorprendido con este último comentario, a tal punto que dio un pequeño brinco en su asiento. Luego bajó la mirada, mientras se mordía el labio inferior dejando escapar una tímida risa y movía su cabeza de lado a lado. Esa no era la manera en la que hubiera esperado que su personaje encontrase su musa.
Santiago Nidd

Como era habitual Armando se dirigió al Dory, donde se encuentra con Roberto.
– ¿Que tal Don Armando? -Exclamo Roberto cuando armando ingreso al Dory.-
– Y, Acá andamos. -Contesto Armando-
– Hace varios días que no te veo por aquí. –dice Roberto-
– Si, lo que pasa es que eh estado trabajando en la obra para el señor Postiglione.
– ¿No debías entregar esa obra hace ya unos días? –interrogo Roberto-
– Si, pero hable con Don Postiglione, le pedí que me diera unos días mas.
– Ah, esta bien –dijo Roberto- Pero, ¿que es lo que paso? ¿No tenias esa obra ya lista desde un principio?
– Mire Roberto, la verdad es que cuando hable por primera vez con el señor Postiglione, la obra no la tenia ni empezada, solo tenia una vaga idea de ella.
– Pero Armando, ¿como se le ocurrió hacer una cosa así? Y con una persona como Postiglione.
– Y bueno –contesto armando- fue solo un instante, el decir que yo tenia una obra casi lista, el imaginarme a donde podría llegar no me dejo reflexionar bien el tema.
– Y luego que terminaste de hablar con Postiglione, ¿pensaste que ibas a hacer? ¿Decidiste ponerte a trabajar? ¿O esperabas que algún poder divino te ayudara? –dijo Roberto ya cambiando su tono-
En ese instante llega al Dory Johel, un joven estudiante que hacia poco tiempo residía en la cuna de la bandera. El conoce a Roberto y decide saludarlo.
-Buenos Días –dice Johel acercándose a la mesa donde se encontraba Roberto y armando-
– Buenos Dias Joven –Contesto Roberto al saludo-
– Buenas –Agrego Armando-
Viendo que el joven estaba solo, Roberto lo invita a tomar asiento junto a ellos.
-Ven acá con nosotros, esta charla se esta poniendo interesante. –Le dice Roberto-
Un poco dudando, Johel se sienta con ellos y mientras tanto Roberto lo ubica en el tema de conversación que estaban tratando.
– ¿Que opinas vos al respecto? –le pregunto Roberto al joven luego de ubicarlo en el tema-
– Ya ubicado, responde: Justamente de ese tema estuvimos hablando hace unos días en la clase de redacción –aclarando se encontraba estudiando la carrera de comunicación social-
– ¿Si? Mira vos que interesante, -Dice Roberto- ¿y a que conclusión lograron llegar? –pregunto-
– Bueno, todavía no hicimos una puesta en común, pero antes me gustaría escuchar que opinan ustedes al respecto, personas que hace ya tiempo que están en esto.
– Bueno, a ver, yo empiezo –Exclamo Armando recibiendo la aceptación del resto-
– A ver. –dijo Roberto-
– Yo opinaba, hasta hace unos días atrás, que en este arte de escribir existían personas iluminadas, por llamarlas de alguna forma, personas con un don especial, acompañadas por una musa inspiradora que hace que las ideas fluyan como el agua en un río caudaloso. Es mas, yo me consideraba una de ellas, hasta que luego de ciertas experiencias me di cuenta de que no es asi.
– Claro que no es así –dijo Roberto con todo exaltado-
– Eso es lo que estuvimos viendo –dijo Johel- Pude llegar a pensar muchas veces que existía algún poder de ese tipo, pero luego de pensar uno llega a darse cuenta que no es así. Mas allá de que existan personas con diferentes dotes.
– Claro que existen personas que tiene mayor facilidad para la escritura, pero esto no quiere decir que exista un poder sobrenatural que los ilumine. Este es un arte que se obtiene con mucho esfuerzo y dedicación. No es algo que se logre de hoy para mañana. –dijo Roberto totalmente convencido-
Tras escuchar atentamente lo que decía Roberto, opinaron al respecto, llegando todos a una misma conclusión. Cuando se escucha el sonido del reloj del bar que marcaba las 18:00hs
– Bueno señores, me despido por el día de hoy –dice armando levantándose-
– A donde te vas –dijo Roberto- es temprano aun.
– Es que tengo que ir a preparar las cosas, por que a las 19hs viene el señor Postiglione.-dijo armando ya mas motivado-
– Adiós Armando –dijo Johel-
– Adiós –Contesto-
Armando se retira, y queda Johel y Roberto en la mesa del Dory.
Momentos después, y luego de reflexionar un rato mas, Johel procede a retirarse.
-Bueno Roberto, fue u gusto haberlo conocido, y mas poder entablar una charla con usted. –Dice Johel-
-El gusto también es Mio, -dice Roberto- y me alegra que estés comprendiendo el verdadero sentido del arte de la escritura.
Johel se retira el Dory.
Johel Pastorino

Después de recibir una misteriosa llamada telefónica, Armando se dirigió al Dory tal cuál le ordenaron…
– ¿Tendría que felicitarlo? – Se escuchó la voz de Roberto Fontanarrosa al ver a Armando entrando al bar…
Un silencio invadió el lugar, la gente apuntando la mirada hacia Armando, el fracasado que no pudo terminar la obra que le podría llegar a cambiar la vida.
– ¡Negro! – Exclamó Armando como si nada hubiera pasado.
Yo me encontraba sentada al lado de Roberto, con quién fuimos para tener una cita privada con Armando. Me incomodaba la situación pero tuve que tomar la iniciativa y comenzar a hablar de lo pactado.
– Mirá Armando, olvídate de la confianza, nada de Negro ni Negro… Creo que ya sabrás porqué te citamos, ¿no? – Interrogué casi sin pensar lo que decía.
– Pero… – Se escuchó la voz de Armando.
– Nada de peros… Vos arruinaste todo, entendés, ¡TODO! – Dijo Roberto enfadado.
– Fue culpa de mi musa inspiradora, yo no fui te lo juro, yo la esperé mucho pero ella me ayudó muy poco – Advirtió Armando.
– Jaja, ¿musa inspiradora? ¡Por dios!, solo tenías que poner esfuerzo y TRABAJAR. ¡Ay! Armando me extraña que seas tan inmaduro. – Exclamó Roberto casi vencido.
Tocaba mi turno, tenía que seguir formando parte de esta conversación de alguna manera.
– Mirá Armando, creo que un tipo con más experiencia que Fontanarrosa no vas a encontrar. Él sabe bien de estos temas… Creo que te equivocaste al mentirle a Gerardo diciendo que casi tenías todo listo, entiendo tu situación pero ahora viste como terminó todo…
– Ya me disculpé con Gerardito, ¡pobre! Tenía muchas ilusiones. Ahora ya aprendí muy bien mi lección y la próxima vez que se me presente una oportunidad así voy a ponerme y ¡TRABAJAR! – Prometió Armando.
El ambiente que se había creado en el lugar era muy amistoso, ahora los 3 teníamos bien en claro que sólo trabajando podríamos lograr hacer nuestras tareas, aunque hay momentos en los que las cosas nos salen con mayor facilidad, pero sólo hay que sentarse y experimentar sin esperar a la musa inspiradora que en muchos casos puede fallar.
Sabrina Primón

Armando estaba retrasado, otra vez llegaba tarde a su cita obligada de los jueves en el Dory con sus viejos amigos, Aixa y el Negro. Al entrar al lugar los vio como siempre, esperando e la mesa del fondo con el cafecito característico:
– Disculpen,…
– …de nuevo perdiste el colectivo- se apresuraron a completar a coro la frase los 2 amigos.
– ¡No! Esta vez me retrase por algo importante, vengo de encontrarme con el Gerardo.
– ¿Ah, si? Y para que te llamó si ya le entregaste el trabajo hace una semana? Preguntó Aixa con tono fastidioso, cansada del tema de conversación.
– Si, pero quería encontrarse comigo, dijo que tenia algunas criticas para hacerme.
– ¿Algunas nada mas? Si lo que le entregaste era una basura Armandito, perdóname que te lo diga pero es la verdad- Dijo el Negro.
-Si Armando, no podes pretender que Postiglione te deje pasar semejante burrada, ¡decime por favor que no le saliste con la historia de que la musa no te quiso ayudar!- Lo reprimió Aixa.
– No, en realidad no me dio tiempo a nada, el tipo de improviso me paso a buscar, no saben la cara que tenía- contaba Armando desganado.- lo único que me dijo fue que era un irresponsable, que el tren pasa una sola vez y que lamentablemente yo no me había sabido subir, fue fuerte, no saben como me siento ahora.
– Perdoname Armando, pero era de esperarse: el tipo debe pensar que le tomaste el pelo; solo a vos se te puede ocurrir dejar todo librado al azar, pretendiendo que las cosas se hagan por si solas- El Negro le hablaba de manera casi paternal.- No podes confiarte así, espero que esto te sirva como lección Armandito; tenès que trabajar, esforzarte para escribir algo realmente bueno.
– Si pero a mi la musa me falló.- Dijo Armando con cierta indignación.
– Espera, espera- Aixa se sonreía, no podía creer lo que estaba escuchando.- Armando te voy hacer un planteo simple: Postiglione a quien el encargo la obra, ¿a vos o a la musa?.
– A mi Aixa, vos siempre me salís con estas preguntas tontas- contestó irritado Armando.
– Y bueno, no podes esperar que otra persona, o en este caso tu musa, sea la que haga el trabajo difícil Armando; si querès ser un buen escritor vas a tener que empezar a valerte por vos mismo.
– Ella tiene razón nene- agrego el Negro.- Ya sos grande, y además tenes una imaginación envidiable. No necesitas que nadie venga a tirarte una idea, confío en que si te lo propondrías te saldría un guión excelente pero … hay que trabajar.
– Si, creo que tienen razón.- Armando se había resignado.- sin ir mas lejos ayer mientras pensaba en la manera en la que le falle a todos con este trabajo; porque yo me doy cuenta de las cosas, se que mi viejo, Nacha, todos tenían sus ilusiones puestas en mi y yo los defraude- el clima se torno serio- Bueno, el caso es que ayer pensando en esto me senté y escribí unos poemas muy bonitos, tristes, pero que me ayudaron a desahogarme.
– Ahí tenes querido, la inspiración nace de tus propias experiencias, ¿te das cuenta?- indagó el Negro.
– Y si… a fuerza de golpes lo voy entendiendo.- Armando adquirió una postura pensativa, mientras movía su cabeza en sentido afirmativo.
– Nadie nace sabiendo amigo- Lo apremió Aixa.- Lo importante es que ahora lo sabès y bueno, siempre es mejor tarde que nunca. –Le dijo con tono esperanzador.
– Obvio, además, puede que el tren pase una sola vez como dice Postiglione- Sonrió el Negro.- pero por tu cuenta podes subirte a un montón de taxis amigo mío.
Aixa Richard

-¡Hey, Armando! – le gritó David, que justo salía del baño del Dory cuando armando entró.
-¿Cómo estás David?- respondió Armando entusiasmado por encontrar a un viejo amigo donde menos lo esperaba.
-Muy bien. Aproveché que pasaba cerca para terminar un trabajo práctico de la facultad.
-¿Qué estás estudiando?- indagó Armando.
-Comunicación Social.
-¿Y de qué es el trabajo?
-Basta de chácharas – interrumpió David – Me contó Fontanarrosa lo de Postiglione y tu obra.
-¡Que buchón el Negro! – Respondió Armando mientras la sonrisa desaparecía lentamente de su cara – ¡No tiene de qué escribir y cuenta mis desgracias!
-¿Por qué tus desgracias? ¿No la terminaste a tiempo?
Armando se acercó a una mesa, pidió un vino del más barato, y con tono de confesionario arrancó a hablar.
-Es que esa musa no me ayudó en nada. Me dejó en banda la muy…
-Para ahí un poquito – volvió a interrumpir David, que parecía impaciente por discutir ese punto – La culpa fue toda tuya.
-Sí, en el fondo lo sé. Es que no estaba acostumbrado a trabajar bajo presión.
-Trabajar bajo presión es más difícil, pero se puede. – David ya iba tomando un tono de consejero que a Armando ya le resultaba un poco fanfarrón. – Yo tampoco estaba inspirado para escribir esto, pero si no lo termino hoy no tengo cuando.
-Igual no me salió todo tan mal – Armando ya se estaba poniendo a la defensiva – Tardé toda la noche pero algo escribí.
-¿En serio?
-Se titula “Cuando Peter Pan conoció a Batman: Segunda Parte”.
-No suena muy convincente – respondió David mientras intentaba recordar dónde había escuchado eso antes – Pero voy a ir a verla.
David Tabacman

El baile del insomnio empezó a la hora 22.00, pero mi buen humor permaneció a mi favor. Cuando la medianoche cayó sobre mí, mis ojos entraron en contacto con el sueño.
Me desperté al otro día, cuando sentí que me caían gotas de agua que provenían de una gotera del techo debido a la fuerte lluvia. Empecé así un día agitado, pero presentí que me esperaba algo positivo. Cuando estaba lista, partí a la esquina de la calle Rioja y tomé un colectivo rumbo a “Dory”.
Estaban sentados tomando café los dos y charlaban de un tema privado.
– ¡Buen día!- dije medio asustada.
– ¡Hola, qué tal!- respondió Roberto mirándome detenidamente.
– Yo soy Ofelia, tuve el placer de hablar con vos por teléfono, aquí estoy- dije.
– Sí, sí, el placer es mío- contestó Roberto- Aquí estoy con Armando discutiendo sobre la “Inspiración”.
– Encantada Ofelia- dijo Armando.
– Hola – le contesté.
– ¡Qué tema interesante!- Y me soné los dedos.
– Sí, creo que eso va a hacer el debate de hoy- expresó Armando.
Para empezar pregunté a dónde íbamos a llegar con este tema.
– Te explico, resulta que le dije Armando que se ocupe de hacer una obra teatral, le dí 5 días como plazo y me apareció preocupado con que no tenía nada porque, según su fundamentación, era que la musa inspiradora no se le había presentado y que podía ser su salvación el plagio.- comentó Roberto.
– Caramba, esto viene complicado y cargado de horas de trabajo- manifesté, mientras fruncía las cejas.
– Tal vez te faltó alguna motivación. Yo creo que cuando alguien se propone algo, asume cierta responsabilidad en un trabajo, como en tu caso, uno puede- le manifesté.
– Si aportamos un poco cada uno, alguna idea tiene que emanar- dijo Roberto.
Miré el reloj, estaba nerviosa pero sabía que no podía fallar con mi palabra de colaborar para hacer un buen guión, de buena calidad. En ese momento el tiempo no me importaba.
– Bueno, si le damos comienzo a lo que vinimos hacer- comentó Armando.
Agregué que hay miles de temas para empezar a concluir con la obra, para que a la hora de ser estrenada sea un “Éxito” que valga la pena. Pensé y revoleé los ojos- Los cuadros del bar eran inspiradores, un buen motivo para comenzar con la obra- comenté.
– Sí, sí, dale! – dijo Roberto.
Estábamos discutiendo y armando el guión, cuando un malviviente encapuchado entró en el bar que estábamos. Apuntó y amenazó con un arma. Buscó la caja registradora, después de saquear el dinero se fue sin agredir a los clientes del bar. Antes de que llegara la policía y empezara el lío, decidimos irnos a la casa de Armando.
– ¡Qué barbaridad esto que acabamos de vivir!-dijo Armando mordiéndose las uñas.
– Bueno, por suerte ya todo pasó y salimos bien de esta situación-dije con alivio.
– Creo en mi casa estamos más seguro y en clima más agradable- dijo Armando.
El viaje en auto desde el bar hasta casa de Armando nos sirvió para despejar nuestras mentes, tranquilizarnos y así poder volver a internar con la obra. Los ricos mates que tomamos nos acompañaron en el trayecto del tiempo que sin darnos cuenta transcurrió rápidamente.
– Ya tengo la idea plasmada en mi mente para comenzar- contento, decía Roberto.
– Corré rápido, Ofelia, detrás de una lapicera y papel para escribir antes que se me vaya la idea.
En ese momento las ideas empezaban a volar de acá para allá. Fue pasando el tiempo y ya casi terminábamos.
-Lo que nunca imaginé fue empezar con la obra y que sea tan real como pinta ser-expresó Armando.
-Cuando sea dramatizada será de gran importancia, debido al tema que desarrolla. Creo que vamos impactar al público.- alegremente expresé.
Después de descubrir que juntos se podía hacer algo, crear, vivir hechos como el del bar, intercambiar ideas y poner cada uno un poco de su inspiración, se logró concretar la meta que queríamos alcanzar. Con este humilde guión nunca imaginamos que íbamos a tener fama, y que Armando Y yo, Ofelia íbamos a tener tantos éxitos junto a nuestro representante Roberto Fontanarrosa.
Ofelia Vázquez Borda

Entré al Dory y también llegaban Armando con su libreto debajo del brazo y el Negro que balbuceaba por lo bajo su desacuerdo con el trabajo realizado en tan pocos días.
Nos acercamos a la mesa de siempre, se sentaron en el mismo lugar, yo me ubiqué frente a Armando, que preguntó si venían, Manuel, Coca, Nacha y Cacho-
– Armando nos jodió con la obra de teatro- dijo en tono fuerte al sentarse- si este triunfa me dejo de llamar el Negro.
– ¡Estás mintiendo!– dijo en tono amenazante, y reclamó prestarle atención a su guión que fuera inspirado por aquella musa que irrumpió en su departamento
– ¿Qué pasa con ese libreto?- pregunté extrañado. Claro yo conocía parte de la misma, por que me sentí tan compenetrado, que ahora estoy inmerso, sentado con el autor, y el personaje-
– La obra- en realidad no debería escandalizar a nadie, y menos al Negro y sus amigos, ¡total se la vendió a Gerardo Postiglione, aquel productor de Buenos Aires!
La sorpresa sería que Armando haya invertido su tiempo en elaborar la propuesta debidamente, teniendo en cuenta los puntos solicitados por el productor.
El Negro que siempre se rascaba la barba cuando estaba preocupado, asintió con la cabeza como dándome la razón.-
– ¡Yo sé cómo la hizo! -manifesté en tono enérgico.
Armando, se sintió molesto, no conmigo sino con quién más lo conocía, con su mirada, el sabía que contaba con un aliado, y tenía que superar la primera prueba.-
Es que si el Negro aceptaba su guión, casi con certeza que Postiglione no tocaba una letra de la obra.-
– Y este que te defiende, ¿de donde salió? -preguntó el Negro
El Negro del cuento inspiración es el Negro autor, al menos me lo señaló mi Musa.
Soy del interior como vos, me llamo Tomás, y no me hace falta mentir, tomar, u otro estimulo para estar aquí, siendo parte de tu propio ingenio.
Es más, el pobre Armando, preso de su estimulo creativo, casi copia partes de algunas obras de referencia. Lo cierto es que si copia, no lo copia tal cual, sino que le da una particular interpretación, surgiendo algo totalmente nuevo.
Porque es así, la musa se lo dijo – Sino surge una idea –
¿Qué pasa…- preguntó Armando – qué pasa si no se nos ocurre nada?
– ¿Si no se nos ocurre nada? Copiamos algo. – sonrió ella, y él no supo si estaba bromeando.
Precisamente no es broma, al copiar una idea, surge otra idea, y esta es totalmente nueva y diferente. Por lo tanto esa nueva idea es inspirada sobre otra que ya marcó su huella, y abre otro camino, otra luz creativa, otro eslabón del ingenio.
Tanto Armando como el Negro, se miraban entre si, a tal punto que por un momento me sentí ausente, es que ambos estaban como flotando en el aire, envueltos en una nube gris, que giraba entre destellos de colores, casi como un sueño, una fantasía, escapados de la realidad, ¡cuando de repente me exalté!
Estaba en otra dimensión, en el Dory y quién sabe en que tiempo de Rosario, pero solo estoy con el teclado, intentando narrar este momento de inspiración….
Tomás Benitez Lisoski

Necesitaba terminar el trabajo de comunicación y no estaba muy inspirado ni motivado para realizarlo, así que decidí tomarme un recreo e ir hasta el bar de Doris, lugar de inspiración para muchos escritores.
Al llegar al lugar, tome asiento y pedí un cortado, cuando levante la vista estaba entrando Fontanarrosa con Armando , aquel escritor que había copiado una obra porque no estaba inspirado, enseguida los invité a que compartan la mesa unos minutos, a lo mejor me ayudarían a mi poca inspiración.
-Hola señor Armando y Fontanarrosa tomen asiento, estoy necesitando su ayuda. Con gusto ellos tomaron asiento y comenzamos a conversar.
-Que le anda pasando compañero. Pregunta Fontanarrosa.
-Nada, es que tengo que terminar un trabajo y no me encuentro inspirado
– ¡pa! esa historia creo que la conozco comenta Armando.
-Si ya lo creo, vi lo flojo que estuvo usted siguiendo los consejos de su musa y copiar una obra de su autor.
-Momento, no estoy entendiendo, hay algo acá que me perdí, Armando ¿copiaste una obra mía? yo que fui tu creador. Decepcionado comentó Fontanarrosa.
-no, digo si , lamentablemente me fallo la inspiración estaba apurado tenia que hacer una entrega y no me quedo otra que agarrar el cuento”19 de Diciembre de 1971”suyo y presentarlo
-¿Cómo que le falló la inspiración? ¿A qué llama usted a eso? Armando, un escritor no tiene que depender de su inspiración para escribir. Es algo que realiza cotidianamente, no puede esperar algo divino para hacerlo,
-no, pero a mi me inspiraba siempre una luz, la luz que bajaba del cielo y me levanta y me comentaba lo que tengo que escribir, pero esta vez me apareció dos veces en lugares y momentos inoportunos y no las pude aprovechar, y la tercera vez la llamé, apareció pero no tuve la oportunidad de utilizar ese recurso, ya era tarde y para colmo ella pretendía que yo realice la idea. Se intentaba explicar Armando.
Interrumpí la conversación muy preocupado –Armando ¿tengo que esperar a una luz para poder escribir? soy totalmente novato en esto y muy bueno veo que no soy. ¿Qué hago? .Yo creí que con solo pensar, sentarse, tomarse su tiempo en un ambiente agradable desarrollando un tema, motivándose con algo uno podía escribir.
-Eso es lo que tenes que hacer, a veces la inspiración ayuda a realizar el proceso de escritura mas rápido pero no te realiza el trabajo. Es lo que yo hago cotidianamente, me comenta Fontanarrosa –usted si quiere ser un buen escritor tiene que concentrarse, armarse su propio ambiente o lugar donde se pueda concentrar, motivar y llamar de forma espontánea a su inspiración.
-No sé si voy a poder, de todas formas muchísimas gracias negro y a usted también Armando muchísimas gracias, del error también se aprende y gracias a usted ya sé lo que no tengo que hacer, igual entre nosotros eligió el mejor cuento de su creador y mal la interpretación en el teatro no le salió.
Como gesto de agradecimiento les pagué el café a los dos y me retiré a intentar escribir algo para la entrega del trabajo.
Federcido Beiserman

Esta vez, fue una noche distinta en el Dory. Armando no sintió esta vez a la gorda que lo molestaba. Las cosas habían cambiado, y mucho. No fue una noche con mucha gente en la mesa, esta vez, en cambio, nos encontrábamos Roberto, Armando y yo. Nos habíamos puesto de acuerdo para venir juntos en taxi.
– Supuse que ibas a terminar así – le confesó Roberto, dirigiéndose a Armando, con un tono duro y seco.
– Cometí un error, otro más. Y no puedo hacer nada para corregirlo – se lamentó Armando ante nosotros que lo mirábamos con un poco de lástima y otro poco de bronca.
Fueron las palabras que iniciaron la conversación en un encuentro que parecía ser no muy agradable para los tres.
– Sabes bien que no hay una “musa” , como vos decís , que te diga sobre qué tenés que escribir una obra, pero por favor, no seas ingenuo. – Le digo un poco enojada e irónicamente mientras interrumpo a Roberto antes de que empiece a hablar.
– Eso es algo que no te lo permito. La musa estuvo conmigo la noche en que no me reuní, para que apareciera, y lo hizo. Intentó ayudarme, al ver que no se me ocurría nada, que mi mente estaba en blanco, que no había ideas claras, quiso copiar la idea a otro autor, pero yo no se lo permití, porque no me gusta ser así, entonces no tuve otra opción que frustrar mi proyecto.
Las palabras de Armando, nos dejaron un poco boquiabiertos. Si bien, Roberto y yo estábamos de acuerdo en que la musa inspiradora para cada uno no existe, nos asombramos cuando dijo que no quería copiar una obra.
– Me parece perfecta tu actitud de no cometer plagio de alguna manera, aunque sigo sosteniendo mi opinión, y Florencia también, de que las musas no existen, y que no vas a lograr nada si no te pones las pilas…Mirá que si no, no vas a llegar muy lejos Armandito querido – acotó Roberto mientras comía una suprema de pollo con fritas.
– Exacto – agregué, dándole la razón.
– ¡Gracias por la consideración! Pero yo confío plenamente en mi musa y esa energía que me va a brindar en mi próximo proyecto – exclamó Armando, un poco más aliviado.
La charla después de esto fue un poco más calma, sin mucha tensión como lo fue al principio. Hablamos de muchos temas, como por ejemplo, el nuevo proyecto que tiene en vista Armando, de su nuevo trabajo de vendedor de accesorios para PC y así solventar sus gastos, también hablé de mí y de mi vida, cómo también lo hizo Roberto, aunque la conversación que duró hasta las primeras horas de la madrugada se centró en Armando.
El encuentro terminó de buena manera, como no lo esperaba, pero al fin y al cabo, fue bueno que terminara así.
Florencia Bisiacco

El autor entra y se esfuerza por pasar desapercibido para ver si esta vez lo logra, sentándose en una esquina del lugar junto a un cúmulo de potus, en diagonal a la TV de quichicientas pulgadas y frente a una mesa para dos, felizmente vacía. Una mirada breve indica que está lejos de ser la hora pico, haciendo que el recinto esté vacío salvo por un par de gatos locos en la otra punta, una chica sola cerca de la puerta y un grupo en particular ubicado en la barra. Este último llama la atención porque parece acosar, en el buen sentido, a una pareja constituida por un hombre de más de 30 y una mujer de rulos que se ve ligeramente incómoda, con exclamaciones que varían desde “es una decisión apresurada” y “¡Cacho, qué escondidito te lo tenías!”, pasando por los “para mí era lo más obvio” con suspiro incorporado y “¡hay que festejar, hay que festejar!” que eran, por supuesto, de rigor. El autor se sonríe y procede a pedir un café, tal y como le gustan. Es justo cuando el brebaje humeante se posa sobre su mesa que entra un hombre de menos de 40, atrayendo el ojo del grupito, y rescatando, brevemente, a las víctimas del informal interrogatorio. Una mujer regordeta pega un alarido cuando lo ve venir (uno que suena mucho como “¡Armandooo!”), y un coro de saludos encontrados y preguntas de “¿cómo fue?” se repiten en distintos decibeles.
Los dos gatos locos, se miran y siguen en la suya. La chica parece intentar hacer lo mismo (aunque el volumen en el que hablan definitivamente no ayuda) y sólo el autor sigue el intercambio con un dejo de curiosidad.
Armando, a viva voz, anuncia el resultado de su obra:
–El Gerardo puso cara, pero viste que no es ningún iluminado.– Empezó, ubicándose junto a la gorda que lo miraba con un entusiasmo apenas contenido. –Por eso, cuando se lo pasó al director y el tipo se enamoró, se tuvo que rectificar
Una ovación acompañó la revelación, aplausos, golpes en la mesa con el consecuente tintineo de vasos y cubiertos más una ligera mirada de advertencia de parte del empleado de turno como datos de color. Armando se puso de pie y agradeció cual director de orquesta, inclinando el torso con un aspaviento exagerado.
–¿Conociste al director?
–¿Estaba ahí?
–No, o al menos conmigo no habló. El Gerardito se la debe haber pasado después de que la ojeó un rato.– Se encogió de hombros. –Me avisaron esta mañana
–¡Qué emocionante!– Añadió Nacha, por si hacía falta.
Armando asintió. –Sí, no sé si estaba para enamorarse, pero bueno… me rompí el lomo, y es lo que hay… si les gusta, no me quejo.– Concluyó con una sonrisa, que más que quejumbrosa era de satisfacción.
Como si hicieran falta más excusas, Manuel se tomó la libertad de agregar:
–¡Festejemos por eso también!
–¿Y por qué más hay que festejar? –se preguntó el recién llegado.
–Ni te imaginás,– responde Coca, encantada.
Buchi sacude la cabeza y menciona por lo bajo, –Al contrario…
Pero para estas alturas, todos hablan juntos y nadie entiende nada.
Frente a la mirada algo desconcertada de Armando, el Negro interrumpió el bullicio volviendo al tema anterior, con la cuestión admirable de cómo es que pudo terminar la obra a tiempo.
–¡Es cierto! Te perdiste la inauguración del departamento,– Recordó Nacha, con una mano en la mejilla.
–Que es un chiche.– Se sintió compelido a anexar Cacho, que era el único (sin contar a la rulienta) que todavía no había hablado.
Armando sonrió para sí.
–Vino mi musa.
Ante lo escueto de la contestación recibida, el Negro intentó sondear más profundo.
–¿Y listo? ¿Así de fácil?
La extrañeza fue compartida por el resto de sus acompañantes, excepto Nacha, que murmuró embelesada:
–Ese es nuestro Armando…
–¿Con la musa y ya está?– Intercedió una nueva voz.
Que no era nadie más que el autor, cuya experiencia personal no concordaba con lo que acaba de oír. Las miradas de asombro y exaltación dirigidas a su persona parecieron no afectarlo, acostumbrado como estaba a ese tipo de reacciones a fuerzas. En contra de sus expectativas, no sólo el público permaneció sentado a pesar de la sorpresa, sino que Armando se enserió.
–Más o menos… Son gajes del oficio de escritor, me parece.
Juzgando por su expresión, al autor le estaba gustando el giro que habían tomado los eventos.
–¿Qué escribiste?– Prosiguió.
–Una obra. Un musical, bah.– Le restó importancia Armando. –Lo pude escribir en dos días; fue casi un milagro.
–¿Le apuntaste a la inspiración con un revolver a la cabeza?
Armando se rió un poco. –Pareciera, pero…– Desvió la mirada hacia los potus un momento, como si en los diseños de sus hojas pudiera ordenar sus pensamientos. –Solía pensar que era así, como una varita mágica que te toca y está todo resuelto, pero mi musa no es así…
El autor sonrió a medias.
–Entonces supongo que la mía tampoco.– Devolvió el hombre mayor, con un vestigio de resignación nacida de la práctica. –O por lo menos, no larga una idea hasta que de tanto usarlos para escribir, mis sesos no sirven ni para llenar una lata.
Armando miró al autor con nuevos ojos, unos ojos surgidos dos días atrás, después de que lo único que evitara que su propio intelecto se convirtiera en aserrín fueran las altas dosis de cafeína que había ingerido, y logró algo que quizá antes no hubiera podido: se sintió identificado.
–Es eso, y lo otro,– La chica de la mesa cerca de la puerta escoltó el comentario indeciso con una sonrisa nerviosa, y por un momento, bajo la mirada general, pareció no saber porqué había hablado. Sin embargo, se armó de coraje (porque lo hecho, hecho estaba) y siguió, –Creo que… si me permiten el comentario…– Adicionó como pensamiento posterior, jugando con uno de los mechones de su pelo para mantener las manos ocupadas y no salir corriendo de ahí, –No sé eso de las musas, pero la mayoría del tiempo para que salga algo semi-coherente hay que exprimir las neuronas, y borrar, y frustrarse, y seguir borrando, y tratar por vigésima vez hasta que una se cansa y a los cinco minutos termina volviendo… o será que soy demasiado cabeza dura. Pero también, hay veces que las cosas se escriben solas si uno se deja llevar por la corriente… que normalmente no es muy oportuna.
El discurso veloz era engañoso, puesto que no era de hablar mucho, realmente. Sólo que los nervios le jugaban la mala pasada de terminar haciendo un párrafo de lo que podían haber sido tres líneas. En cualquier caso, a nadie pareció importarle.
–En tal caso, los tiempos de la inspiración no son los mismos que los de uno.– Sentenció el autor.
La chica pareció sorprenderse de que le hubieran entendido, y la sonrisa que les dirigió se volvió un centímetro más segura.
–Sí, supongo. Por alguna razón siempre se me ocurre escribir las mejores cosas cuando tengo que estar estudiando para los parciales…
A esto, Armando se rió de buena gana, secundado por algunos de sus acompañantes.
–La vida ajetreada de los universitarios.– Dictaminó.
El comentario consiguiente de que se trataba del karma o la ley de Murphy (cualquiera daba igual) tuvo que quedar para otro momento.
Con dos llamadas simultáneas y un mensaje de texto, el universo conspiró para que no siguieran divulgando sus secretos. Ante la mirada inquisitiva de su grupo, Armando avisó “Es el Gerardo nomás,” antes de apretar el botoncito verde y saludar como si fueran amigos de toda la vida. El autor, sin tener a quien anunciarle nada, ya estaba adentrado en una conversación propia con su interlocutor desconocido, mientras que la chica hizo gala de dedos acostumbrados a los juegos de video, si se tomaba en cuenta la agilidad con que presionaba las pequeñas teclas de su teléfono celular. Mientras el grupo intentaba descifrar de qué le hablaban a Armando en base a sus respuestas, la chica juntó sus cosas y se acercó a pagar por su gaseosa, dejando a los otros dos escritores, uno consagrado, el otro en camino, con un saludo con la mano que le fue devuelto. Estaba segura que de esas pocas palabras intercambiadas, todos habían podido rescatar algo.
Estefanía Chavez Prieu

Después de unos días nos encontramos con el Negro en el Dory y luego de un rato llego Armando.
– Y… ¿entregaste la obra o desaprovechaste la oportunidad? – pregunto el Negro con mucha calma.
– Hola primero ¿no?- dijo Armando mirándolo al negro y sonriéndole.
– Si, la entregue ayer como Gerardito me pidió.
– ¿Y vino tu musa inspiradora como vos dijiste?- pregunte mientras pedía un café.
– Si, me visito la noche anterior a que coca inaugurara su búlin.
– Pero fue muy extraña su visita – dijo rápidamente Armando antes de que podamos emitir alguna palabra al respecto.- Esa misma noche llego mientras dormía, pero no me dio ninguna idea, es mas me dijo que me iba a ayudar escribiendo en la maquina para hacerla mas rápido- nos contaba armando mientras esbozaba una risa.
– ¿ Y entonces como hiciste? -pregunto el Negro
– Bueno nos sentamos a pensar acerca de que podía escribir la obra, y no surgía nada, estábamos los dos en blanco meta tomar café, hasta que me dice por qué no escribís la obra acerca de mí, de tu musa inspiradora, de todos los problemas que te surgieron en estos días.
– Yo sabía que te ibas a dejar estar hasta último momento, pero también sabia que la ibas a terminar – dijo el Negro mientras le palmeaba la espalda en forma de felicitación.
– Y si, ustedes me conocen- dijo Armando mientras se acomodaba su cabellera.
– Pero ahora me di cuenta lo que es la inspiración – decía Armando con la cabeza agachada.
– Pero lo que hiciste estos últimos días fue una locura Armandito, esperaste hasta ultimo momento con la obra, pero bueno…la inspiración llego y terminaste la obra que era lo que importaba, porque sino Postiglione te iba a matar. – muy serio le dije.
– Y…si, pero la inspiración es eso, es un momento de iluminación, un momento divino, celestial, a mi siempre me había pasado así, de un momento para el otro.- dijo Armando medio agrandado
– Pero para inspirarte necesitas tranquilidad, concentrarte, pensar que queres transmitir. – le dije agregando a sus palabras.
– Bueno, ¿vamos para lo de Coca?- dijo el Negro mientras pedía la cuenta.
– Un whisky para sacarnos el frió- dije mientras nos parábamos.
– Si y rapidito antes de que venga la gorda- dijo Armando
Nos abrigamos y partimos al búlin de Coca.
Ignacio De la Cruz

Armando entró al Dory con una mirada desolada, se acerco a la mesa silenciosamente y se sienta…
-¿Cómo te fue con la obra?- le pregunta el negro con un tono de seriedad
-la verdad – afirma Armando- no escribí ninguna obra
-¿Entonces que paso con postiglione?- le pregunte yo enfocando mi pregunta con preocupación. El negro prendía un cigarrillo esperando la respuesta de Armando.
-Recién vengo de hablar con el- contesto Armando- Le dije toda la verdad, que no tenía ninguna idea escrita ni ninguna obra planeada y ahí fue cuando postiglione se levanto y se fue sin decir nada- dijo Armando preocupado
-¿y que paso que no le cumpliste a Gerardo?- pregunte yo, mientras el negro pensando y sin decir nada seguía escuchando atentamente con el cigarrillo en sus dedos.
-Subestime a mi musa inspiradora- omitió Armando con la misma mirada desolada con la que había entrado al Dory – Estaba tan ilusionado con escribir algo que enorgullezca a El viejo y a mi , que puse en segundo plano lo que realmente importaba que era el trabajo.
-Me parece que por fin vas por buen camino- Dijo el negro con seriedad en sus palabras como también en su mirada.
-Creo que si- contesto Armando- me di cuenta que en realidad no puse ningún tipo de empeño en escribir la obra, me deje estar y cuando realmente llego mi inspiración yo no estaba listo.
-A la inspiración hay que trabajarla, estas dos cosas trabajan en conjunto- conteste yo con el mismo tono de seriedad que tenia la conversación.
– Tenes razón- Dijo el negro- otra cosa muy importante es estar relajado y el clima en el que se trabaja para poder interpretar bien lo que quiere transmitirnos, sino muchas veces no la escuchamos
-En 10 minutos me junto con El viejo para hablar- contesto Armando preocupado
-La verdad espero que esta experiencia te sirva para saber que cuando uno asume una responsabilidad tiene que cumplirla, y que no hay que desaprovechar las oportunidades que nos da la vida- Dije yo, y el negro movió su cabeza afirmando lo dicho. Pocos minutos después Armando se despidió con mirada preocupante y se fue a enfrentar a El viejo, al cual había decepcionado…
Nicolás De la Cruz

Días después de la fecha en que Armando debía entregar su obra, se encuentra con dos amigos en el Dory para relatar lo sucedido.
– ¿Cómo andas Armando? – Preguntaron Roberto y Candelaria.
– Contanos cómo te fue, qué pasó… – preguntaba ansiosa.
– Todo mal… – dijo Armando- La obra no era mala, pero según Postiglione, carecía de un fuerte argumento.
– Pero cómo… – Roberto estaba indignado- ¿Y tu musa? Ella debía aparecer para ayudarte, ¿Qué pasó?
– La musa apareció para ayudarme, pero quien estaba haciendo mal las cosas era yo. Pues en lugar de ayudarme, finalmente terminó dandome una lección.
– Ay Armando, vos disculpame que yo te diga esto… – dijo Candelaria- pero todos pensábamos en que debías trabajar y no dormirte en los laureles.
– Así es… -Armando estaba triste- yo pensé que ella me iba a invadir, me daba un par de ideas y listo; pero cuando apareció me preguntó si tenía algún borrador, se prestó a pasar las cosas a máquina, exigía mucho café, papel y lápiz, y que se yo. Era una mezcla de jefe, madre y secretaría.
– Pero, algo le presentaste a Postiglione ¿no? – Preguntó Roberto.
– Si, si. Trabajamos duro durante dos días seguidos. Terminamos una obra que parecía buena, pero a Postiglione no lo convenció.
– Bueno, pero eso no quiere decir que hayas fracasado. Por el contrario aprendiste una buena lección que no debes desperdiciar – aseguraba Candelaria.
– Pues yo pienso igual que ella; un tropiezo no es caída. Sólo debes procurar trabajar duro y practicar – expresó Roberto.
– Por supuesto. La musa antes de irse me dijo que no me desepcione si no aceptaban mi obra, que ella no sabía cuando iba a volver pero que debía seguir en esto de la escritura.
– Esta perfecto, todos sabemos el buen gusto y capacidad que tenes para el arte y la escritura; pero no olvides lo que te dijo la musa y ponete a practicar – Concluyó Roberto.
– Muy bien. Pero yo no me pondría a practicar pensando en la musa, sino que trabajaría por mi cuenta tratando de superarme y de romper con el mito de la musa – Finalizó Candelaria.
– Puede que tengas razón. Mientras tanto voy a participar de un concurso para postularme como columnista del diario “La Capital”; quiero ganarlo porque sería mi mejor práctica para la inspiración.
Todos felicitaron a Armando. Ahora él sabía qué hacer ante una situación como esa sólo debía trabajar en ella.
Candelaria García Karl

Caía la tarde en la ciudad de Rosario, siendo casi las 19 horas, cuando entré al Dory para encontrarme con Fontanarrosa y con Armando. Decidí sentarme en una mesa que estaba junto a la ventana, le pedí al mozo un café y dos medialunas. Después de unos minutos llegaron los muchachos.
– ¿Como estas Martin? – Preguntó el negro.
– La verdad que bien, disfrutando las medialunas. Estaba con un poco de hambre. Se te ve contento Armando, ¿te salio lo del guión para Postiglione al final ? … – Tenía una sonrisa de oreja a oreja.
– Vos sabes que todavía ni yo me la creo. Después de una larga conversación con mi Musa Inspiradora, me quede dormido. Cuando desperté, las ideas comenzaron a fluir. Era una cosa impresionante…- Contestó Armando
– Con la inspiración pasa algo extraño. Hay días que te pones a trabajar y todo te sale. Pero también están esos días en que no hay manera de que surja algo. – Comentó el Negro.
– Pasa por el hecho de generar tu propio ambiente. Algunos se sienten más cómodos si están al aire libre, otros prefieren trabajar en grupo o con un poco de música… Depende de cada uno. – Agregué al comentario del negro.
– Bueno les sigo contando. Terminé de escribir el guión, me encontré con Postiglione y el tipo estaba re contento con el trabajo. Quedamos en que voy a seguir escribiendo para sus proyectos. – Comentó Armando.
– ¡Felicitaciones entonces! – Exclamó el negro.
– Esto se merece un festejo… Les parece que vallamos todos mañana a la cancha. Juega Central contra Racing. Yo consigo las entradas, espero que el equipo nos de una alegría.- Propuse como idea.
– ¡Excelente! Hacemos un asado en casa y después salimos para el estadio. – Dijo el negro
– Bueno, nos estamos viendo mañana entonces. – Concluyó Armando.
Martín Kelman

Mailen- Y…¿Cómo fue eso?
Armando- Me levante de un sueño que había tenido, y empecé a escribir, me quede hasta la mañana siguiente trabajando. Mientras escribía me sudaban las manos de los nervios, y no paraba de mirar el reloj, tenia tanto miedo a no terminar con la obra.
Fontanarrosa-¡Claro pibe!.Más vale que los nervios te iban a comer. Eso te pasa por dártela de despreocupado, mirando el cielo, para ver si bajaba tu musa inspiradora.
Armando- Igualmente…creo todavía en mi Musa… Lo único que la próxima vez la voy a buscar con más tiempo.
Mailen- Lógico. Podes pedirle un turno con anticipación. Ya sabes que tu musa trabaja para Woody Allen, es una mina muy ocupada.
Fontanarrosa- Jajaja. En fin, lo mejor de todo es que a tus 38 años
Aprendiste sobre la inspiración, y superaste la etapa de creer en hadas madrinas y duendes.
Mailen- ¡Ya estas listo para salir al mundo Armando!
La tarde en el Dory se paso entre carcajadas y café, celebrando la obra de Armando.
Mailen Martín

Después de dos días de estar desaparecido Armando entro en el Dory, con su cabellera despeinada, traje arrugado y moviendo los brazos en símbolo de victoria.
– ¡Lo hice! – Gritó Armando – ¡terminé la obra y se la entregué al Gerardo hace instantes!
Se sentó junto al negro, Nacha y Coca. Estos tras algunas horas de charlar se retiraron, pero armando se quedo, y como parecía aburrido y con ganas de darle rienda suelta a su lengua me acerque a él.
– como estas Armando, – le dije, sentándome a su lado.
– hola che, ¿cómo estas?, ¿cómo anda todo? – indagaba Armando.
– ¿Yo?, bien, todo bien, pero decíme como andas vos, te vi entrar haciendo un escándalo hace rato.
– Bueno prepárate a oír y pedíme otro whisky, te voy a contar…
Armando comenzó a narrar su historia con el mismo interés con el que seguramente la narrará siempre. Pero, lo que mas me inquieto fue su encuentro final con su musa.
– Me despierto y la veo, ¿y viste?, pensé que era un sueño, ¿qué se yo? – Contaba Armando asombrándose a sí mismo
– ¿Estas seguro que no estabas borracho?
– ¡No, hombre! ¿Cómo voy a escribir una obra borracho?- tras mi interrupción prosiguió – era una rubia, alta, vestida de blanco, estaba rodeada de un aura fluorescente.
– ¿Era una mina linda? – le pregunte risueñamente
– ¡Pará loco! Lo que te cuento es verdad – y continuo – Me pidió q le llevara las cosas para empezar a escribir y en dos días teníamos toda la obra cocinada, me prive de algunas cosas, pero la verdad que salio una pinturita.
– mira vos…
– ¿No me crees verdad? – dudo Armando
– No
– Esta bien, yo se que es un poco raro
– No es raro Armando, es excéntrico
– Mañana te traigo la obra y vos me vas a decir si te parece excéntrico o no – Me dijo, tomado su copa de whisky, le dio un frió trago, y para finalizar, dijo- Eso si, si sos un entendido del arte alemán, no la leas muy detenidamente, puede que te parezca familiar.
Danilo Pozzi

Días después que Armando entregara el guión, se dirigió al Dory como de costumbre. Cuando entra, ve en su mesa a dos extraños. Un señor estaba sentado a la cabecera, de estatura media, ojos profundos y barba. A su lado, animada con la charla, se encontraba una joven de no más de dieciocho años, morena y de pelo largo.
Extrañado de no ver a sus compañeros, se acerca a la mesa, y con tono cordial pregunta:
– ¿Ustedes son amigos de Nacha?- dirigiéndose al viejo
– La verdad, no conozco a ninguna Nacha.
– Entonces, ¿qué hacen en nuestra mesa?
– Mira – dice la morocha, ya con cara de pocos amigos- este es un país libre, y nosotros nos sentamos donde queremos. Aparte, a nosotros nos citaron acá.
El señor, viendo que el joven de pie perdía la paciencia, trata de calmar las cosas y lo invita a sentarse; después de todo, la mesa era grande para ellos dos y podían compartir.
– Yo me llamo Roberto, y ella Maria Sol, pero es Sol para los amigos.
– Mi nombre es Armando – aclara sin mucho entusiasmo
– Yo soy escritor, y ella estudia Comunicación Social en la Siberia- dice, tratando de romper el hielo y entablar una conversación.
– Mira vos. Yo también soy escritor. Acabo de escribir una obra para Postiglione. La verdad que casi pierdo el trabajo, pero se lo debo todo a mi musa inspiradora.
Mientras Armando seguía hablando de su encuentro con la musa, Roberto y Sol intercambian miradas, y comienzan a reír.
– ¿Pero vos en serio crees en las musas?- dice entre risas la muchacha
– Obvio, ¿qué te pensás? ¿qué aluciné a una mina en la mitad del cuarto durante todo ese tiempo?
– Y- dice la joven con tono burlón- un par de copas de más y todo es posible.
– Sabía que se iban a reír- dice Armando defendiéndose.- Esperaba la inspiración, como de costumbre. Pero nunca me había caído una musa del cielo. Le debo todo.
– Mira- interviene Sol-, el otro día en la clase de redacción, estuvimos hablando de la inspiración. El profe Mauricio nos explico que si existe, pero que hay que fomentarla. Pero tampoco para que creas que te cae del cielo un texto entero así como si nada. Hay que trabajar nene, ¿entendes?
– La chica tiene razón Armando. Yo escribí muchos libros a lo largo de mi vida, y ninguno me apareció de la nada. Me inspiré en vivencias propias, en lo que veía en la calle, en lo cotidiano, viste…
– Cuando yo iba a la secundaria- interrumpe la joven- tenía una profe que siempre nos decía que todo se puede aplicando las tres C: Cabeza, Cola, Codos. Usando la cabeza, sentado y concentrado, todos podemos ser escritores. Al menos, yo pienso ser una- aclara, echándose a reír.
Luego de varias horas de charla, Armando empieza a preguntarse a quien esperaban sus acompañantes.
– Che, ustedes me dijeron que los habían citado.
– Si, es verdad- dice Sol.- Pero me parece que no va a llegar
– Y, ¿a quién esperan?
– A un amigo. Íbamos a discutir una idea para un libro nuevo, porque no nos ponemos de acuerdo. Necesitamos una idea en la que acordemos los tres.
– Si quieren, pueden consultar a mi musa. Antes de irse me dejo su teléfono.
Roberto y Sol vuelven a cambiar miradas, pero esta vez el que rió a carcajadas fue Armando.
María Sol Prados

Al día después, que Armando había entregado su obra al Sr. Postiglione, nos reunimos en el Dory, como acostumbrábamos hacerlo.
-¡Y, Armando! , ¿Qué tal la reunión con Gerardo?- le preguntó el Negro, con goce, sin saber la sorpresa que se llevaría.
-¿Todavía me lo preguntás?- contestó con un tono burlón, Armando.
-¿Qué no supiste nada, Negro?-sorprendida, y mirándolo fijo, le dije.
-Pues, no. Por eso es que lo pregunto.- Respondió el Negro.
-Le fue bárbaro, a pesar que la musa no lo ayudó bastante.- afirmó Joana.
– ¡Ah!. Bue, mucho no iba a poder ayudarlo, porque de él dependía la obra. Se cree que la inspiración es algo mágico. ¡ que tonto!- agregó agregó el Negro.
– Lo importante es que el Sr. Postiglione, quedó encantado. Y gracias a esta situación puede comprender que debo dejar de creer en cosas raras, y ponerme a trabajar con más responsabilidad.- lleno de satisfacción, comentó Armando.
– En buena hora, amigo, que pudiste darte cuenta.- lo felicitó el Negro palmeándole la espalda.
-Yo espero que de ahora en más podamos hacer grandes obras juntos. ¡Ja ja!…Vamos a tener que llamar a la Musa…-Acotó Joana.
– Se retiraron del lugar, riendo a carcajadas, los tres. Pero, esta vez, ¡Armando no tomó alcohol!.
Joana Ricca

Tres días después de la última vez que lo habían visto a Armando, reapareció en Dory. Traía un aspecto cansado y descuidado. Se sentó en la mesa junto al Negro y a María Clara. Eran los únicos que habían ido esa noche.
_Contanos qué pasó con la obra_ expresó el Negro
_ ¿Pudiste terminarla?_interrogó María Clara_ Estábamos ansiosos por verte y saber cómo lo habías resuelto.
_Paren, una pregunta a la vez¬_ dijo Armando_ no dormí por tres días. Estoy destruido pero satisfecho porque logré entregar la obra.
Los otros dos se quedaron sorprendidos ante esa revelación y escucharon con atención su relato.
_ Finalmente vino a visitarme la musa como yo creía. Estaba vestida de blanco y tenía una actitud tranquila. Pero me desilusionó. Llegó diciendo que no traía ninguna idea para mi. Los dos nos tuvimos que poner a pensar en qué escribir. Preparé café y mientras pasaban las horas nada se nos ocurría. Cansado de estar sentado me acerqué a la ventana y algo me llamó la atención: una manifestación silenciosa que pedía justicia por la muerte de un joven secuestrado. Y fue en ese momento cuando sentí que debía escribir para darle voz a los que ya no tienen voz. Fue mágico cómo las ideas empezaron a surgir y ambos comenzamos a escribir sin detenernos.
_ Siempre te dije que ninguna musa te iba a iluminar con una idea_ comentó María Clara_ La realidad tiene elementos muy fuertes que resuenan como eco en nuestro interior.
_Pero me creas o no, la musa estaba ahí conmigo, si no, creo que no lo hubiera podido lograr…
_Vamos, viejo, sermoneó el Negro_ tuviste que laburar sin parar tres días seguidos porque no te daba el tiempo y vas a decir que fue gracias a esa “señora” que te iluminó.
_Tenes que reconocer que esa inspiración surgió de vos, eso que viste te movilizó a escribir.
_Bueno, bueno_ dijo Armando_ sea como sea el trabajo está hecho, costó mucho esfuerzo pero lo logré. Mi viejo se va a poner contento. Che, pídanse algo y vamos a festejar.
María Clara Tesei

Dos días ya habían pasado de la entrega de su trabajo (un tanto mediocre cabe resaltar) el cual había generado un gran enojo en Postiglione, Armando charlaba con Roberto y Martín contándoles el suceso ocurrido con su musa, unas noches atrás.
(ROBERTO) – A ver, entonces ¿Me querés decir que desaprovechaste la oportunidad, solamente por confiar en tu musa?
(ARMANDO) – Sí, igual sabés cómo soy Roberto y sigo pensando como siempre, mi musa me jugó una mala pasada, quiso ver si yo estaba atento, eso es todo.
(MARTÍN) – ¡Cómo sos Armando! Date cuenta que no es lo tuyo, tuviste suerte un par de veces y punto ¿No te bastó con presentarle esa obra espantosa a Gerardo Postiglione?
(ARMANDO) – Vos sos el errado pibe, mi musa solamente me hizo una jugarreta, un chistecito, para mantenerme atento, aparte…díganme… ¿Para qué necesito yo, a ese viejo chanta?
(ROBERTO) – Lo que vos estás necesitando Armadito, es laburar de verdad y dejar de boludear con “tu musa” (bastante enojado)
Date cuenta que no sos un pibe, tenes que comer, y jodiendo así las cosas no te van a ir para nada bien. Tenés que estar noches enteras pensando y trabajando durísimo para lograr algo medianamente bueno
(ARMANDO) – Eso se los dejo “a los pobres diablos” a mi musa y a mí si hay algo que nos sobra es creatividad…
(MARTÍN) – Tenés las pruebas a la vista, pero bueno, es tu futuro, es tu trabajo… así que yo no te pienso decir más nada
(ROBERTO) – Pareciera que los años que hacen un poquito más testarudo, y espero ver pronto una obra interesantísima escrita por vos, o por tu musa (con un tono totalmente irónico).
Martín Coletti

Armando: – Podemos robarle alguna idea a ese tal Fontanarrosa.
Se escucha que alguien golpea la puerta y Armando abre y nos encuentra a Fontanarrosa y a mi.
Irene: -No pude evitar escuchar. Justo veníamos para hablar con vos.
Fontanarrosa: -No puedo permitir que me robes una idea pero puedo tratar de ayudarte. ¿Qué problema tenés?
Asombradísimo Armando les explica.
Fontanarrosa: -Deberías haber sabido aprovechar esta oportunidad.
Irene: -No podés pretender que por arte de magia se escriba la obra.
Armando: -Tienen razón pero ¿qué puedo hacer?
Fontanarrosa: -No vamos a hacer tu trabajo.
Irene: -Podes esperar y ver si surge una nueva oportunidad o…
Fontanarrosa: -Escribir tu historia…
Irene Correa

– ¿Y?, ¿como van las cosas?- Pregunta el Negro.
-Bien, qué se yo, ya está casi listo.
-¿Cómo que “casi” listo?- Exclamó Francisco asombrado.
-Si, bueno lo que pasa es que…la verdad no sé cómo voy a salir de esta, las ideas las tengo pero no termino de decidirme qué voy a escribir.
-Mirá hacé una cosa- Interrumpe el Negro- ¿Por qué no escribir todas tus ideas en papeles sueltos y vas tildando las más sobresalientes?- y siguió – Quizás así termines de entender que es lo que en verdad querés escribir.
-Tengo una mejor opción. Esta noche lo llamo al Gerardo y le digo que en verdad le fallé, yo no soy uno de esos que aparenté ser en la charla que tuvimos.- Murmura Armando, demostrando temor.
-No Armando, ¿Por qué mejor no intentas aunque sea empezar a escribir?, a lo mejor las ideas vienen solas, uno no sabe cuando se puede dar, además vos mismo dijiste que tenias una Musa que te ayudaba, ¿No? – Le dice Francisco en tono filosófico.
-Si, pero esta musa no sé, es como que tiene algo raro, no termino de entender qué es lo que quiere decirme. Mejor dejo todo así como está y trato de buscar otro empleo. Ya está lo decidí.
Armando parece decidido a dejar de lado esta excelente oportunidad de, al menos una, solo una vez triunfar con lo que el siempre soñó.
-La verdad, no te entiendo-le dice el Negro.- Ahora que podés verdaderamente llegar a ser lo que querés, te das por vencido así nomás, porque si. Esto no es así de fácil, todo lleva su tiempo, o vos te pensás que es fácil para mí sentarme y escribir un cuento, o una de esas novelas.
-Si, pensándolo así, tenés razón…pero…
-Pero nada-Interrumpe Francisco – Mirá Armando, si en verdad tenés ganas de hacer este trabajo, te vas a sentar, vas a escribir eso, y el tiempo dirá si escribiste algo bueno o no.
-Lo que vale es el trabajo, por lo menos trata de intentarlo Armando, no dejes pasar esta oportunidad.
Armando piensa, estudia la posibilidad de seguir esta discusión, pero se da cuenta que el Negro y Francisco tienen razón.
-Si, lo voy a hacer. Me decidí-Armando parece estar seguro esta vez- Me voy a casa, creo que un trabajo me está esperando.
Los tres se ríen, se saludan cordialmente, se dirigen hacia la puerta y continúan charlando.
El Negro intenta perderse entre la gente, pero no puede, todos lo reconocen y saludan. Francisco lo mira asombrado y piensa para sí mismo, ¡Qué grande el Negro!
Armando ya les sacó una ventaja enorme, es más, diría que ya está escribiendo, pero no puedo asegurarlo, así que me retractaré.
Armando va a triunfar, estoy seguro.
Francisco Sanchez

Armando y Fontanarrosa estaban en el Dori sentados en la mesa de costumbre tomando un trago, Armando en un momento mira la puerta y entra Stefi, Armando le pegó un grito y ella se acercó a saludarlos, Armando tenia que contarle a alguien mas lo que le había ocurrido la noche anterior y Stefi era una de esas personas con las cuales él podía contar
-Stefi ¿cómo andas tanto tiempo? Hacia mucho que no te veíamos por acá- Dijo Armando
-Bien la verdad que ando muy atareada estas ultimas semanas, vos ¿cómo estas? Que novedades hay por estos lados.- Ahí fue cuándo Armando empezó a contarle todo lo que había pasado, lo cual Stefi escuchaba atentamente, mientras que Fontanarrosa se pedía otro trago, el final de la historia de Armando fue lo que más sorprendió cuando Armando dijo que había escrito una obra no muy conocida cambiando algunas palabras. Luego que terminó de contarle Stefi lo miró con una cara no muy agradable y dijo – ¡pero eso es copiar!
Armando riéndose dijo -no es muy conocida la obra así que cálmate-
Stefi no podía creer lo que estaba escuchando, intentó que Armando se diese cuenta de lo que había hecho estaba mal pero él no entraba en razón.
Armando lo tomaba como chiste -Gerardo no se va a dar cuenta- Dijo Armando riéndose mientras agarraba el vaso para que Fontana le sirviera mas whisky
Stefi no podía entender todavía lo que Armando le decía y fue hay cuando preguntó- pero ¿que es para vos la inspiración?-
-Precisamente no sé, pero para mi es una luz la cual me ilumina y me dice lo que tengo que hacer y listo.- Respondió Armando
-Para mi la inspiración no es algo que surge así de la nada- Opino Stefi
Armando la miró seriamente y dijo -¿que estás queriendo decirme?-
-Claro, es algo lo cual uno provoca sin intención o con intención lo cual hace que podamos componer o hacer algo ¿me entendes?- dijo Stefi
– Pero para mi es la inspiración es una luz la cual me ilumina y me dice lo que tengo que hacer – volvió a repetir Armando
– Tal vez para vos la inspiración pueda ser como una luz, pero no creo que pueda decirte lo que tenes que hacer- dijo Stefi
-Pero es así y punto- Dijo Armando
-Entonces si es así, podemos decir que tu inspiración te ha fallado esta vez- Dijo Stefi
Fontana largo una carcajada y luego dijo- Me parece que tiene razón la piba-
Armando lo miro y no pronuncio ni una sola palabra más.
Stefania Wotoszyn

Cuando llegue al Dory esa noche, solo estaban el Negro y Armando cenando. El Negro se limpiaba la barba llena de salsa de los fideos que estaba comiendo mientras
escuchaba con atención lo que le narraba Armando, con un cacho de pan en la mano, desde la silla de enfrente.
-Y fue así como pude llegar a escribir a tiempo la obra. Ahora si queda conforme el público o no con ella mucho no me importa. Porque al Gerardo le gustó mucho. ¡Tenía un miedo que no lo conformase!
Yo me acerque exaltadísimo a la mesa al escucharlo, porque no me había enterado si logró escribir la obra de teatro que le encargaron o no.
-¡Ya me contás como fue que llegaste a la obra y de que se trata!- le exigí a Armando.
Y ahí no le dejé otra opción que contármelo todo tal cual se sucedió.
-Bueno, fue así: En un sueño me vino la musa y empezamos a trabajar. En el sueño armé toda la primera parte de la obra, casi los primeros 4 actos, en total quedó conformada por 7. En cuanto me levanté, los pasé a máquina y seguí hasta terminarla, cosa que me llevó hasta la noche del día antes de la entrega. Q, que fue lo más raro de todo. Yo me presenté a la cita con Postiglione, con un miedo terrible, tenía toda la espalda llena de sudor. Lo saludé, y creo que notó mi nerviosismo, y le entregué enseguida la obra, cuando se la dí me temblaba la mano como a un enfermo de Parkinson. No te imaginás lo largo que me parecieron los 25 minutos que tardó en pegarle la primer leída al guión.
-¿Qué le pareció? ¿Te dijo si le gustó o no?- pregunté ansioso
-No me imaginé, ni remotamente, que le iba a gustar tanto como le gustó. Yo pensé que la iba a tener que retocar en millones de puntos. Pero le gustó entera tal cual la escribí. Lo que me infló el pecho al escucharlo decirme: “¡Tu papá no me verseó esta vez, con eso de que sos un buen escritor, che!”. Me sentí tan orgulloso como cuando vendí mi primera pintura- nos confesó Armando
-¡Qué lindo escuchar eso! ¡Felicitaciones!- le dije y lo abrasé.
-¡Yo también te felicito!- le dijo el Negro, que no había tenido oportunidad de hacerlo.
-Ahora aprendí que hay tiempos y tiempos para que la inspiración actúe. No es tan arte de magia. Hay que saber esperarla, hay que llamarla y ser un buen anfitrión, hay que saber como recibirla para sacarle el provecho que necesitas realmente.
-¡Tal cuál! – exclamó el Negro –. Es muy difícil, casi imposible, que de la inspiración, de ese momento tan mágico, que de la musa, se extraiga tan fácil lo que uno busca. No viene todo servido.
– Pero cuando la necesitas viene. La musa cuando uno la llama, ¡siempre arriba al encuentro, siempre!- declaró Armando, sosteniendo su idea con respecto a las musas.
– La musa no te canta lo que querés escuchar. Vos tenés que saber escucharla-agregó el Negro.
Yo a todo esto solo escuchaba, porque no podía creer que Armando haya llegado a tiempo con la obra, pero al saberlo me ponía muy feliz de que haya sido así.
-La inspiración solo nos da la partida de todo. Como dicen ustedes, no nos trae todo hecho, nos da la posibilidad, nos lo facilita un poco, como te paso a vos. Trabajó con vos en tu sueño, no fue que hizo tu trabajo, te lo aligeró. Pero por más pequeña que parezca esa ayuda que te brida la musa es extraordinariamente indispensable para la realización del trabajo- dije al darme cuenta que ellos esperaban mi comentario-. La inspiración riega nuestro terreno para que crezca lo más bello dentro de nosotros, y está en cada uno poder sembrarlo para compartir-.Terminé agregando. Después pedí un plato de ravioles y me sumé a la cena, porque la charla me abrió el estomago.
Alejadro Cabral