Desde el sábado pasado no hay noticias de un turista francés que llevaba 26 días alojado en un hotel de calle San Martín y Tucumán, donde quedó su pasaje para dejar el país el miércoles.
Debon Jean Frederic Marie cruzó por última vez el gastado umbral del Hotel Britania el sábado 18 de enero a las 10 de la mañana, como lo venía haciendo casi todos los días desde el 24 de diciembre en adelante.
A partir de ese momento, no se tienen noticias del francés regordete y lentes que no pronunciaba más de tres palabras en un atravesado español, iba a tocar la trompeta junto al río en el Parque de España y mostraba hábitos frugales. El jueves el propietario del hotel hizo la denuncia de la desaparición en la comisaría 3ª, sin que hasta anoche hubiera novedades sobre el destino del turista, que tenía pasaje de regreso a Francia para el próximo miércoles 29.
El caso promete alcanzar repercusión internacional, con el cercano antecedente de la joven turista alemana desaparecida en Bariloche, vaya paradoja, el mismo día en que Marie llenaba la ficha de ingreso a su alojamiento.
Al Hotel Britania hace tiempo que se le cayó su última estrella. La mejor época la vivió a principios del siglo XX, cuando era el más cercano al puerto de Rosario y, de entonces, conserva su hermosa fachada y el nombre. Hoy es más pensión que hotel, aunque en los últimos años disfrutó la llegada de turistas europeos jóvenes, con espíritu aventurero y en busca de alojamiento barato. Y con posibilidad de contrataciones por día, semana, mes o año en sus 33 habitaciones. “Han venido suizos, alemanes, españoles, porque el hotel aparece en Internet”, cuenta su propietario Elio Serpellini, en una recepción despojada de todo adorno.
Debon Jean Frederio Marie se alojó en la habitación 25 y arregló un precio conveniente para un bolsillo europeo en pagos semanales. “Hablaba muy poco… hola, chau, buen día…”, acota Eduardo, que hace las veces de encargado del hotel. Nunca recibió visitas ni llamados desde el exterior y, menos aun, se relacionó con los residentes del hotel, es decir taxistas, remiseros y huéspedes de paso por la ciudad. “Es gordito, un metro setenta, de cachetes rosados, con anteojos para leer y muy correcto”, insiste Serpellini, más preocupado que nadie por la desaparición del extranjero.
La única particularidad de su estadía fue la compra de una trompeta en Casa Lyra. “Siempre se iba a tocar frente al río, acá cerca al Parque de España, era la única diversión que le conocimos”, dice el hotelero.
La mañana del sábado en que lo vieron por última vez cruzar la puerta, no hubo ningún dato que alarmara a Serpellini. Salió vestido con una camisa blanca con rayas rojas y un pantalón gris. Pero había dejado la trompeta en la habitación, dentro del estuche, como comprobaron luego los investigadores. También hallaron dos valijas cerradas con candados, sus prendas de vestir y -dentro de un ropero- el pasaje aéreo con trayecto Buenos Aires-Zurich-Niza para el miércoles próximo. Serpellini aprovechó para sacar de la habitación el vaso de leche y las frutas -ya en descomposición- que eran el alimento habitual del francés.
La principal incógnita que tratan de responder los investigadores -a cargo del juez de instrucción Osvaldo Barbero- es porqué Marie eligió como principal destino en la Argentina una ciudad como Rosario, encima en verano. Hasta el día de la desaparición llevaba 26 días alojado en el Britania, mientras antes de llegar a esta ciudad había estado en Ushuaia. Para peor, no se pudo dar con una foto de Marie, ya que en la habitación no estaba su pasaporte.