Pablo Picasso, “La lectura”, 1932
El Trabajo Práctico 6: Memorias de lectura tienen tiempo hasta el 8 de mayo para hacerlo. Dentro del post nos cuentan y comparten sus experiencias.
Yo durante mi niñez nunca leí nada, ni tampoco me interesaba la lectura pero al comenzar mi adolescencia hubo un cambio. Al cursar el séptimo año del colegio secundario de ese entonces, me encomendaron como tarea leer “El relato de un naufrago” de Gabriel García Márquez. Al principio la tarea de leer me pareció un poco ostentosa ya que mucho no me interesaba la lectura y no me mostré entusiasmado por leer el libro, es mas ni siquiera sabía quien era el autor ni tenia la menor idea de que era uno de los grandes escritores de la literatura universal, lo subestimaba. En fin comencé a leer el libro con gran esfuerzo de mi parte, lo leía por compromiso ya que en el colegio nos daban un tiempo límite de lectura y luego como trabajo final nos evaluaban y nos hacían hacer un trabajo práctico final.
Comencé a leer el libro sin siquiera saber de que se trataba, me mantenía siempre con una actitud un tanto ignorante. Pero todo cambió al ir introduciéndome cada vez mas en la lectura del libro que hasta entonces no mostraba interés por el. Al avanzar en la lectura, me llamó la atención, los hechos, sucesos y relatos que se encontraban en el libro.
Me empezó a gustar el libro de García Márquez, ya que relata una historia verídica; cuenta la historia de un Hombre (Luis Alejandro Velasco) de nacionalidad colombiana que estuvo a la deriva en el mar durante diez días, sin comer ni beber, tras el naufragio del navío en el que iba, que partió desde EE.UU. con destino a Colombia.
Sin embargo lo que me impacto y llamo la atención es, que detrás de esta historia de supervivencia durante diez días a la deriva, hay una gran verdad que hasta entonces no había salido a la luz, un hecho político que involucraba al gobierno colombiano. El hecho es que el Barco de la marina colombiana denominado “Destructor” estaba siendo sometido a reparaciones en los Estados Unidos y al regresar, estando a 2 horas de Cartagena, Colombia, el navío naufragó por exceso de carga, lo cierto es que ese exceso fue producido por contrabando de elementos electrónicos y no por una tormenta como lo dijo el gobierno de aquel país.
Otro de los hechos que me impacto muchísimo fue que después de la publicación del libro, que contaba la verdadera historia y el por qué del naufragio, Gabriel García Márquez tuvo que optar por el exilio, al ser perseguido por el gobierno, mientras que el protagonista de la historia, Luis Alejandro Velasco perdió su carrera en la marina y toda la fama acumulada.
Este fue el primer libro que leí y me encantó, no solo por la historia, sino por que hay toda una serie de hecho antes y después de que fuera publicado, de manera tal que pude conocer quien era Gabriel García Márquez.
Tomás Benitez Lisoski
Desde chica, mi mamá me leí cuentos para poder dormirme. Cuentos como Caperucita Roja, Cenicientas, Peter Pan, etc. Mi preferido era La Sirenita.
Adoraba que pase su tiempo leyéndome, porque de ese modo el sueño venía más rápido y su voz me apaciguaba.
Hasta que aprendí a leer en la escuela, cuentos que al ser escuchados parecían más breves que cuando yo misma los leía, eran fragmentos interminables. Ya había crecido y necesitaba leer apresurado y de corrido. No eran sólo cuentos, a esto se le sumaron noticias, textos informativos, etc.
El paso a la secundaria requería listas eternas de libros, y lecturas sin fin como: Martín Fierro, El Matadero, Don Quijote de la Mancha, Juvenilla, etc. Odiaba ir a la biblioteca, parecía algo muy aburrido y cerrado, que hacía provocar fastidia en mi.
Pasado unos años me di cuenta que leer me enriquecía y me propuse meterme de lleno el en mundo de la lectura. Empecé con libros que estaban en mi casa, debido a que mi mamá lee y compra mucho. Hay una pequeña biblioteca repleta de libros, que me atrajeron. Despunté con material escrito por Paulo Coelho, El Alquimista, Once Minutos, Maktub. Amarse con los ojos abiertos de Jorge Bucay, de todos estos y otros más que he leído, me atraparon Once minutos y Amarse con los ojos abiertos, son dos libros que relatan historias diferentes, de distintas formas de vida.
En quinto año las pasantías me tocaron hacerlas en la biblioteca, pensar que antes ni quería entrar, y me tuve que pasar dos semanas ahí. A todos mis compañeros les causo gracia y a mi también.
Eso me hizo reflexionar, y me demostró que muchas personas viven leyendo, llegan a sus casas con pilas de libros para leer, otras pasan horas y horas en la biblioteca.
Pienso que la lectura es un pasatiempo que desde chicos debemos adquirir, es un habito que nos informa, nos entretiene y sobre todo nos enseña.
Un libro puede despejarnos la mente y ver más allá de lo real.
Marilín Bosio
Cuando cumplía mis 15 años empecé a leer un libro que se llama El General, El Pintor y La Dama. En esos momentos cursaba 9º año en la Escuela de Enseñanza Media nº 419. Particularmente mi profesora nos hacía leer un libro por mes, pero como todo, o casi todo adolescente leí muchos resúmenes. En este momento me arrepiento porque eran libros muy lindos, como por ejemplo “El nombre de la rosa”, “Martín fFierro”, “Cien años de soledad” entre otros.
El último libro que nos tomó la profesora de lengua fue “El nombre de la rosa”, una lectura muy interesante, leí un pedazo y como no llegaba a terminarlo para el día que había que darlo terminé leyendo el resumen y viendo la película. Prometí algún día terminarlo de leer porque me llenaron de comentarios afirmando que es muy bueno.
De pequeño siempre me gustaron los libros o cuentos de terror, los tenía a todos hasta que me di cuenta que eran siempre iguales. Ahora me inclino más por libros como “Asalto al paraíso” ¡me encantó ese libro! Al igual que “Las redes del odio”.
Para concluir con mi experiencia debería contar cuando me escapaba en la secundaria y me iba a la biblioteca, muchas veces a conversar con la bibliotecaria, pero varias no me dejaba quedar. Me ponía una condición, me quedaba si leía algo. Y así leí varios libros.
Kevin Buffa
Recuerdo que a los 15 o 16 años leí mi primer libro, fue gracias a la profesora Fernández de lengua y literatura que descubrí a Gabriel García Márquez, desde ese momento hasta ahora es mi escritor preferido. “Relatos de un naufrago” fue el primero, en ese momento lo leí dos veces y me gusto mucho. Estaba tan encantado con Gabo que empecé a buscar mas libros sobre el y si no me equivoco el segundo que leí fue “Los funerales de Mamá Grande”. Leí tres o cuatro libros más del mismo autor y todos con el mismo encanto. Pero mi mayor placer llego después, cuando un día, no recuerdo como, llego a mis manos “Cien años de soledad”, la primera vez tarde un poco en leerlo pero cuando terminé no pude resistir empezar de nuevo, ya van entre cinco y siete veces que lo vuelvo a releer y siempre fascinado, me encanta, no lo puedo dejar, como quien dice es mi libro de cabecera.
Así fue como me inicie en el placer de leer, después de García Márquez leí a otros escritores como Galeano, Saramago, Isabel Allende, Cortazar, Sabato y Borges. Estos son los que recuerdo ahora, algunos deferentes otros un poco más parecidos. Me considero una persona que ha leído no todo lo que quisiera, pero he leído. Algunas cosas muy lindas y otras no tan buenas. Creo que leer en muy importante para cualquier persona.
Federico Carra
Mis primeros pasos en la lectura se podría decir que comencé a darlos durante los últimos dos años de la escuela primaria, en los cuales tuve una maestra la cual nos daba grandes cantidades de tarea, no muy sencillas, para las cuales debíamos asistir a la biblioteca para poder resolverlas.
El primer libro que intenté leer fue “EL PRINCIPITO” cuando tenía 13 años, pero no me llegó a atrapar lo cual hizo que no lograra llegar al menos a la mitad del libro. Lo mismo me pasó con un libro llamado “COLMILLO BLANCO”. Ahora, con un par de años más yo creo que esa falta de interés se debía a mi edad y al no saber que era precisamente lo que me gustaba.
Durante el segundo año de la secundaria, tenía que leer al menos dos libros; yo elegí “ESTUDIO EN ESCARLATA” y “LAS AVENTURAS DE SHERLOCK HOLMES” ambos de Arthur Conan Doyle. Estos me encantaron el primer libro lo leí en dos tardes, y al segundo en una sola noche. Durante ese mismo año también leí “PROHIBIDO SUICIDARSE EN PRIMAVERA”, pero solo por obligación escolar porque me resulto bastante aburrido, también leí “MARTIN FIERRO” y fragmentos de “EL INGENIOSO HIDALGO DON QUIJOTE DE LA MANCHA”.
Pese a estos hechos, la lectura no es un hábito que haya mamado de chico, pero me gustaría tener mas voluntad a la hora de leer ya que hay cantidades de obras literarias las cuales me interesarían mucho leer.
Martín Coletti
El primer libro que leí, que me mostró la experiencia de lo que es disfrutar de la lectura, fue “Harry Potter y la Piedra Filosofal”, y fue una de las experiencias más llenadoras de mi vida. Antes de éste yo disfrutaba leyendo historietas, cuentos cortos, y como mucho algunas novelas como “Los Hollister” .Tenía cerca de nueve años cuando se lo regalaron a mi hermano por su cumpleaños. Al principio no me interesó mucho; pasó por las manos de mis dos hermanos mayores, y ambos terminaron fascinados, se lo liquidaron en menos de una semana.
Al pasar el tiempo, y sentirme un poco excluida de las conversaciones que se sostenían en mi casa en torno al libro; me decidí, y comencé a leer la primer hoja. Lo recuerdo como si hubiese sido ayer: “El señor y la señora Dursley del número cuatro de Privet Drive, estaban orgullosos de decir que eran perfectamente normales”. Me quedé helada: ¿quiénes eran el Señor y señora Dursley? ¿Por qué la novela no me explicaba desde el principio quienes eran estas personas? Fue entonces que comencé a bombardear con preguntas a mi hermana que lo único que me respondió fue: “Seguí leyendo que ya te vas a enterar, porque te lo explica después, no seas desesperada”.
Fue así que continué leyendo y efectivamente fui entendiendo como se relacionaba todo. Me encerré en mi habitación y me pasé la tarde leyendo, la trama era atrapante no dejaban de pasar cosas que me llamaban la atención; me fascinaba el mundo paralelo del que eran parte los magos, y me imaginaba que eso mismo podría estar sucediendo en nuestra realidad, que tal vez no era una novela sino que era el mundo real, que nosotros los “muggles” que es como en la novela identifica a los no magos podríamos estar viviendo rodeados de gente mágica, o incluso que yo misma podría ser una bruja y que al cumplir los diez años me vendrían a buscar para contarme la noticia y llevarme a “Howarts”, la escuela de magia y hechicería.
Terminé el libro en menos de tres días y quede maravillada, enseguida le fui a pedir a mi mamá que me consiga el segundo, y ocurrió lo mismo que con el primero, me lo devoré en pocos días. No puedo expresar con palabras lo que me ocurría, simplemente no podía dejar de leer.
Fue así que leí hasta el número cuatro; para ese entonces yo estaba más grande, tenía cerca de catorce años, ya que pasó mucho tiempo hasta que se editaron los siguientes tomos de la colección. Aunque terminé leyendo la saga completa, mis intereses ya no eran los mismos que cuando tenia nueve años, es por esto que no los disfruté en la misma medida que lo hice con los tres anteriores.
Para cuando se publicó el cuarto libro yo estaba comenzando a leer otros autores como Cortazar, Sabato, etc., que me gustaron mucho, y me hicieron ver el mundo desde otro punto de vista, ya que en mi opinión estos autores “te abren la cabeza”.
Estos cambios, de visión, intereses y gustos no me van a hacer olvidar nunca la sensación de jubilo que sentí al leer mi primer novela, mi primer libro “gordo”, como lo llamaba en ese entonces, una experiencia única.
Guadalupe Freire
Mi primer contacto verdadero con la lectura fue aproximadamente a los 10 años, cuarto o quinto grado de la primaria, a esa edad fue cuando descubrí el significado de la biblioteca, cuando junté coraje y decidí entrar por voluntad propia a ese lugar misterioso escondido en un rincón oscuro de mi escuela primaria, supongo que por intriga, o por rebeldía quizás.
Un niño no podía entrar a la biblioteca, ¿que tendría que hacer un niño ahí dentro? Recuerdo aquella puerta enorme y despintada, siempre cerrada, a la cual se nos impedía pasar, que solíamos escaparnos a mirar con mis compañeros en los recreos, y ese sentir oscuro, no se si era miedo o intriga, pero que todos compartíamos.
Un buen día junté el coraje suficiente. Bajé calmo las escaleras al sonar el recreo, con un solo pensamiento en la mente, una sola imagen… “esa puerta”. Cruce el primer patio, a través de la gente como el fantasma de canterville, pise la galería, sorteé el mástil de la bandera y puse un pie en el patio de los gigantes de la escuela, los que ya estaban en el último año y conocían la biblioteca. Me detuve por unos segundos, me di media vuelta, miré hacia el patio de los más chicos, ahí estaban mis compañeros llamándome para jugar. Volví a dar media vuelta y me concentré nuevamente en la imagen de mi objetivo.
Con la cabeza baja, lento y silencioso, pero seguro y decidido de lo que estaba haciendo, crucé el patio haciéndome invisible entre los mas grandes y llegué al hall… ahí me esperaba ella, enorme y despintada, oscura y tenebrosa. La miré fijo sin sortear su mirada y juntando coraje, de un empujón, traspasé su cuerpo y caí del otro lado.
Estaba adentro, abrí los ojos y me sorprendí al no ver a una bruja, fantasma o algo por el estilo, sino un lugar con un silencio calido y tranquilizador, grandes ventanales que daban a la calle y por los cuales entraban enormes rayos de sol, enormes mesas cuadradas en las que chicos, no mucho mas grandes que yo, se sentaban a leer tranquilos en los recreos. Hacia un lado de las mesas se encontraban repisas altas como rascacielos que contenían libros de todo tipo y para todos los gustos.
El lugar me había sorprendido mucho, me acuerdo de haber sentido una sensación rara en ese momento, no la podía describir, pero ese lugar me hacia sentir bien. Me senté en una de las primeras mesas en una silla contra la punta, cerca de las ventanas y tome un libro que estaba sobre la mesa: “Cinco semanas en globo” de Julio Verne. El libro de entrada me atrapo por la tapa: “tres hombres volando en un gran canasto atado a un globo gigante”. Lo tomé con las dos manos y después de dedicarle el tiempo suficiente a la tapa, me atreví a empezar a leerlo. A todo esto la campana, que servía de alarma para volver cada uno a su salón, ya había sonado hacía unos minutos y la única persona que seguía en ese lugar era yo. Eso era lo que yo creía hasta que de entre las enormes repisas apareció una señora de cabellos rubios gastados, y al verme, sorprendida, se vino hacia mí diciéndome que no podía estar ahí, que era muy chico y que el recreo ya había terminado y yo tendría que estar en mi salón. Sin saber que decir le mostré el libro que tenía en la mano y le pregunte si podía llevármelo, ella dijo que ese libro no era para un chico de mi edad, y volvió a repetir que ya tendría que estar en mi salón. Eso generó una gran tristeza en mi interior y volví a decirle que por favor me dejara llevar el libro, que me gustaba y quería leerlo… su cara cambió de repente y me dijo que íbamos hacer un trato, que yo no me iba a llevar ese libro a mi casa, pero que ella me dejaba venir en los recreos a leerlo. Una gran sonrisa nació en mi cara en ese momento, abrí la puerta de la biblioteca suavemente, salude a la señora y salí contento de ese lugar que, a partir de ese día, empezaría a frecuentar sin miedo y con placer.
Martín López
A decir verdad, no tengo mucho para contar. No es que nunca me haya interesado en la lectura, si no que soy de esas personas que leen sólo cuando la práctica lo demanda y rara vez averiguo el final de la historia.
Para quienes me conocen, e incluso para mi misma, esto resulta algo contradictorio ya que vengo de una familia de libreros, o mejor dicho “del libro”, como dicen ellos.
Estoy segura que la contradicción tiene su explicación en mi personalidad inquieta y ansiosa -cualidad tan criticada por mis padres a la hora del estudio, y a veces hasta por mis propios compañeros al encarar un proyecto-. De todas formas, no tienen de qué quejarse: ellos tienen el método del orden y la constancia, yo la creatividad y el esmero, inconstante, pero muy apasionado. Finalmente, ¡todos somos felices! Los que les escapan a las formalidades son amigos, y ellos ya no me dicen nada.
Son justamente estos aspectos de mi forma de ser los que orientan mis preferencias de lectora “no empedernida” hacia los géneros más dinámicos: nada de cuentos largos o relatos con demasiadas descripciones, prefiero la novela y la historieta. Traigo a escena aquella apasionante obrita, presentada en varias entregas, con el encanto de los viejos melodramas: Boquitas Pintadas, de Manuel Puig. Y urgeteando un poco más en la memoria, me encuentro con la escalofriante historia del futuro donde “pensar impide ser ingenuamente feliz”: Fahrenheit 451, de Ray Bradbury. Ambas recomendadas por mi madre.
La educación secundaria que recibí me obligó a enfrentarme reiteradas veces con la lectura, y pese a mis prejuicios, reconozco que a veces me llevé gratas sorpresas: comencé en séptimo grado con “el maestro del terror”, Edgar Alan Poe, seguido por Mark Twain y Oscar Wilde. Después de otros clásicos nos pusimos un poco mas contemporáneos: García Marquez y Truman Capotte. Haciendo un breve recorrido en el tiempo, recuerdo especialmente algunas publicaciones por distintos motivos: “La tierra del fuego” (una espesa novela de Iparraguirre), “¡Socorro!” (un surtido de cuentos de terror escrito por Elsa Bornemann, muy parecido al viejo y ya reconocido “Cuentos de la cripta”), y por último dos figuritas repetidas en la educación media Argentina: “Martin Fierro” y “Don Quijote de la Mancha”, infaltables.
Tengo el presentimiento que “¡Socorro!” fue un intento desesperado de los docentes por generar un mínimo hábito de lectura en los chicos. Recuerdo que al año siguiente, cambiaron a Elsa por J.K. Rowlling… quizás la temática del mundo mágico fuera mas seductora. De todos modos la producción nacional se va al diablo, que injusticia. Y hablando de producción nacional recuerdo haber leído algunos cuentos del Negro Fontanarrosa: además de escribir aquí, el Negro también escribía para los de aquí.
Pero yendo al centro de la cuestión, lo que siempre me interesó fueron los textos originales, “las fuentes”: cartas íntimas, entrevistas, documentos políticos, testimonios sin previo análisis. Cero pluma profesional, que el escritor no meta la cuchara. Lo que disfruto de la naturalidad de los discursos es que son el fiel reflejo de un momento determinado de algo o alguien. Es como poder dibujar una ventana sobre una persona y meter la cabeza adentro, observar los hechos sin interpretación ajena, leer su historia tal como sucedió en ese instante, desde su punto de vista.
Voy a ser redundante, porque quiero aclarar de nuevo que la mayoría de los libros que cité tienen todavía un señalador en el ombligo: rara vez empiezo una publicación por su prólogo. Voy a lo que necesito, y la misma lectura me invita a seguirle el rastro, a veces salteando páginas y otras volviendo al desconocido principio, aunque haya descubierto el final.
No sé si es el método correcto, pero es el modo más cómodo y personal que encuentro.
En fin, mi memoria es un collage de enunciados inconclusos con los cuales pienso, hablo y comunico.
Julia Mestre
Cuando empiezo a pensar, no viene a mi memoria el primer libro que leí, ni a qué edad empecé realmente a leer. Tengo vagos recuerdos de algunos libros infantiles, con historias de pequeños animalitos del bosque en grandes aventuras, los majestuosos leones como reyes o héroes, y los tigres o las serpientes como villanos. Desde chiquito que me gustaba escribir, y me motivaba con esas historias para niños. Me acuerdo que mi favorita era la de un ganso sonámbulo que hacía travesuras mientras estaba dormido. En ese cuento me inspiré para escribir mi primera gran obra “Gustavo el sonámbulo y yo”, cuando tenía un poco más de 8 años.
Creo que el momento más significativo en mi vida como lector fue cuando para una materia de la escuela tuve que leer “Harry Potter y la piedra filosofal”. Ese libro me inspiró poderosamente a la lectura. Desde entonces (creo que tenía 12 años) me enamoré de la saga de J. K. Rowling, y leí todas y cada una de las aventuras del pequeño mago. Lo interesante era, que no todos los libros estaban ya a la venta cuando yo terminaba de leer el anterior y… por supuesto… a medida que pasaban los años yo iba creciendo y mis intereses eran otros.
Recuerdo que para una navidad, mi tía me regaló un libro de Edgar Allan Poe, “Narraciones extraordinarias”. Dicho libro compila varios de sus cuentos más famosos. Desde ahí entonces, desarrollé un gusto especial para los cuentos, y empecé a leer a Borges, Bucay y a Cortázar. Los libros más famosos, o los “Best Sellers” como “El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha” o “El Gaucho Martín Fierro” no fueron tan asombrosos para mí como para mis profesores de la escuela. Gabriel García Márquez también parecía ser un autor extraordinario para ellos pero a mí me decepcionó mucho con “Crónica de una muerte anunciada” y “Relato de un náufrago”. Tanto que me da pereza volverlos a leer para ver si mi edad más madura tiene algún efecto en lo que puedan llegar a generar en mí tales relatos.
Hoy en día mantengo el gusto particular por los cuentos cortos. No importa si son policiales, de terror, de aventura, o cualquier otra cosa, cualquier cuento corto me llama la atención.
Más allá de la lectura por placer, y debido a que estudio esta carrera en particular, me acostumbré mucho a leer los diarios, sobre todo las versiones digitales porque ahora no puedo conseguir diarios argentinos. Pero no me quiero desviar a ese tema.
Para cerrar, creo que el libro que más me gustó fue “Todos los fuegos, el fuego” de Julio Cortázar, y el cuento que más me gustó fue “La verdad sobre el caso del señor Valdemar” de Edgar Allan Poe. Curiosamente, Cortázar es el traductor al castellano de Allan Poe… parece que los genios tienen su grupo aparte…
Santiago Nidd
Mi primer contacto con un libro fue una experiencia inolvidable. Recuerdo que cuando era muy chiquita mi mamá me leía cuentos infantiles, especialmente antes de irse a trabajar, porque de esa manera yo me quedaba tranquila y con un mundo imaginario dentro de mi cabeza. Cabe mencionar que eran cuentos cortos, con colores, imágenes, y que fueron muy significativos para mí en su momento ya que por fin le encontraba sentido a esas hojas de papel. Siempre esperaba ansiosamente que llegara ese momento y así poder escuchar esas historias tan fantasiosas, que si me pongo a leerlas hoy quizá no me provoquen el mismo sentimiento.
Al pasar el tiempo, dejé de lado esta costumbre tan bonita para insertarme en el mundo de las novelas. El primer libro que leí propiamente dicho fue “Relato de un naufrago” de Gabriel García Márquez, el cuál me produjo muchas sensaciones, me hizo pensar y reflexionar sobre la situación y me ayudó para valorar realmente lo que tengo ahora. A esta obra la leí cuando ingresaba al colegio secundario, dónde tuve que adquirir el hábito de la lectura. Mensualmente, tenía la obligación de exponer una novela para toda la clase, por lo tanto, recurría la biblioteca del pueblo para adquirir novelas diferentes. Continué con esta rutina y leí “Mi planta de naranja-lima” de José Mauro de Vasconcelos, “Juan Salvador Gaviota” de Richard Bach, “El túnel” de Ernesto Sábato, “Martín Fierro” de José Hernández y “Don Segundo Sombra” de Ricardo Güiraldes.
Fue durante toda mi educación secundaria que aprendí realmente de que se trataba leer, es algo realmente placentero. Y fue también, en ese momento cuando por primera vez ingresé a una biblioteca. Veía estantes llenos de libros, para todos los gustos, para todo tipo de personas, y aumentaban mis ganas de continuar leyendo. Actualmente, no estoy leyendo ninguna novela pero no quiere decir que esté perdiendo la costumbre de leer, sino que lo sustituyo con diarios, revistas informativas y textos de la facultad.
Sabrina Primón
Tenía la edad de 11 años cuando por primera vez tuve que subir a la biblioteca de la escuela por decisión propia, ese día no estaba el diario en casa y era mi gusto leerlo diariamente (costumbre que mantengo hasta hoy en día). Así que me tome el primer recreo para poder leer al menos las secciones que mas me interesaban: la política el mundo y el deporte. Desde esa vez decidí realizarlo cotidianamente en vez de leer el diario en casa leerlo en la biblioteca del colegio aproveche y me hice amigo de Yudith la bibliotecaria.
Al mismo tiempo que leía los diarios cotidianamente, encontré en al biblioteca un libro de poesías de amor de Adolfo Becquer, libro al cual leí pero no me acuerdo el nombre . Lo anecdótico es que me gustaron mucha las poesías de amor, entonces las trascribía cambiándole las palabras o el orden y decía que la había escrito yo.
Luego a la edad de 13 años leí el libro de José Hernández “El Martín Fierro”, excelente libro de la literatura Argentina, al leerlo a esa edad me facilito a los 15 realizar el trabajo sobre dicho libro en la escuela y aprobarlo con diez.
Sin dudas que ese libro marco la etapa escolar .Otro dos libros que me marcaron en esa etapa fueron los libros de Fernando Sabater “Ética para Amador” y “Política para Amador” que me los regalo un profesor sabiendo mi interes por la política.
Hoy en día sigo con mi costumbre de leer el diario por la mañana e intentando leer mas de un diario aprovechando Internet. Además mi lectura de hoy pasa por los apuntes de la facultad.
Federico Beiserman
En mi caso tengo varias memorias de lecturas. Las más importantes y significantes en mi memoria son las lecturas de “La borra del café” de Mario Benedetti (Quien salió del hospital hace unos días) y “El inglés de los huesos” de Benito Linch.
“La Borra del Café”, fue una lectura obligada por la materia de Lengua y Literatura III, en la cual debimos hacer una monografía de alguna novela. Esa fue la elegida por un amigo y yo, entre una serie de opciones. De la obra me gustó la organización, y la historia que cuenta desde un niño inocente, hasta el desarrollo de las ideologías de su madurez, pasando por todo lo que ello amerita. La novela me gustó mucho, tanto que luego se la recomendé a mi madre y mi hermana, y toda mi casa terminó debatiendo sobre la “Borra del Café”.
En tanto a “EL inglés de los huesos” fue una lectura elegida por mi. Nunca había leído Benito Linch, y me lleve una muy buena imagen, tal es así, que luego leí “Los caranchos de la Florida”, también de su autoría. El inglés de los huesos me gustó mucho, porque por sus descripciones me hicieron recordar a mis vivencias de niño en el campo y todo ese mundo que a menudo olvido. También la relación casi perversa entre el protagonista y una niña de la estancia, me cautivaron.
Gabriel Bisang
Empiezo a recordar los libros que leí, y aparecen varios en mi mente como los que más me atraparon: La novena revelación (James Redfield), Ángeles y Demonios (Dan Brown), Ana Bolena (Evelyn Anthony), El cuadro (Agatha Christie), La venganza de Nofret (Agatha Christie), Atrapa tu sueño (Herman y Candelaria Zapp), El cuaderno de Noah (Nicholas Sparks), El perfume (Patrick Süskind), El jurado (John Grisham). Pero sobre todo hay uno que me resultó muy interesante, tanto, que sólo dos tardes y dos noches me bastaron para su lectura: El código Da Vinci, de Dan Brown.
Es un libro que me atrapó por el hecho de cómo se presenta la historia. A raíz de un asesinato, se develan muchos misterios. Estos, son resueltos por un detective y una agente, quienes a partir de la investigación por averiguar quién asesinó a Saunière, descubren y resuelven distintos enigmas, de los cuales surgen otros y así, hasta llegar al final de la historia. Estos acertijos, develan que el mismo asesinato tiene que ver con la ubicación del Santo Grial y sobre una sociedad secreta muy antigua, El Priorato de Sión. Este es otro punto por el cual me atrapó muchísimo la obra de Brown, los datos culturales e históricos que se expresan durante el relato, por ejemplo sobre la secuencia de Fibonacci, sobre el Opus Dei, la estrella de David (dos triángulos combinados son la «espada» y el «cáliz», símbolos de masculinidad y femineidad), conforman un conjunto de conocimientos para el lector que hace a la lectura del mismo aún más cautivante.
Además de ser el libro más interesante que leí, fue, el que me llevó a pensar más que los otros, por todo el misterio y las incógnitas que presentó. Libros como este, y como los que mencioné al principio, son los que hacen que la lectura sea para mí un espacio de distracción, de relajación y me sirve para desconectarme un poco de la realidad y adentrarme en cada historia, viviéndola como si fuese la protagonista.
Florencia Bisiacco
Mis padres jamás me fomentaron demasiado, ni me impusieron, ni me motivaron mucho, el hábito de la lectura. En mi casa nunca hubo una biblioteca destacada, pero siempre vi libros en ella, porque papá y mamá siempre leían, en sus dormitorios siempre veía los libros que formaban parte de sus lecturas nocturnas, pero siempre los vi distantes porque eran “libros de grandes” para mi.
A lo que siempre tuve acceso gracias a mis padres fue a revistas de niños, como Anteojitos y Billiken, con las cuales empecé a leer fuera de los textos escolares.
El primer libro, o la primera obra literaria, que leí la tome de la mano de mi hermano. En realidad el no me lo dio, ni me lo recomendó, ni se lo robe, solo lo tome y me metí en él. A este libro mi hermano tuvo que leerlo para la escuela, fue así que llego a él y por él a mí. Al verlo leer supe que podía hacerlo yo también. A mi hermano lo tenía como el ejemplo más cercano, era a lo que me quería parecer, más que a mi papá o mi abuelo, o a cualquier hombre dentro de mi familia, por eso tal vez también tome este texto y me aventure a la lectura, solo porque estaba en sus manos y quise ser un poco como él.
El libro con el que comencé mi lectura fue El Principito de Antoine de Saint-Exupéry. Esto fue cuando tenía 9 años. Todo fue totalmente nuevo, extraño y excitante para mí. Empecé por la dedicatoria, que hasta el día de hoy considero la mas sincera y mas profunda de todas, “Pido perdón a los niños por haber dedicado este libro a una persona mayor. Tengo una seria excusa: esta persona mayor es el mejor amigo que tengo en el mundo. Pero tengo otra excusa: esta persona mayor es capaz de comprenderlo todo, incluso los libros para niños. Tengo una tercera excusa todavía: esta persona mayor vive en Francia, donde pasa hambre y frío. Tiene, por consiguiente, una gran necesidad de ser consolada. Si no fueran suficientes todas esas razones, quiero entonces dedicar este libro al niño que fue hace tiempo esta persona mayor. Todas las personas mayores antes han sido niños. (Pero pocas de ellas lo recuerdan). Corrijo, por consiguiente, mi dedicatoria: A León Werth cuando era niño”, y el libro se robó toda mi atención y tiempo libre. Me dio alegría, ganas y me abrió las puertas a un nuevo mundo de emociones, ideas, ganas y tantas otras cosas que se encuentran y se experimentan solo entre las páginas de un libro.
Esta, primer experiencia de lectura, fue tan linda y tan emocionante que hasta el día de hoy cada vez que la recuerdo me da ganas de leer una y otra vez la historia del hombrecito que viene del asteroide B612 a danos su visión del mundo y enseñarnos un montón de cosas.
Alejandro Cabral
Cual si esto fuera una carta de amor donde no se sabe cómo empezar y se termina por no saber lo que se ha dicho, usaré la comparación como muletilla y seguiré confesando que la cantidad de obras literarias en mi haber es escasamente superior a cero. Lo más llamativo del caso es que me gusta mucho escribir. Que lo haga bien o no, es un juicio que no me corresponde, aunque algunas de las cosas que hago no me disgusten, probablemente porque escribo de aquello que me gustaría leer. ¿Extraña ironía? No lee de otros, pero sí lee de sí misma – y la noción de que los libros interesantes me van a caer de arriba tiene principio de realidad en mi cabeza nada más. Volviendo de la tangente, la consigna que da nacimiento a este texto me presenta otro problema: mi pasado es una cosa nebulosa, por lo menos, aunque las razones de esto me son desconocidas. Haciendo memoria, las únicas dos cosas que sí recuerdo haber leído enteras –entre varias otras sin terminar– son “Los árboles mueren de pie” de Alejandro Casona, y “La casa de Asterión” de Borges, ambas por “sugerencia” de la escuela secundaria. Más allá de recordar que las leí y, a pesar de la obligación (y de los prejuicios familiares, en caso de la segunda), me gustaron mucho, ni siquiera estoy segura a cuál profesora debería agradecerle de las ocho escuelas a las que fui. Sin embargo, ambos textos tuvieron mucha influencia sobre mi persona. El primero me enseñó a perderle el miedo a escribir en forma de guión; y si se me fue la habilidad por falta de ejercicio, es un tema para otra ocasión, pero sé que alguna vez estuvo ahí y han quedado pruebas. “La casa de Asterión,” por su lado, tuvo un efecto que perduró más en el tiempo, y continúa aún hoy: me otorgó una nueva perspectiva en cuanto a la construcción de personajes, y la posibilidad de ver que respecto de un suceso, siempre hay, como mínimo, dos campanas que oír. El monstruo humanizado que fue su minotauro, marcó desde entonces a mis personajes antagónicos, simples y planos, que solían gozar de pocos justificativos. Quizá incluso humanizó a los personajes que estaban del otro lado, mostrando que la verdad que pregonaban no era más que un matiz, y que en el nudo de su conflicto, ambos lados tenían algo de razón. No hubo más blancos ni negros en lo que escribí desde que ese texto llegó a mis manos, y creo que debo estar agradecida, porque en esa escala de grises que me reveló un pequeño cuento, descubrí que hay un universo de posibilidades.
Estefanía Chavez Prieu
Desde que tengo uso de razón recuerdo el gran amor por la lectura que tenia mi familia.
Era muy chiquita pero recuerdo a mis padres leyendo a diferentes autores, libro tras libro con la misma emoción con que habían leído el primero. Lo mismo ocurría en casa de mis tías o de mi abuela .
Debido a mi corta edad disfrutaba los libros de manera diferente. Al principio, me leían cuentos y, más que la trama en si del cuento, disfrutaba las ilustraciones.
Al pasar los años comencé a leer diferentes cosas, repaso mis preferencias a diferentes edades y veo mi amor por los cuentos de Disney, alrededor de mis 6 años, un poco más adelante, por las historietas de Asterix y Obelix y por los cómics de Stan Lee. Pero al pasar los años le fui perdiendo el miedo a los libros más grandes, leyendo así “Las aventuras de Tom Sawyer” o “las aventuras de Huckleberry Fynn”, ambos de Mark Twain, Siendo estos el paso previo a mi primer libro sin dibujos que fue “Harry Potter y la piedra filosofal” de J.K.Rowling y luego la triología de “El Señor de los anillos”, de JRR Tolkien. Durante mi adolescencia conocí a otros autores como ser Saramago, Eco, García Márquez.
Al día de hoy me gusta conocer más de lo que escribieron estas personas como también leer nuevamente los libros que ya he leído y disfrutar los nuevos significados que puedo darles.
Irene Correa
Una rivalidad familiar
Los 31 de diciembre es tradición familiar juntarse a cenar con mi familia materna en una localidad vecina a Monte Maíz. Allí nació mi mamá y por consiguiente conserva sus raíces en ese pueblo. Y vale aclarar que cada vez que debíamos ir, era una batalla campal porque a todos nos fastidiaban esos personajes.
Estábamos cenando para recibir el año 1999 y yo sólo tenía 8 años; pues al primer día del año nuevo volvíamos a la casa de la hermana de mi abuela a almorzar todos juntos otra vez.
Con mi mamá nunca tuvimos una buena relación y como siempre, ella era muy compinche de su ahijada que justamente era mi prima, la mayor, la preferida de mi abuela. Mientras almorzábamos, mi mamá tuvo una charla profunda con su ahijada y su madre, que es profesora de lengua castellana, en la cual todos alababan a mi prima ya que ella había leído por cuenta propia el libro de Anna Frank; pues ese primero de enero toda la familia halagó los aires de educación que ella desplegaba sobre la mesa, siendo yo un ente al cual nadie prestaba atención.
Por el contrario, al ser primera hija y mujer, tuve una excelente relación con mi papá quien ya no aguantaba a mi mamá con sus comentarios, hirientes por cierto, sobre su fabulosa sobrina. Esto no quiere decir que yo nunca había leído un libro, pero no iba a bibliotecas, y los libros que leía eran comprados y bastante infantiles aún; mi vida apuntaba a otra cosa, el patín.
Pasado un tiempo y ya cansada de las diferencias que mi madre y mi abuela se encargaban de hacer entre Maria, mi prima, y yo, decidí ir a un lugar desconocido hasta entonces: la biblioteca. Al principio fue raro; era un lugar semioscuro, ya que sólo entraba la luz del día, y con un olor penetrante que jamás podría olvidar; era el olor que había en los estantes de la casa de mis abuelos paternos. En contra de la puerta antigua de vidrio, estaba Vivi, la bibliotecaria, una mujer joven, gorda, rubia y con un pelo largísimo, era muy simpática y con gusto decidió ayudarme y agregarme como socia en la ficha de mi mamá.
Con dificultad salió del pequeño mostrador, el cual estaba lleno de libros y fichas, y me guió hacia un pasillo parecido a una góndola de supermercado, pero en sus estantes estaban ellos, los preciados libros, esos objetos tan valiosos que podían marcar una brecha tan vasta entre mi prima y yo.
Lo recuerdo todo: en el fondo del pasillo había un puff verde esperanza y sobre él, en la pared, una caricatura en blanco, negro y naranja, la cual representaba a un niño haciendo la señal de silencio. Allí me senté y comencé a tomar libro por libro; los miré uno por uno; aprecié sus dibujos y letras. Vivi, al verme confundida, se acercó con un libro entre sus manos: Pahicaplapa de la editorial Panflauta; tenía una tapa blanca y naranja y un logotipo de una varilla de pan con todas notas musicales a su alrededor; me llamó la atención su nombre, nunca lo había escuchado; lo llevé.
Cuando llegué a casa, que estaba a casi cuatro cuadras, comencé a leerlo. Era entretenido y lo devoré en un abrir y cerrar de ojos.
Apenas terminé, volví; le conté a la bibliotecaria que me había encantado. Y así, libro tras libro, fui leyendo los que esa editorial publicaba, hasta que se terminaron. ¿Qué iba a hacer? Me ahogaba en un vaso de agua; mi mamá prefería a mi prima, mi abuela también, se me acababan los conocimientos y el vocabulario nuevo… hasta que apareció la salvación: la recomendación de una maestra en la clase, me despertó la intriga sobre algo que no había escuchado jamás: un caballo había incendiado y destruido toda una ciudad, ¿cómo era posible?
Ese mismo día a la tarde me dediqué a ir hasta ese maravilloso lugar que hacía poco había encontrado. Y esa tarde lluviosa me decidí a llevarme toda la colección de la mitología griega para niños. Eran unos diez o doce libros que terminé en un santiamén; leía en cada momento libre y me sorprendía de mi misma.
Así fue cómo llegué a la primera visita a la biblioteca; aunque nunca haya sido suficiente para superar a Maria, hoy debo agradecérselo. Pues gracias a la rivalidad que cierta parte de la familia hacía crecer entre nosotras, he conocido uno de los lugares más alucinantes, la casa y el fascinante mundo de los libros, a los cuales debo muchísimo. Ya que gracias a ellos no sólo aprendí a darle importancia a las cosas que realmente se lo merecen, sino que además de ello, pude encontrar la solución a mi relación con mi abuela, mi madre y hasta mi propia prima; que aunque ella no hacía nada intencionalmente para que nos diferencien, para mí en ese momento, ella era la principal culpable.
Candelaria García Karl
Dejando de lado toda la literatura infantil que me leían y que intentaba leer cuando era niño, se puede decir que empecé a leer “de verdad” (como dice Pablo Ramos en su relato) a los 11 años.
A pesar que desde muy chico tenía la costumbre y el interés de leer el diario, ya que en mi casa nunca faltaba, si no me equivoco el primer libro que leí fue Harry Potter y la Piedra Filosofal, que para ese momento no era tan conocido como lo fue posteriormente. Me lo regalaron para mi cumpleaños y una vez que empecé a leerlo no lo pude dejar. Ese mundo ficticio de magos, brujas y hechizos era tan atrapante que me llevo a conseguir el segundo tomo de la saga, Harry Potter y la Cámara Secreta. Y así sucesivamente leí el tercero y también el cuarto.
Después de terminar Harry Potter y el Cáliz de Fuego, el cuarto libro, no encuentro todavía las razones pero abandoné la lectura de la serie y me dediqué más a leer novelas. Las que más me interesaban eran las que en sus relatos tenían un importante trasfondo histórico. Me ayudaba a engancharme en la trama de las novelas el interés que tenía por el contexto histórico que en ellas se narraba.
Hoy puedo decir que mi lectura pasa por todos los textos de la Facultad, los diarios que leo todos los días y algún cuento que mi sobrina me pide que le lea. Pero también no puedo dejar de mencionar que adopté con el tiempo el hábito de leer por placer en los tiempos libres. Por suerte los miembros de mi familia son muy lectores así que no tengo excusa para no leer, ya que libros hay de sobra.
Martín Kelman
Creo que mi primer contacto con la lectura fue en la escuela, en donde desde tercer grado, dedicábamos tiempo para leer en clases. En ese “taller de lectura”, como le llamábamos, la maestra nos leía cuentos y nos hacía leerlos a nosotros. Un par de años después casi todas las semanas tenía de tarea leer algún libro de la biblioteca de la escuela, que a veces intercambiábamos con compañeros. Desde ahí, la lectura me empezó a gustar mucho, y más cuando mi mamá me llevaba a la biblioteca para elegir un libro, preferentemente de cuentos. En las vacaciones, casi siempre leía libros con muchas historias y personajes, para no aburrirme en los ratos en que no sabía que hacer. Me encantaba sentarme a leer e imaginarme todo lo que se estaba contando en el relato, era como si estuviera viendo o viviendo lo que leía. Cuando fui un poco más grande, seguí leyendo textos de todo tipo, pero además, descubrí que me gustaba leer para aprender cosas nuevas, sobre cosas que me generaran interés. Leía de todo un poco, no tenía un libro o autor preferido, leía todo lo que me causara curiosidad y me atrapara a seguir leyendo. Podría decir que me gusta bastante leer, aunque debo reconocer que en los últimos años la mayoría de lecturas de libros que realice fueron para la escuela. Esto no quiere decir que no haya leído sobre temas que me gusten, nada más que ahora, gran parte de las lecturas son de textos de páginas webs o blogs.
Mayra López
En primer lugar vale aclarar, sinceramente, que los libros de texto nunca fueron un gran fuerte en mi vida, más allá de que desde chico eran mi principal distensión. Una vez mayor, y tras recibir mi primer computadora personal de regalo para mi cumpleaños, mis intereses fueron cambiando, y este aparato tecnológico hizo que los libros se alejen un poco.
A pesar de haber mencionado anteriormente que nunca fueron un gran fuerte en mi vida, vale destacar que no pasaba una noche sin dedicarle un rato a la lectura. Desde chico y desde antes que aprendiera a leer mis padres me leían cuentos que extraían de libros que aun conservo, mas adelante, una vez que aprendí a leer, era yo quien leía esos cuentos.
Mas adelante, ya una vez mayor, los cuentos fueron dejándose de lado por historias mas complejas, por lo que recuerdo el primer libro que leí, fue el tomo numero una de aún colección obsequiada por una tía, y fue: “Las 20000 leguas del viaje en submarino” de Julio Verne. Luego continúe leyendo libros de esa misma colección. Por otro lado, en el colegio dedicábamos unas horas semanales a realizar talleres de lecturas, en los que cada uno elegía dentro de la biblioteca que era lo que quería leer y luego de concluir realizábamos una ficha de lo leído. Volviendo a algo que anteriormente mencione, pero que vale la pena aclarar, se puede decir que la tecnología hizo que cambie un poco los intereses y deje de lado un poco los libros, es por esto también que muchas veces ciertas actividades se tornan un poco difíciles para mi.
Johel Pastorino
Mi experiencia con la lectura:
No recuerdo cuando empecé a leer, pero si recuerdo que me fue llevando a eso. Cuando era mas chico me atraían las tiras de humor, Mafalda, Inodoro Pereyra, Sendra, etc. Ese fue mi primer contacto con la lectura. Pasando el tiempo fui avanzando hacia los libros.
Nunca me gusto que me obligaran a leer, siempre prefería leer libros que yo mismo eligiera o que me llamaran la atención. Esto me llevo a que, en la secundaria, cada libro que me daban como tarea para leer se transformaba en un análisis sobre “lo leo o no lo leo”. Hubo libros que no leí, y otros tantos que me decidí a leer, muchos me gustaron como “Fahrenheit 451” de Ray Bradbury, “Rosaura a las Diez” de Marco Denevi, “El Quijote de la mancha” o “Frankestein” de Mary Shelley. Otros no fueron de mi agrado, principalmente siempre recuerdo a “La Metamorfosis” de Franz Kafka.
Aun así siempre tengo presente a la lectura como un proceso agradable y relajante, por eso creo que, poco a poco, la fui implementando en mi vida diaria, y si bien leer no es uno de mis pasatiempos favoritos, hay dias en los que leer un libro es una reconfortante oferta. Entre los libros que mas me gustaron puedo mencionar “Relato de un Naufrago” de Gabriel García Márquez, “El Extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde” de Robert L. Stevenson o los libros de la trilogía del Señor de los Anillos y, por supuesto, nunca puedo negarme a un cuento del Negro Fontanarrosa.
Danilo Pozzi
Comencé a leer a conciencia recién en mis primeros años de secundario. Antes, me habían regalado un Martín Fierro usado, se podría decir que ese fue mi primer libro, tenía 10 u 11 años, recuerdo que yo lo leía pero no llegaba a comprenderlo, sin embargo me lo memorizaba y después se lo recitaba a mi familia, después de todo, siempre conseguía algo a cambio.
Creo que fue ese Martín Fierro el que me inició en la lectura. Después de él, comencé a “devorar” cuanto libro se me cruzaba; leí algunos de Coelho, que habían sido de mi hermana, al mismo tiempo, me compraban los primeros de “Harry Potter”.
Fue en la misma etapa que comencé con el género misterio; les pedía plata a mis papás e iba sola a la librería del centro de Colón, donde vendían libros usados muy baratos, recuerdo haber comprado los de Stephen King y Edgar Allan Poe y, un poco más adelante, los de Robin Cook.
En ese primer tiempo acostumbraba leer a la hora de la siesta, porque en mi casa se dormía, entonces yo aprovechaba para sentarme al sol con algún libro, confiando en que mi volátil imaginación colaborase y poder entretenerme esas horas.
Ya tenía 14 o 15 años cuando tuve que empezar a llevar libros a la escuela y comentar sobre mis lecturas, la mayoría de las veces, recuerdo que presente monografías y trabajos prácticos con libros de Isabel Allende, como “La Casa de los Espíritus”, “Eva Luna”, y “De amor y de Sombras”.
Luego me interesó otro tipo de lectura, que comenzó con “El Diario de Ana Frank” y siguió con libros más realistas y críticos, con autores como Rodolfo Walsh, Eduardo Galeano, Martín Caparrós y otros más mediáticos como Pigna y Lanata.
En el último tiempo, se me ha dado más por leer autores clásicos de la literatura latinoamericana, como Benedetti, Cortázar, Borges, Sábato, García Márquez, etc. Además de algunas biografías de vez en cuando, como la del Che Guevara escrita por Paco Taibo.
En el medio de todo este proceso, debo contar que también he leído cosas que no sé ni en qué genero ubicarlas, fueron libros que me regalaron “cuando estaban de moda”. La mayoría resultaban ser poco profundos, y que a mi particularmente no me dejaron ninguna enseñanza ni ningún dato interesante; como los libros, por ejemplo, de Dan Brown, Víctor Sueiro u otros compilados de cuentos como “La Vida te Despeina”, que me terminó despeinando… ¡pero de la ira que me provocó que se pueda emitir un libro así!
De todos los libros y autores que leí, y de los que seguramente me estoy olvidando, puedo decir que siempre me han gustado cosas puntuales de cada uno; por ejemplo: me gusta mucho la simpleza de los poemas de Benedetti, el realismo mágico de García Márquez, la ambigüedad de Cortazar, el detalle de las novelas de Isabel Allende, la objetividad y crudeza de Galeano.
Y de las cosas que más me han impactado, si tendría que destacar algo, seria sin duda, la valentía, dignidad y honestidad de Rodolfo Walsh.
Aixa Richard
No recuerdo exactamente cual fue el momento en el que empecé a leer con mayor facilidad y de corrido. Algo que si guardo en mi memoria es la primera palabra que supe leer y escribir: mi nombre. Al principio me resultaba un poco difícil, ya que el mismo cuenta con diez letras, era uno de los más largos de mi grupo del nivel inicial. Luego, con la práctica, se me fue haciendo familiar y logré escribirlo correctamente.
En la primera etapa escolar nos hacían leer pequeños textos o cuentos que aparecían en los libros de estudio. Pero no fue hasta cumplir once años cuando accedí por primera vez a un libro por mis propios medios, motivada por el interés que me producía el tema y por lo que otros compañeros me habían contado acerca de la historia. Que se trataba de un chico mago, que existían escuelas de magia y que ese mundo permanecía oculto de nuestro mundo real, era lo que yo sabía cuando tuve por primera vez el libro en mis manos. “Harry Potter y la piedra filosofal” era el título impreso en la tapa, un título que me llenó de curiosidad y entusiasmo en entrar en el mundo de la magia que me estaba ofreciendo. Página tras página, capítulo tras capítulo, me fui haciendo partícipe de la historia, fui compartiendo las aventuras, emociones y sentimientos junto con los personajes, fui conociendo las maravillas del mundo mágico al mismo tiempo que el protagonista que, con mi misma edad, tampoco había tenido acceso al mundo mágico hasta entonces. Sin dudas el libro me había atrapado, la narración de esas aventuras me había conquistado. También era un logro enorme para mí leer un libro de esa extensión a esa edad por primera vez. Al finalizarlo me dí cuenta de que no terminaba todo allí, que las aventuras tal vez continuarían en una próxima publicación de esta saga de la que ya era fanática.
Un año atrás llegó el ejemplar tan esperado. El último, el final de esta alucinarte historia, donde se revelarían todos los secretos que nos habían llevado hasta allí. Las ansias por enterarse de cuál sería el destino del joven mago se mezclaban con las ganas de que continúe, de seguir leyendo más.
Siete fueron los libros que acompañaron siete años de mi vida. En cada uno crecí junto a los personajes y tuve una aventura nueva para disfrutar, relatada por una autora que hoy admiro. Desde entonces descubrí lo que era la lectura por placer, y a disfrutar y aprender de ella.
María Clara Tesei
Los primeros libros que empecé a leer fueron “Queridos Monstruos” y “¡Socorro!” de Elsa Bornemann, a los 12 años. Me los regaló mi hermano mayor, que es un amante de la lectura, con la esperanza de que su regalo me hiciera tan adicta a los libros como es él.
Si bien no creó en mi el mismo fanatismo por la lectura que él tiene hace tiempo, logró que pudiera encariñarme con varios cuentos que hasta hoy recuerdo. Su lectura era fácil y ágil y sus imágenes fantásticas y atrapantes.
Era fascinante llegar de la escuela, dejar los ultimes en la mesa y después de merendar irme a la cama con mi libro “¡Socorro!”, para matar el aburrimiento.
Debo admitir que los planes de mi hermano no funcionaron inmediatamente porque no fue sinó hasta que me encontraba en la escuela secundaria que el libro de Alberto Casona “Prohibido Suicidarse en Primavera”, volvió a despertar en mi el gusto por la lectura. Me encantó. Si bien no era una obra larga me resultó muy entretenida y me causó placer leerla.
Al hablar de mis escasas experiencias de lecturas y admitiendo lo avergonzada que me siento por mi desidia hacia los libros, voy a intentar hacerle caso a la musa que me regalo los libros a los 12 años y comprarme “Las maquinarias de la noche”, de Abelardo Castillo, poniendo toda mi fe en que me ayude a hacer de la lectura una nueva compañía.
Mailén Martín
Hace un par de años atrás, cuando tenía unos nueve, diez años, empecé a relacionarme con los libros. Ya era una costumbre, retirar por semana un cuento de la biblioteca de mi escuela. Hubo un tiempo en el que dejé de leer cuentos, y comenzaron a interesarme los libros de ciencias naturales, geografía, lengua, etc.
Antes de dormir leía varias páginas. Cada noche, leer, era mi compromiso.
En el colegio, siempre era la primera en levantar la mano, para que me permitieran leer en voz alta los textos a tratar en las clases.
En la secundaria, tuve mi primera verdadera experiencia con la lectura. Nunca dejé de leer, pero en ningún momento un libro me había atrapado de esa manera. La profesora de lengua nos propuso que leyéramos una novela, precisamente; “Cruzar la noche” de Alicia Barberis.
Fue una experiencia divina, las ganas, la necesidad de seguir leyendo. Cuestionarme todo el tiempo que era lo que estaba por suceder.
No había rato libre en el día, que no se lo dedicara a esta novela. Era más fuerte que yo, Y éste fue el pie para que de ahí en más comenzara a leer novelas, ficciones. Este género logra movilizar mi interior, despierta sensaciones y muchas veces logra dejarme pensando.
Hoy, estoy leyendo “El Alquimista” de Paulo Coelho. Ya forma parte de mis noches.
Joana Ricca
Cuando era niño, no me interesaba mucho la lectura. Es que leer me aburría, por ende no tenía incluido el hábito de leer.
A los 9 años comencé a bailar tango, en un taller que se realizaba en la Casa de la Cultura de mi pueblo en la cual, a su vez, funcionaba la sala infantil de la biblioteca municipal. Como era uno de los más chicos del grupo, el profesor dejaba de lado nuestros intereses y nos hacía esperar un buen rato, para luego sí, poner énfasis en nuestro aprendizaje.
En una de esas tantas esperas, mi compañera de baile me pide que la acompañe a la sala, ya que tenía que devolver varios libros que le habían sido prestados. Al entrar nada me llamaba la atención, empecé a mirar algunos libros medios raros para mi gusto, hasta que llegué al área de las historietas. Yo no entendía mucho del tema pero igual empecé a revolver la pila de libros que había allí. El primero que agarré era uno de Lucky Luke. Me interesó, ya que se trataba de una historia en la cual había peleas, y una especie de héroe que siempre salvaba a algún pueblo de cierta región, dependiendo del capítulo.
Cada vez que tenía un rato libre en las clases de baile, me dirigía a la sala, directo a la sección Historietas. En una de esas tantas ojeadas, encuentro un libro que en su tapa tenía a dos hombres de aspectos totalmente diferentes, se trataba de Asterix y Obelix. Su historia me interesó y me metí de lleno a leer sus andanzas, además de ser interesantes sus batallas en contra del César, también me interesaba porque recorrían varios países y regiones de Europa.
De ahí en más la única manera de sentarme a leer con concentración era por medio de historietas, ya sean de acción, o de humor, como es el caso de Mafalda, Gaturro, Yo Matías, Inodoro Pereyra.
En general me acostumbré a leer esa clase de textos, pero en el colegio, también leí varias novelas, he leído best Sellers como es el caso de El código da Vinci.
Me interesé en lecturas deportivas, ya sean relatos de fútbol, anécdotas de algún deporte, o biografías de jugadores profesionales.
A los 16 años comencé a trabajar en un programa de radio y, a su vez, en la sección deportiva del diario de mi pueblo, es que la empresa, es Diario y Radio Actualidad, funciona dos en uno. Para poder realizar algunas columnas, debía informarme leyendo fuentes de diversos diarios nacionales y zonales. Esta experiencia me ayudó para acostumbrarme a leer diarios.
Hoy en día me intereso mucho en buscar información de diarios, de nuevos libros que han salido al mercado, sigo con la pasión de las historietas, de los relatos deportivos, en general he aprendido mucho de la lectura, y de vez en cuando hace bien leer un poco.
Francisco Sánchez
Desde pequeña en mi casa me leían cuentos infantiles y los que me gustaban lo relataba porque me los sabía de memoria y unos de ellos es “La bruja Berta”.
Cuando comencé el jardín me encantaba que me leyeran adivinanzas, trabalenguas, colmos y nanas que las descubrí en un libro de Elsa Isabel Bornemann. Luego mi gusto por la lectura siguió en la escuela primaria cuando me leyeron “El loro pelado” de Horacio Quiroga y los cuentos de Gustavo Roldán como “Sapo en Buenos Aires” y la leyenda del “Bicho Colorado”.
A los 11 años leí mi primer libro sola “Mi planta de Naranja-lima” de José Mauro de Vasconcelos. Lo elegí porque me llamo la atención su nombre, pero ahora me doy cuenta que tal vez era muy chica para entender muchas cosas.
La historia que allí narra me hizo llorar y brotar dos sentimientos tristeza y soledad, pero a pesar de ello cuando puedo vuelvo a leer sus páginas.
En la escuela secundaria conocí otros autores entre ellos Borges, García Márquez, Humberto Eco, Paulo Coelho Y Marcos Aguinis.
Leí “Como agua para Chocolate” de Laura Esquivel, “Del amor y otros Demonios” y “Crónica de una muerte anunciada” de García Márquez, “El nombre de la Rosa” de Humberto Eco, “La gesta del marrano” de Marcos Aguinis y textos de Borges que siempre me daban dificultad para entenderlos y los tenía que volver a releer.
A partir de todas mis experiencias con la lectura, puedo destacar a Neruda como unos de mis escritores predilectos junto a García Márquez, porque son autores que siempre despiertan en mí la imaginación, sentimientos y las ganas de seguir leyendo.
Ofelia Vázquez Borda
La verdad era que nunca me gustaba leer, no me agradaban las horas de literatura es mas , odiaba cada vez que la profesora decía bueno chicos ahora vamos a leer tal cuento, era algo que me ponía de mal humor y lo que menos me gustaba era que siempre terminaban todos menos yo (supongo que era porque al no leer mucho no tenia practica y por eso tardaba mucho).
Fue en segundo año del poli modal cuando me empezó a gustar la literatura, el motivo fue que ese año empezaron a atraparme las obras que leíamos, me gustaba que la profe nos haga leer sobre en que movimiento literario en el que se ubicaba la obra, sus autores y demás cosas. Me acuerdo que la primer obra que leímos fue “Edipo Rey” de Sófocles una anécdota muy graciosa de este libro fue el día que tuvimos la evaluación, me acuerdo que la mayoría habían salido todos preocupados porque decían que les había ido mal, yo estaba feliz porque pensaba que me había ido de maravillas, lo gracioso fue (y gracioso porque pasaron unos años, pero en eso momento no fue nada divertido) cuando entregaron los resultados, los que pensaban que les había ido mal la realidad era que no estaban tan mal, y yo que creía que me había ido bien, la verdad era que mi evaluación era un desastre, no lo podía creer yo que había leído una y otra vez la obra, que entendía todo lo que había pasado, que había estudiado todo, no había aprobado es mas creo que mi nota fue una de las mas bajas, después de charlar con la profesora y ver mis errores, me di cuenta que había mezclado las cosas, la querer poner todo lo que sabia, hice una ensalada.
Nuestro segundo libro a leer fue Don Juan de Moliére, seguido por “Don Quijote de la Mancha” de Miguel de Cervantes, “Otelo” de William Shakespeare, “La Metamorfosis” de Kafka, y algunos más que no recuerdo bien sus nombres. El año siguiente leímos “Martín Fierro” de José Hernández, “El Avaro” de Moliére, “El Túnel” de Ernesto Sabato, entre otros, me acuerdo también que leímos cuentos como “La Gallina Degollada” de Horacio Quiroga.
Ahora puedo decir que me gusta la literatura, es mas las lecturas que años anteriores había leído y no me gustaban, ahora me gustan, el motivo es ahora las leo con gusto.
Stefania Wotosyn
En mi vida no tuve muchas experiencias con lecturas, casi nunca leo novelas o libros, pero hace uno o dos años leí una novela que me gusto mucho, y después vi la película de esa obra, se llama “Trainspotting” de Irvine Welsh, es una novela que me gusto mucho, por como cuenta su obra y van pasando los hechos, escribe en un lenguaje que no muchos escritores escriben, en un lenguaje y en una jerga que no muchos manejan, gente de calle, gente común.
Cuando empecé a leer me atrapo mucho, cosa que otras obras no pudieron lograr el mismo efecto en mí. Algunas cosas que no pude entender de la novela pude entenderlas y relacionarlas recién cuando vi la película. Empecé a leerla en el verano a la noche cuando no salía, me tomo un tiempo porque no tenía mucha constancia. La novela la saque de la biblioteca de mi abuelo que falleció hace un par de años y la tengo guardada.
En la secundaria leía muchos libros pero ninguno me gustaba, eran libros que no te decían nada, que en mi opinión a mi no me dejaban nada adentro, y perdía el entusiasmo en leer, pero leyendo esta obra me di cuenta los gustos que tengo para la literatura.
De la Cruz Ignacio
Cuando empezó a interesarme mucho mas el cine empezó también a gustarme mucho mas la lectura, ya que veía muchas películas que me gustaban y estaban basadas en novelas o historias verdaderas, entonces me surgió el interés de encontrar esas novelas e historias y leerlas.
Creo que esa fue mi experiencia personal más significativa con la lectura, cuando realmente me di cuenta que no solamente tenía que leer las novelas obligatorias que me daban en el colegio sino también interesarme por novelas o una lectura mucho más interesantes para mi gusto, como por ejemplo “Fear and Loathing in Las Vegas” escrita por Hunter S.Thompson o” The Basketball Diaries” de Jim Carroll y algunas otras más que cambiaron mi idea respecto a la lectura y captaron mucho mas mi interes al sentarme a leer un libro como una actividad mucho más interesante que anteriormente solo hacía por obligación.
De la Cruz Nicolás