Siempre me llamó mucho la atención el tema de la lectura. Tanto que a los 2 años de edad pedí que me compraran mi primera revista. De más está decir que no tenía idea de cómo se leía, pero me entretenía mirando los gráficos y demás. Todavía recuerdo, aunque vagamente la tapa, que tenía un chico rubio con gorra roja y remera azul, andando en skate, que en ese momento aún se llamaba patineta. Esa revista fue mi mejor compañía durante años.
Si mal no recuerdo el primer libro que leí se llamaba “Palabras, palabritas y palabrotas”, que contaba la historia de una nena que usaba “malas palabras” en su discurso diario, y los esfuerzos de la madre por corregirla. Supongo que mi madre pensó que el libro era una buena elección para su hija, que a los 2 años había insultado a su padre. Leí ese cuento una y otra vez.
Después de “Palabras, palabritas y palabrotas” perdí la cuenta, y el orden en el que vinieron los libros, pero siempre que encontraba alguno que me llamara la atención lo leía.
A los 10 años tuve un encontronazo con Harry Potter y me enganchó, pero el amor se terminó después del segundo libro de la saga, cuando salió la película. Luego de eso me enojé con la autora y no volví a tocar ninguno de sus libros.
Creo que fue aproximadamente a los 12 años, cuando en busca de algo que leer en la biblioteca me encontré con un libro que me llamó muchísimo la atención. Se llamaba “Ética para Amador” y el autor era Fernando Savater. Hasta el día de hoy no entiendo por qué me entusiasmé tanto cuando vi el libro en la biblioteca, creo que fue la simplicidad del diseño lo que me llamó la atención. La tapa tenía fondo azul y en blanco y verde estaba escrito el título del libro y el nombre del autor. En menos de dos semanas lo terminé y me encantó, pero recién después de una releída a los 16 terminé de comprender todo lo que decía el autor. Cuando finalicé la segunda lectura mi mamá me confesó que lo compró cuando yo era muy chica, porque quería que algún día lo leyera y por eso el libro estaba tan descuidado. Había pasado casi 10 años en una biblioteca, llenándose de tierra antes de que alguien lo agarrara. El siguiente libro fue “Política para Amador”, del mismo autor y con el mismo estilo. También me gustó, pero “Ética para Amador” fue el que cambió mi manera de ver el mundo.
No se cómo, ni cuándo, ni donde leí mi libro preferido “El libro de las ilusiones” de Auster. Tuve un solo problema con esa obra, jamás pude volver a leerla, lo intenté una y mil veces, pero simplemente no pude.
El último autor que recuerdo haber leído ávidamente es Gabriel García Márquez, con sus “Cien años de soledad”, “Crónica de una muerte anunciada” y “12 poemas peregrinos”. Después de él, la lectura y yo nos distanciamos por un largo tiempo. Durante mis dos últimos años de secundaria no recuerdo haber leído un solo libro entero. Por suerte, eso se terminó en mi último cumpleaños, cuando mi papá me regaló “Los lanzallamas” de Arlt. Hacía años que no leía un libro porque hacía años que no encontraba uno que me atrapara desde el principio. Este autor me deslumbró con sus personajes y con su estilo particular. Espero que mi relación con la lectura no se vuelva a desgastar. Me di cuenta de que los libros enriquecen mi experiencia de vida.
* Irene es alumna en carrera de Comunicación Social. El presente texto pertenece al trabajo práctico “Memorias de lectura” (MDL)