MDL: "Leer es un placer terrenal" por Julia Capoduro*

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Fue a los 14 años cuando elegí mi primer libro en un lugar donde vendían usados. Uno en particular me llamó la atención en la vidriera: “Cuentos de Terror”, de Edgar Allan Poe. El hundimiento de la casa Usher, El gato negro, El corazón delator, entre otros, estaban en ese libro. Después le fui siguiendo el rastro, compré varios libros más de él, casi la obra completa, porque iba leyendo cada cuento que me enteraba que existía. El misterio de Marie Rogêt, Ligeia, Berenice, El escarabajo de oro, El extraño caso del señor Valdemar, son algunos de los que recuerdos más interesantes me traen. Además, hubo tres poemas que me marcaron: El día más feliz, la hora más feliz, El Cuervo, y A Helena.
Y llegó la etapa kafkiana. Creo que muchas personas pasan por una etapa kafkiana. Franz Kafka: La metamorfosis, El buitre, Carta al padre, Preocupaciones de un jefe de familia. ¿Quién más puede lograr arrastrarte a esos climas de opresión, pesadilla, lentitud, asfixia? Nadie. Es simplemente increíble. Empecé a leer El Castillo tres veces y nunca lo pude terminar. Empecé a leer La Condena, y ahí quedó. Mi problema es que leo varios libros a la vez, y con Kafka¡Eso no se hace!
Umberto Eco: El péndulo de Foucault. Librazo. Eso sí, tuve que leerlo con una enciclopedia al lado. Tenía 15 años y no tenía ni idea de quiénes eran los Templarios, ni sabía nada sobre ocultismo, ni dónde quedaban todas las partes del mundo por las que te pasea ese libro. Lo arranqué dos veces. La tercera fue la vencida. Un libro maravilloso.
Nietzsche, mi querido Federico. Llegó gracias al Microsoft Encarta, en una época en la que mi mayor diversión consistía en pasearme por esta enciclopedia a la hora de la siesta. Un link llevaba a otro y así consecutivamente. Me interesaba mucho la filosofía y conocí muchos autores con este método. Nietzsche me atrapó alguna vez allá por los 15 o 16 años y todavía nos soportamos. Compartimos y nos reímos mucho, pero también discutimos bastante. El Anticristo, Ecce Homo, La Gaya Ciencia, El ocaso de los ídolos, Así habló Zarathustra fueron los elegidos hasta ahora.
En el último año del secundario me dieron El extranjero, de Albert Camus. Para que se figuren más o menos mi cara, imaginen la siguiente expresión: una mano en cada cachete, la mandíbula caída, los ojos brillantes. Quedé anonadada después de leer eso ¡¡¡Ayyy!!! Qué bueno, qué bueno. Los placeres terrenales. También vimos Farenheit 451 de Ray Bradbury. ¡Por Dios! ¡Qué tipo capo! Yo había leído Crónicas marcianas a los 15 años y me había volado la cabeza, pero este fue mejor.
En el terreno de la poesía hay varios autores que revolotean siempre en mi cabeza. Los más queridos son Oliverio Girondo, Mario Benedetti y <a href=",Pablo Neruda. Hace poco me regalaron un libro con la obra completa de Girondo, no tiene precio para mí. Las poesías de Benedetti, a su vez, me acercaron a sus novelas. Leí La tregua, Gracias por el fuego, y La borra del café. Me encanta ese hombre.
La radio trajo a Alejandro Dolina. Me enteré de su existencia allá por el año 2005, cuando pasaban el programa La venganza será terrible, al mediodía. El bar del infierno, El libro del fantasma, Crónicas del Ángel Gris. Uno mejor que otro, no sé con cuál me quedo.
Creo que la última incorporación significativa fue el año pasado, en el ingreso a Letras, en la Facultad de Córdoba. Nos hicieron elegir entre un par de libros para leer y hacer un trabajo. Yo elegí al azar La invención de Morel de Adolfo Bioy Casares, y hoy agradezco a mi suerte por semejante puntería. A los dos meses me compré Diario de la guerra del cerdo, otro del que no me arrepiento. Y eso es todo. Por ahora.
* Julia Capoduro es alumna en la carrera de Comunicación Social. El presente texto pertenece al trabajo práctico “Memorias de lectura” (MDL).