La lectura fue en mi infancia una actividad muy importante. A veces era distinta a los demás chicos, en el sentido de que en vez de jugar al aire libre o con muñecas prefería leer un libro, dibujar o mirar una película. Pero eso con el tiempo se fue perdiendo. Aunque siempre en la escuela nos hacían leer libros, era muy raro que, al producirse un gran avance de la tecnología y nuevos grupos de amigos, destinara mi tiempo a leer. Era mucho más fácil mirar la película de determinado libro que leerlo. Igualmente, de forma indirecta la lectura se impone.
Desde mi punto de vista, es mucho mejor la lectura de los subtítulos en las películas que aquellas que son traducidas, ya que el sentido cambia totalmente. También es algo inevitable en mí, el ir por la calle y leer cuanto cartel, propaganda, grafitti o pasacalle se me cruce. Es una actividad de la cual no me puedo desprender, ya que no sólo lo hago a veces inconscientemente sino que también me gusta la “exploración por medio de la lectura”.
La Cenicienta fue el pilar de mi niñez, su fantasía me atraía y no dejaba un día de leer ese cuento. Tal vez porque imaginaba y recreaba, una vez leído, dicha historia. Mi imaginación volaba luego de leer cualquier cuento.
La primera vez que fui a una biblioteca fue dentro del colegio que fui en la primaria. Tantos libros, tantos colores, tanta información que no conocía que me producía una mezcla de sentimientos desde la intriga hasta el miedo. Era mi ayuda a la hora de los trabajos prácticos o cuando en la materia de literatura nos pedían algún libro.
Edgar Alan Poe, Gabriel García Márquez, Roberto Arlt, entre otros, fueron grandes protagonistas en mi lectura, sobre todo en la secundaria, pasando de historias fantasiosas como “El fantasma de Canterville” a la acción como “El escarabajo de oro” o el misterio como “El sabueso de los Baskerville”, sin olvidarme de “Crónica de una muerte anunciada”, una de las mejores novelas que leí y que atrapa hasta el final. Tampoco puedo dejar de lado a la comedia o relatos de la vida real como “Cartas para Julia”. Cada uno aportó algo, una palabra clave que hizo que yo continuara hoja por hoja hasta llegar al final. El suspenso me atrae y todas ellas tenían una pizca de lo que me gustaba.
Tampoco me puedo olvidar de aquel libro que me regalaron cuando salí mejor compañera en el colegio, fue uno de los más importantes que me dieron, porque venía con otra intención y era el afecto de todos mis compañeros de curso, que sin imaginarlo me dieron el regalo más hermoso que fue el aceptarme tal cual soy. El libro se llama “El viaje”, pero fue más importante el motivo por el cual me lo regalaron que su contenido ya que no me atrapó. Por eso digo que hay libros que vienen por algo pero no se quedan y otros que vienen sin buscarlos o de forma impuesta y su contenido y enseñanza es mucho más valiosa de lo que imaginábamos.
Como, por ejemplo, “El diario de Ana Frank” que no hay dudas de que logró el objetivo de su autora –vivir después de su muerte-, ya que conmovió, con su testimonio de lucha contra la persecución y racismo, a millones y millones de lectores como yo.
Al presentarse la actividad que tenía como consigna este trabajo, me preguntaba qué libro o sobre qué lectura hablaría, ya que no tenía uno en mente, pero me puse a reflexionar y me di cuenta de que todos aportaron de forma indirecta algún mensaje que, si estuve atenta, pude entender y aplicar.
*Analía Sacchini es alumna de la carrera de Comunicación Social. El presente texto pertenece al trabajo práctico “Memorias de lectura” (MDL).