No recuerdo certeramente cuándo comencé a interesarme por la lectura. No sé si fue un interés que surgió de mí o un hábito que en mi familia me incorporaron. De lo que sí estoy segura es de que, si es un hábito ¡Qué hábito más placentero!
Desde muy chica, antes de dormir, era una necesidad “casi vital” despedir el día con alguna historia contada por mamá. Los temas eran variados, aunque estaba claro su interés por las historias mitológicas y leyendas ¿Tendrá que ver su vocación como profesora de Historia en todo esto? ¡Afirmativo!. Cíclopes, centauros, minotauros, Sansón y Dalila, Penélope y muchos otros personajes que me mantenían atónita durante ese momento en el que la relatora disfrutaba más que nadie. Si un día estaba falta de inspiración recurría a la pequeña biblioteca que estaba montando en mi habitación, con todo tipo de libros, desde los cuentos para pintar hasta colecciones enteras de tamaños enormes de leyendas o historias infantiles, con ilustraciones fantásticas y de las que nunca me olvidaré.
Una amiga de la familia vendedora de libros, fue de un gran aporte a este tesoro. ¡Qué feo que para tus primeros cumples te regalen un libro! Sin embargo, aprendí a apreciarlos. Y qué lindo era leer las dedicatorias, que además de un par de halagos estaba el anzuelo para ya querer saber de qué se trataba ese cuento.
Que yo lea era el objetivo de mi mamá, a quien no le faltaron métodos para que me familiarice con la lectura. Debí haber sido socia de la biblioteca de mi pueblo antes de nacer. Además de tener en casa una habitación utilizada para archivar libros, trabajar y leer , mi mamá recurría a la biblioteca para buscar algo interesante y “ya que estaba”, traía algún librito para mí, costumbre que tiene hasta el día de hoy. A veces la acompañaba y así pasaba un buen rato en la sección de los chicos mirando los cuentos.
Con el pasar del tiempo ya iba directamente para traer alguna novelita para adolescentes o casi adolescentes. De esta época recuerdo “Socorro”, “La llave del Águila”, “Plantas carnívoras”, uno de “valijas” que se desarrollaba en Comodoro Rivadavia -no me gustó-, entre otros. Aquí descubrí a Elsa Borneman y la colección Alfaguara ¡Me encantaba! El más significativo de este tiempo fue “El pulpo está crudo” de Luis María Pescetti, un libro de cuentos cortos tipo parodias que leí unas mil veces y hasta el día de hoy no me canso.
Durante el tiempo de la “edad del pavo” relegué un poco la tarea de leer. Pero sí fue inolvidable el día en que buscando información en la biblioteca con amigas encontré a “Ronron el gato” uno de los libritos que más me gustaba en mi infancia, por su letra grande y la suplantación de palabras con dibujitos ¡Era mío! Había sido donado por la familia Fantín con muchos otros de mi biblioteca ¡Qué difícil fue ser solidario!
Ya en la escuela teníamos la materia “Lengua” y para fin de año analicé el Diario de Ana Frank. Podría nombrarlo como el primer libro que me hizo sufrir, que no disfruté mucho haberlo leído. No sólo por la historia triste sino por lo cruel que me resultó. Quizá debería releerlo, ya que estoy más grande.
Entre las cosas que mi mamá hacía para que leamos más, estaba el traer libros con historias raras. Mi familia viaja mucho, y cuando viajaban solo los papás, entre los regalos solía venir un libro nativo, con alguna leyenda del lugar, de aquí recuerdo “El hombre que lo tenía todo, todo, todo”, de Miguel Ángel Asturias, procedente de Guatemala. En Chile, tras visitar la tumba de Gabriela Mistral, compramos “Ternura” un libro de poemas. Aquí descubrí que este arte no me interesaba mucho, no me gusta.
En el comienzo de lectura de novelas se situó la colección de Harry Potter, apenas salió fue una revolución para todos los chicos y como la gran mayoría leía los ejemplares para seguir la historia que hasta estos días no está terminada.
El último libro que recibí fue “Una biografía esencial: Alfonsina Storni” de Josefina Delgado, un regalo también de parte de mi mamá para que conociera un poco más acerca del porqué de mi nombre.
Así fui adquiriendo este hábito, con una sumatoria de cosas que hicieron que en mi vida me interese por la lectura. Ahora es el momento en el que menos tiempo le dedico a este placer, lo reconozco, y disfruto de las bibliotecas y los buenos libros. Admiro buenos escritores y, al dedicarme al diseño, también admiro las buenas editoriales. La lectura, como para mucha gente, forma parte de mi vida, siempre fue parte. Siempre leí y miré, sólo que ahora leo y observo.
* Alfonsina es alumna en la carrera de Comunicación Social. El presente texto pertenece al trabajo práctico “Memorias de lectura” (MDL).