Mientras tanto…

por Lucía Toledo
Ya ni me acuerdo cuántos miércoles libres pasaron desde que volví a clases, lo único que recuerdo es que fueron MUCHOS, y lo escribo en mayúsculas para resaltar la gravedad que implica la palabra.


La primer semana de vacaciones la venía planificando desde hacía varios días… tenía tantos lugares para ir, tanta gente que visitar, tantos compromisos que cumplir, que cuando me daba cuenta que el asunto se ponía complicado, “despertaba” de ese trance en el que suelo estar muy a menudo y hundía mis narices nuevamente en los apuntes de “pensamiento”.
Pero las tan ansiadas vacaciones llegaron, y recuerdo que mi primer miércoles libre me levanté cerca de las 2 de la tarde, estaba toda enredada en las sábanas de la cama de mi mamá (sí, le robo la cama a mi mamá, ¿quién no la extraña después de estar tanto tiempo fuera de casa?) y estiré el brazo lo más que pude para agarrar el celular.
Como era de esperarse había mensajes de mis amigas, emocionadísimas porque sabían que estaba en casa, por fin, y que me quedaba por un tiempo dentro de todo largo… así que después de luchar contra mi cara de dormida frente al espejo un par de minutos, me preparé decentemente para salir a las calles de mi amada ciudad (chiquitita, pero ciudad al fin). Y bueno, pueden imaginarse lo que una adolescente hace con sus amigas después de pasar tanto tiempo sin verlas: charlar, tomar mates, comer, charlar otra vez, enterarse de las “novedades”, de los chismes, de las parejitas nuevas que se formaron… ustedes me entienden. Cosas típicas que hace un adolescente típico en unas vacaciones típicas.
Pero los días de ocio se tomaron muy a pecho el significado de ocio, y para una persona como yo, que no puede estar ni un minuto sin hacer nada, es altamente nocivo. Así que me acordé de que tenía un par de libros sin terminar y me comprometí firmemente a dedicarles una gran parte de mis miércoles a ellos.
Y así siguieron, plaza, sol, lectura, un poco de guitarra, amigos, fiestas, familia…
Y no sé por qué los miércoles son mis días favoritos (y no lo digo para quedar bien porque justo hay que escribir sobre los miércoles), sino porque tienen ese no se qué que me hacen sentir mas aliviada, porque estamos en la mitad de la semana, porque falta menos para el “finde”, pero sobre todo es mi favorito porque suena bien, ¿no les parece?, repitan… MIÉRCOLES: M I É R C O L ES… quedan genial todas las letras juntas, se ven armónicas, bah, al menos eso pienso yo, que tengo cierto vicio con las letras y los números, a tal punto, que siento que los lunes, miércoles y viernes son “impares”, simplemente por cómo suenan. En fin, ya me fui de tema, típico en mí, no los culpo si pasan estos párrafos por arriba, yo suelo hacerlo cuando el tema en cuestión se pone denso y extenso… así que voy terminando, para no cansarlos tanto.
Redondeando, puedo decir que mis miércoles libres los utilicé para eso, para ser libre, para hacer todo lo que tenía ganas hacer y no podía los días ocupados…