Por Ornella Jaquelin
Miércoles 7 de julio comenzaban mis miércoles libres. Unas lindas vacaciones, donde pasé la mayoría de mis días, en mí querido pueblo junto a mi familia.
Mientras tanto, la última tarde libre de este miércoles, con olor y forma primaveral, decidí salir a caminar por las calles rosarinas, sin apuro, me detengo a mirar vidrieras.
Sin rumbo alguno sigo mi caminata, hasta encontrar un pequeño pedazo de pasto para poder sentarme y de esta manera, ponerme en contacto con la naturaleza viva. Acompañada por el mate y mi perro Fermín, mi fiel compañero en esta tarde libre y el protagonista de todas mis andanzas y aventuras.
Conectada con mi música en los oídos, prendo un cigarrillo, después de una suave “pitada”, miro a la gente caminar, algunos caminan con un ritmo vertiginoso, otros no tanto y otros sentados a mi alrededor, haciendo, tal vez lo mismo que yo.
Luego de varias horas sentada en el parque, varios cigarrillos prendidos y unos dulces y lavados mates, decido dirigirme hacia mi casa. En el camino pienso que, era mi último miércoles “libre”; digo libre de facultad, de estudio, de horarios, pero no miércoles libres para poder sentarme, nuevamente en ese pedazo de pasto y pasar unos minutos conectada con lo que me hace bien, la naturaleza y los pequeños minutos de soledad.