Por Joaquín Medina
Buenas noches, comparto el resumen de la clase del miércoles tres de abril.
Comenzamos repasando las lecturas encomendadas en la clase anterior.
En primera instancia hablamos de Daniel Cassany, y el texto “Escribir sin
prejuicios ni supersticiones”, analizando así las miradas al mundo del escritor, un
mundo diverso. En este marco, nos apropiamos de recursos, de miradas, y claro, de
prácticas.
Así, cambiando nuestra óptica y derribando muros sobre la escritura, comentamos
lo que expone Cassany respecto a que los alumnos adultos priorizan la gramática. Y
generamos la siguiente reflexión: lo más importante (al menos al comienzo), es la
idea que queremos desarrollar, aquello que se quiere escribir, y los elementos con
los que lo respaldamos. Este respaldo puede conformarse de sueños, ideas y
también de historias, (se trata del corazón del texto). La ortografía y gramática son
pospuestas para otra etapa del proceso.
Dijimos que…el escritor va “acumulando cositas”…Historias de la infancia por
ejemplo, para generar ese gran “archivo” de datos. Observamos pues, que resulta
preciso empaparse de información del tema que nos interesa, y desarrollarlo de un
modo óptimo. Un aporte interesante aquí, resulta ser la mención de un proceso de
aislamiento y la construcción en borradores de su futura historia.
Continuamos señalando que, más tarde, el escritor ampliará su información
investigando y llegando más allá. Para luego pasar de prosa de escritor a prosa de
lector, pensando su elaboración como la que sea más adecuada para el lector.
Trabajará para ello en lograr formas que su público pueda comprender.
En la construcción de conocimiento generada en clase mencionamos aportes como:
La verosimilitud necesaria de los textos, en relación a la coherencia que se le
da a la historia (para que sea creíble). La característica del proceso de no ser lineal,
sino que se le da forma en el camino. También que lo importante cuando
reescribimos, es anotar todas aquellas ideas que vienen a nosotros, Esas frases con
las que nos encontramos, tal vez incluso en sueños. De este modo, no nos veremos
con nuestra hoja en blanco. El proceso debe fluir.
Agregamos después, que antes de dar a conocer públicamente el texto, se debe
hacer una revisión de lo elaborado, con la ayuda de la mirada de un lector, quien
nos dará su óptica.