Nuevo periodismo. Non fiction

Estimados Alumnos: a continuación publicamos una producción sobre el Nuevo Periodismo, para reforzar los conceptos presentados en clase y para que tengan más herramientas a la hora de realizar la actividad sobre el tema.

¡A leer y a trabajar!


Nuevo Periodismo: el constante cruce de la realidad y la ficción (*)
Introducción
En los años sesenta surge en Estados Unidos el Nuevo Periodismo, también denominado género de no ficción; considerado como una nueva tendencia en la forma de hacer periodismo que proponía traspasar los límites del modelo objetivo de la prensa tradicional. Su surgimiento vino a poner en tela de juicio el ideal de transparencia y objetividad que prevalecía en la forma clásica de ejercer la profesión, donde la ética periodística estaba más bien vinculada a la neutralidad de los mensajes, herederos de la concepción funcionalista de la comunicación como mera transmisión de información.
En estos años, los medios de comunicación se vieron superados por su entorno social, en tanto se tornaron incapaces de transmitir con profundidad, conciencia y frescura acontecimientos tan desconcertantes como los asesinatos de John y Robert Kennedy, los paseos espaciales, la guerra de Vietnam, los disturbios raciales, la cultura underground o las nuevas voces de la juventud norteamericana. Por su parte, esta nueva tendencia no sólo pretendía recuperar los viejos preceptos del periodismo: investigación, denuncia, pluralidad de voces y compromiso ético, sino que vio en su contexto social nuevas temáticas para abordar, donde los mismos acontecimientos parecían extraídos de una obra “literaria”.
El periodismo tradicional debía ser un registro riguroso de la “realidad objetiva”, en cambio, en el Nuevo Periodismo “realidad” y “ficción” se transforman, y los límites se hacen difusos. De este modo, nace la novela de no ficción, de la mano de Truman Capote, en Estados Unidos, y de Rodolfo Walsh en Argentina. Sus obras tienen propósitos disímiles, sin embargo, ambos autores se sirven de los recursos literarios para narrar sucesos reales, basándose en investigaciones periodísticas serias y elaboradas.
Otros representantes de esta corriente fueron los periodistas norteamericanos Tom Wolfe, Norman Mailer y Hunter Thompson, quienes bregaron por una calidad estilística y narrativa que había sido dejada de lado por el periodismo tradicional, en pos del ideal de transparencia y sistematización de la información.

Nuevo Periodismo: formas y estilos
Uno de los principales rasgos que distingue al Nuevo Periodismo es la importancia que se le otorga a la forma de transmitir la noticia. Con el objetivo de captar la atención del lector, se trata de involucrarlo en la recreación del acontecimiento. En este sentido, Tom Wolfe creó una serie de procedimientos estilísticos vinculados al proceso narrativo, con el objetivo de enriquecer la trama de los relatos:
a) Punto de vista de la tercera persona: en este recurso el narrador desaparece, dejando hablar al protagonista del texto, presentando al lector cada escena a través de la mirada del personaje, mostrando sus particularidades y sensaciones.
b) Construcción escena por escena: se pretende realizar una reconstrucción del escenario de la historia, describiendo las acciones y caracterizando a los personajes.
c) Diálogo realista: en las citas textuales se incluyen modismos y jergas utilizados por el personaje en cuestión, con el fin de retratarlo de una manera más íntima.
d) Descripción significativa: en este punto se contemplan aspectos vinculados al entorno más cercano al personaje: miradas, hábitos, gestos, formas de vestir, comportamiento y modos de interacción: detalles simbólicos que permitían ilustrar el marco de cada escena.
Además de las estrategias introducidas por Wolfe, pueden enumerarse otros recursos que fueron largamente utilizados dentro del Nuevo Periodismo:
– Caracterización compuesta: esta técnica propone la utilización de un personaje ficticio como prototipo de una serie de personajes reales. Fue un recurso severamente criticado por diluir explícitamente la línea entre periodismo y ficción, sin embargo, ha sido fructífero en ciertos trabajos donde se pretendía preservar la identidad de las personas involucradas.
– Nuevo lenguaje periodístico: este recurso hace uso de los dotes de cada periodista, quienes usan su propio lenguaje para dar un tinte personalista a sus artículos. Algunos autores prefieren adoptar la forma de hablar de los protagonistas.
– Metaperiodismo: esta es una tendencia que se exige a si misma dar pautas de su propia elaboración, con el objetivo de demostrar la veracidad de sus artículos, describiendo detalladamente los procesos de la investigación.
– Imágenes: la fuerza de la imagen es utilizada para lograr un mayor acercamiento emocional al lector. Las imágenes no se limitan a ser fotografías indiciales; también se utilizan repeticiones de palabras, ilustraciones y caricaturas, con el objetivo de lograr un impacto visual, apelando al mundo sensorial del lector.
Podemos nombrar otros recursos utilizados por esta corriente, tales como la convención dramática, que tiene como objetivo narrar los hechos en la forma en que habían sucedido; los retratos y semblanzas, que incluían el perfil psicológico y biográfico de los actores, y por último, el estilo indirecto libre, donde el autor se introduce en el personaje y habla a través de él, expresando la fluctuación de un enunciador entre un punto de vista exterior y la adopción del punto de vista del personaje.
El sello de autor
El Nuevo Periodismo resalta el protagonismo de sus artífices. Proclama su presencia en las calles, bien cerca, y en lo posible, dentro del acontecimiento. No sólo importa el haber estado allí, lo imprescindible es aquello que el periodista puede aportar con su propia visión del mundo. Desde esta corriente se reivindica a la subjetividad como vía para llegar a la verdad de los hechos, partiendo de la premisa de que no hay una sola realidad, sino tantas realidades como testigos, por lo tanto, es importante saber de quién la percibimos y cómo el autor las vivió.
Diferentes estilos, la misma base
Los relatos de no ficción tienen la particularidad de basarse en materiales e investigaciones periodísticas, cualquiera sea su registro. Éstos materiales deben ser respetados. Sin embargo, en el modo de disponer de dicho material y su narración pueden producirse transformaciones, por lo tanto, no se muestran como una repetición de lo real, sino que constituyen otra realidad regida por leyes propias. De esta manera, se narran sucesos reales, aplicando técnicas de la ficción. Esta narrativa da lugar a un juego ambiguo de lecturas: los relatos de no ficción pueden leerse como textos periodísticos y como literarios.
Asimismo, los textos no ficcionales tienen como rasgo fundamental la búsqueda de la verdad de los hechos. La verdad que muestran es la verdad del autor, de aquí la importancia de la relación entre verdad y sujeto.
Esta corriente rechaza el concepto de verosimilitud como “ilusión de realidad”, como intento de hacer creer que el texto es un reflejo fiel de lo real.
Polémicas sobre el género
Si analizamos las características de la no ficción dentro de los límites que nos ofrece el concepto de género, el cual nos provee un conjunto de normas para ordenar y clasificar a los textos, nos situamos en una tensión constante, puesto que este tipo de relato no sólo irrumpe sobre ciertos preceptos clásicos del periodismo, sino que también cuestiona muchos postulados de la literatura.
Históricamente, la novela está asociada a la ficción, es decir, a la narración de hechos imaginarios. En igual medida, la tradición periodística ha logrado imponer una estructura para la redacción de noticias, prescindiendo de recursos estilísticos vinculados a la literatura.
De todos modos, los mecanismos para narrar hechos reales como ficticios son similares. Utilizamos los mismos recursos tanto cuando inventamos una historia como cuando damos cuenta de un hecho vivido: en ambas situaciones realizamos una construcción de la realidad, a través del lenguaje.
Todas estas cuestiones parecen dejar de lado que tanto la noticia como la novela tienen un origen común como discurso: la noticia es una narrativa natural que remite a acciones de personas y es presentada por un narrador como un suceso verdadero, vinculado a un mundo que resulta cercano a los interlocutores. Por cuestiones pragmáticas, las noticia es un reordenamiento de una narrativa natural, porque responde a un acto de habla global –informar- y estratégicamente utiliza un orden diferente, destacando el hecho noticiable por sobre la historia del suceso.
Ana María Amar Sánchez, en su libro “El Relato de los hechos”, expresa las distintas vertientes de las discusiones en torno a la no ficción como género. La autora sugiere hablar de un discurso narrativo no ficcional, término que evita las limitaciones de toda clasificación e incluye a diversas clases de textos cercanos tanto al periodismo como a la ficción, siempre y cuando sean transformados narrativamente.
Sánchez afirma también que el género de no ficción “se juega en el cruce de dos imposibilidades: la de mostrarse como una ficción, puesto que los hechos ocurrieron y el lector lo sabe y, por otra parte, la imposibilidad de mostrarse como un espejo fiel de esos hechos. Desde esta perspectiva, lo real no puede describirse “tal cual es” porque el lenguaje realiza su propia construcción, imponiendo sus leyes: de algún modo recorta, organiza y ficcionaliza.”
Los principales exponentes
Los narradores norteamericanos Capote y Wolfe son señalados como los iniciadores del género novela de no-ficción. Sin embargo, ocho años antes de que Capote escribiera “A sangre fría” (1965), Rodolfo Walsh había publicado “Operación Masacre” (1957). Fue Walsh quien pensó en un cambio radical de las formas, en un nuevo modo de producir, construir y leer la literatura.
“Operación Masacre” es el resultado de una ardua investigación periodística que Rodolfo Walsh realizó junto a Enriqueta Muñiz. La obra apareció en Buenos Aires en 1957 y es un claro ejemplo de novela de no-ficción. El 9 de junio de 1956 los generales Tanco y Valle se sublevaron contra el gobierno de facto de Aramburu que había destituido a Perón en 1955. El levantamiento fue reprimido brutal e ilegalmente. En los basurales de José León Suárez, un grupo de civiles fueron masacrados incluso antes de que fuera dictada la ley marcial.
Walsh escucha la frase “hay un fusilado que vive” y decide contactarse con él: “Livraga me cuenta su historia increíble; la creo en el acto. Así nace aquella investigación, este libro”, expone Walsh en el prólogo de “Operación Masacre”. Aquí está presente una de las características de la no-ficción: la búsqueda de la verdad de los hechos.
Operación Masacre se divide en tres capítulos: “Las personas”, “Los hechos” y “La evidencia”. En cada uno de ellos se produce la fusión propia entre periodismo y literatura. En “Las personas” se pueden vislumbrar rasgos más típicamente literarios. Walsh enumera a cada uno de los miembros de la masacre de José León Suárez; es una descripción significativa de sus cualidades físicas, sus ocupaciones, sus rasgos característicos, cómo se vinculaban a los hechos, si sabían lo que estaba por ocurrir o no.
Al referirse a Juan Carlos Livraga, Walsh relata: “Flaco, de estatura mediana, tiene rasgos regulares, ojos pardos-verdosos, cabello castaño, bigote, le faltan unos días para cumplir veinticuatro años. Tiene un temperamento reflexivo y hasta calculador. Pensará mucho las cosas y no dirá nada que no le convenga”. El lenguaje utilizado por el autor es tan preciso que hasta se puede reconstruir cuáles fueron los últimos diálogos con sus familiares y amigos.
En “Los hechos” y “La evidencia”, el escritor presenta cuestiones más fácticas; como los horarios de los comunicados que se oyen en la radio y de las detenciones; la localización geográfica de cada una de la casas de los personajes; la ruta que lleva al basural, los telegramas, el expediente de Juan Carlos Livraga. Se podría afirmar que aquí está más presente el periodismo por la precisión de los datos brindados.
“A las 0.32 en punto, Radio del Estado interrumpe la música y anuncia que se va a dar lectura a un comunicado de la Secretaría de Prensa de la Presidencia de la Nación. Artículo 1º – Declárese la vigencia de la ley marcial en todo el territorio de la Nación”. “El decreto de la ley marcial se ha vuelto a propalar a las 0.45, 0.50, 1.15, 1.35”. “La detención de esos hombres se produjo a las 23 horas del 9 de junio, es decir una hora y media antes de promulgarse la ley marcial”.
La politización específica de estos relatos es el resultado de un trabajo que se ejerce sobre un material testimonial y genera una de las diferencias más importantes con el periodismo y el discurso histórico. Mientras que éstos se pretenden “objetivos”, distanciados y tratan de borrar toda marca de la posición del sujeto, la no-ficción nunca oculta que, más allá de la toma de partido explícita en algunos casos, el montaje y la selección de los testimonios, la narrativización a que son sometidos señalan ya el abandono de todo intento de neutralidad.
El discurso no-ficcional exige una lectura que ponga el acento simultáneamente en su condición de relato y de testimonio periodístico. Cada una de las partes de “Operación Masacre” confirma esta característica del género.
La novela “A sangre fría” de Truman Capote es la que inició el movimiento del Nuevo Periodismo en Estados Unidos. Este libro es sin duda uno de los mejores ejemplos del género, es una historia dinámica y atrapante que cuenta el asesinato de una familia de Kansas perpetrado por dos convictos en libertad condicional.
El 15 de noviembre de 1959, en un pueblito de Kansas, los cuatro miembros de la familia Clutter fueron salvajemente asesinados en su casa. Los crímenes eran, aparentemente, inmotivados, y no se encontraron claves que permitieran identificar a los asesinos. Seis años más tarde, Dick Hickock y Perry Smith fueron declarados culpables y condenados a muerte.
Truman Capote vio el potencial narrativo del caso, y tras años de intensa documentación, logró reunir un corpus de datos al que dio forma y volumen. En su investigación, sigue paso a paso la vida del pequeño pueblo, esboza retratos de las víctimas de una muerte espantosa e insospechada, acompaña a la policía en las pesquisas que condujeron al esclarecimiento del caso, y, sobre todo, se concentra en los dos criminales hasta construir dos personajes perfectamente perfilados, a los que el lector llegará a conocer íntimamente.
Haciendo uso de la categoría metaperiodismo, Capote expone los detalles de los procedimientos llevados a cabo en la investigación. “Todos los materiales de este libro que no derivan de mis propias observaciones han sido tomados de archivos oficiales o son resultado de entrevistas con personas directamente afectadas; entrevistas que con mucha frecuencia, abarcaron un período considerable de tiempo”, expresa en el prólogo del libro.
En “Música para camaleones” el autor da a conocer las inquietudes que lo movilizaron a la búsqueda de nuevas formas de escritura: “Desde hacía muchos años, me sentía atraído hacia el periodismo como una forma de arte en sí mismo, por dos razones: primero, porque me parecía que nada verdaderamente innovador se había producido en la prosa, o en la literatura en general, desde la década de 1920, y segundo porque el periodismo como arte era casi terreno virgen, por la sencilla razón de que muy pocos escritores se dedicaban al periodismo y, cuando lo hacían, escribían ensayos de viaje o autobiografías”.
Su objetivo era escribir una novela periodística que tuviera la verosimilitud de los hechos reales. Capote afirma que, desde el punto de vista técnico, la mayor dificultad que encontró al escribir A sangre fría fue no participar. “Yo sentía que era esencial, para el tono aparente objetivo del libro, que el autor permaneciera ausente. En realidad, en todos mis reportajes, siempre intenté mantenerme lo más invisible que fuera posible”, comenta el autor.
A partir de “A sangre fría” los integrantes del mundo literario empezaron a hablar de la no ficción como una forma literaria seria, el propio Capote previéndolo no calificó su obra como periodística sino que afirmó que había inventado un nuevo género literario.
Tom Wolfe es otro de los referentes del Nuevo Periodismo. Su obra The Electric Kool-Aid Acid Test –traducida al español como “Ponche de ácido lisérgico”- fue considerada junto con “A sangre fría” como una nueva orientación tanto para el periodismo de la época como para la literatura. El libro narra la historia del novelista Ken Kesey y un grupo de consumidores de LSD, quienes en 1964 remodelan un transporte escolar, le instalan un complejo equipo electrónico, y salen de gira hacia Nueva York para luego volver a California. Kesey, en medio del viaje, tuvo que huir a México a causa de unos cargos por tenencia de drogas, donde fue arrestado, y finalmente puesto en libertad unos meses después. Toda la aventura fue filmada minuciosamente a lo largo del trayecto, hecho verdaderamente oportuno para Wolfe, quien tuvo la oportunidad de conocer a Kesey en aquella época. Wolfe se empeñó en transmitir todos estos acontecimientos de la forma más inmediata y vital posible, desde el punto de vista de los protagonistas, correspondiéndose con las cintas grabadas. Este relato se muestra imaginativo, psicodélico, veloz y crítico, y resulta imposible pasarlo por alto.
Años más tarde, con un estilo más cercano a la novela social, publicó The Right Stuff (1979), un relato sobre los pilotos de pruebas espaciales y la mitología social creada en torno a ellos, obra que posteriormente sería llevada al cine.
Como otros escritores de este periodismo innovador, Wolfe aspira a un principio organizativo que sujete la información sin que ésta pierda dinamismo y que aporte unidad narrativa al texto.
Norman Mailer, muy conocido por sus novelas de ficción, es otro de los escritores vinculados con esta corriente. Sus dos libros de no ficción novelada que más representativas resultan son “Los Ejércitos de la Noche: Historia como una Novela, la Novela como Historia” (The Armies of the Night: History as a Novel, The Novel as History) y “La canción del verdugo” (The Executioner’s Song), fueron premiadas y reconocidas mundialmente. La primera relata la marcha hacia el Pentágono de un colectivo en contra de la guerra de Vietnam. Tiene como principio organizativo una parodia hacia lo épico en donde un supuesto héroe descalifica él mismo su propia hazaña. Haciendo alusión al subtítulo, el texto hace referencia a la relación entre lo novelado y lo periodístico, partiendo de la premisa de que si el periodismo puede ser auténtico y subjetivo al mismo tiempo, la historia también.
La segunda de estas obras tiene como protagonista a Gary Gilmore, condenado a muerte por asesinato. Esta historia se presenta a través de una multiplicidad de voces, que se muestra a partir de la conciencia de las personas implicadas, entrevistas, documentos y cartas. El foco del relato es el romance entre el condenado y su novia.
Hunter Thompson, otro importante referente, no sólo se vio influenciado por la contracultura norteamericana, sino que trató de inmiscuirse dentro de las distintas manifestaciones sociales de la época.
Como redactor jefe de la sección nacional de la prestigiosa revista «Rolling Stone» entre 1969 y 1974, registró los vaivenes políticos en la era del rock (cubrió las marchas contra Vietnam y la campaña de Nixon del ‘72); exploró con sorna la tradición y echó luz sobre la violencia en medio del pacifismo (infiltrándose en una banda de motoqueros pesados en 1967). Todo, con una voz y un estilo que metieron el periodismo en la historia de la literatura.
De uno de los reportajes realizados acerca de la campaña presidencial de 1972 nace su novela más celebrada: «Miedo y asco en Las Vegas». En sus páginas el periodista, álter ego del autor en todas sus novelas, se lanza con su descapotable a la conquista de Las Vegas. Las drogas más variadas suceden al alcohol en alternancia constante a lo largo de todo el recorrido.
El relato se presenta como un verdadero trabajo de campo, que narra los peligrosos enfrentamientos con los empleados de casinos, camareros y policías especializados en narcóticos, y refleja un humor ácido y un clima de terror muy infrecuentes. Thompson define a su libro como “la verdadera historia de un hombre que pasó una temporada en el infierno… y vivió para contarlo”.
Argentinos en el cruce del periodismo y la literatura
Además de Rodolfo Walsh, uno de los pioneros de la novela de no ficción, se puede vislumbrar a Roberto Artl como uno de los precursores en “burlar” los esquemas del periodismo clásico. Sus “Aguafuertes”, publicadas durante más de una década en el diario “El Mundo”, aún hoy resultan inclasificables en cualquier género convencional.
Arlt era un intelectual preocupado por el uso del lenguaje popular en la literatura. Consideraba que este es el verdadero idioma de los pueblos. Por eso en sus aguafuertes utiliza un lenguaje coloquial, el mismo que usan sus lectores. Éste era peculiar, y registraba otras miradas no tenidas en cuenta por la cultura oficial. El conjunto de actitudes, costumbres, creencias y personajes populares le aportaron material para la construcción de un lenguaje, constituido de formas descriptivas y narrativas, que combinan el periodismo y la literatura, por sus discursos y dispositivos retóricos. Por ello, son textos difíciles de clasificar desde el punto de vista de los géneros.
Como cronista, Arlt es una especie de intérprete partícipe de los hechos. Las Aguafuertes se enuncian desde una perspectiva en la cual Arlt transita y evalúa permanentemente desde una mirada crítica, desacralizando los valores y convenciones de la cultura oficial.
En las Aguafuertes existe un alto grado de subjetividad que se sostiene con el uso de la primera persona singular. Sus interpretaciones son formas de leer la ciudad desde otros puntos de vista, sus escritos representan una recorrida urbana por los rincones más recónditos, develando situaciones, personajes y costumbres que hacen a la esencia de la ciudad.
Otro argentinos que incursionaron en el cruce del periodismo y la literatura fueron Tomás Eloy Martínez, Osvaldo Soriano y, en sus comienzos, Miguel Bonasso. Estos autores han experimentado ambas profesiones, y esta conjunción ha enriquecido los campos literarios y periodísticos.
La no ficción hoy
En la actualidad podemos mencionar las crónicas y los “apuntes del frente” escritos por el periodista Gustavo Sierra como ejemplo del discurso no ficcional. Sierra trabaja para la sección “El Mundo” del diario Clarín y fue el único periodista argentino que cubrió la guerra de Irak.
En sus textos se puede ver cómo en la actividad de un periodista se cuela inevitablemente la literatura, Sierra se sirve de recursos literarios para dar una imagen lo más cercana posible a la realidad, para enriquecer los datos objetivos. “Tres edificios convertidos de gris cemento en rojo fuego en menos de un minuto. Los colegas con más experiencia y varias guerras en sus hombros decían que nunca habían visto algo similar”.
El método de Sierra es la combinación de datos objetivos con interpretaciones subjetivas para dar espacio a la elucidación y la reflexión. “Mil quinientas bombas, una verdadera pesadilla”. Pero no es sólo él quien realiza esas interpretaciones, sino que también incluye en sus crónicas y “apuntes del frente” los testimonios de las personas que estuvieron allí y vivieron los hechos en carne propia. “Los periodistas tienen que saber que fue una masacre”, dice con voz firme Hasam. “Mataron e hirieron a civiles sin ningún motivo. Acá no hay militares ni cuarteles. Vinieron a matar mujeres y chicos inocentes. Pregúntele a Bush por qué hizo esto”.
Si bien aquí no hablamos de una novela, las crónicas de Sierra no dejan de ser atrapantes y conmovedoras como los textos de Capote y de Walsh, porque nos muestran algo que verdaderamente ocurrió, pero la manera de traernos esos hechos es a través de técnicas literarias. Al igual que los autores de no-ficción, Sierra es un periodista que se convierte en actor social que participa de los hechos que narra y esto se evidencia en la presencia de un yo enunciador en sus textos.
“Escribo la nota más triste de mi vida. Acabo de ver morir al gallego Couso. El cámara de Telecinco de Madrid. Luchó hasta el final. Salió de tres paros respiratorios. Pero al final se fue. Se fue con el ucraniano Taras Protsyuk y el jordano Tarek Ayub. Los tres murieron ayer cubriendo la guerra más sangrienta para los periodistas en toda la historia. Hubo además tres colegas heridos. En veinte días de conflicto, cayeron once reporteros”.
En síntesis, el Nuevo Periodismo imprimió un sello personal al periodismo convencional, ubicando al periodista como un actor privilegiado en el escenario social, como narrador comprometido que no se limita a narrar sucesos sino que aporta su visión del mundo.
El periodismo como actividad multidisciplinar tiene influencias provenientes de distintos ámbitos del saber, con la literatura comparte la lengua, los recursos retóricos y la obligación de adaptarse a las necesidades de sus lectores.
Como dice Roland Barthes: “El escritor es un sacerdote asalariado, es el guardián, mitad respetable, mitad irrisorio del santuario de la gran Palabra, especie de bien nacional, mercancía sagrada producida, enseñada, consumida y exportada en el marco de una economía sublime de los valores».
El denominado Nuevo Periodismo consiguió informar subjetivamente los hechos reales, los periodistas coincidieron en un abierto rechazo a las técnicas, rutinas y formas dominantes de la prensa escrita tradicional, reconstruyendo espacios donde el quién, es tan importante como el qué.
Bibliografía
– Amar Sánchez, Ana María. “El género no ficción: un campo problemático”, en El relato de los hechos. Rodolfo Walsh: testimonio y escritura, Beatriz Viterbo Editora, Rosario, Argentina. 1992
– Barthes R: Ensayos críticos. Barcelona, Seix Barral, 1967. Pág: 177
– Capote, Truman. A Sangre Fría. Editorial Sol 90, Barcelona, España. 2000
– Fernández Chapou, Maricarmen. “Las letras del Nuevo Periodismo. Una corriente que abreva la literatura como una actitud innovadora”. En Revista mexicana de Comunicación. http://www.mexicanadecomunicacion.com.mx
– Walsh, Rodolfo. Operación Masacre. Editorial Sol 90, Barcelona, España. 2001
(*) Trabajo elaborado por Laura Ávalos, Eleonora Costa, Pamela Gaido y Emmanuel Rossi, ayudantes alumnos de las comisiones de Redacción I de la Prof. Ana Liberatore