Por Román Gigena
¡Resulta increíble explicar algunas cosas tan sencillas!
¿En verdad alguien puede creer que solamente existe una clase de color rojo? ¿Será que no alcanza con las diferencias tonales que la naturaleza nos muestra en una guinda, un tomate o una frutilla?
Tranquilos, no voy a profundizar en el terreno del daltonismo, sino acercarles, de manera detallada y breve, los pasos básicos para poner en condiciones una superficie antes de ser pintada. Los secretos no son tantos, aunque sepan que todo oficio o trabajo manual, tiene sus bemoles.
Lo principal es preparar adecuadamente aquello que vayan pintar. Cuando era un niño, mi abuelo solía explicármelo así: “Los trabajos bien terminados, se hacen paso por paso, siempre de abajo hacia arriba”.
Y mientras yo imaginaba una forma de sedimentar una máxima tan general, él me rescataba del intento poniendo como ejemplo los edificios y sus fuertes cimientos. Aunque rápidamente aclaraba: “Para contar los pisos, el procedimiento es el inverso; siempre se cuenta de arriba hacia abajo, porque de otro modo, te vas a perder en el intento”.
Volvamos al principio, pero no tanto: cierto es que si hablamos de madera, imaginamos de inmediato un papel de lija, un rodillo o pincel y el esmalte para dar el color que uno prefiera (espero que a nadie se le ocurra preguntar si hay un sólo matiz de plateado).
El papel de lija varía su capacidad de desgaste en función del número que tiene: cuando éste es menor, mayor es el grano. Antiguamente solía trabajarse la madera con viruta de metal, que en principio suena más sencillo porque viene gruesa y fina solamente, aunque este sea un dato sólo apto para nostálgicos
Puede que necesiten despintar antes de volver a hacerlo: si no quieren usar productos químicos, utilicen recortes de vidrios para quitar la pintura en mal estado. Si les resulta complejo, elijan el material decapante adecuado, que suele ser un buen removedor en gel. En este caso, protejan sus manos con guantes, y por su toxicidad, es recomendable el uso de barbijos (y anteojos de protección para los más fanáticos).
Un trapo embebido en alcohol o agua oxigenada, suele ser un buen aliado para quitar esos restos de polvillo que no logra llevarse consigo un paño seco.
A los que eligieron una pintura al agua les digo: ¡bien por ustedes y el medio ambiente!, ni falta hace que les explique con qué diluirla. Si en cambio optaron por un esmalte sintético, el aguarrás o el thinner son igualmente válidos.
Una vez que secó cada una de las capas del material aplicado (2 o 3), pueden repasar con una lija muy fina para eliminar posibles impurezas, mejorando así el resultado final del trabajo.
Y si algo no entendieron, no duden en preguntar. Aunque ya les voy aclarando: existe más de un tipo de negro, lo que resulta increíble ¡y mucho más difícil de explicar!