Mientras tanto…

Por Florencia Mainardi
Los miércoles siempre fueron mi día preferido de la semana. Nunca supe bien por qué. Creo que es porque están en la mitad. En el medio. Ya paso lo peor que es el lunes y ya se acerca el jueves y después el viernes y después el sábado.


Me levanto a media mañana, me hago un super desayuno en el que no falta nunca el juguito de naranja y las tostadas con dulce de leche. Si es una de esas mañana en las que el sol esta con todas sus fuerzas, salgo a caminar. Me llevo algún libro, algún puchito. Camino hasta llegar a mi lugar. El lugar no se los puedo decir porque es secreto. Cada uno tendrá su lugar y ahí se tirara a leer o escribir o un poco de las dos cosas.
Después de haber llenado mi cabeza de historias y de haber absorbido cuanta vitamina D pude, vuelvo a mi casa. Si estoy de buen humor cocino para mis hermanos algo más que milanesas o fideos. A lo mejor los espero con un pastel de carne o unos ravioles. Pizzas caseras o hice algún postre.
Con la panza llena me tiro en la cama a leer otro rato y organizar que hacer a la tarde. Mis tardes varían mucho. Depende de si existe un “él” a quien acudir o si son esos días que no existe ni “él” ni otro y yo termino en el parque o en un bar tomando café con alguna amiga en mi misma situación.
Cuando “él” existe me pasa a buscar por casa. Nos perdemos un poco por la ciudad. No somos nada pero somos y así marchamos bien. Si no tengo que cursar mis días se extienden mucho y a lo mejor me quedo ahí en sus brazos hasta que mamá me llama y me obliga a volver.
Los miércoles libres son divertidos casi siempre. Puede ser que vaya al cine o me junte con las mujeres de mi vida a chusmear y comer y chusmear.
El tiempo libre, es eso libre. Y hay que disfrutarlo. Llenarlo de personas que nos gusten y de lugares que nos hagan sentir.
Pasarla bien desde que sale el sol hasta que sale la luna.
Y sin dudas los miércoles son los mejores, si me entero que vos tampoco cursas.