El poder de la persuasión

Por Paula Peña
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Desde los tiempos de la Grecia antigua, los sofistas emplearon la palabra como método para persuadir a sus oponentes. Ellos consideraron un arte a este acto de persuadir mediante la palabra, porque como es bien sabido, un discurso persuade solo si está bien elaborado.


El arte de la palabra ejerce un influjo seductor en su destinatario. Difícil es resistirse al magnetismo de un buen discurso. Somos capaces de creer en un mundo ficticio si la palabra nos dice que ese mundo es verdadero. Ejemplo de ello es el fenómeno de pánico colectivo causado por la emisión radial de “La guerra de los mundos”, a cargo de Orson Welles en 1938.
La literatura, por medio de la palabra, nos emociona, nos angustia, nos divierte, nos enoja. ¿Quién no ha sentido que está viviendo la historia de su novela favorita en el momento de su lectura? Es porque la palabra tiene el poder de poner en movimiento cada una de las fibras de nuestro ser, para provocar desde las sensaciones más placenteras hasta las más desagradables.
Todos guiamos nuestras acciones por discursos en los que creemos, en los que confiamos: las noticias, los horóscopos, los libros sagrados (la Biblia, el Corán, etc.) y ¿por qué no?, los consejos de nuestros padres o amigos.
Por todo ésto y mucho más, llegamos a la conclusión de que la palabra, utilizada de manera correcta, es capaz de persuadirnos de las cosas más disímiles.