Por NATALIA MONTEFELTRO
Desde el TP “Tan cerca, tan lejos” Entrevista a Julio Cortázar
UN PASEO POR LA INFANCIA DE UN PEQUEÑO GRAN HOMBRE
La sensación que genera ser invitado por Julio Cortázar a trepar al tobogán de su infancia, es un acontecimiento que despierta un sentimiento de profundo respeto y admiración.
Además, el autor posee la ductilidad de sintetizar en menos de cinco minutos un “ir y venir” por el andén de su vida y dejar al espectador sentado en el umbral de su infancia.
Sin duda una niñez con mas libros que sol, pero con mas luz que otras.
Claridad que le aporta una madre inteligente y sensible, quien cura la abstinencia de libros que provoca la receta de un médico, para contrarrestar su obsesión por la lectura.
El hombre al que se le astilla la mirada cuando recuerda su dolor de niño, dolor infinito y único, es también el niño que miraba a los 9 años el mundo desde las ramas más sólidas del sauce de su jardín y se conmovía por los cuentos de Edgar Alan Poe.
Se puede interpretar del relato que la misma mano que guía, que acompaña, que transmite, es la que sin embargo y necesariamente en algún momento suelta. En efecto, cuando su madre duda de la autoría de sus escritos, el dolor provocado marca un punto de inflexión, es el fin a la construcción de un mundo seguro y perfecto. Tanto la desconfianza de su madre, como el descubrimiento temprano de la muerte, lo sitúan en un espacio hostil, precario, y relativo.
Los espacios transitados en la infancia sin duda conforman la mirada con la que se deletreará el resto del mundo. Acontecimientos que intensifican la forma de mirar, de decir, de callar y de traducir la vida misma.
En conclusión, de las palabras de éste hombre en la entrevista del práctico “Tan cerca, tan lejos”, queda una sensación de gratitud a quienes han articulado los recursos para acercarse a “mirar” un poco mas de cerca a éste pequeño gran hombre, Julio Cortázar.