FICHAJE BIBLIOGRÁFICO
Por Micaela PEREYRA
EL APRENDIZAJE ESTRATÉGICO. ENSEÑAR A APRENDER DESDE EL CURRÍCULO – Juan Ignacio Pozo y Carles Monereo
INTRODUCCIÓN: UN CURRÍCULO PARA APRENDER. PROFESORES, ALUMNOS Y CONTENIDOS ANTE EL APRENDIZAJE ESTRATÉGICO
La educación tiene que estar dirigida a ayudar a los alumnos a aprender a aprender. Una de las funciones de la educación futura debe ser promover la capacidad de los alumnos de gestionar sus propios aprendizajes, adoptar una autonomía creciente en su carrera académica y disponer de herramientas intelectuales y sociales que le permitan un aprendizaje continuo a lo largo de toda su vida.
En una sociedad cada vez más abierta y compleja, hay una insistencia creciente en que la educación debe estar dirigida a promover capacidades y competencias y no sólo conocimientos cerrados o técnicas programadas. (pág.11)
Un informe elaborado por la UNESCO vaticina que: “El siglo XXI, que ofrecerá recursos sin precedentes tanto a la circulación y al almacenamiento de informaciones como a la comunicación, planteará a la educación una doble exigencia que, a primera vista, puede parecer casi contradictoria: la educación deberá transmitir, masiva y eficazmente, un volumen cada vez mayor de conocimientos teóricos y técnicos evolutivos, adaptados a la civilización cognitiva, porque son las bases de las competencias del futuro.
Simultáneamente deberá hallar y definir orientaciones que permitan no dejarse sumergir por las corrientes de informaciones más o menos efímeras que invaden los espacios públicos y privados y conservar el rumbo en proyectos de desarrollo individuales y colectivos. En cierto sentido, la educación se ve obligada a proporcionar las cartas náuticas de un mundo complejo y en perpetua agitación y, al mismo tiempo, la brújula para poder navegar por él”.
Así, en esta nueva civilización cognitiva en la que estamos inmersos, los sistemas educativos deberán perder buena parte de su función selectiva o capacitadora a la que tradicionalmente han estado dirigidos para, adoptando formatos y estructuras más flexibles, centrarse en el desarrollo de competencias y habilidades transferibles.
Desde los ámbitos más diversos se exige ya una nueva forma de entender la escuela, que se traduce en la necesidad de diseñar nuevos currículos que sirvan no sólo para aprender sino también para seguir aprendiendo. (Es conveniente recordar que hasta hace muy poco aprender a aprender no estaba entre las metas prioritarias de las decisiones educativas). (pág. 12)
Elaborar un currículo para aprender requiere reformas profundas que afectan no sólo a los contenidos de ese currículo sino también a decisiones administrativas que afectan a la organización de los centros educativos que han de llevarlo a cabo y, también, cambios en las concepciones, las actitudes y estrategias de los principales agentes de la actividad educativa, los profesores y los alumnos. (pág. 13)
Las nuevas demandas educativas de la civilización cognitiva
Aunque aprender a aprender siempre ha constituido una meta social deseable, y un factor de progreso personal y social, no cabe duda de que en la sociedad actual, caracterizada por una nueva forma de relacionarse e interactuar con el conocimiento, ha pasado a ser una necesidad formativa básica generada fundamentalmente por las implicaciones sociales de las revoluciones tecnológicas en la producción, organización y difusión del conocimiento en nuestra «civilización cognitiva».
Un sistema educativo, a través del establecimiento de los contenidos de las diferentes materias que estructuran el currículo, tiene como función formativa esencial hacer que los futuros ciudadanos interioricen, asimilen la cultura en la que viven, en un sentido amplio, compartiendo las producciones artísticas, científicas, técnicas, etc, propias de esa cultura, y comprendiendo su sentido histórico, pero también desarrollando las capacidades necesarias para acceder a esos productos culturales, disfrutar de ellos y, en lo posible, renovarlos. (pág. 14)
De una manera resumida podríamos caracterizar esta nueva cultura del aprendizaje que se avecina por tres rasgos esenciales: estamos ante la sociedad de la información, del conocimiento múltiple y del aprendizaje continuo. En la sociedad de la información la escuela ya no es la fuente primera, y a veces ni siquiera la principal, de conocimiento para los alumnos en muchos dominios. Son muy pocas ya las «primicias» informativas que se reservan para la escuela.
Los alumnos, como todos nosotros son bombardeados por distintas fuentes, que llegan incluso a producir una saturación informativa; ni siquiera deben buscar la información, es ésta la que, en formatos casi siempre más atractivos que los escolares, les busca a ellos. Como consecuencia los alumnos cuando van a estudiar el origen del universo, los grandes descubrimientos geográficos del siglo XVI o la caída del Imperio Romano, suelen tener ya conocimientos procedentes del cine, de la televisión o de algún otro medio de comunicación. Pero se trata de información fragmentada y aveces incluso deformada.
Lo que necesitan cada vez más los alumnos del sistema educativo no es tanto más información, que pueden sin duda necesitarla, sino capacidad para organizarla e interpretarla, para darle sentido.
Sobre todo lo que van a necesitar como futuros ciudadanos son capacidades para buscar, seleccionar e interpretar la información. La escuela ya no puede proporciona la información relevante porque ésta es mucho más flexible y móvil que la propia escuela, lo que sí puede es formar a los alumnos para que puedan acceder y dar sentido a la información, proporcionándoles capacidades y estrategias de aprendizaje que les permita una asimilación crítica de la información.
Como consecuencia, vivimos también una sociedad de conocimiento múltiple y relativizado, de forma que prácticamente en ningún ámbito existen ya conocimientos cerrados o acabados que deban ser de dominio público.
Es así en la ciencia, donde la presentación de los saberes como conocimientos absolutos, están siendo cada vez más discutida, ya que se asume que lo esencial no es proporcionar a los alumnos conocimientos verdaderos o positivos sino hacerles capaces de contrastar y analizar diversos modelos alternativos. (pág. 15)
Ya no se trata de que la educación proporcione a los alumnos conocimientos como si fueran verdades acabadas, sino de que les ayude a construir su propio punto de vista, su verdad particular a partir de tantas verdades parciales, a interpretar o representar a su manera el mundo.
Al ritmo del cambio tecnológico y científico en que vivimos, nadie puede prever qué tendrán que saber los ciudadanos dentro de diez o quince años para poder afrontar las demandas sociales que se planteen. Lo que sí podemos asegurar es que van a seguir teniendo que aprender después de la educación obligatoria.
El sistema educativo puede formar a los futuros ciudadanos para que sean aprendices más flexibles, eficaces y autónomos, dotándolos de capacidades de aprendizaje y no sólo de conocimientos o saberes específicos. El sistema educativo debe ayudar a los alumnos a adquirir estrategias y capacidades que les permitan transformar, reelaborar y, en suma, reconstruir los conocimientos que reciben. (pág. 16)
Investigaciones sobre las estrategias de aprendizaje
Realiza un recorrido histórico sobre los cambios en las estrategias de aprendizaje, pasando por los enfoques conductista, cognitivista y constructivista.
En 1970 surge un interés por los mecanismos de control, supervisión y monitorización supondrá el nacimiento de uno de los tópicos que mayor impacto ha tenido, y continúa teniendo, en la investigación e intervención psicopedagógicas, y muy especialmente en relación con las estrategias de aprendizaje, la metacognición, es decir, los dispositivos de control ejecutivo o de autorregulación cognitiva.
Todas estas nociones tienen como denominador común la referencia a los procesos conscientes capaces de acceder a parte del material cognitivo activado y procesado en el sistema mental.
La consideración de las estrategias como sistemas conscientes de decisión mediados por instrumentos simbólicos nos acerca indefectiblemente a la aceptación de su origen social. (pág. 19)
El aprendizaje estratégico
Aceptar que aprender a aprender es ante todo un saber – hacer que permite dar un sentido concreto a la investigación y la intervención en este ámbito, ya que es, posiblemente, desde la influencia inicial del conductismo sobre el procesamiento de información lo que ayuda a comprender mejor las dificultades en el aprendizaje de las estrategias y la forma en que pueden ser superadas. Pero sin negar ese carácter esencialmente procedimental, no parece que aprender a aprender pueda reducirse a la adquisición de técnicas y procedimientos eficientes. Parece necesario también querer, saber y poder aprender esas estrategias.
Aprender a aprender requiere no sólo técnicas y estrategias sino también deseos, que impulsen esa necesidad de aprender. Y cabe pensar que en el marco de esta crisis de la cultura escolar muchos alumnos pueden carecer de motivos para implicarse en nuevas formas de aprender. Aunque sea una obviedad para que los alumnos quieran aprender a aprender es preciso que sus profesores asuman ese motivo entre sus PROPÓSITOS educativos. (pág. 21)
Otro de los problemas a los que se enfrenta el estudio de las estrategias de aprendizaje es la forma en que éstas deben organizarse en la actividad escolar de los alumnos.
Como hemos señalado ya, parece estar ampliamente asumida la idea de que esas estrategias deben enseñarse a través de cada una de las áreas y materias del currículo. Pero al mismo tiempo se acepta la existencia de estrategias generales, relativamente independiente de cada uno de esos dominios de conocimiento.
Debemos, entonces, comenzar a hablar de dominios estratégicos o procedimentales que deben tener una entidad y organización escolar propia (serían de hecho transversales, o diagonales, a las áreas tradicionales del currículo). (pág. 22)
Otro problema suscitado también por la investigación en las estrategias de aprendizaje, tiene que ver con la forma de llevar a la práctica todas estas reflexiones y aportaciones al aula, que necesariamente debe ser a través de la labor mediadora de los profesionales de la educación, profesores y orientadores.
Y si hay un ámbito que define o legitima como ningún otro la función social del docente, es la EVALUACIÓN, que aunque suele estar bastante descuidado, es lo que mejor refleja los propósitos y estrategias docentes.
Mientras que la evaluación ha cumplido fundamentalmente una función selectiva o capacitadora en la educación, debe ahora convertirse en un instrumento más de aprendizaje, y si el fin del currículo es promover una mayor autonomía y control de los alumnos sobre sus propios aprendizajes será necesario que alcancen esa autonomía también en la evaluación.
Las estrategias de aprendizaje son una de las vías por las que los profesores y orientadores pueden intervenir para promover los cambios necesarios.