Las ciudades también lloran

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Fue como si se hubiera muerto un familiar o un gran amigo de cada uno de nosotros. Es que en verdad lo era, aunque él no lo supiera, aunque él no nos conociera personalmente.
¿A quién no se le escapó una lágrima?, ¿quién no se sumergió en una profunda tristeza al enterarse de su fallecimiento?, ¿a quién no se le hizo un nudo en la garganta al leer las notas de los diarios de ayer sobre su vida y su obra, o al ver las imágenes de televisión del entierro?


Eran lágrimas desparramadas por toda la ciudad, en cada casa, en cada lugar de trabajo, en cada bar, en público o en soledad.
La muerte de Fontanarrosa golpeó masivamente en los habitantes de esta ciudad de una manera inimaginable, como muy pocas muertes pueden hacerlo. El dolor es profundo y conmovedor.
Porque el Negro no era sólo un extraordinario humorista gráfico y escritor, no era sólo el genio que hizo reír a todo un país, sino también uno de los máximos símbolos de Rosario.
A muchos lugares comunes se recurre en estas instancias como “no te olvidaremos”, “te vamos a extrañar”, “chau Negro, hasta siempre”.
Cada uno expresa sus sentimientos de manera diferente. Y la ciudad, aunque ayer no todos se hayan dado cuenta, también lloró la partida de su hijo más ilustre.
Por Adrián Gerber, publicado el 21 de julio en el diario La Capital


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