Jack Benoliel
Ya hay brisa de Congreso de la Lengua en Rosario. Es corto el tramo a recorrer. Y lo que parece un sueño se cristalizará en emotiva realidad en el mes de noviembre. No pocas veces la elección de la sede de esta envergadura internacional provoca apreciaciones diversas. De aplausos unas, de desagrado otras.
En nuestro caso, no se han levantado voces cuestionando la sede elegida. Mas no sucedió así en el llamado Primer Congreso de Lengua Castellana. Corría el año 1935. En esa oportunidad se sugerían dos ciudades: París y Madrid. Y dos grandes de la literatura y la lingüística, Ventura García Calderón y Salvador de Madariaga, se enfrentaron defendiendo cada uno su pensamiento. El primero se inclinaba por la capital de Francia; el segundo, por la capital de España. Considero oportuno rememorar sus argumentos. No sólo para ponernos en ambiente para lo que serán las trascendentes jornadas que nos aguardan; también para dimensionar la importancia que reviste para Rosario su elección como sede para el Tercer Congreso de la Lengua.
“¿Y por qué París? me preguntan las gentes”, decía Ventura García Calderón, respondiéndose a sí mismo: “Casi todos acogen con entusiasmo el proyecto y tengo una cesta de ponencias, todas viables. Mas debo inventar mentiras verosímiles para no confesar que sería imprudente tener que optar desde luego, por Madrid, capital del idioma; por Buenos Aires, la más alta torre de nuestro orgullo; por Lima, ciudad señera sobre quien gravitan varios siglos y coronas de vetustez hidalga. Comencemos por París, donde todo resuena hasta las antípodas, este concilio del buen decir, aunque sólo sea para hacer en público una solemne abjuración de galicismos”.
París presentaba muy viejos títulos, elegancia; era usual hablar el idioma castellano en esa ciudad, cuando el Cid alternaba el coturno con los héroes de la antigüedad griega y latina. El mismo García Calderón se lamentaba de que ya no viviera don Raimundo Fouiché Delboso, conocido como el príncipe de los hispanistas franceses, ya que él hubiera sido el brillante secretario general de este Congreso trascendente. Se consideraba a los hispanistas de todas partes, pero a los de Francia se los catalogaba como los miembros de honor de ese primer Congreso: entre ellos, Matilde Pomés -hermana mayor de la poesía española y americana-, Marcelle Auclair y Jules Supervielle. Se prestigiaba la nómina con George Herelle y René Lafont, traductores de Blasco Ibáñez, y muchos más.
¿Y qué razones sustentaba Ventura García Calderón para justificar por qué no debía darse a España el primer turno para ser sede de su realización? Cito textualmente: “Tesorero del idioma es el pueblo”, según el sabio sentir de Luis Vives, y cabe preguntarse si España ha guardado su caudal con el debido tino o con el infatigable tesón de esa América lejana que produjo poetas, flores y filólogos. Y agregaba: “Durante el siglo XIX en las Indias Occidentales surgen a raudales filólogos, lingüistas y gramáticos, los más eximios del mundo hispanoparlante: Cuervo, Bello, Baralt, Montalvo, ¿tienen acaso émulos en la España erudita? En todo gran escritor americano se perfila un filólogo, es decir, un aficionado vitalicio a la palabra”. ¿Ejemplos? Don Ricardo Palma, que se embarca para España con un maletín de palabras; Rubén Darío, que siente entusiasmos orgíacos por tal o cual vocablo; Montalvo, que vive con la imaginación puesta en El Toboso. En Buenos Aires, Leopoldo Lugones, que escribe tal o cual página admirable de “El Payador” para ufanarse de haber descubierto la etimología de la palabra cóndor y prepara un diccionario etimológico con el objeto de probarle a la Academia Española que ella “no sabe de lo que se pesca”, según sus palabras. “Tal vez me equivoque -dice García Calderón-, pero miro retoñar en nuestra América no sé qué desdén inconfesable por la “lengua vulgar”. Y cito textualmente: “Una escritora sudamericana, de cuyo nombre no quiero acordarme, confesaba últimamente en París que ella piensa en francés, concibe en francés desde su infancia lactante en Buenos Aires, donde solo hablan español su ama de llaves y sus criadas”. ¿Esnobismo?
Salvador de Madariaga responde a estas consideraciones de Ventura García Calderón diciéndole que un ramillete de errores compone sus reflexiones. “Las gentes cuando ven una cosa rara quieren saber por qué”. Y eso de convocar en París un Congreso de la Lengua Castellana pasa un poco por ahí. Claro que en París hubo un tiempo en que se habló castellano entre la gente culta. Claro está que hoy posee París una pléyade distinguida de especialistas del castellano, rodeada de una constelación de hombres de letras conocedores de España e Hispanoamérica. Pero, ¿son estos argumentos positivos para llevar fuera del territorio de la lengua un Congreso de la Lengua?. Y agregaba: “Conque, según usted España no ha guardado su caudal con el debido tino, ¿eh? La generación de españoles que ha producido la literatura más universal y más leída y traducida desde el siglo XVII, ¿no ha guardado el caudal de la lengua castellana con el debido tino? Ama usted demasiado al diccionario. Quiero recordarle que el «caudal» de una lengua no es como el de un banco que se guarda en una caja llamada de «caudales», sino como el de un río caudaloso que fluye en el cauce de la vida, reflejando todos los cielos, revolviendo y depositando todos los cienos de donde su sinuoso destino le hace pasar. Y es cosa insólita y casi incomprensible que un espíritu dilecto, que maneja el castellano como usted lo hace, proponga para su firma que el Congreso de la Lengua Castellana se celebre en París, porque España no ha sabido conservar su caudal con el debido tino. Reflexione -se lo pido por nuestra añeja amistad-, siendo como es, uno de los creadores y vivificadores de la lengua, su proposición. El debido tino… Pero si no se trata de guardar como avaro, sino de manar como generoso!!! El pueblo español, usted lo sabe, es uno de los más grandes poetas del mundo y bajo su inspiración el lenguaje se ha renovado y enriquecido constantemente. ¿Cómo hablar de tino?”.
Claro, este caudal de la lengua recibe desde 1600 los afluentes cada vez más anchos y potentes de las lenguas americanas; los manantiales que nuevos Moisés hicieron brotar.
Nadie osó preguntar: ¿y por qué Rosario? Ella integra uno de esos afluentes dignos y perdurables. Sin enfrentamiento; sin divergencias. Con un beneplácito generalizado. Y estamos seguros de que con el evento que nos motiva, ganará la lengua castellana y ganará Rosario por escribirse en ella una página que será imborrable para nuestro idioma. El mundo girará su mirada hacia Rosario; y Rosario gozará su gloria. Esa gloria que nunca se mendiga; se alcanza. La alcanzó nuestra ciudad, “la hija de sus hijos”, por atributos propios que le vienen de antaño.
http://www.lacapital.com.ar/2004/02/27/opinion/noticia_78503.shtml