Las articulaciones del sistema educativo constituyen para el alumno una transición con dificultades. En los pasajes de niveles, sobre todo, se suscitan lógicos problemas de adaptación, tanto en lo que se refiere a la integración social o al rendimiento en los aprendizajes como en cuestiones de índole administrativa. Ahora bien, a los tropiezos normales se ha sumado un elevado número de fracasos tempranos seguidos de deserción.
Esto se ha observado en los años iniciales de las carreras universitarias, hasta convertirse en tema de especial consideración en las últimas décadas. Por lo común, y con cierta ligereza, se ha atribuido sólo a la escuela media la responsabilidad de las insuficiencias que revelan los estudiantes, aunque también haya mediado la ausencia de acción coordinada de autoridades y docentes de los dos sectores comprometidos.
Un análisis más preciso de las fallas demostradas por los alumnos ha señalado como las más significativas la precariedad de los métodos de estudio, los tropiezos en la comprensión de textos, la ausencia de conocimientos básicos y la carencia de procesos metódicos de orientación en la elección profesional.
Con criterio positivo, la Secretaría de Políticas Universitarias (SPU) puso en marcha un proyecto de articulación tendiente a promover la integración del sistema educativo entre los sectores superior y medio. Se buscó de este modo la producción y sistematización de datos sobre la citada transición y el establecimiento de instancias de coordinación, sin omitir la inserción de espacios destinados al debate y la reflexión. Con estas premisas se formuló una convocatoria a las casas de altos estudios para que colaborasen en el logro de los objetivos expuestos, a través de acciones que permitiesen reducir o superar las dificultades antes señaladas.
A partir de esa convocatoria se recibieron numerosas propuestas y se aprobaron 18 que serán conducidas por otras tantas universidades nacionales del interior. Las tareas requieren un financiamiento de 640.000 pesos, que ya ha quedado asegurado.
Merece destacarse en el desarrollo de esta iniciativa el interés demostrado por el sector superior de la enseñanza por contribuir a la solución de un problema no sólo de interés educativo, sino también social y humano. A la vez, es muy valioso que se echen las bases para un trabajo interactivo y coordinado entre las autoridades y profesores de uno y otro nivel. Todo esto promete redundar en beneficio de la calidad educativa e incidir positivamente para decantar hábitos y métodos de estudio eficaces desde los primeros años de la enseñanza media. Del mismo modo, todo tiene que concurrir a la implantación de la orientación vocacional en la escuela media, lo que ahorraría errores de decisión que generan frustraciones, gastos y pérdidas de tiempo irrecuperables.
Por último, mucho importa elevar el nivel de motivación al estudio del alumno secundario. Para esto es indispensable acudir a los recursos que incentiven el interés y la dedicación del estudiante, lo que supone reafirmar el valor de una pedagogía del esfuerzo. En este aspecto sería valioso examinar la posibilidad de que los promedios de calificación obtenidos hacia los últimos años del secundario tuviesen incidencia en el proceso de preparación e ingreso universitario.
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