Enseñar a leer

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Por Héctor Yánover
Para LA NACION
Epoca de cambios. El Gobierno piensa en cómo hacer para sacar al país de la derrota. De las sucesivas derrotas que nos han puesto de rodillas frente a la desnutrición, el hambre, la ignorancia, la desocupación, las enfermedades. Cómo lograr un pueblo creador, capaz de enseñar, investigar, hacer comercio, industrias, cultivar la tierra, criar ganados.


Ahora hay que ocuparse de eso, pero también de formar ciudadanos, sin los cuales tendremos eternamente desnutridos, engañados, atropellados, inermes frente al destino, que para ellos será siempre desafortunado.
¿Cómo lograr un pueblo pensante, que haya accedido a ser y no sólo a parecer? El único camino es el de la cultura, que, como dijo Eliot, “puede ser descripta simplemente como aquello que hace que la vida merezca la pena de ser vivida”. O, como la define Kierkegaard en Temor y temblor , “siempre la consideré como el camino que ha de reccorrer un individuo para llegar al conocimiento de sí mismo”.
Se accede a la cultura por la educación, por la palabra. No es sólo una frase: en el principio fue el Verbo. Estamos estructurados en torno de la palabra. Nos hacemos de acuerdo con nuestro lenguaje.
Educar al soberano es educar a cada uno. La educación la imparten los padres, los maestros, el Estado. El Estado debe fijar prioridades: educar a los padres, educar a los maestros. Los unos y los otros adolecen de sensibles carencias. Si no pueden dar comida, ¿cómo van a dar el sentido de responsabilidad de estar vivo? Si no pueden dar salud, ¿cómo van a dar una cosmovisión que haga de estos seres indefensos personas responsables de sí mismas?
Lectores y no lectores
El Estado deberá fijar rutas para enseñar a leer, para enseñar a comprender un texto, que es el camino para comprenderse a sí mismo. El Estado deberá preocuparse por formar seres humanos pensantes. De nada vale quejarse y seguir quejándose. Hay que actuar. Hemos perdido largos años mirando a otro lado. No sé si es mejor que el niño aprenda o no poemas de memoria, pero sí sé que el maestro deberá ser capaz de comunicar la alegría del descubrimiento del mundo a través de la palabra.
Una madre que lee, que lee libros, que es capaz de encontrar paz y alegría en la lectura les está dando a sus hijos un ejemplo que le agradecerán toda su vida: el poder acercarse al conocimiento con expectativas favorables, naturalmente, sin necesidad de violencias. Una biblioteca en un hogar obra por presencia. Hacer del libro un compañero de vida, un paisaje conocido. Un maesto que haga amar la lectura será recordado como un benefactor, ya que es frecuente que los alumnos aprendan a odiar todo texto literario enseñado en el colegio, porque si el maestro no lee, mal puede enseñar.
El pobre, el miserable, el paria, el indefenso son normalmente no lectores. El no lector es mentalmente un minusválido, se pierde el mundo, la conciencia de ser, la capacidad de ver.
Con dar de comer se soluciona el problema por algunas horas. Enseñar a leer hace un pueblo, un país, una nación.
Creo que éste es el momento de volver a pensar. Si queremos tener futuro, comencemos por educar a los educadores. No es tarea fácil. Pero no hay otro camino. En este tema de la pedagogía de la lectura (los franceses han publicado bibliotecas sobre él), tenemos que desandar lo andado, ya que la involución ha sido prolongada y la TV acentuó el alejamiento, hasta llegar ahora a tener dos clases de personas, aun entre los egresados de los colegios secundarios: los lectores y los no lectores.
Los no lectores están condenados a no entender en qué mundo viven, y eso afectará sus vidas “hasta en su hora más menguada”. Antes de preguntarse qué leer, cómo, para qué, hay que hacer conciencia de la importancia de la lectura. Se debería abrir un debate nacional sobre el tema “Leer, ¿para qué?”, lo que es decir: “Cultura, ¿para qué?”, ya que no existe cultura para no lectores. Creo que debería formarse una comisión que debatiera sobre el arte de la lectura y la mejor manera de instalar el tema en colegios y universidades.
Para construir un país hay que tener gente que pueda mirar al horizonte, que pueda asumirse como seres humanos, que pueda sentirse reina de la creación. En gran medida, eso sólo se lo dará la lectura.
Esto que digo ya fue dicho antes, pero aparentemente no fue oído.
El autor es poeta y librero.
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