Estos son los poetas citados en el artículo Poesía a fuego lento de Carolina Muzzi
Sergio Raimondi, Damián Ríos, Jorge Aulicino, Diana Bellessi, Mariana Mariasch, Fabián Casas
SERGIO RAIMONDI
El poeta menor ante el nacimiento de su hijo
Luego de hallar, tras días de búsqueda, el lápiz
en la cabina del camioncito de los bomberos,
y de comprobar la independencia de juicio
del heredero, que rompe las páginas predilectas
e intactas deja las indiferentes, el poeta menor
decide dialogar con su mujer sobre un tema clave:
la organización espacial y temporal de su labor,
en la casa, luego del nacimiento del hijo.
A lo largo de la conversación se tocan varios temas:
Compra de comestibles y artículos de limpieza,
Pago de impuestos, turnos para el cuidado,
Diversión, alimentación e higiene del niño,
Ausencia de cuidado, diversión, alimentación
E higiene de la pareja, necesidad de registrar
sus primeros pasos, frecuencia de uso del
-vulgarmente denominado- chupete,
amables formas de imponer distancia a los abuelos.
Cuando una mutua mudez evidencia el final,
El poeta menor comprueba que su inquietud ha sido desplazada en vista de otras urgencias.
Esa noche, como un inspirado romántico
Que aprovechase el silencio de los mortales
Para dejar fluir el carácter alado de sus versos,
Canta durante horas una canción de cuna.
DAMIÁN RÍOS
Caserito
que caserito arrime
una banqueta a la puerta
para sentir
olor a tierra mojada
traído por el viento
que la arrime
pensando
en el pelo de lorena
y que escuche el ruido
grueso
de las primeras gotas
en el techo de zinc
y que después se quede
mirando
en aquellos ojos negros
opaco
el resplandor del televisor
JORGE AULICINO
Ausencia de un carancho
Lo digo ahora que pasó el verano: aquel carancho
no logró establecer ninguna relación particular con la noche
mientras gritaba sobrevolando la casa en el campo.
No podía esperarse que nada dependiera de su vuelo ciego.
Lo ignoraron las tejas, el molino y sobre todo
los durmientes de la casa.
La carretera, la lechuza cazadora, la lámpara ahumada del cuarto,
tuvieron entre sí extrañas relaciones
a las que fue completamente ajeno el carancho.
He pensado largamente en sus alas
plateadas por la luna y en los piojos que le comen la barriga
y no produjo una sola idea digna de ser tenida en cuenta.
Ni piedad su exilio, ni irritación el recuerdo de su grito agudo y ciego.
El carancho no se propuso como aviso de un límite,
no tiene dignidad de águila, es demasiado
animal para sostenerse en el poema.
La noche no fracasó por el carancho, ni siquiera fue un aguafiestas.
Es imposible un relación con el sinsentido del carancho.
Y así debería se el poema, como el vuelo y el grito del carancho.
DIANA BELLESSI
La cara oculta
Misterioso es siempre ver el otro lado
como un doblez que no crece aunque empuja
a la superficie indicios de belleza
o de pánico para recordarnos algo
allí guardado, escapulario que reza
lo bueno está en todas partes y así
lo malo, pero antes, pero ahora quisiera
fijar los ojos en semejante cosa
oculta que me llena, no sé, de dulzura
pienso. Estos hombres, obligándose
siempre a parecer tan duros, obligados
quizá a esconderse como lo hace la luna
con una de sus caras, y de repente
la muestran, hoy el Juanchi, tijera en mano
dispuesta para la poda veraniega
se detuvo en seco frente al manzano
y dijo quedo: un nido hay, con pichones
de zorzalito, voy a esperar que crezcan
Allí se hace silencio, como si fuera
Religiosa vergüenza o pavura acaso
O simplemente rendición ante el milagro
Tanto de madre en cada carón liberto
Aunque un poco asustado, no pueden más
Y a veces yo tampoco, sí señor, o usted
Señora cuentemé, no le pasa a veces?
¿Qué?,
el otro lado de las cosas simplemente
MARIANA MARIASCH
Cuando todos estaban en el cine nosotros dos
pelábamos papas en equipo. Pedacitos de cáscara
rompían el silencio, caían de a uno
como gotas de una canilla mal cerrada:
el frío se acomodaba entre nosotros, algo para compartir.
Brillaba en un balde de agua limpia.
Y caían de nuevo. Como salpicaduras agradables
en un día de calor
mojaban el trabajo de cada uno
nos hacían recobrar los sentidos.
Así, mientras las luces se apagaban y se encendía
la película, y unos se acomodaban en la silla y otros
pelaban caramelos o hacían shhhh
nosotros pelábamos papas, nos hacíamos chistes
con cuchillos filosos en las manos, muy cerca
uno del otro, nunca tan cerca
en todo el resto de nuestras vidas.
FABIÁN CASAS
El Horla
Las manos hacen agu, el pulso se acelera
y se oyen pasos nítidos en el piso de arriba
Dos luchadores de sumo
tiran de cada uno de mis brazos
Hay toque de queda, pero no queda nada.